En verano, en toda Europa, el consumo diario de televisión desciende. Por ejemplo, según las estadísticas, en España, los telespectadores dedicaron el pasado julio 19 minutos menos a ver la pequeña pantalla. Un total de 186 minutos cada día, contra 205 en junio; mucho menos que la media del año 2004, que fue de 218 […]
En verano, en toda Europa, el consumo diario de televisión desciende. Por ejemplo, según las estadísticas, en España, los telespectadores dedicaron el pasado julio 19 minutos menos a ver la pequeña pantalla. Un total de 186 minutos cada día, contra 205 en junio; mucho menos que la media del año 2004, que fue de 218 minutos (más de tres horas y media de consumo cotidiano de tele).
Pero lo que está creciendo en la mayoría de los países desarrollados, es la rebelión contra el imperio de la televisión. En parte a causa de Internet y del chateo electrónico que ya atraen a la mayoría de los adolescentes de las clases acomodadas. Para éstos, la nueva Santísima Trinidad de la comunicación la constituyen ahora tres medios contemporáneos: Internet, el teléfono móvil y el i-Pod. La televisión ya no existe. O, si acaso, a través de la pantalla del ordenador.
¿Se pueden considerar estos jóvenes de clases media o alta como unos verdaderos rebeldes? En su caso, se trata de transformar su adicción yendo más allá de la televisión para zambullirse en el océano de la nueva hipercomunicación. Los que de verdad cada día en mayor número se sublevan contra el poder hipnótico de la televisión no se vuelcan sobre Internet sino que prefieren consagrarse a la lectura, a la música o a la práctica de algún deporte.
Según las encuestas, en Francia, el 5% de los hogares ha decidido prescindir por completo de la televisión; y el 63% de los padres estiman que la televisión no constituye, en ningún caso, un buen medio de educación para sus hijos. Éste es el motivo principal por el cual el televisor está siendo excluido del entorno familiar. Para un tercio de los padres franceses, la televisión ejerce una influencia negativa en los niños. Por eso es preferible excluir el aparato del hogar. Una decisión que resulta mucho más fácil de realizar que alejar a los niños del televisor.
En Canadá, Estados Unidos, y desde hace poco en Francia, las asociaciones de lucha contra la violencia, la publicidad y el sexo en la tele organizan cada año «la Semana sin TV». Los activistas de estas asociaciones consideran que la adicción a la televisión provoca una dependencia semejante a la que ocasionan las drogas duras, y que, a diferencia de los demás medios (prensa escrita, radio, Internet) mantiene al telespectador en un estado de pasividad completa que le impide reflexionar, y desarrollar su sentido crítico.
Dejar de ver la televisión se está convirtiendo en una decisión política, pues la imagen social de la televisión está muy desprestigiada y muy desvalorizada. Por eso, las características sociológicas de muchos boicoteadores de tele no sorprenden. El 24% de ellos poseen un diploma de estudios superiores. Lo cual indica que no tener televisor es ahora un marcador de clase. Y clasifica al «rebelde» como miembro de las categorías socioprofesionales más educadas y más cultas.
Para estos neosubversivos, la tele es una plaga que hay que combatir de manera radical. Algunos aconsejan adquirir un aparato inventado por Michael Altman, un ingeniero de San Francisco, el TV-B-Gone (se puede comprar en: www.tvbgone.com): un mando a distancia universal de rayos infrarrojos del tamaño de un llavero que permite interrumpir toda difusión de cualquier canal en un área definida. De esa manera, se puede cortar toda sintonización de televisión en cualquier lugar público, bar, aeropuerto, centro comercial, sala de espera¿. Con las consecuencias y las protestas que imaginamos¿