El diario francés Le Monde publicó, el 4 de mayo de 2011, un esquelético artículo bajo una «neutra» y tímida firma de tres iniciales: P.A.P. Esta rúbrica enigmática mostró un título de Frankenstein para los lectores, pues, nada más y nada menos, colocó el nombre de Orlando Bosch, en recordación a su fallecimiento en Miami, […]
El diario francés Le Monde publicó, el 4 de mayo de 2011, un esquelético artículo bajo una «neutra» y tímida firma de tres iniciales: P.A.P. Esta rúbrica enigmática mostró un título de Frankenstein para los lectores, pues, nada más y nada menos, colocó el nombre de Orlando Bosch, en recordación a su fallecimiento en Miami, Estados Unidos, el miércoles 27 de abril a los 84 años de edad. 1
Con el crédito P.A.P. (epigrama: «Para Asuntos Perjudiciales») 2 , desde las páginas de Le Monde, se han escrito innumerables gacetillas contra Cuba que gozan de muy baja reputación social. Muchos simpatizantes en Francia con la Revolución cubana le han confesado a este cronista que todos los días buscan afanosos, en los estanquillos o en un blog de Internet alojado en el sitio web de Le Monde, las costumbristas glosas de P.A.P. para solazarse con la lectura de enunciaciones paranoicas que por su superficialidad, manipulación, engaño de situaciones basadas en la vida real, parecen una burla a la dignidad del oficio periodístico.
En esos cinco párrafos dedicados al tristemente célebre Orlando Bosch, se intenta esconder que el susodicho fue un terrorista de la peor especie amamantado por Estados Unidos y, por obra y gracia del sacrosanto «destino manifiesto», convertido en un «gladiador por la libertad», encubriendo así el aborrecible accionar del terrorismo de Estado aplicado contra Cuba durante más de cinco décadas. Terrorismo de Estado que se mantiene todavía vigente en las concepciones de la política exterior estadounidense hacia la mayor de las Antillas, dando lugar aún a la planificación de actos violentos que han causado al pueblo cubano y a sus dirigentes, hasta una fecha tan reciente como el 2010, una suma de 5577 víctimas, con 3478 cubanos muertos y 2099 incapacitados.
Esas conmovedoras cifras, a las cuales contribuyó con entusiasmo Orlando Bosch en colaboración con Luis Posada Carriles -conocido por el alias de «Osama Bin Laden de las Américas»-, mediante la colocación de bombas y la realización de sabotajes sangrientos en instalaciones públicas cubanas, no se mencionan en la nota de P.A.P. Quizá porque su visceral odio hacia un pueblo revolucionario lo convierten en un ser insensible ante la muerte de miles de personas y ante el dolor de tantas familias cercenadas por la pérdida de sus seres queridos víctimas de los explosivos «made in USA». Tal vez porque solo le interesa resaltar con sutileza las supuestas virtudes de un Bosch consagrado a una dinámica terrorista a favor del Imperio, que significa para Washington «luchar por la democracia» y que, en sintonía, es comunicada por P.A.P con el eufemismo de «activista cubano contra el comunismo».
Así las cosas, el malabarista de las letras que encarna P.A.P. pegó palabras en un obituario que resaltó las dobles condenas impuestas al terrorista por cometer atentados y selló la partida con una cita de las memorias de Orlando Bosch denominada «Los años que he vivido», en la que esgrimió no haber tenido «ninguna responsabilidad en el sabotaje» del avión de la compañía Cubana de Aviación en 1976, que causó 73 muertos de diferentes nacionalidades; aunque la verdad histórica es que los hechos fueron probados y que en el binomio Posada Carriles-Bosch reside la ejecución de ese acto cruel y bárbaro dirigido por la Agencia Central de Inteligencia(CIA) de Estados Unidos, y que más tarde Posada Carriles confirmó sin remordimiento alguno con una breve expresión: «Sí, pusimos la Bomba: ¿Y qué?»
Una fingida imparcialidad, como vicio periodístico, es la norma en los trabajos de P.A.P. contra Cuba. Por eso carece de fuerza moral para escribir con justicia en las páginas de Le Monde -tal vez la censura no se lo permita- lo políticamente cierto: el terrorista Orlando Bosch murió en Miami en total impunidad, sin haber pagado por sus crímenes. Permaneció mucho tiempo bien protegido por una mafia que actúa a su antojo en una ciudad que trasciende por ser el reino del abuso y la arbitrariedad. En ese sentido, puede decirse que la CIA junta a los terroristas en sus fines perversos y Miami los cobija con la complicidad de las instituciones oficiales de Estados Unidos. Pero por razones editoriales, P.A.P está obligado a esconder la verdad a sus lectores. ¿Sería mucho pedirle a P.A.P que se subleve contra sus amos o que su estilo cobre una mirada justa sobre Cuba?
