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Un cuento de domingo

Un día cualquiera en la redacción de ‘el camaján digital’

Fuentes: Rebelión

Para entender plenamente este cuento se recomienda conocer mínimamente el periódico Libertad digital y haber leído alguna colaboración de uno de sus columnistas, Victor Llano, encargado de hablar (mal) de Cuba. La última no tiene desperdicio. Los nombres y los escenarios del siguiente relato son imaginarios. Todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Madrid, […]

Para entender plenamente este cuento se recomienda conocer mínimamente el periódico Libertad digital y haber leído alguna colaboración de uno de sus columnistas, Victor Llano, encargado de hablar (mal) de Cuba. La última no tiene desperdicio.

Los nombres y los escenarios del siguiente relato son imaginarios. Todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

Madrid, 9 de la mañana. Nuestro protagonista se encuentra frente al número 8 de la calle Conde de Amanda. Un precioso palacete de estilo modernista, en una zona regia y selecta de la capital de España. Un barrio en donde a más de un trabajador le gustaría poder vivir.

Después de pensárselo dos veces, se decide a entrar. Al atravesar la puerta principal, el visitante se detiene y observa el lujoso vestíbulo. Frente a él, unos metros más adelante, hay una gran mesa, con papeles y cartas y una centralita telefónica (digital, por supuesto). Aferrada al teléfono una secretaria parece intentar explicar algo, que su interlocutor no acaba de entender.

Mientras tanto, el visitante pasea sus ojos por la sala. Un perchero, unos sillones para la espera, fotos en las paredes, un gran cartel con la mancheta del periódico… y de repente, se siente observado. Vuelve la vista hacia la secretaria -que aún parlotea en el terminal- y es cuando descubre el retrato.

A la espalda de la mesa, cuelga de la pared una imagen -de unos 2 metros por 1- de Giménez los Santos, alma mater de la empresa. Tan bien está captado el gesto de esa cara, que pareciera tener vida propia. La mirada penetrante y una sonrisa publicitaria desarman al intruso, como si le estuviera analizando, como si le revisara de arriba abajo. El retrato se halla circundado por una corona de laurel (de plástico) y un polvillo blanco está presente en las artificiales hojas. Se acerca al irresistible cuadro y cuando extiende sus dedos hacia una de las hojas, oye una voz que le informa.

-Sí, es caspa. Aún no pasó la muchacha de la limpieza. ¡Hay que ver cómo está el servicio! -se lamenta la secretaria-.

-Disculpe, yo venía a ver al jefe de personal -responde el sorprendido visitante-.

-Espere, que le aviso.

Unos minutos después se halla sentado, en el interior de un confortable despacho, frente a una mesa aún mayor que la de la secretaria.

-Pues usted dirá -le interpela el alto directivo-.

-Verá, yo veía por lo del anuncio.

-Ya. Dígame su nombre, joven.

-Víctor.

-V-í-c-t-o-r -deletrea el jefe mientras lo apunta en un papel-.

-Víctor Yanó.

-¿Cómo? Ya no se llama así.

-Sí, bueno… no. Ya no, no. Yanó. Es mi apellido.

-¡Ah!, vaya… je, je…, perdone. ¡Qué despiste!

[Ríen tímidamente ambos]

-Bien Víctor, supongo que sabrá que éste, aunque digital, es un periódico de renombre. Somos independientes, veraces y objetivos. Fuimos además socios fundadores de Falsimedia, la asociación corporativa más importante e influyente de la prensa. Colaboramos en mantener su prestigio con nuestro quehacer diario.

-Sí. Lo sé. Por eso me decidí a venir cuando vi su anuncio.

-Bueno ¿y en qué sección se sentiría usted más a gusto?

-Pues, en la de Cuba. En ese tema soy un experto.

-[Da un respingo] ¡Caray! No se anda usted por las ramas. Ha de saber que esa es una sección muy seria. Para nosotros el tema de Cuba es uno de los principales. No es una materia que dejemos en manos de cualquiera. Veremos sus aptitudes, veremos… Dígame su profesión.

-Soy periodista independiente.

-¿Tiene referencias?

-Trabajé hace un tiempo en Articulistas sin Barreras. Era redactor precisamente de la sección de Cuba.

-¿Y por qué se fue? ¿Le echaron?

-El tema dejó de interesarles. Ya casi no publicaban nada de la isla.

-¿Podría relatarme, en pocas palabras, la historia más reciente de ese país?

-Por supuesto. Verá, Cuba era un país próspero y con una cultura floreciente. Regido por Fulgencio Batista, un demócrata convencido y amante de las libertades, elegido en las urnas. Era entonces un país civilizado, las empresas no hacían más que crear riqueza, y la gente era feliz con ese modo de vida. Pero entonces llegó Fidel. Un personaje siniestro, malhumorado, pendenciero y descendiente de vascos.

-Dirá usted de gallegos.

-Bueno, ya sabe que en Cuba todos los españoles son gallegos. Pero hablando con propiedad, los ancestros de Castro eran vascos.

-Continúe, continúe.

