Para fortuna de la humanidad entera el universo sonoro está por descubrirse en su riqueza, su amplitud y su profundidad especialmente si se lo piensa como materia promisoria de la que están por surgir experiencias revolucionarias inéditas y lenguajes emancipadores de todo género. Contra las opiniones sepultureras o sabihondas que creen haberlo inventado todo, o […]
Para fortuna de la humanidad entera el universo sonoro está por descubrirse en su riqueza, su amplitud y su profundidad especialmente si se lo piensa como materia promisoria de la que están por surgir experiencias revolucionarias inéditas y lenguajes emancipadores de todo género. Contra las opiniones sepultureras o sabihondas que creen haberlo inventado todo, o las que ya «se saben la historia» de ida y vuelta, emerge aleccionador un caudal de producciones radiofónicas que marcan hitos y rumbos en el trabajo nada fácil de producir sentido nuevo con materiales sonoros, humanos o no, conocidos y por conocerse. Escuchemos.
Sólo el campo de la modulación con voces humanas, es decir el desafío de conocer y manejar énfasis, giros, acentos, texturas… en intensidades tejidas con intenciones, conceptos, afirmaciones o expediciones intelectuales; sea en soliloquios, en diálogos o en polifonías vocales… sólo el espectro amplísimo de las combinaciones de la voz humana para alcanzar conciertos de la palabra, ricos en ideas y en sonoridad pertinente, está por alcanzarse lo mejor para que logremos derrotar al palabrerío atronador predominante plagado por la miseria sonora y el descuido más absoluto en el aprovechamiento de la riqueza acústica de la voz humana y de millones de sonidos. Arte de respiración y comprensión de ideas trabajando en beneficio sonoro muto. Arte de locución y hondura acústica para comunicar hasta lo más simple. Estamos lejos de eso cuando escuchamos la radio miserable que nos imponen. Claro que hay programas y claro que hay talentos transformadores. Falta que se los tome en serio. Son las excepciones.
Están en fase de saturación y vencimiento todas las fórmulas, manidas y re-manidas, con que se produce la radio que más conocemos. Por culpa de los intereses mercantiles; de su estética bobalicona y escandalosa; de su falta de respeto sistemática hacia las audiencias; de su pobreza originaria y sus objetivos miserables; por culpa de la ignorancia y por culpa de los saberes falaces de un sentido común mediocre que hace de su mediocridad un escándalo en ondas hertzianas. No queremos más un «locutor» (o varios) parlanchín y sobrevaluado, dispuesto a hacer todas las piruetas mercantiles que se le ocurran a él o a sus productores o patrocinadores… no queremos más la vulgaridad del facilismo socarrón traficado como si fuese gracioso; no queremos más la dosis de morbo o chisme, las canciones o música de relleno; no queremos la agenda noticiosa más crápula sobre la mesas de la radio ni al lado de los micrófonos; no más «tandas» y más «tandas» de anuncios (cuando se los consigue) ni la retahíla insoportable de vociferaciones y alharacas espetadas impúdica e impunemente como condimentos, reiterados hasta la nausea, a lo largo y ancho de los cuadrantes radiofónicos en todo el mundo. ¡Basta!
Es el reino del facilismo radiofónico que no cuenta con muy pocas excepciones porque también son muy pocos los audaces dispuestos a la investigación semiótica y a la experimentación dirigida en materia de producción radiofónica. Para colmo, una mayoría inmensa de universidades dotadas con carreras relacionadas, no hace otra cosa que fabricar estereotipos serviles al modelo burgués de realización radiofónica y lanza al «aire» ejércitos de «profesionales» troquelados para la servidumbre de la mercancía en sus versiones objetivas y subjetivas. Un derroche generoso de naderías con títulos universitarios. ¿Es esto muy cruel?… más cruel es oírlos y oír en su palabrería el tono triunfalista de la moral burguesa. Los más afortunados cobran por eso.
Un apartado tenebroso y maligno está en quienes se atrincheraron en la radio para operarla como arma de guerra ideológica disfrazada de «noticiero». Los hay de todo pelaje. Mañaneros, trasnochados y de medios días. «Juegan» a todo lo imaginable en el margen estrechísimo de su imaginación, su inteligencia ínfima y sus intereses de mercado. Hablan como si supieran de qué hablan, opinan con su ideología chatarra camuflada con altisonancias o vocecitas tersas mientras repta la bestia de sus negocios rumbo al oído victima del auditorio que han cooptado. Esos mercenarios de las noticias hacen malabares parlanchines para hacernos creer que se traen la «realidad» entre manos. Que lo saben todo y que lo explican todo con silogismos de pacotilla provistos por la billetera de sus jefes y su ideología de siervos-verdugo.
Casi todo lo demás son chismes y chistes de la farándula y de sus radio-divulgadores con sus vulgaridades, enfermos de mediocridad consuetudinaria y progresiva; música y cantantes mediocres; ensaladas de mediocridad a granel. Sólo algunas estaciones radiofónicas, en algunas universidades y en algunos proyectos de comunicación pública, en algunas radios alternativas y comunitarias; en algunos ejercicios de circuitos cerrados… orientan su producción bajo la consigna de salir del fardo mercantilista y de modelos de producción miserables para ofrecer (y ofrecerse) remansos de inteligencia y sensibilidad ricas capaces de ejercer el poder cognitivo de la poesía (en su sentido mayúsculo) apoyado en la riqueza y la economía política de los sonidos: del dicho al hecho.
Está por desarrollarse la semántica y la sintaxis nuevas para una radio basada en explorar los núcleos de tensión dramática donde se alimenta la historia humana y toda historia. La emancipación del relato hoy en garras de la ideología de la clase dominante. Está por desarrollarse una semiótica de hondura inteligible, comprometida con los dilemas humanos más grandes que son los cotidianos y los nuestros… los de cada día. Está por saberse, y hacerse saber, el espectro de los colores en la palabra con sus desarrollos orquestales más seductores hasta explicar lo necesario entre vocabularios más ricos cada vez al servicio de la comprensión y de la emoción puestas a movilizarnos críticamente. Está por desarrollarse la estrategia narrativa de una producción radiofónica revolucionaria en la que los mandatos de la unidad de los pueblos afiancen la particularidad de sus protagonistas y nos deje oír su pulso y su respiración en el fragor de las luchas emancipadoras. Todas las luchas.
Está, pues por nacer lo nuevo y lo mejor de la experiencia radiofónica emancipadora que será realmente otra sin el yugo demencial del capital amordazando a la humanidad. Ese es el dilema. Pero es necesaria la especialización de los protagonistas en esa batalla de las ideas radiofónicas. Es urgente la formación científica, estética, política y poética para transformar la radio y al mundo. Tomar el cielo sonoro por asalto. ¿Se escucha?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.