En mi opinión, esas verdades sobre el terrorismo contra Cuba son tan altas como un templo y no tendrían nunca espacio en un diario de la naturaleza de Le Monde. Ni imaginarse que P.A.P. tendría una pizca de valor para sostener la veracidad sobre el terrorismo contra Cuba en una de sus escuálidas saetillas, porque el contenido de su prolífera obra periodística contra lo que él denomina «el régimen de Castro», se ajusta al género de crónicas que privilegian la intimidación del público mediante la aplicación de técnicas de destrucción de las ideas de forma intencional e intensiva, las cuales por su efecto de destrucción masiva de la imagen de Cuba podrían catalogarse de «terrorismo mediático».
P.A.P. al edulcorar el pasado terrorista de Orlando Bosch, se hace cómplice y cae, una vez más, en el «terrorismo mediático» contra Cuba. Por eso no menciona la injusta inclusión de la Isla en una ilegítima lista de países terroristas, que ha sido ratificada por la administración del presidente Barack Obama, pese a que siempre ha sido Estados Unidos el país agresor y Cuba el agredido.
Sin duda, el «terrorismo mediático» guarda relación con el terrorismo que producen las «bombas libertarias» lanzadas contra determinados países, con las acciones encubiertas para asesinatos individuales y colectivos, en abierta práctica de la ley del Talión: «ojo por ojo, diente por diente», al más puro estilo del Oeste estadounidense, puesto que, en el caso de los medios de prensa, se trata de asesinar las ideas, perturbarlas y dejarle a los individuos secuelas de por vida en la capacidad de discernir sobre los procesos políticos en otras naciones que se desean libres e independientes de las potencias dominantes. En muchos casos en la historia contemporánea el «terrorismo mediático» ha sido la antesala de la guerra contra los países y gobiernos catalogados de indeseables por las potencias imperialistas.
Lo más curioso en Le Monde es su voluntad de rebajamiento a periódico de segunda categoría, a un típico libelo del terruño, desde el momento que publica en su portada, y en otras secciones de la misma edición, referencias al egregio terrorista Osama Bin Laden, de los terroristas de Al Qaida, de los terroristas en Marrakech, pero, en contraste, no menciona una palabra sobre sus propios «terroristas mediáticos» como P.A.P; quien por su obsesión e irracional postura anticubana ha analizado de forma simplista la vida de uno de los más connotados terroristas de las Américas. Claro, P.A.P. es su fiel asalariado en línea con los intereses de la edición y vale la pena aupar su pluma.
Reconozco que de otro modo no sería posible para P.A.P. escribir en las páginas de Le Monde, un diario que agoniza en los marcos de una prensa mutilada por la orientación de recrear argumentaciones favorables a los grandes centros de poder: Estados Unidos y la Unión Europa. No obstante insisto, ¿P.A.P. podría escribir de otro modo? La solución del problema requeriría de una investigación científica de amplio calado y ese no es el fin de estas líneas centradas únicamente en la nota del 4 de mayo de 2011 en Le Monde.
Por favor, no nos perdamos en desvaríos inútiles. Allá los científicos. P.A.P. también simplifica y silencia el abultado historial de acciones terroristas contra Cuba, porque es la razón por la cual Cinco cubanos fueron a Estados Unidos para salvar vidas, ahorrar nuevos sufrimientos a las familias en la Isla y evitarles nuevas acciones terroristas, con sus secuelas de daños económicos a una nación que sufre un bloqueo comercial y financiero por la única superpotencia mundial. De eso aseguro que no encontrará nunca una mención ni mínima ni enjundiosa en Le Monde.
Mientras tanto, Estados Unidos sigue protegiendo a Luis Posada Carriles en el contexto de una «nueva» cruzada contra el terrorismo. Sí, señores, ni una palabra, pero los Cinco antiterroristas cubanos llevan trece años de injusta prisión en cárceles de Estados Unidos sin que se repare la injusticia a la que son sometidos bajo la sordina cómplice de los grandes medios de la desinformación serviles a los intereses de los citados centros de poder mundial.
Pero ya no queda tiempo para ambigüedades y confusiones, P.A.P. está bien alineado con el campo de los poderosos imperialistas que acechan a Cuba. Su tendencia creciente es la defensa de los archiconocidos terroristas poniéndoles el disfraz de «activistas cubanos». De insistir en ese carril, P.A.P. proseguiría en una aventura que apuesta furtivamente a la declinante credibilidad de Le Monde sobre los temas de América Latina y el Caribe, lo que sin discusión perjudica a uno de los principales diarios bandera de la presumida libertad de expresión en Francia. Visto así, amén.
Notas:
1. Para un mejor conocimiento del accionar de Orlando Bosch contra Cuba, véase de Jean-Guy Allard el artículo: «El terrorista Orlando Bosch muere en la impunidad en Miami» en: http://verbo.blogia.com/2011/042801-el-terrorista-orlando-bosch-muere-en-la-impunidad-en-miami.php
2. P.A.P: En la vida real es Paulo Antonio Paranagua.
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