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En Guatemala son perseguidas, hostigadas y allanadas

Radios Comunitarias: «voz de los que no tienen voz»

Fuentes: Prensa Latina

Cada mañana Stéreo Quetzal informa a los habitantes de la aldea de Senahú, en su propio idioma, sobre los últimos acontecimientos de la comunidad, de la vida nacional guatemalteca y el resto del mundo.    Aquí, donde se hablan 23 idiomas e infinidad de dialectos, las radios comunitarias son la única vía de los pueblos […]

Cada mañana Stéreo Quetzal informa a los habitantes de la aldea de Senahú, en su propio idioma, sobre los últimos acontecimientos de la comunidad, de la vida nacional guatemalteca y el resto del mundo.   

Aquí, donde se hablan 23 idiomas e infinidad de dialectos, las radios comunitarias son la única vía de los pueblos de ver reflejados sus intereses e inquietudes, pero esa posibilidad está hoy amenazada por el hostigamiento y cierre de emisoras.   

En Guatemala existen alrededor de 500 radios de este tipo distribuidas en todo el país, la mayor parte de ellas agrupadas en el Consejo de Comunicación Comunitaria y otras asociadas a instituciones departamentales.   

Estas emisoras transmiten en el idioma de cada localidad e incluyen desde programas culturales, de salud o educación, hasta espacios dedicados a alertar a la población en casos de desastres como tormentas, terremotos o erupciones volcánicas.   

Es también su función informar sobre medidas de higiene y prevención de enfermedades como el dengue, el paludismo, la malaria y el SIDA, por sólo citar las más comunes.   

Sin embargo, a pesar del importante papel que desempeñan, las radios comunitarias son perseguidas, hostigadas y allanadas.   

«Sólo en los últimos días 12 estaciones radiales han sido objeto de hostigamientos, secuestros de sus equipos y persecución», dijo a Prensa Latina William Mazariegos, miembro del Consejo Guatemalteco de Comunicación Comunitaria.  

A emisoras como «Voz Latina», «Radio Cairo» y «Radio Mayense», del departamento de Chimaltenango, y «Radio Acción», de Huehuetenango, les fueron confiscados sus equipos y tuvieron que cerrar.   

«A pesar de que los acuerdos de paz firmados hace 10 años dejan en claro la obligación del Estado de garantizar que las comunidades tengan acceso a sus propios medios, estas radios viven hoy en una situación legal complicada», añadió.    Por una parte, actúan de conformidad con los acuerdos de paz, y por la otra, no disponen de licencia para trabajar.   

César Gómez, también miembro del Consejo, explicó que desde el año pasado presentaron al Congreso de la República un anteproyecto de reformas a la ley de telecomunicaciones para incorporar a estas radios al marco legal, pero lamentablemente se encuentra engavetado.   

Existe también un dictamen de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en que se insta al gobierno a regularizar la situación de las radios comunitarias, pero no se ha hecho nada al respecto, añadió.   

«En julio de 2005 se instaló una comisión de diálogo con el ejecutivo, sin embargo, al igual que lo ocurrido con los maestros y campesinos, estas mesas de negociaciones son una burla», denunció Mazariegos.   

Hoy la mayoría de las emisoras funcionan de manera irregular debido al sistema de asignación de frecuencias de radio por subasta, lo cual sube su costo hasta 50 mil dólares, valor inalcanzable para las comunidades rurales.   

Al igual que en la lejana aldea de Senahú, en casi todo el país las estaciones radiales transmiten gracias a la labor voluntaria de operadores y locutores, quienes trabajan en condiciones muy precarias, con equipos de tecnología limitada y baja potencia.   

Pese a las adversidades, las radios se mantienen en pie porque democratizan la palabra, prestan un servicio a la comunidad, que se reconoce y actúa a través de ellas, y como señala el escritor Ignacio López Vigil, «transmiten la voz de los que no tienen voz».