
El pasado 13 de noviembre, después de dos reuniones de Donald Trump con el secretario de Guerra, Pete Hegseth, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Dan Caine, y sus principales asesores en la Sala de Situación de la Casa Blanca, funcionarios de la administración filtraron a los medios estadunidenses que altos mandos castrenses y de la ‘comunidad de inteligencia’ le habían presentado al Presidente planes actualizados para realizar actividades encubiertas y/o atacar militarmente a Venezuela, incluida la opción de una invasión terrestre.
Con posterioridad, este lunes 17, después de que el Comando Sur (SouthCom) del Pentágono había reunido alrededor de 15 mil soldados y una flota híbrida integrada por buques guardacostas en alta mar con navíos de superficie robóticos de larga duración, pequeñas lanchas interceptoras robóticas y aeronaves robóticas de despegue y aterrizaje vertical −incluido el portaviones USS Gerald R. Ford− en su zona de influencia en el Mar Caribe en el marco de la “Operación Lanza del Sur” (Operation Southern Spear), Trump estableció la conexión más explícita hasta el momento entre el aumento de tropas y el mandato del presidente Nicolás Maduro. Durante una rueda de prensa, al responder una pregunta sobre si ordenaría una operación terrestre en Venezuela, dijo: “No lo descarto. No descarto nada. No me gusta la gente que dirige Venezuela. Solo tenemos que hacernos cargo de Venezuela”.
Asimismo, señaló que “probablemente” hablaría con Maduro. Dijo: “Hablo con todos (…) Es posible que mantengamos algunas conversaciones con Maduro, y ya veremos cómo salen. A ellos les gustaría hablar”. Y en respuesta a otro cuestionamiento acerca de si Estados Unidos podría atacar a Venezuela tras la eventual inclusión del multicitado “Cártel de los Soles” (falsamente vinculado a Maduro) en la lista de grupos considerados “organizaciones terroristas internacionales”, respondió: “Eso nos permite hacerlo, pero no hemos dicho que vayamos a hacerlo”.
Al respecto, Max Blumenthal ha documentado recientemente que “el Cártel de los Soles fue creado por la Agencia Central de Inteligencia, conocida también como la Agencia de Importación de Cocaína (CIA) para enviar 22 toneladas de drogas a los Estados Unidos a inicios de la década de 1990 a través de su principal punto de contacto en la Guardia Nacional pre Chávez, el general Ramón Guillén Dávila. Él portaba un emblema en la manga que era un sol, así es que por eso lo denominaron simplemente el Cártel de los Soles con encubrimiento y pensaron –esto fue también durante los 80s bajo Reagan– que utilizarían estos envíos de drogas para obtener inteligencia sobre traficantes de drogas en Estados Unidos (…) Por hacer eso, la CIA debería ser clasificada como una organización narcoterrorista.”
Blumenthal asemeja la imputación a Maduro de ser el capo di capi de un inexistente Cártel de los Soles a las “armas de destrucción masiva” imputadas a Sadam Hussein previo al ataque e invasión de Irak. Imputaciones del general Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU que después reconoció fueron mentiras; una fabricación, pues. Es el mismo guión de nuevo, el mismo que contra Noriega. Nada nuevo. (18/nov/2025) en el podcast Piers Morgan Uncensored (min. 13:40): https://www.youtube.com/watch?v=0hnSOVCLfGE
Por otra parte, la decisión de atacar a Venezuela fue tomada desde que Trump entró a su segunda presidencia y ahora lo necesita más que el 20 de enero, en vista de la derrota en Ucrania; el hecho de que China le puso un hasta aquí al prohibir la exportación de tierras raras y quedó de manifiesto que está a la par con EU (un momento de quiebre histórico que acabó la hegemonía de EU fue el megadesfile en conmemoración de los 80 años de la Segunda Guerra Mundial con ausencia del ex amo del mundo). Todo indica que el o los ataques van y punto. En el mejor de los casos, además del juego mediático, lo que hay es indecisión en la estrategia y deliberadamente ganar un poco de tiempo para que la CIA consolide sus “activos nativos” al interior de Venezuela y coloque los pertrechos y agentes en los lugares clave.
