Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Israel-Palestina: una guerra mediática
Este artículo está inspirado en la exposición «Drama humano en Gaza» [1] que permanecerá hasta el 28 de febrero de 2010 y conmemora el primer aniversario de la ofensiva israelí «Plomo Fundido» contra Gaza (27 de diciembre de 2008 – 19 de enero de 2009). El objetivo de esta exposición organizada por Canadienses por la Justicia y la Paz en Oriente Medio (CJPMO [2]) es sensibilizar sobre la difícil vida cotidiana de los gazatíes durante este periodo. El cine del Parque de Montreal presenta también la película Rachel, que cuenta la historia de una joven activista estadounidense aplastada por un bulldozer israelí en 2003. Si ambos proyectos artísticos suscitan muchas reflexiones sobre el conflicto israelí-palestino, hacen surgir muchas preguntas sobre la cobertura mediática en los medios de comunicación occidentales, y más particularmente en los medios canadienses.
Todas la fotos que acompañan al artículo proceden de la exposición.
La demonización de los musulmanes y del mundo árabe en general alimenta la indiferencia hacia la suerte de los palestinos y más particularmente de los gazatíes. Esta tendencia está cada vez más presente en los medios de comunicación occidentales que repiten consciente o inconscientemente la propaganda transmitida por Israel y Estados Unidos. En relación con el conflicto israelí-palestino, los medios canadienses sirven de portavoz para la propaganda israelí ocultando algunos temas que permitirían comprender mejor el conflicto, empleando unos términos peyorativos y cada vez más tomando postura a favor de Israel.
La denominada «guerra contra el terrorismo», que a medida que se radicaliza se transforma en un racismo políticamente correcto hacia el mundo árabe y los musulmanes, se ha convertido en una cortina de humo opaco consagrada a descartar la propia causa del terrorismo: la política exterior de Estados Unidos y su inflexible apoyo a la política exterior de Israel, «la única democracia de Oriente Medio».
«Israel no es una democracia. Es un Estado profundamente racista y terriblemente discriminatorio. En realidad es un Estado colonial que trata de ampliar su territorio», opina Daniel Saykaly de la organización de derechos humanos Palestinos y Judíos Unidos (PAJU, [3]).
Desde los ataques del 11 de septiembre la ausencia de respeto a los derechos humanos y cívicos, en resumen, a todos los derechos, se justifica por medio de la lucha contra el terrorismo, este monstruo tentacular que no conoce frontera alguna, el enemigo ideal para cualquiera con miras imperialistas y contra el que Israel llevaría a cabo desde su nacimiento una lucha aparentemente sin fin por su supervivencia.
Ahora bien, si esta guerra ataca a una consecuencia, «el terrorismo», evita a toda costa mencionar incluso su causa. En varios planos la política exterior estadounidense es con mucho responsable del «terrorismo» en Oriente Medio. En primer lugar, por la creación y/o financiación de movimientos terroristas o radicales, a continuación por sus intervenciones militares ilegales que llevan a insurrecciones (que se podrían calificar de «legítima defensa», pero que se llaman «terrorismo» con el muy poco sutil objetivo de desacreditar de entrada al enemigo) y, finalmente, por el apoyo incondicional a Israel.
De la misma manera, la política exterior israelí, que desde hace ya más de sesenta años hace caso omiso del derecho internacional y de las resoluciones de la ONU (en total, 33 resoluciones no respetadas [4]) suscita una enorme cólera en sus vecinos, principalmente en los palestinos. ¿Hay que esperarse que no haya ninguna resistencia ente los oprimidos? Si Israel quiere verdaderamente acabar con el terrorismo, en primer lugar debería respetar el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Pero, ¿ Israel quiere verdaderamente acabar con el terrorismo?
Hamás y el papel histórico de Israel
Es un hecho conocido y confirmado por Zbignew Brezezinski [5] que el «movimiento terrorista» al-Qaida es una creación de Estados Unidos cuyo objetivo era al principio luchar por delegación contra los soviéticos en la década de 1980.
Sin embargo, lo que es menos conocido es que en otro tiempo Israel apoyó bajo mano al llamado «movimiento terrorista» de Hamás.
