¿Podría afirmarse que hoy día, y cada vez más, quienes se dejan confundir, desinformar, manipular mediáticamente es solo porque así lo desean? Tanto como esto no. Precisamente los medios de manipulación masiva existen porque se requiere mantener en la oscuridad y la confusión a quienes lo están –hay que evitar que se supere este estado– […]
¿Podría afirmarse que hoy día, y cada vez más, quienes se dejan confundir, desinformar, manipular mediáticamente es solo porque así lo desean? Tanto como esto no. Precisamente los medios de manipulación masiva existen porque se requiere mantener en la oscuridad y la confusión a quienes lo están –hay que evitar que se supere este estado– y, quizá sobre todo, porque hay que lograr que más y más gentes en el mundo acepten ser manipulados, seducidos y embrutecidos.
Hay sin embargo un hecho inevitable: tanto en la búsqueda como en la aceptación del mensaje hay a modo de una complicidad a priori con el medio y con su mensaje: una cierta «incapacidad culpable» que es ya garantía mínima del éxito mediático. Más de un sicólogo ha dicho algo así como que no vemos las cosas como son sino como somos nosotros. Y la propia Psicología nos habla de una tal disonancia cognitiva que nos ocurre cuando lo que vemos o nos dicen choca de frente con lo que creemos y preferimos más bien justificar nuestras creencias anteriores, aun sea con el absurdo…
Dime quién te informa y te diré cómo piensas. La razón no es solo que quien te informa te informará a su modo, sesgando el contenido de lo que difunde. Por supuesto que este factor estará siempre presente, con todo mucho peso. Pero también sabré cómo piensas porque por algo tú has elegido esas fuentes y no otras. Tus programas de TV y de radio, y tus grupos-chat, y tus periódicos preferidos… te delatan más o menos.
Mirar para otro lado ante los hechos que no favorecen nuestras opiniones es una inclinación, una tendencia en la que se implica nuestra cognición pero que no podemos, desde luego, separar de nuestro talante valorativo, ante todo de nuestro espíritu ético. El miedo a la verdad es consustancial al desprecio por las opiniones ajenas y a la subsecuente intolerancia…
Todo esto lo saben infinitamente mejor que yo quienes dirigen los grandes medios del mundo y del país. Y muy bien que lo saben los centros mundiales de poder, sabedores de que el poder es en fin de cuentas comunicación. La llamada Guerra de Cuarta Generación es una guerra mediática. Su naturaleza misma es la manipulación, la siembra de miedos, la satanización del «enemigo de todos». Es ante todo una guerra contra la verdad en la que a su vez se procura cerrar toda posibilidad en que se piense que son posibles otras versiones creíbles sobre los hechos. Hace poco le preguntaba a alguien si solía ver a Tele-Sur. Su respuesta fue que no porque esa gente era chavista. Me recomendó que viera a CNN.
Desde luego que si las posibilidades de manipulación y engaño, la tendencia a preservar las creencias propias y la negativa a mirar los hechos crudos fueran realidades absolutas e impenetrables la historia apenas se movería un palmo. Ocurre que ni todo el mundo es igualmente sólido y cerrado en sus creencias -a menos edad, por ejemplo, menos petrificada está nuestra conciencia– ni los tozudos y a veces crueles hechos suelen dejar demasiado cómodas a ciertas convicciones. La Historia es posible porque el poder absoluto es imposible. Hacerse los ciegos -es decir, optar por la estupidez–, como lo sugiere el mismo término, es solo fingir ceguera. Aceptemos que todo el mundo, en condiciones de pensar, es ideológicamente «tuerto» o «tuerta» (*) en algún grado; los hachos -que incluyen las palabras-en algún momento nos tocarán el hombro por el lado del ojo cegato, y no siempre, lamentablemente, con buenos modales.
Mientras, hagámonos la idea cada vez más completa y afinada de que el mundo está en manos de «unos locos con carnet» que se valen por igual de la siembra de muertes como de mentiras a granel y sin pausa. Siempre hubo pos verdad, Fake News y golpes blandos (acompañados estos desde luego de golpes bien duros y bien sangrientos); solo que esta vez términos como estos han adquirido dignidad de ser intelectualmente acuñados y sobre todo de políticas concreta y perversamente decididas. Buscan mantener y ampliar su base de «tuertos» y de falsos ciegos.
Lo hacen y lo logran permanentemente. Solo que el mundo a veces también se les complica y que otros jugadores en el mundo también juegan…
Nota
(*) El uso de la terminología de «tuertos» y de «ciegos» es solo metafórico. Muchos verdaderamente tuertos ven muy bien, y en cuanto a los no videntes, suelen ver (los hechos) con más acierto que buena parte de quienes tienen sanos ambos ojos de la cara.
El autor es profesor de Pedagogía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
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