Así, en las últimas dos semanas, tras reforzar su mensaje que describe públicamente al presidente Maduro como el líder del ficticio Cártel de los Soles, Trump ha vacilado entre sugerir ataques letales inminentes contra Venezuela; desestabilizar y caotizar al país mediante acciones encubiertas de la CIA, o abordar al mandatario del país sudamericano mediante la diplomacia. En este último sentido, según The New York Times, el inquilino de la Casa Blanca habría autorizado una nueva ronda de negociaciones con el Palacio de Miraflores a través de “canales indirectos”.
No obstante, hasta el presente, al ritmo de la en apariencia sinuosa y zigzagueante “ambigüedad estratégica” de Trump −que forma parte de una calculada dinámica de máxima tensión en clave psicológica y de tono gansteril, del exactor mediocre y empresario corrupto/corruptor del ámbito inmobiliario−, éste todavía no ha tomado una decisión final. En eso, con frecuencia, Trump parece emular la ‘teoría del loco’ aplicada por “Nixinger” (según la acertada conjunción de Nixon y Kissinger del desaparecido Gregorio Selser), que utiliza, también, su compinche en materia de genocidio, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Por otra parte, cabe alertar que no hay nada más peligroso que negociar con Trump. Al respecto, valga recordar la operación encubierta del Servicio de Seguridad de Ucrania, con apoyo de la CIA, contra aeródromos y aviones de la flota de disuasión nuclear rusa, mientras la OTAN fingía estar negociando en Estambul; los ataques letales, un viernes, contra militares y científicos nucleares iraníes, cuando Trump simulaba impulsar una nueva ronda de negociaciones el domingo siguiente, amén del ataque israelí a Doha, Qatar, con apoyo de Washington, en un intento fallido por decapitar a la cúpula negociadora del grupo de la resistencia palestina Hamás.
En rigor, Trump y su secuaz Netanyahu terminaron por liquidar derecho internacional y el derecho internacional humanitario. Por lo que cabe deducir que Trump no tiene palabra: es el más canalla entre los gángsters. Él se considera, incluso, por encima de los “códigos” y las “reglas” de la mafia. Encarna el poder llano y puro; la ley del astuto más inescrupuloso del socialdarwinismo salvaje. Piensa que el que pierde, merece perder porque mostró ser más débil y además, por “pendejo” .
The New York Times y la guerra cognitiva
En ese contexto, cabe analizar sendos reportajes del New York Times que pueden asimilarse a la ofensiva comunicacional que precede todo conflicto armado, aplicado en la coyuntura a la guerra híbrida multiforme del Pentágono y la CIA contra Venezuela. (Ver, al respecto, C. Fazio, “Guerra psicológica atiza al máximo la tensión en el Caribe”, Mate Amargo, 12 de noviembre de 2025, https://wp.me/pazs|Y-5EJ)
A la vez, cabe agregar −como ha señalado en estos días el ministro de Comunicación e Información venezolano, Freddy Ñáñez−, que “la guerra psicológica ha sabido distorsionar la relación con la realidad”, con el objetivo de deformar la “participación política en diferentes países”. Ñáñez refirió que actualmente existe una tercera forma de guerra que está en el campo de la comunicación, de lo simbólico, de lo psicológico, que tiene que ver con el campo informativo: la “guerra cognitiva”. Una guerra que “busca destruir la confianza en nosotros mismos, en las instituciones, en todo lo que teníamos como certeza”. Por tanto, pretende vulnerabilizar al individuo y a la sociedad fabricando “verdades”, o multiplicando de tal manera la “mentira” que ya es imposible, sencillamente, acceder a la verdad. Según el ministro venezolano, la guerra cognitiva usa como técnica fundamental la propagación de “noticias falsas” (fake news) y “contenidos” que hagan imposible discernir entre la verdad y la mentira.
Veamos. El martes 18 de noviembre, cinco reporteros y analistas ‘estrellas’ del New York Times, publicaron tres reportajes que tenían una característica común: salvo los dichos ambiguos atribuidos a Trump o al secretario de Estado, Marco Rubio, prácticamente no había una fuente directa con nombre propio. Todos recurrían a fuentes escudadas en el anonimato, un uso común del diario que es señalado como La Meca del periodismo mundial, es decir, aludían a fórmulas encubridoras tales como: “según diversas personas informadas”; “funcionarios venezolanos han dicho”; “personas informadas sobre el asunto”; “analistas rusos”, “según una persona cercana al ejército de Venezuela que solicitó el anonimato para hablar de temas delicados”.
