Un repaso al tratamiento de la manifestación de Donostia en la mayor parte de los medios obliga a recurrir al cuento de Lewis Carroll y su viaje por la irrealidad. También encajaría en el conocido axioma periodístico de «no dejes que la realidad te estropee un buen titular». O en el manual de Goebbels: «Una mentira mil veces repetida acaba siendo una verdad». Pero la verdad se cuela entre líneas y en las fotos: los independentistas no se echaron atrás ante los porrazos de la Ertzaintza.
Muchos vascos practican la sana costumbre dominical de acompañar el café con varios periódicos. Ayer debieron alucinar al contrastar titulares como los de este periódico o «Berria» con los de «El País», «El Mundo», «El Correo» o «Diario de Noticias». Evidentemente, la prohibición y las cargas eran parte de la noticia, pero también quedó claro que miles de personas hicieron frente al veto y se echaron a la calle. Leyendo la mayor parte, sin embargo, no hubo más protagonista que uno que no estaba allí: el Gobierno de Patxi López, que según el editorialista de «El Mundo», «recupera la calle para los demócratas» cuando «no se han cumpli- do aún ni cien días desde la llegada a Ajuria Enea». Ante frases como «quedó demostrado así que es posible pararles los pies a los violentos», un lector de -supongamos- Matalascañas debió pensar que el centro de Donostia se vació de abertzales y que allí no se oyó una mosca.
El eslogan a vender está claro. Pero quizás no acaba de calar lo suficiente, porque «El País» repitió en primera la misma idea de todos los días, también de la víspera: «Tolerancia cero con Batasuna». En páginas interiores se añadía que la Ertzaintza impidió que los manifestantes «burlaran la prohibición» y «se hiciesen dueños de la calle». Sin embargo, no hay relato que soporte 7.000 caracteres sin que se cuelen retazos de verdad, así que en la letra pequeña se admitía que los abertzales no dejaron de gritar por la independencia, los presos o Jon Anza; que «fue media hora jugando al gato y al ratón con los agentes»; que cortaron el tráfico en la Avenida de la Libertad; o que luego volvieron hacia la zona del Boulevard.
Los foros de las webs son otra rendija peligrosa para las versiones oficiales. En la de «El Diario Vasco» del sábado, un testigo directo afirmaba que la Ertzaintza no había hecho más que el ridículo saltando de una calle a otra detrás de miles de personas dispuestas a ejercer su derecho a manifestarse.
Cuando pasadas ya casi dos horas la Ertzaintza se retiró del lugar, los pocos periodistas que aún seguían cubriendo la refriega reconocían su estupor, porque entonces aún había cientos de manifestantes en la calle: «Para esto, ¿por qué no han dejado hacer la manifestación antes?», preguntaba una de ellas. El motivo era más que evidente: para entonces ya no quedaban cámaras que recogieran y difundieran la «tolerancia cero».
La consigna general era que sólo existía el veto, no la manifestación. Sólo la Ertzaintza, no la izquierda abertzale. En su programa especial sobre el cañonazo de inicio festivo, desde Alderdi Eder, ETB optó por evitar cualquier referencia a lo que ocurría a apenas 50 metros, pese a que el público miraba de reojo al Boulevard y a que algunos manifestantes se situaron con sus carteles ante los artilleros encargados de prender la fiesta. Los nuevos responsables del ente debieron contener la respiración cuando la conocida tertuliana Begoña Ameztoy explicó que en ese momento pasaba por allí una manifestación con la que se adhería plenamente. Tras unos segundos de suspense, recuperaron la tranquilidad cuando aclaró que se refería a la movilización antitaurina.
ETB convirtió el Alderdi Eder y el Boulevard en dos departamentos estancos incomunicados, pero como por el cielo no hay fronteras el actor valenciano Pepe Sancho se quejó en antena por el molesto ruido del helicóptero. Nadie precisó, claro, que era la Ertzaintza quien lo pilotaba, y que allí al lado había una manifestación. Mientras, en TeleDonosti por los micrófonos de ambiente se colaban claramente los gritos de «Independentzia» y «Non dago Jon?».
Otro de los aspectos que resaltaban los medios, de forma expresa o con imágenes, era la avanzada edad de muchos de quienes plantaron cara a la Ertzaintza. «El País» le dedicaba una entresaca: «Los dos arrestados por dar gritos a favor de ETA (sic) tienen más de 50 años». En las fotos se ve a otros manifestantes de más de 60 y quizás 70. El dato no merecía mayores valoraciones, quizás por la evidencia palmaria de que se trata de personas que conocieron y padecieron el franquismo durante media vida y que 34 años después siguen saliendo a la calle con carteles contra el «Estado de excepción», aun a riesgo de que los detengan o les partan la cara.
Su imagen se convertía en la gran prueba de que la izquierda abertzale y su capacidad de movilización existe pese a vetos judiciales y apagones informativos, y existirá también tras la era López. No deben extrañarse. Al fin y al cabo, también sigue habiendo mucho franquista 34 años después de Franco.
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