El propósito fundamental de Washington en los países de la subregión andina apunta a la reconquista de los mercados perdidos, y el control de las materias primas a través de tratados de «libre comercio» (sic). Para ello recurre a la llamada «guerra de cuarta generación» (comunicacional) y equipos como el Rendon Group (RG), empresa especializada […]
El propósito fundamental de Washington en los países de la subregión andina apunta a la reconquista de los mercados perdidos, y el control de las materias primas a través de tratados de «libre comercio» (sic). Para ello recurre a la llamada «guerra de cuarta generación» (comunicacional) y equipos como el Rendon Group (RG), empresa especializada en propaganda sucia y en la «idoneidad informativa» de los medios privados que se presten a servir de caja de resonancia a la política imperial.
Los mensajes «idóneos» en los medios que se dicen «plurales», «independientes» y guardianes de la «libertad de expresión» deben ser paradójicos y monocordes: en Colombia y el extranjero deben lavar la imagen criminal del impresentable Álvaro Uribe Vélez, y en Venezuela, Ecuador y Bolivia hay que desacreditar a los presidentes Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales. En la cruzada desinformativa participan las cadenas CNN, FOX, CBS, ABC-News, Univisión,Televisa, Tv Azteca, TV Globo, Venevisión, el grupo español Prisa, los diarios de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el grupo Clarín de Buenos Aires y «opinólogos» de variado pelaje ideológico, prestigio y talento profesional.
Simultáneamente, en Paraguay, Nicaragua, Perú, Argentina, RG monitorea a las organizaciones no gubernamentales (ONG) financiadas por el fondo Nacional por la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), y el de agencias de noticias como la británica Reuters, que cuenta con un representante autorizado para publicar informes del estado mayor del Pentágono.
En Venezuela, RG usa el arquetipo comunicacional que en Panamá e Irak liquidó política, física y moralmente al general Manuel Antonio Noriega (1988-89) y el presidente Saddam Hussein (antes, durante y después de la primera «guerra del Golfo» y la invasión de 2003). Según el profesor Carlos Lanz Rodríguez, el programa de desestabilización en Venezuela consiste en: 1) machacar con la «pérdida de confianza de la base chavista»; 2) promover y divulgar la «impopularidad creciente» del presidente; 3) atacar su entorno familiar; 4) reiterar sistemáticamente sus vínculos con el narcotráfico y la insurgencia colombiana; 5) acentuar su «fracaso» como gobernante; 6) acusarlo de profesar una ideología «castrista»; 7) ser aliado de países «terroristas».
Días después del ataque al campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, Alfredo Rangel (director de la Fundación Seguridad y Democracia de Bogotá, FSD) publicó un artículo en el que dice: «… la prioridad colectiva es la seguridad y por tanto, para alcanzarla, hay que asumir riesgos y pagar costos, sean éstos diplomáticos o económicos…» (El Tiempo, Bogotá, 9/3/08, diario ligado a la familia de Juan Manuel Santos, ministro de Defensa).
Por su lado, en el texto «Operaciones extraterritoriales», Germán Espejo (presidente de FSD) escribió: «al no existir… prohibición expresa o una regulación internacional para este tipo de operaciones, más allá de los principios consignados en la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados internacionales… el Consejo de Seguridad no discute estas cuestiones». Más adelante, observó: «… la legitimidad de estas operaciones residirá en cada caso en las justificaciones o motivos que cada parte involucrada argumente a la hora de defenderlas o condenarlas. En cualquier caso, sería absurdo pensar siquiera en el establecimiento de una institución o foro internacional con estos fines. La esencia de una operación encubierta es precisamente ésa: su confidencialidad absoluta».
Las técnicas de RG representan una suerte de afilado vademécum mediático: cualquier dato o política errónea de Chávez, cualquier opinión suelta de un funcionario sirven para generalizar la idea de que nada sirve, que nada se hace. Accidentes, tragedias naturales, tensiones políticas, conflictos sociales, son asociados por los medios «independientes» a tendencias negativas.
Los datos parciales proyectan la idea de «fracaso» y «futuro incierto»: comparaciones y promesas que se contrastan con los resultados en gobiernos anteriores; descontextualización histórica de la problemática social; manipulación de cifras con medias verdades y falsedades.
En Venezuela y los países «hostiles» a Washington, la trade mark de RG es inequívoca: ¿quién asume en los grandes medios privados la responsabilidad por lo que se dice? Poco importa. Las experiencias se extrapolan y basta una cola en una tienda barrial de Caracas para asegurar que el problema equivale a las «libretas de racionamiento en el socialismo real».
Eva Golinger, investigadora estadunidense, desglosa el terrorismo mediático en seis puntos. Chávez como aliado del narcotráfico, el terrorismo, el Estado dictatorial, la carrera armamentista, el lavado de dinero y como amenaza a la «seguridad regional». O sea, de lo que probadamente encarna y representa el régimen de la vecina Colombia.
RG señala a los medios privados el rumbo a seguir. Su propósito consiste en justificar la presencia militar estadunidense y en desarrollar un clima de inseguridad, suspicacia y zozobra que conduzca al enfrentamiento militar entre los países de la subregión.