En contraste, por lo general, los contenidos de los artículos ayudaban a fortalecer las matrices de opinión medulares de la guerra híbrida, psicológica, comunicacional y cognitiva de la administración Trump, como parte de su política de máxima presión.
Por ejemplo, según el artículo titulado “Trump ha autorizado planes de la CIA para una operación encubierta en Venezuela, según testimonios”, escrito en Washington por Tyler Pager, Julian E. Barnes y Eric Schmitt, el presidente de Estados Unidos ya habría aprobado “medidas adicionales para presionar a Venezuela y prepararse para la posibilidad de una campaña militar más amplia”. Además, Trump ya habría dado “el visto bueno a los planes de la CIA sobre medidas encubiertas dentro de Venezuela, operaciones que podrían estar destinadas a preparar el campo de batalla para nuevas acciones”.
Al mismo tiempo, afirman que Trump “autorizó una nueva ronda de negociaciones a través de canales indirectos” que, “en un momento dado” (dicen sin citar ninguna fuente) “derivaron en la oferta del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de dimitir tras una prórroga de un par de años, propuesta que la Casa Blanca rechazó”.
Añaden que “no está claro cuáles podrían ser las acciones encubiertas ni cuándo podrían llevarse a cabo. Trump aún no ha autorizado la presencia de fuerzas de combate sobre el terreno en Venezuela, por lo que la siguiente fase de la campaña de presión cada vez mayor del gobierno de Trump sobre el gobierno de Maduro podría ser el sabotaje o algún tipo de operación cibernética, psicológica o informativa”. “El presidente no ha tomado una decisión sobre el curso de acción más general a seguir en Venezuela, ni ha articulado de manera pública su objetivo final más allá de detener el flujo de drogas desde la región. Y los planificadores militares y de la CIA han preparado diversas opciones para distintas contingencias”.
En el mismo tenor, refriteando despachos anteriores del NYT (también sin fuentes directas), dicen: “Los planificadores militares han preparado listas de posibles instalaciones vinculadas con las drogas que podrían ser atacadas. El Pentágono también está planeando ataques contra unidades militares cercanas a Maduro (…) Es probable que cualquier acción encubierta de la CIA se produciría antes de tales ataques militares”. Y para dejarle plantado al lector un sesgo de “objetividad”, apuntan: “Tanto la Casa Blanca como la CIA declinaron hacer comentarios sobre la orden de Trump”.
Resulta singular la narrativa acerca de que Trump “ha abierto negociaciones con Maduro por una vía informal”, porque eso les da pie para afirmar que, en anteriores “conversaciones informales”, Maduro “ha señalado su disposición a ofrecer acceso a la riqueza petrolera de su país a las empresas energéticas estadunidenses”. Seguidamente, y después de que la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, desmintiera tales especulaciones dirigidas, dijo, a intentar sembrar división en el círculo cercano del mandatario Maduro, consignan que “funcionarios venezolanos han dicho a los estadunidenses que Maduro podría estar dispuesto a dimitir, tras una transición de dos a tres años, según las personas informadas sobre el asunto”. Pero “cualquier demora en la salida de Maduro del poder es inaceptable para la Casa Blanca”.
A manera de conclusión, señalan que “personas informadas sobre las conversaciones afirman que no está claro qué resultado prefiere el presidente. Trump podría aceptar un acuerdo diplomático para que las empresas estadunidenses tengan mayor acceso a los recursos petrolíferos de Venezuela; podría impulsar una resolución que permita a Maduro abandonar el poder voluntariamente o podría exigir que Estados Unidos destituya por la fuerza al dictador venezolano”.
Tribulaciones sobre el Cártel de los Soles y los malosos de Miraflores
En otro artículo titulado “Trump y compañía dicen que Maduro lidera un ‘cártel’. Esto es lo que significa”, el comentarista sobre asuntos de seguridad nacional del NYT, Charlie Savage, aborda una de las matrices de opinión predilectas del secretario de Estado, Marco Rubio, para intentar criminalizar al presidente de Venezuela: su presunto vínculo con el inexistente “Cártel de los Soles”, que en julio pasado el Departamento del Tesoro calificó oficialmente como una entidad “terrorista global”. A su vez, el domingo 16 de noviembre, Rubio anunció que el Departamento de Estado haría esencialmente lo mismo, según sus propios procedimientos.
