La revista británica Eurobusiness publicaba en su número de principios del año 2002 una lista con las 400 personas más ricas de Europa, en dicha lista, el rey Juan Carlos ocupaba el puesto 134, con una fortuna personal de 1790 millones de euros, lo que lo situaba como el cuarto español más adinerado. En su […]
La revista británica Eurobusiness publicaba en su número de principios del año 2002 una lista con las 400 personas más ricas de Europa, en dicha lista, el rey Juan Carlos ocupaba el puesto 134, con una fortuna personal de 1790 millones de euros, lo que lo situaba como el cuarto español más adinerado.
En su número de abril del presente año, la revista estadounidense Forbes, por medio de métodos cabalísticos y adivinatorios (que ellos mismos, semanas más tarde, afirmaron haber empleado) asignaba a Fidel Castro una fortuna de 760 millones de euros.
Los medios de comunicación se apresuraron a difundir tan ansiada noticia: «Extra, Extra: dictador comunista séptimo mandatario más rico del mundo». De lo que parece que no se preocuparon tanto fue de contrastar la noticia ni las fuentes, en definitiva, de ejercer su labor con profesionalidad y rigor. Se limitaron a repetir voceando.
Por el contrario, con la aparición de la noticia relativa a Su fortuna, los medios respondieron inmediatamente con calificativos como «calumnia», «disparate», «falsa» e incluso «inexacta». Este último es sin duda el más curioso, pues ¿cuál habría sido la cifra «exacta»? ¿Por cuánto erraron? ¿Se pasaron? ¿Se quedaron cortos? Planteo a los lectores el reto de aproximarse a ella, en una nueva versión del clásico televisivo, que podría llevar el nombre de «El Precio Real». ¿Por qué los mismos medios que comparten banalidades con nosotros sobre fortunas ajenas [¿cuántas veces hemos oído, radiada, emitida o publicada, la cantidad de dinero tan inmensa que posee la Reina de Inglaterra, incluso con un cierto tono velado de crítica?] no informan sobre la de quién podría interesar, entre otros motivos, por ser sus «súbditos» responsables de ella?
Resulta cuanto menos intrigante, el darse cuenta de que, incluso en plena época de la información, continúa habiendo ciertos temas prohibidos e indiscutibles. La inmensa fortuna de Castro es indiscutible, la del Rey, un tema prohibido.