«Llevarás a cabo la guerra por medio del engaño», ése es el motivo del Mosad, el servicio de inteligencia israelí. En el libro de Claire Hoy Mossad: un agent des services secrets israéliens parle, un libro prohibido durante mucho tiempo en el territorio de Estados Unidos, Victor Ostrovsky cuenta que en cierto modo el Mosad creó Hamás con el objetivo de desacreditar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y hacer tomar el poder a unos fanáticos para justificar una intervención militar con el objetivo de tomar el control del territorio. Entre otras personas un responsable del gobierno estadounidense confirmó esta información en el siguiente artículo:
«[Ariel Sharon] quiere destruir y desacreditar a la Autoridad Palestina para asegurar que los palestinos se encuentran sin una dirigencia creíble. El caos y la anarquía en Cisjordania proporcionarían a Israel la justificación que necesita para expulsar a las poblaciones indígenas y hacer el territorio gobernable.
Se trata de una política que viene de antiguo. Empezó en la década de 1970, cuando Israel ayudó a hacer de unos musulmanes que era los más fanáticos e intolerantes los rivales de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). La organización terrorista Hamás es principalmente una creación israelí. Un artículo de UPI del año pasado citaba a un responsable del gobierno estadounidense: «Una cierta parte de la clase dirigente israelí de extrema derecha creía que si Hamás y otros grupos tomaban el control, se negarían a participar en el proceso de paz y torpedearían todo acuerdo establecido» (George Szamuel, «Israel’s Hamas: Hamas is largely an Israeli Creation», Global Research, 27 de enero de 2006, http://www.globalresearch.ca/
Si vemos la propaganda israelí, ésta parece confirmar esas declaraciones. Además de negar la autoridad de Hamás, elegida democráticamente en Gaza, el Estado hebreo denigra constantemente a la Autoridad Palestina, sea cual sea, acusándola de no ser un verdadero «interlocutor para la paz» y de ser responsable del terrorismo, como se puede constatar en la página web del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores:
«¿Por qué Arafat no es un interlocutor para la paz? Al principio del proceso de paz entre israelíes y palestinos, en 1993, Yasser Arafat se comprometió explícitamente a renunciar al terrorismo y a atenerse al principio de que el conflicto sólo se puede resolver por la vía de las negociaciones. Diez años más tarde, más de 1.100 israelíes han sido asesinados en actos de terrorismo (de los cuales más de 900 desde septiembre de 2000). Arafat es directamente responsable de este terrorismo y de los graves daños que la violencia ha causado al proceso de paz» (Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, «Israel -el conflicto y la paz- Respuestas a las preguntas que se plantean con más frecuencia,» 5 de noviembre de 2003. La cursiva es del autor [6]).
La colonización de los territorios ocupados es otro tema en el que se invierte la realidad, en el que el agresor se plantea como víctima. Israel hizo un sacrificio retirándose [de Gaza] pero «la organización terrorista islamista Hamás se apropió del poder en Gaza»:
«En ausencia de un interlocutor serio y deseoso de renovar el proceso de paz, Israel tomó unilateralmente la decisión de retirarse de la franja de Gaza en 2005, desarraigando a miles de familias israelíes que vivían en esta región. Israel esperaba que con la salida de Gaza del último habitante judío y del último soldado del Tsahal esta considerable concesión proporcionaría a los palestinos la ocasión de poner pacíficamente las bases de un Estado que garantizaría un futuro mejor a ambos pueblos. Pero una vez más, a Israel no se le pagó a cambio de este doloroso sacrificio. La organización terrorista islamista Hamás se apropió de poder en Gaza y atacó las ciudades y localidades del sur de Israel con ayuda de cohetes y morteros, lo que obligó a Israel a emprender una operación militar de gran envergadura en Gaza en diciembre de 2008 que logró reducir los ataques de Hamás» (Embajada de Israel en Francia, Israël, le conflict et la paix : foire aux questions sur le conflict israélo-palestinien. Le processus de paix israélo-paestinien, diciembre de 2009. La negrita es del autor, [7]).
En la mayor parte de los medios de comunicación dominantes volvemos a encontrar casi palabra por palabra esta propaganda. Esto no es un problema en sí. El problema reside por una parte en la ausencia de casi total de una puesta en tela de juicio de esta técnica de persuasión y de críticas respecto a Israel, y por otra en la fabricación de una realidad basada en la propaganda israelí.