Más equilibrado, y con manejo de fuentes de la administración Trump, incluida la DEA, y algunos analistas independientes que no cita, pero al rato también aludiendo a fuentes anónimas, Savage brinda algunos datos novedosos acerca de la narrativa fabricada por el gobierno de Trump.
Dice que el Cártel de los Soles “no es una organización en sentido literal”, sino “una forma de hablar en Venezuela, que se remonta a la década de 1990, para referirse a los militares venezolanos corrompidos por el dinero de la droga”. Según él, “el término es una alusión burlona a los soles que llevan los generales venezolanos para denotar su rango, como las estrellas que usan los estadunidenses”.
Asimismo, cita a Phil Gunson, analista del International Crisis Group, quien vive en Venezuela, que afirma que el “‘Cártel de los Soles’ es una etiqueta inventada por periodistas venezolanos”. Y agrega: “No existe algo así como una reunión de la junta directiva del ‘Cartel de los Soles’. No hay tal cosa. La organización no existe como tal”. Pero eso no significa que los funcionarios venezolanos “no están metidos en drogas hasta las cejas”. Según el entrevistado, se trata de “una forma peyorativa de hablar del propio gobierno venezolano como usualmente corrupto”, y añade que de hecho, Rubio “suele hablar de ello con más matices”, como decir que el Cártel de los Soles “es una organización criminal que resulta que se disfraza de gobierno”.
En otra parte de su reportaje, Savage recurre a un comunicado de la Casa Blanca, que afirma textual: “El régimen de Maduro no es el gobierno legítimo de Venezuela, es un cártel narcoterrorista, y Maduro no es un presidente legítimo. Es un jefe fugitivo de este cártel que ha sido imputado en EU por traficar drogas al país”.
Otra de sus fuentes identificadas es Jeremy McDermott, cofundador de InSight Crime −un centro de estudios con sede en Washington D. C. financiado por el Departamento de Estado y patrocinado por la Open Society Foundations del multimillonario especulador financiero George Soros−, quien realizó un “reportaje” sobre el Cártel de los Soles en abril de 2020, sin ninguna fuente, una semana después de que el Departamento de Justicia acusara de “narcotráfico” a Maduro y una decena de altos funcionarios venezolanos, y a cinco días de que el presidente Trump, durante su primera administración, ordenara un operativo militar naval en el Caribe cercano a las costas de Venezuela. (Ver C. Fazio, “InSight Crime y la diplomacia de las cañoneras rediviva”, Rebelión.org, 10 de abril de 2020).
Según declaró a Savage ahora McDermott –un exoficial del ejército británico veterano de los conflictos en Bosnia e Irlanda del Norte, quien ofició luego como corresponsal de guerra en los Balcanes y Medio Oriente, antes de instalarse en Colombia como corresponsal de la (hoy cuestionada) BBC de Londres y el Daily Telegraph–, la terminología ‘Cártel de los Soles’ alude al “narcotráfico en el ejército, no a una única organización de narcotraficantes”, y se convirtió en “una frase comodín para el narcotráfico incrustado en el Estado, pero no están integrados: la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha. No es para nada una organización per se”.
Otro dato que recupera Savage, es que en marzo de 2020 la fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, obtuvo un acta de imputación contra Maduro y varios funcionarios de su gobierno por cargos de narcotráfico y corrupción. (Aunque no lo menciona, en tiempos de la primera administración Trump, la campaña tuvo como objetivo criminalizar, también sin pruebas, en particular a Diosdado Cabello, entonces número dos del chavismo y en la actualidad ministro del Interior).
La acusación, dice Savage, “contenía relatos de muchas presuntas acciones que respaldarían esos cargos”, y se sustentaba en “testigos y pruebas reunidos en una investigación de un año de duración”. Pero también exponía que “no se trataba solo de una conspiración criminal, sino de las actividades del Cártel de los Soles”.
