Hemos hablado con uno de los 129 trabajadores despedidos de El País, un diario global-imperial cuya dirección actúa con mano de hierro y corazón desalmado. *** El horror se ha consumado. Si no ando errado -corrígeme por favor- 129 despidos y unas 21 prejubilaciones -«a punta de pistola», se dice- en «el periódico global en […]
Hemos hablado con uno de los 129 trabajadores despedidos de El País, un diario global-imperial cuya dirección actúa con mano de hierro y corazón desalmado.
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El horror se ha consumado. Si no ando errado -corrígeme por favor- 129 despidos y unas 21 prejubilaciones -«a punta de pistola», se dice- en «el periódico global en español». ¿Mi información es correcta?
Finalmente han sido 129 despidos y todavía no conocemos exactamente cuantas prejubilaciones. La propuesta inicial de la empresa eran 128 despidos y 21 prejubilaciones. Pero era una trampa. Los trabajadores supimos que en una reunión de los mandos del periódico al comienzo de la «negociación» del ERE, un alto directivo ya admitió que hablaban de 150 despidos para quedarse en 130. Esto resulta más sintomático que anecdótico: con la actual legislación laboral, los logros de los asalariados en una mesa de negociación solo dependen de la gracia de la patronal.
¿Esto puede implicar, como también se afirma (incluso por periodistas que siguen en plantilla), el fin de El País? ¿Por qué?
Aplicando cierta lógica, lo cierto es que si una empresa despide a un tercio de sus trabajadores, como es el caso, parece difícil que esa empresa pueda mantener los estándares de calidad de su «producto» -entrecomillo «producto» porque así es como el actual director de El País, Javier Moreno, llama al periódico- o una idéntica generación de plusvalía sino deprecia lo fabricado. Además también ha habido una descapitalización intelectual de la redacción y algún ajuste de cuentas político.
¿Descapitalización intelectual de la redacción? ¿Ajuste de cuentas político? Nos das algún detalle por favor.
Una empresa periodística como El País posee características peculiares que, para bien y para mal, la diferencian de otras empresas -periodísticas y no. La plantilla de un diario es de alguna forma, además de un colectivo de trabajadores, una especie de intelectual colectivo. Si un tercio de esa plantilla es despedida, ese intelectual colectivo no volverá a ser el mismo. Sobre el ajuste de cuentas político, un ejemplo: una de las últimas grandes informaciones exclusivas destapadas por El País fue la de las dietas cobradas por Carlos Dívar, el presidente del Consejo General del Poder Judicial. Es sabida la cercanía de este individuo al Opus Dei, como es sabida la cercanía al Opus Dei de algún miembro de la alta dirección de Prisa o del presidente de La Caixa, Isidre Fainé -esta entidad se encuentra entre los principales acreedores del entramado empresarial al que pertenece El País. Pues bien, el periodista que reveló la corrupción de Dívar, José Yoldi, y que además ha llegado a denunciar en sus magníficos artículos de los lunes las torturas policiales en el Estado español y las repetidas condenas de la justicia europea por ello, ha sido despedido. Puede ser una casualidad. No lo sabemos.
No parece que sea casualidad. Sus crónicas sobre el caso Urdangarin-Torres-Cristina de Borbón también eran excelentes.
Juan Luis Cebrián, el actual presidente del grupo Prisa, dicen -creo que lo dice él mismo- que se embolsó por ese cargo, en 2011, unos 13 millones de euros? ¿Es el caso?
Como presidente del grupo Prisa, puesto al que ha sido aupado tras la entrada en el capital del entramado del fondo buitre Liberty, su salario es de cuatro millones de euros. Pero el año pasado se ha embolsado nueve millones más en concepto de lo que llaman «bonus».
¿Cómo casan ese sueldazo estratosférico y estos despidos con mano de hierro y corazón congelado? Si mis cálculos no me fallan, a un «coste total» por trabajador de 50 mil euros, la empresa de El País podía contratar a 240 trabajadores (los despedidos más unos 100 más) con 12 millones. A Cebrián le quedarían 1 millón de euros anuales. No parece que con ese millón de euros pudiese morirse de hambre.
Los trabajadores suponemos que, además de responder a la lógica salarial dominante en la etapa actual del capitalismo, los emolumentos de Cebrián se deben a su nueva función de verdugo laboral. Vamos, que la nueva propiedad de El País le paga todo eso para que, en su neolengua, «abarate la estructura de costes del periódico». Traducido, para que consume una carnicería que, en nuestra opinión, solo está comenzando, ya que habrá nuevas bajas, seguro. Todo ello en una empresa, la editora del diario, que no ha conocido pérdidas en ninguno de sus 36 años de historia y que, si lo va a hacer este año, se debe paradójicamente al dinero gastado en las indemnizaciones de los despedidos.
