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Titulares sobre «progresistas» en un diario progresista

Fuentes: Rebelión

Debajo de la fotografía, en absoluto nanoscópica, de una risueña ministra de Defensa y de un Clinton no menos feliz, un titular que bordea la contradicción más inimaginable que uno o una pueda concebir: «Los progresistas buscan recetas para el siglo XXI». Un latiguillo periodístico aclara el uso del término: «Clinton, Blair, González y Chacón […]

Debajo de la fotografía, en absoluto nanoscópica, de una risueña ministra de Defensa y de un Clinton no menos feliz, un titular que bordea la contradicción más inimaginable que uno o una pueda concebir: «Los progresistas buscan recetas para el siglo XXI». Un latiguillo periodístico aclara el uso del término: «Clinton, Blair, González y Chacón intercambian en Nueva York ideas para afrontar la crisis» [1]. Vale la pena recordar brevemente: Clinton, el de la guerra de aniquilación de Yugoslavia; Blair, el corresponsable del exterminio de un país, Iraq, y de la muerte de centenares de millares de sus ciudadanos; un González de amplio curriculum, el asesor de Carlos Slim y la incógnita despejada de los GAL por ejemplo; Chacón, la ministra de Defensa de uno de los gobiernos con etiqueta socialista -la imagen corporativa de la organización- más escorados a la derecha no centrada que se recuerdan. ¡»Progresistas», según el periodista de Público, un diario de centro izquierda!

Concluyó el 14 de diciembre en Nueva York, se afirma a continuación, «la reunión de líderes progresistas Global Progress». La reunión estuvo auspiciada por la Fundación Ideas y el Center for American Progress, el think tank del Partido Demócrata. Estas reuniones inauguraron, se apunta, una nueva fase de la iniciativa Global Progress en la que los think tank llevan trabajando desde 2008. Clinton y González intervinieron el pasado lunes en una mesa sobre la prosperidad compartida y el futuro de las políticas «progresistas» celebrada en la sede de las Naciones Unidas. Clinton subrayó la importancia de tener un relato propio para los demócratas, es decir, una narración propia, un cuento original. Nada que tenga ver con alternativas reales. González, según se cuenta, «resaltó la necesidad de diseñar un nuevo modelo económico alejado de burbujas especulativas». Sin mayores precisiones. La ministra Chacón, que también intervino en la sesión, apuntó hacia el «paradigma conservador» que en su opinión no es otro que el de la «desregulación» como causante de la crisis actual. ¡Desregulación como causa de la crisis! ¡Lo dijo una ministra, sin rubor en el rostro, de un gobierno entregado sin una gota conocida de rebeldía a los deseos insaciables de los poderes desreguladores de los mercados!

No se trata, desde luego, de entregar la noción de progreso y progresista a la reacción. Sin duda, frecuentes progresos son más bien regressus sociales [2]. Pero no siempre es así: hay avances sociales que son progresos indudables. Chávez, por ejemplo, Evo Morales, por poner otro ejemplo, representan progresos sociales para sus respectivos sociales. Las gentes desfavorecidas pueden señalar miles de ejemplos que confirman la conjetura.

Pero hay que añejarse de cualquier sendero crítico para tildar de progresista el pensamiento y las recetas pragmáticas de políticos de la catadura poliética de Clinton, Iraq, González o Chacón. No afirmo que sean los cuatro jinetes de la Apocalipsis, la metáfora está gastada, pero la imagen no es injusta ni inadecuada en todos sus vértices.

Nota
[1] Público, 15 de diciembre de 2010, p. 18.

[2] Toni Polo -«¡Corta vida al producto!», Público, 15 de diciembre de 2010, p. 28-29- pone un ejemplo de estos regressus sociales consecuencia en este caso de la supeditación de los avances y posibilidades científico-tecnológicas al poder jamás saciado del capital y sus representantes. El siguiente: «Thomas Alva Edison quería crear una bombilla que iluminara el mayor tiempo posible. En 1881 puso a la venta una que duraba 1.500 horas. En 1924 se inventó otra de 2.500 horas. Con la sociedad de consumo en ciernes, aquello no era una buena noticia para todo el mundo. Diversos empresarios empezaron a plantearse una pregunta inquietante: «¿Qué hará la industria cuando todo el mundo tenga un producto y este no se renueve?». Una influyente revista advertía en 1928 de que «un artículo que no se estropea es una tragedia para los negocios». Un poderoso lobby, el cártel Phoebus, presionó para limitar la duración de las bombillas». En los años cuarenta, 60 años después de la bombilla de Edison de las 1.500 horas, Phoebus consiguió fijar un límite en las 1.000 horas, el 33% menos. De nada sirvió que una década más tarde una sentencia usamericana revocara esta práctica. Se mantuvo la restricción. Lo que es funcional al sistema no existe. Business is business.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.