No obstante, da un dato interesante: afirma que la redacción del escrito de imputación fue supervisada por Emil Bove III, entonces fiscal de la unidad de terrorismo y narcóticos internacionales de Nueva York, quien pasó a ser abogado defensor de Trump y dirigió el Departamento de Justicia en los primeros meses de su segundo mandato. Y añade: “Su gestión fue turbulenta, e incluyó el despido de decenas de funcionarios y la orden de desestimar los cargos de soborno contra el alcalde de Nueva York, Eric Adams, antes de ser recompensado con un nombramiento judicial”. En aquel momento, “dijeron varios especialistas en política de drogas”, “cualquier lenguaje hiperbólico en los pasajes narrativos sobre un Cártel de los Soles no parecía especialmente importante”.
El analista del Times neoyorkino consigna que este año Trump ordenó que se considerara “organizaciones terroristas” a los cárteles de las drogas latinoamericanos y que el Departamento de Estado hizo una serie de ocho designaciones de ese tipo el 20 de febrero, incluidos los principales cárteles mexicanos y el Tren de Aragua, “una banda de presos venezolana que Trump, en contra de lo que considera la comunidad de inteligencia afirmó que Maduro controla”. Incluso entonces, apunta, el Cártel de los Soles no figuró en la lista. Y en mayo, cuando la DEA publicó su informe anual de inteligencia sobre la amenaza de las drogas –en el que por primera vez se hablaba del Tren de Aragua–, seguía sin mencionar al Cártel de los Soles.
Sin embargo, señala Savage, a finales de julio, mientras el gobierno de Trump aumentaba la presión sobre Maduro, el Departamento del Tesoro anunció que “designaba al Cártel de los Soles como entidad terrorista. Esa declaración coincidía en gran medida con el texto del acta de imputación de 2020”. Pronto, concluye, “se hizo evidente que la atención prestada a Maduro formaba parte de una operación planificada de mayor envergadura dirigida contra barcos sospechosos de traficar con drogas para los cárteles de Sudamérica”.
Tras el anuncio del Departamento del Tesoro, Ecuador, Paraguay, Argentina, la República Dominicana y Perú siguieron al gobierno de Trump, incluyendo también al Cártel de los Soles en las listas de grupos terroristas. En Colombia, mientras el Senado aprobó una propuesta que lo declaraba “organización criminal y terrorista transnacional”, el presidente Gustavo Petro lo calificó de “invento” del gobierno de Trump. “El Cártel de los Soles no existe, es la excusa ficticia de la extrema derecha para derrocar gobiernos que no les obedecen”, dijo Petro.
Anatoly Kurmanaev y la soledad de Maduro
Por su parte, Anatoly Kurmanaev, excorresponsal del New York Times en Venezuela y Rusia durante casi una década, en su artículo “¿Qué aliados tiene Venezuela? La amenaza militar de EU los pone a prueba”, dice que después de que el (devastado país sudamericano por las sanciones ilegales y extraterritoriales de Washington se ha visto forzado a gastar) “miles de millones de dólares a lo largo de los años en armas y servicios de seguridad de los adversarios” de Estados Unidos, “ahora ninguno de los aliados” de Nicolás Maduro “tiene la capacidad o la voluntad política de aumentar su apoyo de un modo que inclinaría fundamentalmente la balanza de un conflicto de este tipo a favor” del titular de Miraflores.
Según Kurmanaev, quien no cita fuentes, “esas alianzas siempre han estado impulsadas más por la ganancia económica que por una fuerte afinidad ideológica, aunque han desempeñado un papel importante a la hora de apuntalar a Maduro y a su mentor y predecesor, Hugo Chávez, durante periodos de crisis”. Al respecto, alude a millonarios préstamos chinos; a comerciantes de petróleo rusos, y a ingenieros iraníes que ayudaron a evitar el colapso total de la industria petrolera de Venezuela durante la prolongada crisis económica del país (fabricada por la guerra económica de EU). Y también, a “decenas de miles” de médicos y trabajadores cubanos que prestaron servicios sociales durante algunos períodos.
Pero afirma que ahora “el valor estratégico de Venezuela para sus aliados se ha desvanecido, junto con una fuerte caída de su producto interno bruto desde 2014. Las arcas vacías de Maduro lo han convertido en un prestatario de riesgo y un mal comprador de bienes y servicios. La reciente agitación geopolítica ha supuesto una tensión adicional para estos lazos”.