Se ha hablado también que un día antes de la presentación del ERE, don Cebrián se reunió con Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. ¿Es así? ¿De qué hablaron si llegaron a reunirse?
No sé si exactamente un día antes, pero sí en esas fechas. Y no es la primera vez: durante la negociación del último convenio, pactado finalmente en noviembre de 2011 por empresa y comité con un respaldo mayoritario de la plantilla y que supuso una rebaja salarial del 13%, ya lo habían hecho. Lo que sospechamos los trabajadores, y tenemos indicios fiables de ello, es que Cebrián promete «buen trato» mediático a estas dos centrales sindicales -que, añade Cebrián, solo cuentan con El País como altavoz medianamente imparcial- siempre y cuando no armen demasiado follón en los conflictos laborales del grupo Prisa. Que, por cierto, no ocurren únicamente en El País, sino también en otras empresas de la misma propiedad. Porque la estrategia laboral inducida por Liberty afecta a todas y los tambores de guerra suenan ahora en la Cadena Ser.
¿Y cuál es tu opinión de estas conversaciones y acuerdos dirección-sindicatos mayoritarios?
Aparte de que, en este caso concreto me toca directamente por ser una de las víctimas del ERE en El País, el pactismo social de Comisiones Obreras y UGT es uno de los factores responsables del desarme de la izquierda estatal posterior a la llamada Transición o Segunda Restauración Borbónica. Y en el caso concreto de Comisiones Obreras, una traición nauseabunda a su historia de lucha por las libertades y los derechos de los trabajadores. Cuando, ahora que las dos centrales no encuentran respuesta a sus ridículos llamamientos a la concertación social con Gobierno y patronal, se quejan amargamente en privado de que sus huelgas no tienen seguimiento, deberían reflexionar sobre su propia actuación a lo largo de las últimas décadas. Han pasado los años desmovilizando a la fuerza de trabajo y obliterando su función política y eso se nota en el sentido común dominante en las clases trabajadoras. Con todo, la izquierda consciente o real no debería, nunca, abandonar sus vínculos, formales o no, con los dos grandes sindicatos, ya que en ellos todavía existen núcleos de inteligencia y a ellos pertenecen, aún, sectores enormes de los asalariados españoles.
¿Qué posición tomó el comité de trabajadores del diario? ¿Se ha comportado?
Pues la situación objetiva del comité de trabajadores, en realidad de cualquier comité de trabajadores en el actual Estado español, es dificílisima. La última reforma laboral se ha cargado directamente la negociación colectiva -creo que los asalariados todavía no somos del todo conscientes de la gravedad de esa modificación legislativa, que nos retrotrae a los inicios del capitalismo industrial en cuanto a derechos laborales en caso de conflicto- y el patrón no tiene porque atender obligatoriamente a ninguna de las cuestiones que planteen los órganos de representación de los operarios. Además, y como hemos comentado arriba, la dirección de Comisiones Obreras -el sindicato que hegemoniza el comité de El País, aunque en sus sectores menos pactistas- tampoco pareció por la labor de plantar cara a Prisa. Pese a estas condiciones objetivas, el comité de empresa resistió a la dirección y se negó categóricamente y hasta el final a firmar ningún acuerdo que implicase despidos obligatorios. Entre otras cosas, porque El País no ha entrado en pérdidas y la justificación económica del ERE resulta ridícula. De hecho, sin la última reforma laboral, la empresa no podría haber sacado adelante esta barbaridad laboral
Dicen que se llegó a amenazar a algunos periodistas del diario, a algunas de las firmas «destacadas».
En las primeras semanas de la negociación del ERE -la ley la restringe a un mes-, entre las medidas de presión aprobadas por la asamblea de trabajadores del diario, en la que participaban más de un 80% de la plantilla, acordamos retirar las firmas de todas las informaciones elaboradas por la plantilla -es decir, sin contar a los colaboradores, cuyo estatus los deja completamente desprotegidos frente a las frecuentes arbitrariedades del director Javier Moreno. Pues bien, Moreno decidió utilizar el miedo y las amenazas para instar a determinados periodistas a reconsiderar su decisión -que nosotros amparamos en la deontología periodística y en el Libro de Estilo de El País. Por esas amenazas, el comité ha denunciado al director ante los tribunales. Y el 76% de los trabajadores de la redacción exigieron su dimisión. Por supuesto, se negó a ella con el argumento de que él responde ante la empresa, no ante los trabajadores ni ante los lectores -lo que contrasta con la argumentación pública de la dirección, con ese pomposo y cínicamente falso «El País es de los lectores».
¿Y cuál es la situación de la denuncia?
Ahora mismo la desconozco.
Se han citado unas palabras de un ex director del diario: el despido de 149 trabajadores hará imposible mantener «los estándares de calidad del periódico». ¿Será así? ¿Quién es ese ex director?