De fiarnos de Radio-Canada, las raíces de Hamás son exclusivamente palestinas y el grupo es el único responsable de los fracasos del proceso de paz. Este «historial» de Hamás, lejos de ser imparcial, no es sino un calco de la propaganda del Estado hebreo:
«Fundado por el jeque Ahmed Yassin tras la Intifada de 1987, Hamás constituye ahora la segunda fuerza política de los territorios palestinos pero también su principal movimiento islámico. Hamás, que se presenta como un oponente feroz al proceso de paz esbozado por los acuerdos de Oslo en 1993, parece aprovechar cada ocasión de hacerlo descarriar en cuanto se manifiesta una señal de esperanza. A ojos de sus partidarios, que rechazan toda solución diplomática, sólo la guerra santa puede resolver el problema israelí-palestino. Su objetivo a corto plazo es obligar al ejército israelí a retirarse completamente de los territorios palestinos» (Radio-Canada, «La spirale de la Haine», http://globalresearch.ca/Mes documents/Downloads/,%20 http:/www.radio-canada.ca/
En una crónica de La Presse se reduce el conflicto a su más simple expresión: «un ejército moderno» contra «una banda de fanáticos que aspiran al martirio». Acérrima defensa de Israel y demonización del «enemigo»:
«Llevado por su ideología suicida y animado por sus padrinos iraníes, Hamás prosigue a pleno día su lucha de retaguardia contra la propia existencia del Estado hebreo. Lejos de ser obra de una minoría de gazatíes trastornados, los disparos de cohetes que han desencadenado la respuesta israelí son obra del gobierno de Hamás, que ejerce un control absoluto sobre esta desgraciada franja de tierra.[…] Al contrario, sus hombres se han apresurado a destruir, en una ira ciega o por cálculo (la política de lo peor siempre es la primera estrategia de las organizaciones terroristas) los invernaderos y vergeles abandonados por los colonos judíos. Estos 3.000 acres de tierras cultivadas e irrigadas son hoy campos baldíos. Y en vez de importar víveres, Hamás ha preferido aprovisionar su almacén de armas clandestinas por medio de lo túneles: ¡desde que se retiró de Gaza Israel ha recibido unos 6.000 misiles!
En efecto, las fuerzas enfrentadas son incomparables, entre un ejército moderno y una banda de fanáticos que aspira al martirio. Pero Hamás, lo mismo que Hizbulá en 2006, goza de una ventaja estratégica indiscutible: como la vida humana no cuenta, instala sus armas en domicilios, escuelas y barrios densamente poblados. Toda respuesta militar lleva inevitablemente a atroces errores. ¡Qué poderosa arma de propaganda estas fotos desgarradoras de niños masacrados… con la complicidad criminal de los mismos que hubieran debido protegerlos!» (Lysianne Gagnon, «Une riposte démesurée?», Cyberpresse, 10 de enero de 2009, http://www.cyberpresse.ca/
Estos extractos bastan para demostrar que esta táctica maliciosa que consiste en crear el propio enemigo para alcanzar unos objetivos ocultos es tan eficaz que los medios de comunicación parecen no enterarse de nada. O, ¿quizá este silencio no es sino sumisión a la intimidación, ese complemento esencial de este arte de la guerra psicológica, que hace llover las acusaciones de «antisemitismo» en cuanto surge una crítica a Israel?
En un artículo de enero de 2007, «Mata árabes y grita antisemitismo. La filosofía soñada de la paranoia» [8], Norman Finkelstein escribe:
«Una tesis central de mi libro Beyond Chutzpah es que cada vez que Israel enfrenta una catástrofe de relaciones públicas sus apólogos hacen sonar la alarma diciendo que se nos viene encima un «nuevo antisemitismo»».
¿Un conflicto inexplicable?
Si nos preguntamos por qué algunos se entregan a la defensa de Israel, un país que no respeta los derechos humanos ni el derecho internacional, parece de buen tono decir que se trata de un tema complejo, como demuestra este extracto de una conferencia de Barak Obamal [9] tras su discurso a la nación.
Una joven pregunta al presidente:
«Anoche en su discurso a la nación usted afirmó que Estados Unidos apoya los derechos humanos. Entonces, ¿por qué no hemos condenado a Israel y Egipto por haber violado los derechos humanos de los palestinos que viven en los territorios ocupados y por qué seguimos apoyándolos con el dinero de nuestros impuestos?»
