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Masacre en Buenos Aires

República de Cromañón – República burguesa

Fuentes: LVO 155

La barbarie capitalista La tragedia de Republica Cromañón ya ha sido relatada «compungidamente» por periodistas y sensiblemente por los sobrevivientes. La muerte absurda no encuentra explicación ni siquiera para la supuesta racionalidad del sistema. Barbarie es una palabra que explica correctamente lo sucedido. Barbarie que imito, aunque duela decirlo, a una cámara de gas nazi, […]

La barbarie capitalista

La tragedia de Republica Cromañón ya ha sido relatada «compungidamente» por periodistas y sensiblemente por los sobrevivientes. La muerte absurda no encuentra explicación ni siquiera para la supuesta racionalidad del sistema. Barbarie es una palabra que explica correctamente lo sucedido. Barbarie que imito, aunque duela decirlo, a una cámara de gas nazi, pero en un boliche de Once, concurrido por chicos y chicas humildes, padres y madres adolescentes y niños pequeños. Pero no la barbarie a secas de la incivilización, sino la causada por la insaciable sed de lucro capitalista, que tiene como responsables -y beneficiarios- a todo un sistema de empresarios inescrupulosos y ambiciosos, un régimen político de corruptos y mafiosos y un estado en descomposición donde se amparan. Es así, que intentando salvar las ropas de funcionarios de turno y de los empresarios, se buscan culpables a quienes responsabilizar para restaurar la credibilidad en un régimen político y social donde la vida y la seguridad de la gran mayoría no tiene valor alguno: Chaban -sin dudas un miserable que debe pagar caro-, el que prendió la bengala, algún fallo en los controles y las normas públicas, un funcionario coimero, la culpa colectiva -tal como gusta decir, copiando a lo peor de la derecha, Pagina 12. Se quiere ocultar la magnitud de la tragedia como algo que se «salió» de la norma, una excepcionalidad, donde se oculta la representación de lo trágico como una continuidad de la norma del sistema: una masacre, un crimen de lesa humanidad, un asesinato en masa, el espectro horroroso del sufrimiento y de la muerte, que caracteriza a la barbarie capitalista.

Mientras tanto los responsables políticos con un ojo puesto en las encuestas -y refunfuñando por sus frustradas vacaciones- ejercen su más podrida hipocresía para quedar limpios de culpas y salvar sus sillones. Ibarra entrega el poder a Juanjo Álvarez y el duhaldismo para mantenerse en el cargo. Macri juega al indignado para pescar a río revuelto, mientras garantiza la continuidad de Ibarra. Kirchner alaba su propia grandeza de espíritu por haberse quedado calladito lejos de Once en el paradisíaco Calafate. Todos buscan deshacerse de la brasa caliente que arde en sus manos o usarla a su favor. Todos actúan como una oligarquía complotada para no pagar costos políticos -ni judiciales- y vivir a costillas del pueblo, que nuevamente de manera fugaz volvió a corear el grito de que se vayan todos.

«Ausencia» del estado

Es falso como dicen los progresistas a modo de justificación que la tragedia tiene su explicación en la ausencia del estado. El estado no esta ausente, responde a empresarios tan miserables e inescrupulosos como Chaban o Tasselli (a propósito ¿qué diferencia hay entre Chaban y Tasselli -responsable de la masacre del Turbio- además de la amistad presidencial?). El estado esta omnipresente para garantizar los negocios burgueses, su dominio sobre el trabajo y para burlar continuamente la voluntad popular. La perpetuación del capitalismo es resguardada por un estado donde conviven instituciones corruptas, funcionarios ineptos, políticos mafiosos y oligárquicos y fuerzas represivas criminales. Cuando Kirchner -y todo el coro de medios progresistas- dice que hay que despolitizar la tragedia, lo hace para mantener la iniciativa política en manos de la política burguesa y para fortalecer la presencia represiva del estado, con nuevas normas antijuveniles; para sostener al criminal Ibarra con el gatillo fácil del criminal Juanjo Álvarez (el mismo responsable político de las muertes de Maximiliano Kosteki y Dario Santillan).
La lucha por la justicia para los muertos en Once es necesariamente una lucha contra el estado burgués.