-Castro organizó un grupo terrorista. Y gracias a un primo suyo, que era de la ETA, pudieron hacerse con unas armas y algo de munición. Con eso y otro poco que pudieron comprar en el mercado negro, los barbudos (que así se hacían llamar) decidieron invadir Cuba. Bien fuera por dejadez, bien por el factor sorpresa (ese extremo no está aún claro), lo cierto es que consiguieron derrotar al ejército de Batista. Únicamente se libraron de ser invadidos los valientes estadounidenses que decidieron resistir en Guantánamo. Y que todavía permanecen allí, como faro de esperanza de un amanecer democrático y libre. Una vez en el poder, Castro se dedicó a matar y a robar. Convenció a los rusos para que le prestaran unos misiles, pues quería invadir EE.UU. igual que había hecho con Cuba. Pero ahí los norteamericanos estuvieron más atentos, y cuando se disponía a embarcar sus tropas en Playa Girón, aparecieron los estadounidenses y consiguieron desbaratar los planes. Después estuvo unos años tranquilo, aunque seguía con sus tropelías en el interior de la isla, hasta que cayó el muro de Berlín. Entonces viéndose sin el apoyo soviético, se alió con Bin Laden (no hay más que fijarse en el detalle de la barba). Juntos decidieron derribar las torres gemelas. Aunque fue otro amigo de ambos, Sadam Hussein, el que pagó la gasolina de los aviones. Por eso, cuando la cosa se puso fea en Irak, Hussein les pidió ayuda por los favores prestados. Y Castro y Bin Laden consiguieron sacarlo de allí, antes de que las tropas de la libertad pudieran detenerlo.

-Entonces ¿Sadam Hussein está en Cuba?

-Es más que probable.

-¡Qué bárbaro! Es usted un analista muy perspicaz. ¿Qué opina de George W. Bush?

-Que es un personaje histórico. Un estadista colosal. Es el Don Pelayo del siglo XXI. Está llamado a liderar la nueva reconquista para expulsar a los moros y a los terroristas (que son palabras sinónimas) del planeta. Hará que el mundo sea uno, grande y libre.

-¿Y de Jose María Aznar?

-Que es un personaje histórico. Un estadista colosal. Es el Cascorro del siglo XXI. Siempre con la lata de gasolina para mantener viva la llama de la unidad patria. Conseguirá liberar vascongadas y acabar con las aspiraciones secesionistas de la ETA. Una pena que no sea gallego.

-¿Se refiere a que no sea vasco?

-No, no. Gallego de Galicia. Esa tierra ha dado grandes hombres: Francisco Franco, Manuel Fraga, Mariano Rajoy, el Duque de las Camelias… Aznar debería haber nacido en Galicia.

-Muéstreme su opinión sobre las siguientes frases del admirable George W. Bush: «No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino la impureza del aire y del agua».

-Una verdad como un templo.

-Otra: «Sé que los seres humanos y los peces podrán coexistir en paz».

-Se quedó corto. El hombre es capaz de coexistir en paz también con el resto de los animales.

-Y la última: «Francamente, los enseñantes son la única profesión que enseña a nuestros niños».

-Incompleta. Los tertulianos y los políticos del PP, ayudan a consumar esa tarea.

-Bien, muy bien. Ha superado con éxito mis preguntas sobre política internacional. Veamos ahora cómo anda de cultura general. Jose María Aznar ¿es presidente de…?

-La República de España.

-Ocho ¿se escribe con hache o sin hache?

-Con h, pues sino se leería oco.

-¿Qué significa «leucocitos»?

-«Leu», animal y «cocito», pequeño. Animal pequeño.

-[Sorprendido] ¡Me deja perplejo ese conocimiento del idioma!

-Es que además soy filólogo. Me gusta inventar neologismos.

-¿Sería usted capaz de inventarse ahora mismo un «alias» para Fidel Castro?

-No faltaría más. ¡Uhmmm!… [se queda pensativo]… Ya lo tengo, Castro es un Coma-andante y su régimen dictatorial es la Robolución cubana.

-¡Qué ocurrente! ¡Magnífico! Oiga, pero de verdad cree usted que está tan mal de salud.

-Mal no, peor.

-¿Peor incluso que el Papa?

-¡Caballero! [levantando la voz], la duda ofende. Allí donde el Santo Padre demuestra vigor y vitalidad, Castro sólo presenta decrepitud.

-¿Qué opinión le merece Castro?

-[Echando espumarajos por la boca] Es un asesino, y un genocida, y un verdugo, y un… [duda], un… mariconsón.

-Eso también se lo ha inventado usted.

-¡Eh!, sí… bueno, no exactamente.

-Bien, creo que el puesto es suyo. Sólo falta un pequeño detalle. ¿Me permite un momento que haga una llamada?

-Por favor, hágala. Proceda como si estuviera en su despacho.

El Jefe descuelga el auricular y marca un número de teléfono. Espera unos instantes hasta que alguien, al otro lado de la línea, le contesta.

-¿Ministerio de Asuntos Extranjeros?… Sí, le llamo de el camaján digital… quisiera hablar con el encargado de la Agencia Estatal de Cooperación Interestatal… Bien, espero… ¿Hola?… Sí, verás, te llamo porque creo que he encontrado a alguien que se adapta muy bien al puesto… ¿que si sabe leer y escribir? Sí, supongo que sí… ¿que si disiente? ¡Ah! disidente… Sí, seguro que sí… ¿Cuánto? ¿5.000 euros al mes? ¿14 pagas anuales?… Bien, bien, le diré a la secretaria que te envíe los papeles. Muchas gracias, adiós, adiós.

El Jefe de Personal cuelga el teléfono y se queda pensativo. Abstraído como si estuviera realizando un complicado cálculo mental. Finalmente fija su mirada en Víctor y le pregunta.

-¿Qué le parecería empezar ganando 500 euros mensuales y una paga de beneficios, cuando los haya?

-Creo que es poco, teniendo en cuenta el trabajo que puedo desarrollar.

-Tiene razón. ¿600 tal vez?

-Yo por menos de 580 euros no trabajo.

-Entonces de acuerdo, 580 y no se hable más. Empieza usted mañana señor…

-Yanó. Víctor Yanó.

Al nuevo empleado se le dibuja una mueca de satisfacción en su rostro y en su interior piensa: «para que luego diga, ese inútil de Néstor Baguer, que los periodistas independientes no sabemos hacer la O con un canuto».