La respuesta unas veces torpe y otras estereotipada del presidente sobre este tema tabú:
«Déjeme hablar de Oriente Medio en general. Escuche […] Oriente Medio es claramente un problema (sic) que ha apestado a la región durante siglos. Y es una pregunta que suscita muchas pasiones […] Así es como yo veo las cosas: Israel es uno de nuestros mayores aliados […], es una democracia viva con la que tenemos vínculos de diversos tipos… Esto es crucial para nosotros y nunca dudaré en garantizar la seguridad de Israel y en ayudar a los israelíes a estar seguros en una región muy hostil. Por lo tanto, no tengo excusas a ese nivel.
También es verdad que debemos prestar atención al desamparo de los palestinos, porque no es bueno para nuestra seguridad ni para la de Israel si millones de individuos se sienten desesperados, si no tiene ninguna posibilidad de educarse o de encontrar un trabajo. Es una larga historia y no tengo tiempo de pasar revista a todas las quejas de ambas partes. Lo que he dicho y lo que hemos hecho desde que asumí la presidencia es que trabajamos en la solución de los dos Estados en la que Israel y los palestinos puedan cohabitar en paz y seguridad. Para lograrlo, ambas partes deberán hacer compromisos.
La primera etapa sería que los palestinos renuncien sin equívocos a la violencia y reconozcan a Israel, e Israel debe reconocer las quejas legítimas y los intereses de los palestinos. Nosotros sabemos a qué se podría parecer una solución en la región, pero he aquí el problema al que nos enfrentamos: tanto en Israel como en los territorios palestinos la política es difícil. Hay divisiones […] El presidente Abbas de la Autoridad Palestina, que yo creo que desea verdaderamente la paz, debe hacer frente a Hamás, una organización que no ha reconocido a Israel y no ha renunciado a la violencia, por lo tanto, tratamos de reforzar las capacidades de cada parte para sentarse a la mesa y entablar unas negociaciones serias.
Y cuando hablamos de esta cuestión, es importante que no utilicemos un lenguaje provocador o que en cierto modo desanime las negociaciones. Debemos reconocer que palestinos e israelíes tienen unas aspiraciones legítimas y se puede servir mejor a ellas si Estados Unidos les ayuda a comprenderse en vez de a demonizarse» (La negrita es de la autora).
Por consiguiente, para Obama la cuestión de los derechos humanos se reduce a una cuestión de seguridad para Israel y para Estados Unidos. Además de no responder adecuadamente a la pregunta, el presidente hace apología de Israel, «una democracia viva», y demoniza a los palestinos que, de creer su discurso, son todos ellos sin excepción personas violentas que, en primer lugar y ante todo, deberían renunciar a esta violencia para solucionar el conflicto.
Sin embargo, hábil comunicador como es, Obama nos conmina a hacer lo que él dice y no lo que él hace: no utilizar un «lenguaje provocador» y ayudar a ambos pueblos «a comprenderse en vez de a demonizarse».
Además, un oído atento habrá descubierto un error factual en este discurso hueco, que preconiza la solución de los dos Estados, un plan de partición que data de 1947: en 2004 Hamás ofreció reconocer a Israel de facto en 2004 si éste respetaba la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, es decir «la retirada de las fuerzas armadas israelíes de los territorios ocupados» [10].
Pero para muchos pasa desapercibido el mensaje más importante contenido en estas palabras: Oriente Medio es «en general» una región en conflicto desde hace siglos, la política es difícil ahí y el conflicto israelí-palestino es una larga historia, demasiado larga para hablar de ella. Esta idea que se ha implantado en las mentalidades no es sino una de las muchas tácticas para no evocar los hechos y que ofrecería un retrato bien diferente de la única «democracia viva» de la región.
¿La complejidad que se confiere a este estado de guerra estaría alimentada por la interpretación errónea y fragmentaria que hacen los medios? Eso es lo que cree Rachad Antonius, profesor del departamento de Sociología de la Universidad de Quebec en Montreal, UQAM :
«Con frecuencia los papeles de agresor y de víctima se han invertido. Se presenta a los palestinos como la fuente principal de la violencia en la región y a los israelíes como los únicos que desean hacer la paz. Además, en lo esencial la cobertura mediática se concentra en las declaraciones de los dirigentes políticos, israelíes o palestinos en vez de en las relaciones de dominio que son el núcleo del conflicto y que se viven cotidianamente».