Sí, así lo comentó Joaquín Estefanía en una reunión del comité de dirección del diario, ante el monumental y desabrido enfado de Cebrián. Estefanía, ahora director de la escuela de periodismo de El País, añadió, además, que la plantilla no podrá superar el «desgarro moral» que supone el despido de un tercio de la plantilla y el enconado conflicto laboral que supone. O que ha supuesto.
¿Estefanía se ha comportado entonces?
Cuando sucedieron los hechos del relato, la verdad es que para los trabajadores su actitud supuso un gran respaldo moral. Y creemos que él, si no lo estaba ya, ha quedado marcado para la dirección del periódico. Pero es que claro, Estefanía, al lado del actual director, es un «peligroso extremista». Así están las cosas.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Por qué está en crisis El País? ¿Tan mal lo han hecho? ¿No era, con diferencia, el diario más leído y vendido del país?
El origen último, siempre que hablemos en los propios términos de la empresa, se encuentra en la enorme deuda que arrastra el grupo Prisa. Producto, sobre todo, de las erróneas, disparatadas, decisiones de un periodista liberal de derechas como Juan Luis Cebrián metido a alto ejecutivo durante los años noventa. Pero la excusa, o la torticera argumentación, utilizada por la empresa en la mesa de negociación apunta a la incapacidad de mantener los márgenes de beneficio -la tasa de ganancia decreciente- en el actual contexto. La crisis del neoliberalismo en Occidente ha afectado a la publicidad, principal soporte económico de El País, y a esto se le añade la estrategia atolondrada del periódico en Internet. Con todo, insisto, el periódico gana dinero, al contrario que sus homólogos europeos y españoles. Antes de todo esto -en 2005, si no recuerdo mal-, sin embargo, el grupo colocó a Javier Moreno en la dirección. Este periodista, situado ideológicamente a la derecha y con un papanatismo absoluto por los Estados Unidos -como se puede observar en la cada día más lamentable, si cabe, sección de Internacional del periódico-, venía de ejecutar órdenes del grupo en el diario económico Cinco Días: despedir a más de 30 periodistas. Se rumorea que la estrategia para El País es reducirlo a una redacción de cien trabajadores, donde convivan unas cuantas estrellas -los llaman así- junto a una mayoría de trabajadores mal pagados. Todo ello en un contexto donde no existirá ya el periódico en papel. Moreno es el capataz apropiado -derechista, obediente, sin escrúpulos- para realizar esta reforma. Más tarde, en 2010, la entrada del fondo buitre Liberty puso la guinda y aceleró el proceso.
¿Y quiénes serían esas estrellas?
No sabemos los nombres en concreto.
Se ha afirmado también que «es la identidad del periódico, una de las instituciones básicas en el relato cultural de la transición, la que se encuentra en cuestión». ¿Es el caso en su opinión?
Sí. Más que la identidad de El País, es su propia existencia la que peligra. Y que este diario es una de las instituciones básicas del relato cultural -y político, o cultural entendido en el sentido amplio que incluye también la política- emanado de la Transición me parece fuera de toda duda. La actual crisis del régimen le toca directamente, al igual que toca a la monarquía y al PSOE, dos instituciones tan íntimamente ligadas al grupo Prisa.
Cito un artículo de Pere Rusiñol. «La caída de ‘El País’ no es una catástrofe natural, sino un ejemplo de libro de cómo una mala gestión puede arruinar incluso a la institución periodística más sólida que ha tenido nunca España. Internet y el supuesto cambio de paradigma son sólo actores muy secundarios del drama». ¿Te parece correcta esta aproximación? ¿La situación de El País es también un caso del capitalismo de casino en que hemos estado envueltos?
Ese artículo de Rusiñol, que trabajó en El País hasta que se hartó de su deriva (aún más) derechista, fue una de las aproximaciones más informadas y lúcidas -junto a varios reportajes publicados por la revista mensual de humor y periodismo de investigación Mongolia- al contexto del conflicto desencadenado en El País. Efectivamente, la entrada en 2010 del fondo buitre Liberty en el accionarado de Prisa -creo que fórmula usada no fue exactamente a través de las acciones, pero sí ha desembocado en el control del grupo- aceleró un proceso que había comenzado dos años antes con el despedazamiento de la empresa original editora de El País. Lo curioso, sintomático e ilustrativo de todo esto es que sea Juan Luis Cebrián, personaje clave de la Transición, académico de la lengua (¿!, en esto consiste la Real Academia Española) y presunto novelista, quien se presta como pistolero del capitalismo de casino. A cambio de 13 millones de euros, eso sí, y justo es recordarlo.
¿Por qué hablas de «presunto novelista»? ¿No lo es?
