El periodista iraquí Alaa Hassan, colaborador de IPS (Inter Press Service), no llegó a ver la publicación del último artículo para el cual trabajaba. El reportaje quedó atrapado, como muchas veces sucede, en esa tierra de nadie ubicada entre lo que un corresponsal prepara y lo que el editor quiere. Los dos no siempre convergen, […]
El periodista iraquí Alaa Hassan, colaborador de IPS (Inter Press Service), no llegó a ver la publicación del último artículo para el cual trabajaba. El reportaje quedó atrapado, como muchas veces sucede, en esa tierra de nadie ubicada entre lo que un corresponsal prepara y lo que el editor quiere.
Los dos no siempre convergen, y a veces ni siquiera llegan a un interés común, sobre todo cuando el corresponsal informa desde un lugar en el que apenas poner un pie fuera de su casa implica correr riesgo de muerte, y en el que el acceso a la información «oficial» está por lo general bloqueado.
Nuestros corresponsales en Iraq ya no pueden identificar qué es «oficial» entre las versiones aportadas por una cuestionada fuerza de ocupación y un gobierno incierto con su propio historial de escuadrones de la muerte.
Ninguna escuela de periodismo en el mundo enseña cómo conseguir una noticia en Iraq. Y sin embargo, cada artículo desde es país tiene que cumplir con una serie de criterios muy particulares.
Y es por eso que la mesa de edición de IPS exigió más al artículo que preparaba el corresponsal Aaron Glantz junto a Alaa, quien contribuía en la obtención de información sobre Iraq, y quien murió ametrallado el miércoles 28 de junio cuando dejaba su casa en Bagdad.
El artículo que nunca se publicó se refería a las personas desplazadas de áreas chiitas y también sunitas en el marco de la violencia sectaria. Fue quizás ese mismo tipo de violencia que se llevó la vida de Alaa.
No era un periodista de carrera, pero allí justamente residía su valor. Era el hombre siempre alerta, conocedor del lugar, y un excelente compañero de Aaron, quien ha informado desde Iraq para IPS durante los últimos tres años.
Aaron, con su larga experiencia periodística y extenso conocimiento sobre Iraq, le dio instrucciones a Alaa sobre cómo obtener información para que pudiera ser sus ojos y oídos cuando él no se encontrara en territorio iraquí.
El equipo funcionó de maravilla, como el de los demás periodistas que informan desde ese país para IPS.
El corresponsal extranjero con buenas fuentes es algo raro hoy en Iraq. Los periodistas de agencias internacionales que trabajan allí difícilmente salen de la «zona verde» de Bagdad, donde están los jefes de las fuerzas de ocupación y los líderes del gobierno.
Si se obtienen noticias es gracias a iniciativas periodísticas de equipo que salen de los viejos moldes.
Es admirable la información que pudo reunir Alaa durante su breve colaboración con IPS. Gracias a él, nos enteramos de las protestas contra el gobernador de la meridional ciudad de Basora, Mohammed al-Waili, a través de fuentes como el presidente del sindicato de trabajadores petroleros de esa localidad, As’aad Kareem.
¿Cuántos proveedores de información están al tanto de la existencia de este tipo de grupos y más aun en condiciones de contactar a uno?
Gracias al equipo de Aaron y Alaa oímos de Fadil El Sharaa, portavoz del clérigo chiita Moqtada Sadr, quien aportó una nueva perspectiva sobre la violencia en Basora.
«Lo que ocurrió en Basora fue que el representante del ayatolá chiita Al Sistani habló de corrupción cometida por el gobernador y su administración, lo que motivó que el gobernador responsabilizara a los religiosos de la violencia en la ciudad y de la división de la población», reveló entonces El Sharaa a IPS.
Este tipo de reportaje mostró las diferencias existentes dentro mismo de la sociedad iraquí e incluyó detalles locales sobre la verdadera situación en ese país.
Ya que vivía cerca de dos bases militares estadounidenses, Alaa sabía todo sobre la violencia perpetrada por los soldados de las fuerzas de ocupación. Su capacidad para hablar con los residentes nos dio una visión que nunca pueden aportar las estadísticas.
En otro de sus informes, Alaa habló con el abogado Nezar Al Samarai para darnos más detalles de la masacre cometida por las fuerzas de ocupación en la occidental localidad de Haditha.
«Nosotros calificamos este tipos de tragedias de ‘normales’, porque suceden una y otra vez, no porque la población iraquí las acepte. Ya han ocurrido muchas veces y no hubo reacciones de parte del gobierno de Estados Unidos para detenerlas. Por eso, las personas dirán que es algo normal», dijo Al Samarai en aquella oportunidad.
Alaa fue capaz de darnos una mayor comprensión de lo que podría significar el asesinato de Abu Musab al-Zarqawi, el jordano que lideró la red Al Qaeda en Iraq.
El Sharaa, el portavoz del clérigo Muqtada Sadr, dijo entonces: «Después de esto, el terrorismo se verá reducido. Los terroristas saben cuál es su futuro, y su futuro es ser asesinados igual que Zarqawi. El terrorismo terminará y nosotros tendremos un Iraq sin dictadura, sin problemas y con estabilidad».
Entonces Aaron nos trajo también la visión de Mathona al-Dari, portavoz del grupo chiita Asociación de Eruditos Musulmanes.
«El tema no es la muerte de Zarqawi. No está relacionado con una persona. Es que las fuerzas de ocupación quieren destruir toda resistencia, sea de grupos armados o políticos. Su asesinato tuvo el propósito de ocultar el hecho de que la ocupación no está destinada a ayudar al pueblo iraquí», dijo Al Dari a IPS.
Pero las citas por sí solas no hacen un artículo, y menos cuando se trata de Iraq. Alaa nos transmitió el sentimiento en las calles y las conversaciones entre los propios habitantes. Junto a Aaron nos trajo la voz del pueblo iraquí, así como su sufrimiento, quizás como ningún otro equipo de prensa en ese país.
La noticia sobre la masacre en Haditha fue divulgada primero por la revista estadounidense Time. Pero Alaa hizo informes sobre muchas «Hadithas» ignoradas, yendo a lugares y accediendo a información vedada para la mayoría de los corresponsales internacionales.
Alaa se convirtió en el periodista más eficaz de Iraq para no ser un periodista en el sentido usual. Esto nos hace pensar cuánto bien le habría hecho al periodismo si hubiera podido seguir adelante con lo que acababa de comenzar.