La cúpula de la clase empresaria, tanto de la UIA como de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), no lo dejó solo a Biolcati que una semana atrás gritó «viva la patria» desde la Sociedad Rural rabiosamente opositora al gobierno. Con tono más mesurado que el del jefe de la burguesía agraria, sin embargo, también los […]
La cúpula de la clase empresaria, tanto de la UIA como de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), no lo dejó solo a Biolcati que una semana atrás gritó «viva la patria» desde la Sociedad Rural rabiosamente opositora al gobierno. Con tono más mesurado que el del jefe de la burguesía agraria, sin embargo, también los industriales se reunieron para decir que entre las corporaciones patronales hay «coincidencia completa en reclamar un marco institucional republicano sólido, la seguridad jurídica, reglas de juegos estables y previsibles y el pleno respeto por la actividad privada». Los piratas de la empresa constructora que provocó las muertes por el derrumbe en Villa Urquiza, saben de lo que hablan cuando dicen «seguridad jurídica» y «respeto a la actividad privada».
Los medios oficialistas respondieron que «los empresarios quieren volver a los `90» y la propia ministra de Industria Débora Giorgi, en actitud auto-incriminatoria, sacó a luz los frondosos subsidios estatales de los que gozan estos 15 grandes grupos «noventistas» que mantienen numerosas cláusulas de flexibilización laboral y trabajo precario que Menem les legó (ver notas).
Lo particular es que este planteamiento de las corporaciones empresarias es distinto a otros anteriores, como el que alentó el asesor norteamericano Arturo Valenzuela en 2009, posterior a la derrota kirchnerista en las elecciones del 28 de junio y cuando en el país se sintieron los temblores de la crisis capitalista internacional. Esta vez, no responde a causas eminentemente económicas ni tampoco se debe a la situación de debilidad política en que había quedado el gobierno luego de perder la pulseada electoral en su propio bastión de la provincia de Buenos Aires, en tanto la histórica gesta contra la multinacional yanqui de Kraft mostraba la respuesta obrera ante el intento de ofensiva patronal. En este caso, el pronunciamiento de la entente empresarial no se da porque el gobierno este mal sino porque, para ellos, se muestra demasiado bien y con posibilidades de dar pelea y continuarse en las presidenciales del 2011.
La oposición desbandada
El objetivo de la crema del empresariado -que a pesar de los muy buenos negocios nunca consideraron ‘propia tropa’ a la camarilla de los Kirchner- es alentar a la desbandada oposición política patronal, en especial al peronismo disidente para que presente una alternativa que pueda garantizar alguna gobernabilidad en la sucesión presidencial. La cena que el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, tuvo después del cónclave empresario con Duhalde, Reutemann, De Narváez, Solá y Macri, dejó «para la foto» la evidencia de la falta de un candidato claro a presidente del sector, al menos por ahora que Reutemann dice que sigue desechando su postulación y Macri esta en jaque en su desgobierno porteño. Así y todo, el núcleo del empresariado prefiere apostar a algún acuerdo entre el peronismo federal y la derecha, antes que caer en un remedo de «la Alianza» de lo que llaman el pan radicalismo, que sí tiene candidatos, como Ricardo Alfonsín o el mismo Cobos, pero no les parece garante de estabilidad política.
El fuego cruzado en el «Acuerdo Cívico y Social» entre Carrió, el socialismo de Binner y los radicales, viene a demostrar que el olfato de la gran patronal no esta muy equivocado. La propia Carrió lo certifica: «El Acuerdo Cívico, tal como es, no está en condiciones de asegurar el gobierno efectivo del país», por lo que ella viene apostando a una «transversalidad» de centroderecha con el sojero peronista Felipe Solá y hasta con el propio Reutemann. Esta semana, Carrió disparó contra Binner acusándolo de «traidor al campo» debido a que el gobernador santafesino se declaró partidario de que el gobierno siga haciendo uso de las facultades delegadas para fijar las alícuotas de las retenciones a la soja y no el Congreso como venía postulando el arco opositor.
Gobernador al fin, Binner es parte de los beneficiados por los 4000 millones de pesos que llegaron en los últimos seis meses a las provincias en coparticipación de retenciones, de las cuales Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe son las más beneficiadas. «Los líderes parlamentarios opositores no se habían puesto de acuerdo sobre el mecanismo de las retenciones que aplicaría el Congreso en adelante, pero coincidían en que ellos debían fijar un método. Las declaraciones de Binner han puesto en duda ahora todo ese entramado, que ya era de dudosa aplicación porque debía sortear la valla del imprevisible Senado», dice el oligárquico La Nación, ya casi sin esperanzas. La media sanción del Senado a la reforma del INDEC es un triunfo de la oposición parlamentaria, pero que no revierte su situación de fragmentación política.