«En 2005 los medios presentaron la evacuación de 9.000 colonos judíos del territorio ocupado de Gaza como un gesto valiente del gobierno israelí en favor de la paz. Pero se olvidaron de destacar la implantación ese mismo año de 12.000 nuevos colonos en la Cisjordania ocupada» (Claude Gauvreau, «Les médias et le monde arabe : des représentations fondées sur la distorsion», Journal L’UQAM, vol. XXXIII, no 9, 22 enero 2007,http://www.uqam.ca/
La perpetuidad de los estereotipos y la falsa concepción de la situación en Oriente Medio se explican también por las diversas presiones que sufren los medios para mantener esta visión:
«A nivel de los estereotipos, el proceso parece bastante claro: se ocultan las causas de la cólera árabe y entonces esta cólera parece injustificada e irracional, y refuerza así uno de los estereotipos orientalistas.
Si a pesar de los acontecimientos que la contradicen se perpetúa esta visión, se debe en parte a las diferentes presiones que se ejercen para que se mantenga. Ponerla en tela de juicio implica inevitablemente acusaciones de ignorancia, de incompetencia intelectual e incluso a menudo de antisemitismo. Cotidianamente se ejercen presiones, y sin descanso, sobre los periodistas que aportan unos puntos de vista que tienen en cuenta el derecho internacional, lo que los pone en una posición crítica frente a Israel, tanto en los medios escritos como en los electrónicos» (Rachad Antonius, «Les représentations médiatiques des Arabes et des musulmans au Québec», L’annuaire du Québec, 2007, http://inm.qc.ca/pdf/
Así, esta retórica del «conflicto complejo» más bien tiene que ver con la guerra psicológica, la cual deja unas huellas indelebles en la cobertura mediática de esta rivalidad. Los medios occidentales, incluidos los de Canadá, contribuyen a «hacer complejo» el conflicto ofreciendo una cobertura sesgada y fragmentaria, y perpetuando unos mitos. Así, toman partido en esta guerra de imágenes y de percepciones, sobre todo a favor de Israel.
«Los medios siempre presentan este conflicto fuera de contexto», deploró Grace Batchoun de CJPMO. «Deberían verlo como un conflicto entre los poderes militares en Oriente Medio. Y ¿se trata de un conflicto o de una masacre?». Tras el terremoto de Haití, Grace Batchoun comparaba este acontecimiento con la operación «Plomo Fundido»: «No se puede evitar un terremoto, pero se hubiera podido impedir la tragedia en Gaza. ¿Como va a ser posible reconstruir Gaza? Todavía hoy se impide la entrada de materiales en ella…».
La guerra psicológica en los periódicos canadienses
En un análisis cuantitativo y comparativo titulado «Palestina, Israel y las noticias que faltan: lo que los canadienses no encuentran en sus periódicos» [11], el Consejo Regional de las Relaciones Canadiense-Árabes (NCCAR, en sus siglas en inglés) concluía que los medios canadienses son parciales:
• Los dos periódicos canadienses de distribución nacional, Globe and Mail y National Post:
a. Ignoran ampliamente (sólo entre el 3 y 4% de las noticias de las que informa Globe and Mail) o totalmente (0% de las noticias del National Post), las noticias sobre la región que tengan que ver con temas como los derechos humanos (51 artículos en total), la colonización de los territorios ocupados y las restricciones de movimientos (30 artículos en total), temas que son fundamentales para comprender el impasse entre israelíes y palestinos.
b. Informan de las noticias sobre la violencia armada que llevan a cabo los israelíes menos frecuentemente que de las noticias sobre la violencia que llevan a cabo los militantes palestinos:
• i. Globe and Mail: 15% (de 20 artículos) frente a 27% (de 11 artículos) • ii. National Post: 0% (de 20 artículos) frente a 9% (de 11 artículos)
[…] al NCCAR le preocupan las lagunas de la cobertura mediática en Canadá. La ausencia de una cobertura completa y equilibrada por parte de los periódicos canadienses de distribución nacional tiene un impacto negativo sobre la capacidad de los lectores canadienses para tomar posturas informadas sobre el conflicto israelí-palestino y sobre el papel que Canadá debería asumir frente a este tema importante que concierne no sólo a los países de la región sino al mundo entero (la negrita es de la autora).
Desde un punto de vista mediático, el conflicto israelí-palestino es un ejemplo perfecto de la importancia de la guerra psicológica.