Citando a “analistas rusos” sin identificar, menciona un “vago” tratado de asociación estratégica y cooperación suscrito entre Maduro y Vladimir Putin el mes pasado, pero afirma que el jefe del Kremlin se “ha abstenido de comprometer públicamente nuevos recursos para su principal socio sudamericano”. Tal vez víctima de la rusofobia, Anatoly Kurmanaev se autobloquea y no lee las prensa rusa y venezolana. No obstante su aparente ignorancia, cita un par de vuelos de “anticuados” aviones de carga rusos con un historial de viajes “a países con presencia militar rusa”, que, especula, “no está claro” si llevaban “equipo o personal militar adicional”, si participaron “en labores de mantenimiento programadas en el arsenal de fabricación rusa” o si formaban parte de “una maniobra para dar la apariencia de apoyo con un costo mínimo”.
Sin embargo, dice que las alianzas de Maduro han reforzado “su capacidad para mantenerse en el poder al darle acceso a mercados extranjeros y a tecnología militar que podría infligir pérdidas, si no la derrota, a los soldados estadunidenses”. Añade que China es ahora el mayor comprador de petróleo venezolano, “lo que la convierte, por mucho, en el mayor contribuyente a las arcas de Maduro”.
Y en total sintonía con las directivas del secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Trump, Marco Rubio, afirma que Cuba, que atraviesa un colapso económico, “sigue aportando la que posiblemente sea su pericia más valiosa: el contraespionaje”. Plantea, también, que desde el inicio del despliegue militar estadunidense en el Caribe, “Maduro ha aumentado el número de guardaespaldas cubanos en su equipo de seguridad y ha ampliado el trabajo de los oficiales de contraespionaje cubanos en las fuerzas armadas venezolanas para reducir el riesgo de un golpe de Estado”. ¿Su fuente? “Una persona cercana al ejército de Venezuela que solicitó el anonimato para hablar de temas delicados”. La persona dijo que Maduro y su círculo íntimo “consideran que los agentes cubanos son experimentados e incorruptibles”.
De nuevo con base en fuentes anónimas, Kurmanaev sostiene que una de las opciones militares que el gobierno de Trump está considerando, es el envío de fuerzas especiales a Venezuela para “intentar capturar o matar a Maduro (…) Otro plan más ambicioso contempla capturar campos petrolíferos venezolanos o infraestructuras críticas”. Y agrega: “Analistas militares y exfuncionarios de seguridad venezolanos dijeron que las armas rusas de Maduro aumentan la probabilidad de que tales operaciones sufran bajas”.
Asimismo, de acuerdo con “expertos militares” anónimos, dice que los grandes sistemas de armas rusos que forman parte de las fuerzas armadas de Venezuela, como los sistemas de defensa antiaérea S-300 y los cazas Sukhoi, “probablemente serían destruidos por ataques de precisión previos a cualquier ataque estadunidense”. Sin embargo, afirma que la artillería estadunidense podría tener dificultades para neutralizar los misiles tierra-aire portátiles Igla, considerados los más potentes de su clase, y de los que Nicolás Maduro ha dicho que su gobierno dispone de 5 000 distribuido en unidades militares y milicias aliadas por todo el país.
Y aunque según “Pukhov”, un experto militar ruso le dijo que en realidad serían “cientos”, señala que ese número de misiles Igla, “sigue siendo suficiente para plantear amenazas significativas a cualquier avión o helicóptero que vuele bajo y que probablemente participaría en una operación de las fuerzas especiales”. “Va a ser difícil que los estadunidenses irrumpan allí sin derramar su sangre”, expresó que le dijo Pukhov.
En conclusión, podría decirse que, por su manufactura, los tres artículos del New York Times –que de acuerdo con los principios deontológicos del periodismo deberían estar basados en información veraz y contrastada que proporcionen fuentes legítimas y verificables– reunirían las características de lo que técnicamente se conoce como “Preparación de Inteligencia del campo de Batalla”, y responden en la coyuntura a los lineamientos de la Circular de Entrenamiento TC-18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Pentágono sobre la guerra no convencional. Ergo, al manejar las principales matrices de opinión de los propagandistas de la Casa Blanca, apoyan la política de máxima presión de la administración Trump sobre Venezuela.
(*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo-mexicano residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (Capítulo México).
Dibujo Adán Iglesias Toledo
Mate Amargo, Montevideo, 20/11/2025
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