No, lo digo porque leí las primeras páginas de una de sus novelas, Francomoribundia creo recordar, y en fin. A lo mejor, solo a lo mejor, si no fuera alto ejecutivo de Prisa no conocía tanta fortuna editorial.
¿Es cierto que «la expansión» de Prisa llegó a generar una deuda de 5.000 millones de euros (equivalente a la que suman todos los clubes de fútbol españoles)? ¿Dónde invirtieron, por qué aventuras suicidas apostaron?
Desconozco la historia con detalle, pero se puede consultar en casi cualquier hemeroteca (no en la de El País). El origen, creo recordar, se encuentra en la guerra de las plataformas digitales y los derechos sobre la retransmisión de fútbol. Todas esas operaciones las dirigió el propio Cebrián.
¿Qué papel ha jugado en la situación el polémico financiero Nicolas Berggruen que, según creo, se ofreció para el rescate?
Pues este personaje, se dice que cercano a la extrema izquierda en su juventud pero vástago de una familia de la alta burguesía centroeuropea, es el propietario último de Liberty, el fondo buitre del que hemos hablado a lo largo de la entrevista. Además, tiene ínfulas de filántropo y contrata, a menudo, a personajes de la socialdemocracia realmente existente para sus jornadas de debate: Felipe González, Tony Blair, Gerard Schroeder…
¿Quiénes son actualmente los principales accionistas de El País? ¿La familia Polanco ha quedado desplazada? ¿Cebrián es uno de los grandes amos del cotarro?
Efectivamente, la familia Polanco ya no pincha ni corta. Cebrián es el encargado, digitalmente señalado por Berggruen, de trabajar para aumentar los márgenes de beneficio de Liberty en esta operación buitre sobre El País. La complejísima composición última de la propiedad del diario y sus dependencias aparece perfectamente diagramada en el penúltimo Mongolia: allí, además, constan los hilos que, en la actualidad, unen al periódico con La Caixa, Botín y el Opus. Siento no poder aportar más datos.
Maruja Torres, en el acto de inauguración del curso académico de la Facultad de Comunicación de la UAB que se celebró el 9 de octubre de este mismo año, llamó a Juan Luis Cebrián «cateto» y «pijo rencoroso sin conciencia». ¿Exageró la periodista barcelonesa? Prosiguió: «quería ser un tiburón de Wall Street pero era una sardinita». ¿En eso ha acabado?
Para nosotros, los trabajadores que lo padecimos -los compañeros del comité de empresa incluso directamente-, Maruja Torres no exagera nada de nada. Y todo a apunta a que sí, a que su proyecto de tiburón no deja de naufragar, a decir de sus numerosos fracasos empresariales.
¿Qué piensan hacer los trabajadores que han sido despedidos o prejubilados? ¿Han pensando en acciones de protesta?
Dado que el comité de trabajadores no ha firmado el ERE, lo más probable es que presente una demanda colectiva contra el diario. Las condiciones de los despidos finalmente efectuados son el escalón más bajo posible con la actual ley en la mano -20 días y 12 meses. Además, los compañeros -los despedidos y los que no- seguimos protestando. La última acción, ante la cumbre iberoamericana de Madrid, en la que participaba -no sé muy bien calidad de qué, a no ser como posimperialista frustrado- Cebrián.
¿Habéis recibido apoyo por parte de los trabajadores de otros medios?
Sí, claro. Y de otros sindicatos. Fue curioso, además, ver como toda la prensa extranjera -New York Times, Liberàtion, Le Monde, BBC…- informaba del conflicto, pero no lo hizo ningún diario español de gran tirada. Perro no come perro, se dice en la profesión.
Una huelga que convocó el comité de El País durante tres días la primea semana de noviembre no consiguió paralizar el diario. ¿Por qué? Tampoco el día de la huelga general, el 14N.
Con el actual funcionamiento y estructura laboral de un periódico, la única manera de impedir que salga a la calle es con una huelga indefinida. Porque durante los tres días en la que nosotros la hicimos, solo los jefes de El País -los que no están sujetos a convenio- son capaces de rellenar de letra las páginas del periódico. Eso sí, si alguien se paró a leer los ejemplares de esos días, se daría cuenta de que no fue más que un acto de esquirolaje en el que participaron, por ejemplo, firmas tan insignes y progresistas como Juan José Millás o Juan Cruz.
¿En serio? ¿Juan Cruz y Juan José Millás? ¿No eran de izquierdas?
De Juan Cruz ya teníamos nuestras dudas de que no, de que en realidad no es más que un adosado al poder de derecha liberal de El País. Pero lo de Juan José Millás sí que ha resultado una gran decepción para los trabajadores del diario y para muchos lectores del mismo. Ya nunca volveremos a leer sus columnas contra el Gobierno de Rajoy con los mismos ojos.
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