Por debajo de estas disputas en las alturas, está el «clima progresista» que se ha instalado en sectores del movimiento de masas. La dirección de la UCR instó a sus dirigentes a que se abstuvieran de aparecer en la Exposición de la Sociedad Rural pegados a la desbocada y reaccionaria oligarquía vacuna. Las ansias de «correr la agenda hacia la derecha» que tiene el gran empresariado es contradictoria con las aspiraciones de cambios progresistas e igualitarios que recorre un amplio sector de las clases medias y de la clase trabajadora que, aún con ilusiones en este gobierno y en que esos cambios serán posibles en forma gradual y pacífica, rechaza las opciones mas descaradamente «noventistas».
«La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno…»
Aunque el gobierno capitalice en parte ese clima, lo cierto es que cada vez se recuesta más en su flanco derecho. Mas allá de la retórica «nac & pop», vuelve a mostrar sus credenciales pro-yanquis con la reciente reunión del canciller Timerman con Hillary Clinton, a favor de la agresión imperialista contra Irán.
Este alineamiento con los EE.UU., a la derecha del propio Brasil de Lula, la red de gobernadores agentes de las multinacionales mineras, como Gioja, y burócratas-empresarios odiados por la clase trabajadora son, en última instancia, los soportes de la «gobernabilidad» que el kirchnerismo puede poner sobre la mesa ante las corporaciones patronales para asegurarse su permanencia en el poder.
Ante la embestida política patronal, el kirchnerismo se refuerza los lazos con la anquilosada cúpula de la burocracia sindical, incluso en la que militó fervientemente en las filas del menemismo. Mientras Néstor Kirchner respalda como jefe del PJ bonaerense a Hugo Moyano y el gobierno apuesta a ganar definitivamente a la CTA de la mano de YasKy, Cristina se mostró amable y generosa con «los gordos» de la CGT. «Las Obras Sociales de los sindicatos son las que siguen garantizando la salud de millones» dijo la presidenta en el acto en Parque Norte para inaugurar el nuevo sanatorio del sindicato de Comercio junto a Armando Cavallieri, campeón del trabajo en negro y precarizado en su gremio, y junto al clerical ministro de Salud Manzur, partidario del rechazo al aborto no punible que obliga a miles de mujeres a caer en las inescrupulosas manos de las clínicas clandestinas. El mismo día, los empleados de comercio de la sucursal de Recoleta del hipermercado Disco en la Capital, lograban el triunfo en la elección de sus delegados de base contra las maniobras de la patronal que mandaba a votar a los propios encargados a favor de la burocracia del gremio de Cavallieri.
Las disyuntivas de la izquierda
En esa contradicción entre las aspiraciones igualitarias de sectores de masas y un gobierno aliado a la reaccionaria burocracia sindical, el «sindicalismo de base» que viene expresándose en los nuevos delegados tiene un campo abierto para su desarrollo, a condición de mantener su independencia, tanto del gobierno como de sus opositores patronales y de la centroizquierda.
Hay que constatar que un sector de la izquierda que siempre promovió la conciliación de clases, ha defeccionado definitivamente en favor de la centroizquierda y la burocracia sindical. Los partidarios de la CCC- PCR y del MST de Ripoll, que juntos militaron como parte de la «peonada» de la patronal del campo en los cortes de ruta del 2008, se integran a los «foros de debate» de Proyecto Sur de Pino Solanas y se subordinan al sector burocrático que lidera Víctor De Gennaro, el «amigazo» de Buzzi de la Federación Agraria sojera, en la lista de las elecciones de la CTA. Lamentablemente, otro sector de sindicalistas del subterráneo provenientes del partido de Zamora en los años 80, que siempre insistió en autoproclamarse «independiente» (¡sobre todo de la izquierda!) ha terminado «tirando la chancleta» en la lista progubernamental de YasKy, los que se abrazan con Moyano y el partido del ministro Tomada que niegan la personería al nuevo sindicato. Con todo lo retardatario que esto significa, sin embargo tiene un aspecto clarificador: han dejado el terreno más despejado para una verdadera izquierda clasista.
Independientemente de la relativa «calma» que expresa el estadio actual de la lucha de clases, se abren nuevas oportunidades. El PTS impulsa junto a cientos de miembros de comisiones internas y cuerpos de delegados, encabezados por los dirigentes clasistas de Kraft, el subte y Zanon, el Encuentro de Trabajadores que acaba re reunirse en la industrial zona norte del Gran Buenos Aires, no solo para participar de los procesos de lucha y organización como el de los tercerizados ferroviarios que irrumpieron como un nuevo sector de la vanguardia obrera, sino que nos encaminamos a enraizar más profundamente en todo el país una corriente nacional de independencia política de la clase trabajadora.
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