La cooperativa pigüense, modelo argentino de empresa recuperada, recibió una factura de casi 202 mil pesos. Un mes antes pagó menos de 30 mil. Los tarifazos amenazan sus proyectos de mayor productividad y nuevas fuentes de trabajo, pero sus trabajadores anticipan que continuarán la lucha iniciada en 2004 y no admitirán la exclusión de ningún […]
La cooperativa pigüense, modelo argentino de empresa recuperada, recibió una factura de casi 202 mil pesos. Un mes antes pagó menos de 30 mil. Los tarifazos amenazan sus proyectos de mayor productividad y nuevas fuentes de trabajo, pero sus trabajadores anticipan que continuarán la lucha iniciada en 2004 y no admitirán la exclusión de ningún compañero.
El programa económico del presidente Mauricio Macri agrava día a día la situación de riesgo de la industria nacional y las empresas de la economía solidaria, con la recesión, la apertura de importaciones y los tarifazos a los servicios públicos que el sector también paga.
El nuevo capítulo de esta historia llegó desde la ciudad bonaerense de Pigüé, donde la Cooperativa de Trabajadores «Textiles Pigüe» (CCTP) lucha a diario desde hace doce años para sostener una propuesta empresaria equitativa y solidaria, sin patrones pero con una fuerte y exitosa apuesta por la productividad y el empleo local.
El trabajo diario de la CTTP por correr las fronteras de lo posible se topó con un nuevo obstáculo este martes, cuando la empresa recibió la primera factura de gas de los precios macristas. Con un consumo similar, la cuenta multiplicó casi por siete a la anterior: de 29.176 pesos, el monto saltó a la exorbitante suma de 201.829.
El periodo que comprenden las dos facturas, de febrero a marzo y de marzo a abril, evidencia que en ninguna se generó un consumo extra para calefacción, sino que casi todo se destinó a tareas industriales que lo vuelven necesario. La multiplicación que salta a la vista en condiciones prácticamente iguales, refleja otra conclusión: el poco interés que a los ojos del programa oficial tienen la industria nacional, los proyectos cooperativos y solidarios y las economías regionales.
Reconocida en el mundo, la CTTP ha relatado su experiencia en todos los continentes y es tomada como modelo en Europa , donde las recetas que aquí están comenzando a aplicarse generaron una fabulosa crisis, inédita en décadas.
La historia de la Cooperativa pigüense es arquetípica y un modelo entre sus pares del país. En una pequeña ciudad del interior provincial, sus trabajadores recuperaron una empresa fundada durante la dictadura y vaciada en el comienzo del siglo. Desde 2004, han incrementado su producción y plantel de obreros, todos ellos dueños de sus plantas fabriles, escrituradas a nombre del colectivo en 2014.
La tarea constante de los 150 trabajadores de «Textiles Pigüé» es reconocida en toda la región sudoeste de la provincia, donde colaboraron con el surgimiento de otras cooperativas y de PyMES, se convirtieron en compañeros de senda de los organismos de derechos humanos y comenzaron un intercambio con la Universidad Nacional del Sur, donde se graduó el ingeniero industrial Marcos Santicchia, que ahora es el presidente de su Consejo de Administración. El vínculo con las academias incluye también la profunda relación con el programa de Facultad Abierta , de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
En marzo, su histórico referente Francisco Martínez anunció una nueva apuesta de la CTTP: la incorporación de dos nuevas unidades productivas, con el objetivo de generar mayor producción y más fuentes de trabajo. Una de ellas es de bondeado, es decir de pegado de tela con espuma. La otra, de sublimado para la confección de prendas deportivas, permitiría a la CTTP proveer productos terminados a una empresa que viste a buena parte de los equipos de la Primera B Nacional de fútbol y avanzar en el lanzamiento de una marca propia de la Cooperativa.
Con el rubro textil sufriendo una retracción todavía leve en la demanda, esas oportunidades de mercado estaban confirmadas. Por ello es que la CTTP invirtió en la compra de los equipos y proyectó como inicial la incorporación de seis trabajadores, a los que su carácter de asociados convertiría también en dueños de su fábrica. Exactamente lo opuesto al paradigma en boga, propiciado desde el nuevo Estado. En una economía como la pigüense, de alrededor de quince mil personas, el sostén de seis familias hace la diferencia.
Fundador de la CTTP, Martínez fue actor protagónico de las viejas luchas. Las fotos de los tiempos de la recuperación de la fábrica y la resistencia a los desalojos lo encuentran junto a sus compañeros, dispuesto a recibir los palazos de la represión policial o los abrazos de las Madres de Plaza de Mayo, que llegaron a Pigüé para acompañarlos. La factura actual está sobre la mesa, los más de 200 mil pesos asombran la vista y el día, suenan a mal presagio o a vulgar amenaza.
El Estado parece volver a confiar los destinos de miles de seres humanos al mercado. «No importa -dice Martínez a esta AGENCIA-. Como hemos demostrado históricamente, jamás el mercado va a indicar a esta Cooperativa la exclusión de ningún compañero». Cuando la voracidad buitre convierte en una duda amarga el futuro inmediato, los principios de un grupo de hombres y mujeres son la mejor de las certezas posibles.