República burguesa

Según Omar Chaban República de Cromañón debía su nombre a los ideales de 1789 y al hombre que se refugiaba en las cavernas (con un énfasis menor que cuando decía, a renglón seguido, quiero plata). Hay que creerle: la masacre que él colaboró a perpetrar mezcla los «ideales» del hombre burgués -la santificación del dinero- que se impuso sobre la revolución de los plebeyos; y la barbarie de una sociedad que degrada la vida humana. La repuública Cromañón, es la república burguesa, la república de la barbarie.
No nos interesa hacer historia, tan sólo señalar que los ideales colectivos originarios de la Revolución francesa, libertad, igualdad y fraternidad dieron muy pronto lugar a la sociedad burguesa con su individualismo y su culto fetichista del dinero y la mercancía, la formalidad de la igualdad ante la ley y la realidad de una burguesía obscenamente rica e impune y obreros y parias que pagan con su miseria, la explotación del trabajo, la desesperación y la muerte absurda, el dominio ejercido sobre ellos. Los ideales originarios de la revolución francesa sobrevivieron al ser recogidos como herencia democrático-revolucionaria por el movimiento obrero y socialista. La fraternidad, la solidaridad, la hermandad humana se han desarrollado plenamente en oposición a la clase que la enarbolo como bandera, la burguesía, y son condiciones inherentes a la lucha obrera y la organización socialista contra la explotación y la miseria, de la conquista de la igualdad y la libertad colectiva e individual derrocando a un sistema que las hace imposibles.

La república fraterna

El 30 de diciembre, la masacre fue simbolizada por el Cromañón, los tiempos de la barbarie. Pero también se pudieron hallar rastros de la republica fraterna rompiendo el chaleco inmundo del individualismo de nuestros días. Una pensadora del siglo XX, Hanna Arendt, solía decir que la fraternidad vivía entre los pueblos parias, como una forma de autosupervivencia frente al mundo hostil que los perseguía. Los jóvenes de hoy, al igual que los pobres, son los modernos parias del sistema, que sólo pueden subsistir en los márgenes de la sociedad, en el refugio del barrio -cada vez más convertido en un ghetto de donde es difícil salir- en la miseria de una cultura «joven», pura mercancía, que ha tribalizado las identidades y relaciones entre la juventud (dicho sea de paso, cuan llamativo y lamentable es el silencio de las bandas de renombre y los popes del rock). Pero en Once, escindida de la figura de Cromañón y rompiendo el marco del ghetto y la tribu, se manifestó elementalmente la fraternidad y la solidaridad: en la acción voluntaria y desinteresada de los chicos y chicas que poniéndose en riesgo se dedicaron a rescatar vidas, en los trabajadores de los hospitales que atendieron a las victimas -a pesar de la escasez de recursos-, los ferroviarios que pusieron a disposición un tren para que se pueda concurrir de los barrios a las movilizaciones o los propios empleados de Cromañón que denunciaron los manejos de Chaban y las inspecciones municipales -y que demuestra en pequeño que son las únicas manos honestas que no tienen ningún compromiso con la corrupción-, en las asambleas y las marchas que sobrepusieron al dolor la rabia y la decisión de luchar por Justicia, en la incipiente organización de los chicos y las chicas de las barriadas. Superando el antipoliticismo y los intentos corruptores del estado y los punteros, buscando la unidad con los trabajadores -que son quienes mueven las palancas de la sociedad día a día y son expropiados por el capital del producto de su esfuerzo- se puede pensar una nueva fraternidad que germine la experiencia, la conciencia y la cultura de la juventud, como una fuerza autoorganizada que identifique su condición de paria en la subsistencia del sistema capitalista, que transforme su bronca en odio de clase y lucha emancipadora, que le declare una guerra frontal a la opresión social y la explotación del trabajo.
Una nueva república fraterna, igualitaria y libertaria tiene que surgir sobre los escombros del orden existente y construirse sobre la base de un nuevo orden político y social impuesto  por quienes tienen la capacidad de reorganizar la sociedad, la clase obrera unida al pueblo y la juventud, terminado de cuajo con la base del egoísmo y del lucro burgués: la propiedad privada de los medios de producción y cambio. Es una lucha difícil, es verdad, porque el enemigo concentra el poder e impone así sus intereses y su punto de vista como «conciencia» de la sociedad. Pero su poder se resquebraja cuando los explotados, los humillados y los oprimidos deciden autodeterminarse y hacerle frente con toda su voluntad y fuerza colectiva.

Despolitizar dicen los medios y el gobierno. Politizar, digamos nosotros, ellos son el partido de la muerte y la barbarie. Nosotros somos el movimiento de la vida y la fraternidad. Opongamos a la barbarie capitalista, la revolución obrera y socialista.