Tras demostrar una y mil veces más que lo suyo es impuro y mal teatro; después de una abisal y alargada infamia a la que se ha llamado «negociación» social; tras un acuerdo prácticamente hecho, que puede empeorar aún más, en su trámite parlamentario y que va a significar para la gran mayoría de los […]
Tras demostrar una y mil veces más que lo suyo es impuro y mal teatro; después de una abisal y alargada infamia a la que se ha llamado «negociación» social; tras un acuerdo prácticamente hecho, que puede empeorar aún más, en su trámite parlamentario y que va a significar para la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras que tienen menos de, pongamos, 45 años, y desde luego para las futuras generaciones obreras españolas, el alargamiento en un 7%, calculando por lo bajo, de su vida laboral, que para muchos, y sobre todo para muchas, es sinónimo de tiempo de silencio, de penumbra, explotación, maltrato, rabia contenida y aplastamiento de derechos esenciales; después de oír las patéticas y dolorosas declaraciones sobre el «acuerdo» del secretario general de las Comisiones Obreras catalanes a la televisión pública; después de la jornada de huelga del jueves, con fuertes y dignísimas movilizaciones en algunas zonas del Reino apostólico y antiobrero de España; después que, según cálculos aún imprecisos, el promedio de disminución del importe global de las pensiones que los ciudadanos y ciudadanas recibirán en el futuro puede superar el 15%; después de comprobar, una vez más, la estrategia suicida de organizaciones sindicales que, con creativa magia semántica, siguen llamándose «sindicatos de clase», cuya práctica real rompe cualquier intento de comprensión racional aun en el supuesto que uno crea honestamente que la derrota es inconmensurable, que muy poco puede hacerse, que la derecha-derechona que puede gobernar dentro de un par de años, no la derecha-derecha que está gobernando, puede arremeter con más fuerza, aunque se esté convencido de que sólo pueden movilizarse tres ciudadanas de un pueblo del Somontano llamado Peralta de Alcofea; tras todo ello, decía, un diario que dice, afirma y publicita ser una publicación de centro-izquierda (y eso, bien pensado, ¿qué quiere decir realmente?), un diario que lleva el garcialorquiano nombre de Público, sale el 28 de enero de 2011 con los siguientes titulares en primera plana [1]:
GOBIERNO Y SINDICATOS VUELVEN A PACTAR (páginas 2-7), con letra tamaño 72 o superior.
Con letra algo menor, pero «clara y distinta»: «La jubilación se mantendrá a los 65 para quienes hayan cotizado 38 años y medio».
Con letra aún menor, pero no cuántica-infinitesimal, PAZ SOCIAL. El acuerdo sobre pensiones despeja la amenaza [¡despeja la amenaza!] de una segunda huelga antes de las elecciones autonómicas. LOGROS SINDICALES (sic): «Las centrales destacan que han conseguido «suavizar» [las comillas son del titular: ni ellos mismos se lo creen] la reforma y reivindicar su poder de negociación [¡poder de negociación! ¡Qué risa tía Felisa!]». APOYOS: «El PSOE habla de «paso muy importante para España» [el mismo lenguaje de la eterna derecha española] y el PP muestra su «predisposición favorable» a sumarse al acuerdo».
A continuación, el último punto de la lista, el vértice al cual no todo el mundo llega, como si estuvieran demenciados o vivieran en Júpiter sin enterarse de nada y siguieran soñando a la Fourier o Babeuf, una referencia a la izquierda: RECHAZOS. «IU cree que el Gobierno logra su objetivo de «recortar las pensiones» y facilitar los planes privados de jubilación». «Cree», innecesario es señalarlo, no es una palabra inocente en este contexto, y las comillas que acompañan «recortar las pensiones» es una infamia semántica estudiada».
¿Quiénes diseñan una portada así, una primera página de este calibre? [2] ¿Qué piensan de nosotros? ¿Creen que somos estúpidos y estúpidas, y que nos seguimos chupando el dedo como mi sobrina Lucía de apenas dos años? ¿Nos tratan como ciudadanos o como siervos? ¿Quieran acumular más páginas en la historia universal de la infamia? ¿Han escrito al dictado? ¿Qué cosmovisión político-cultural subyace a esos titulares? Una publicación con mínima preocupación republicana, que cuide realmente la racionalidad pública, ¿puede tergiversar las cosas de este modo? ¿Se puede mentir así, alegremente, diciendo medias verdades y entonando injustificados e insultantes gritos de júbilo en momentos de una agresión de este calibre?
La verdad es la verdad, la diga Agamenón o la diga el porquero. Agamenón aceptó entusiasmado; el porquero tuvo sus reservas. ¡A don Antonio no se le pasaba ni una! A Juan de Mairena tampoco.
Nota:
[1] Público, edición en papel, 28 de enero de 2011, primera página.
[2] Por si faltara algo, aparte de la publicidad propia y externa, sólo una información más en primera página: «La Caixa alumbra un superbanco», con un feliz Isidre Fainé y un pie de foto: «I.F. toma la iniciativa». ¿Desde cuándo lleva estudiando la jugaba bancaria la superCaixa? ¿Quién ha pactado aquí realmente? ¿Cuándo supo la Caixa de los planes gubernamentales? Aquí sí que ha habido pacto, negociación, acuerdo, o tal vez dictado al gobierno de la mayoría de las notas de la melodía (o lo que es peor: les sale así sin presiones; están hechos de la misma pasta).
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