El último director de «Egin», Jabier Salutregi, explicó ayer ante el tribunal que el diario abertzale no hizo nada que no hayan hecho otros medios; por ejemplo, entrevistar a interlocutores de ETA. Sin embargo, él se sienta en el banquillo por ello con una petición fiscal de doce años. En un vibrante alegato, Salutregi reivindicó […]
El último director de «Egin», Jabier Salutregi, explicó ayer ante el tribunal que el diario abertzale no hizo nada que no hayan hecho otros medios; por ejemplo, entrevistar a interlocutores de ETA. Sin embargo, él se sienta en el banquillo por ello con una petición fiscal de doce años. En un vibrante alegato, Salutregi reivindicó la libertad de prensa y dijo que aquel 15 de julio de 1998 tanto él como los trabajadores y los lectores perdieron parte de su vida.
El juicio oral por el sumario 18/98 derivó ayer en un contundente y emotivo alegato de la libertad de prensa e información. Salió de boca de Jabier Salutregi, director de «Egin» hasta que fue sentenciado por el juez Baltasar Garzón «y por 200 hombres armados que lo cerraron cuando allí sólo había papel y tinta. La libertad de prensa es un concepto acuñado hace siglos; con el periódico cerraron parte de mi vida, y también parte de la vida de los trabajadores que estaban conmigo y los lectores que nos seguían con afecto. No quiero comentar más de eso», concluyó Salutregi en tono muy dolido y admitiendo el coste sicológico que aquella «Operación Persiana» ha dejado en él: «Estoy quemado».
La reivindicación del derecho a informar y a ser informado fue el hilo conductor de toda la declaración de Salutregi. A su inicio ya dejó claro que no respondería al fiscal «por vulnerar la libertad de expresión» y al letrado de la AVT porque «nosotros no hemos provocado ninguna víctima del terrorismo».
Durante cerca de dos horas, dejó caer que las imputaciones sobre el diario abertzale podrían extenderse en realidad a otros muchos medios, puesto que se refieren a actividades meramente periodísticas, empezando por la entrevista que él mismo y Teresa Toda, que también declaró ayer, realizaron en febrero de 1992 a José Luis Alvarez Santacristina, Txelis, en calidad de interlocutor de ETA.
Una entrevista conocida
Las acusaciones aprovechan la coincidencia de fechas entre la entrevista y el nombramiento oficial de Salutregi para argumentar que fue allí donde ETA le designó director. Para empezar, el periodista recordó que ya ejercía esta función en «cohabitación» con Xabier Oleaga anteriormente. Y, sobre todo, incidió en que el motivo por el que se reunieron con Txelis era la realización de una entrevista en un momento especialmente interesante: el año 1992, cuando ETA había anunciado una ofensiva contra las Olimpiadas de Barcelona o la Expo de Sevilla, y al mismo tiempo, recordó Salutregi, se hablaba de perspectivas de un proceso de diálogo.
Una vez sentada por Garzón la tesis de que «Egin» también era parte de ETA, para las acusaciones todo lo que rodea a esta entrevista es indicio de culpa. Por ejemplo, su extensión. Tanto Salutregi como Toda admitieron que permanecieron dos días en el lugar, pero recordaron que esto es lo habitual debido a las medidas de precaución que adoptan estas organizaciones clandestinas y a la complejidad del cuestionario. Salutregi añadió además que hallaron a un interlocutor «con una cultura enciclopédica, que abordaba todos los temas y daba mucho de sí; fue una entrevista muy rica e interesante».
Para el fiscal, también es sospechoso que la entrevista no se publicara inmediatamente. Los dos periodistas autores tuvieron que explicar que, como ha ocurrido también con precedentes de entrevistas a ETA en otros medios, es norma habitual que la organización armada embargue el contenido para realizar matizaciones o añadidos. Entre tanto, sin embargo, ocurrió algo imprevisto: Alvarez Santacristina y otros compañeros fueron detenidos en Bidart. Y entonces «nos encontramos con que teníamos unas notas de una entrevista que no era ya a un interlocutor de ETA, sino a un preso explicó Salutregi. Era una espina clavada, y cuando hicimos un periódico nuevo la revitalizamos, la personalizamos, enviamos un guión y salió publicada, no ya en nombre de ETA sino de Txelis, claro».
Se da la circunstancia, según explicó el director a preguntas de su abogado, que «El País» reveló poco después que la Policía sabía que Salutregi y Toda habían estado con el interlocutor de la organización armada. Sin embargo, nadie les imputó nada por ello, confirmándose así que no había carácter delictivo alguno en su iniciativa periodística. Hasta que, seis años después, llegó Garzón.
Ni módem ni claves
El fiscal incluye en su escrito otros elementos a los que Salutregi dio cumplida respuesta. Habla, por ejemplo, de una presunta vía de comunicación por módem entre el periodista y ETA. «El ordenador que yo tenía era antediluviano, me servía para escribir y nada más. Entonces no existía ningún e-mail, ni módem, ni internet», añadió. Toda, que ejercía las funciones del director en su ausencia, confirmó estos datos.
Otras cuestiones menores son también «pruebas» para el fiscal. Desde el mero sentido común, Salutregi tuvo que explicar que es imposible impedir que alguien pueda utilizar las secciones de mensajes habituales en cualquier diario para pasarse encargos, como sostiene el acusador que hizo ETA con «Merkatu Txikia» y «Agurrak». Salutregi y Toda, en cualquier caso, le recordaron que en sumarios de la Audiencia Nacional consta que también se utilizaron otros diarios, entre ellos «Abc». Negaron igualmente que existiera alguna clave para confirmar que ciertas llamadas anónimas fueran efectivamente de ETA, pero Salutregi apostilló que «eso tampoco sería delito. La BBC lo hizo con el IRA, y evitó catástrofes con ello».
En «Egin», sin embargo, cualquier práctica normal pasa a ser síntoma de delito:desde la existencia de un equipo de investigación hasta la implantación de una línea de fax en París. El escrito del fiscal Enrique Molina incluye entre los elementos probatorios el hecho de que el diario defendiera el concepto de Euskal Herria («eso tiene varios siglos, no lo pudo inventar ETA», dijo Jabier Salutregi) como que reivindicara la repatriación de los presos vascos o hiciera una crónica política semanal.
Según su tesis, además, toda la remodelación acometida en 1992 de la mano de Salutregi, y que derivó en su propio nombramiento como director, fue destinada a endurecer la línea del periódico. Ambos acusados tuvieron que recordar la realidad que vieron día a día los lectores: que en sus páginas de opinión aumentaron las firmas de prestigio de ideologías muy diversas. «Tenía claro que quería hacer un periódico abierto, el boicot lo requería», recordó.
Toda mostró a los jueces el logotipo de la libre expresiónç
Al concluir su declaración, Teresa Toda abrió su chaqueta y mostró a los jueces el lema «Egin, adierazpen askatasunaren alde», con el conocido símbolo de la libertad de expresión. Ocurrió después de que se le impidiera, como es norma, explicar por qué no quería contestar a las acusaciones. «Eso no interesa, soy yo quien lo decido», argumentó la presidenta, Angela Murillo. La periodista se revolvió ante este veto y reivindicó «la libertad de expresión que se nos ha negado en esta sala». Antes sí tuvo ocasión de explicar algunos conceptos como «el derecho de autodeterminación, que corresponde a todos los pueblos, y también a Euskal Herria, claro».