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A propósito de la marcha de la CGT, las dos CTA y los sindicatos independientes argentinos

Trabajadores, burócratas sindicales y sindicatos

Fuentes: Rebelión

El sindicato es una escuela elemental de unión, organización y solidaridad frente a los patrones. Pero discute en el mercado laboral las condiciones y el precio de venta de la mercancía fuerza de trabajo. No es anticapitalista sino antipatronal y por eso los patrones, progresistas o no, quieren limitarlos, controlarlos, incluso eliminarlos mediante todas las […]

El sindicato es una escuela elemental de unión, organización y solidaridad frente a los patrones. Pero discute en el mercado laboral las condiciones y el precio de venta de la mercancía fuerza de trabajo. No es anticapitalista sino antipatronal y por eso los patrones, progresistas o no, quieren limitarlos, controlarlos, incluso eliminarlos mediante todas las leyes y medidas antisindicales y los gobiernos de los países donde rige el capitalismo de Estado -como Cuba, China, Bolivia, Venezuela- combaten la libertad sindical y las huelgas y hacen de las organizaciones sindicales meras correas de transmisión del Partido-Estado como si los trabajadores no debieran defender sus intereses como productores y como consumidores en países que son capitalistas aunque de un tipo particular.

En los sindicatos anarquistas de principios del siglo pasado, donde la decisiones se tomaban en asambleas generales y donde o existían dirigentes rentados y separados del trabajo, no había burocracia. La burocracia nació cuando surgieron los aparatos sindicales, con sus permanentes separados de la producción y surgió la oportunidad de tener privilegios a costa de los compañeros y de convertirse en líderes vitalicios reproduciendo la estructura de las empresas.

Los burócratas se convierten así en burgueses enquistados en el movimiento porque comparten los valores de los capitalistas y porque para discutir mejor con ellos aceptan la intervención del Estado capitalista y son cooptados por éste para imponer su dominación a los trabajadores así como también la disciplina en las empresas, donde los patrones creen poder actuar como déspotas absolutos y, por último, porque sus dirigentes se hacen millonarios a costa de los fondos sindicales y mediante los cohechos y negocios sucios.

Pero estos burgueses negocian en el mercado de trabajo una mercancía particular que piensa. Por lo tanto deben mantener un mínimo de consenso o, al menos, de tolerancia de sus bases que podrían llegar a defenestrarlos.

Por eso los burócratas sindicales miran siempre con un ojo hacia el Estado del cuyo aparato de dominación forman parte como los curas y, con el otro, hacia los obreros y, cada tanto, deben abrir una válvula de presión para evitar la explosión incontrolada de sus bases. De ahí las luchas-a-medias, las breves marchas, los actos y manifestaciones sin voluntad de combatir que los burócratas se ven obligados a convocar para asegurar sus puestos, tirando algo de carne a los «lobos»-obreros para calmarlos.

La marcha del 22 de agosto de la CGT y de las dos CTA a Plaza de Mayo es un ejemplo claro del «agárrenme que lo mato», de simulacro de lucha contra el gobierno, de acción fingida para no hacer nada. Por eso fue breve, no muy numerosa (muchos no fueron pues entendieron la maniobra) y reflejó la división entre los dirigentes menos ligados al gobierno y los agentes de éste y, en general, la debilidad y poca credibilidad de los líderes sindicales.

Macri, en represalia, les golpeó donde más les duele: les quitó un viceministro del Trabajo que era su «hombre en el gobierno» y, sobre todo, la administración de las Obras Sociales, de las que sacan sus millones pero esta última medida podría resultarle un arma de doble filo al unir a todos los burócratas y obligarles a tomar una medida real de lucha para tratar de recuperar la fuente de sus privilegios con la fuerte mano de una huelga general de los trabajadores.

La lucha en cada sindicato por su democratización, expulsando a los burócratas y resolviendo todo en asambleas generales va de la mano con la superación de los frenos burocráticos creando comités de fábrica que agrupen a todos los trabajadores, sindicalizados o no, y sean elegidos y controlados por asambleas generales. La condición esencial para lucha contra los capitalistas y su Estado es el combate para barrer los agentes del capitalismo incrustados en el movimiento obrero.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.