El maestro de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, afirmaba lo siguiente:
A fuerza de repeticiones y con ayuda de un buen conocimiento de la psiquis de las personas concernidas, debería ser perfectamente posible demostrar que un cuadrado es de hecho un círculo. Porque, después de todo, ¿qué son «círculo» y «cuadrado»? Simples palabras. Y las palabras se pueden trabajar hasta hacer irreconocibles las ideas que transmiten (Joseph Goebbels, citado Normand Baillargeon, Petit cours d’autodéfense intellectuelle, Lux Éditeur, 2005 [existe traducción al castellano de Francisco Carbajo Molina, Curso de autodefensa intelectual, Crítica, 2007] ).
Lo que algunos llaman el «monopolio israelí de la victimización» es un componente esencial de la guerra psicológica que libra Tel Aviv. En este conflicto interminable los calificativos «víctima» y «agresor» han perdido su sentido.
Con la concentración de los medios, éstos se convierten más en medios de propaganda que en medios de informaciones. Y la propaganda es más efectiva si hay censura:
«Un análisis de los editoriales de los grandes periódicos francófonos de Quebec demuestra, por ejemplo, que la noción de «política de toma de control» del territorio palestino, una realidad muy tangible para quien sigue un poco los acontecimientos en Oriente Próximo, está completamente ausente de los editoriales. La condición de víctimas de los palestinos está igualmente ausente de las tomas de postura editoriales.
Sin embargo Quebec se desmarca del resto del Canadá en este punto y los medios escritos francófonos tienen tendencia a mostrar más comprensión por las cuestiones de Oriente Próximo que sus homólogos del resto de Canadá. La importancia de las cuestiones internacionales para las comunidades árabes y musulmanas es doble. Además, las representaciones mediáticas dominantes refuerzan el sentimiento entre los árabes y musulmanes de que sus opiniones no cuentan verdaderamente. Pero la existencia de medios alternativos y de un movimiento social solidario que hacen de contrapeso al discurso dominante atempera este sentimiento» (Rachad Antonius op. cit.).
La operación «Plomo Fundido»: una ofensiva criminal
En septiembre de 2009 la Misión de establecimiento de hechos sobre conflicto en Gaza, comúnmente llamada Informe Goldstone [12], criticó severamente a Israel por su operación en Gaza en 2008-2009 la cual, según B’Tselem, costó la vida a 13 israelíes y a 1.315 palestinos, de los cuales un 65% eran civiles [13] y de estos más de 400 niños:
«Sobre la base de los hechos que hemos reunido, hemos llegado a la conclusión de que hay sólidas pruebas que establecen que durante las operaciones militares en Gaza Israel ha cometido numerosas violaciones graves del derecho internacional, a la vez del derecho humanitario y de los derechos humanos […] La misión la concluido que las fuerzas de defensa israelíes han cometido unos actos que pueden constituir en cierta medida crímenes de guerra», (Centre d’actualités de l’ONU, «Gaza : L’ONU a des preuves de crimes de guerre commis par les deux côtés», 15 septiembre 2009) [14].
El informe juzgó además que los disparos de cohetes procedentes de Gaza «constituían igualmente graves crímenes de guerra y quizá crímenes contra la humanidad» (Ibid). Pero, ¿Ha transformado nuestros espíritus bienpensantes la condena de Israel por parte del Informe Goldstone? No, si nos fiamos de este artículo en el que se combinan los mitos, la desinformación y la memoria selectiva:
«El Informe Goldstone, imaginamos, ha sido aprobado rápidamente por esta asamblea dominada por los países árabes y musulmanes, y sus aliados populistas de América del Sur (44 países miembros se abstuvieron y 18 votaron en contra, entre ellos Canadá).
Igual unanimidad sin sorpresas en el seno del llamado Consejo de Derechos Humanos, que había encargado la misión Goldstone para aclarar «la verdad» sobre la ofensiva contra Gaza. Este Consejo, criatura de países que pisotean cada día los derechos más elementales (Sudán, China, Cuba, Egipto, Pakistán, Arabia Saudí, Libia, etc.) se ha distinguido atacando sistemáticamente a la única democracia de Oriente Medio, silenciando los innumerables abusos cometidos en otras partes del planeta. Ésta es la razón por la que el gobierno israelí se negó a colaborar con la investigación.
En un informe de 574 páginas, la Comisión Goldstone consagra algunas líneas a Hamás y hace recaer lo esencial de la culpa sobre Israel ignorando los 7.000 cohetes lanzados sobre Israel y contentándose con dar fe sin otra verificación a las declaraciones de Hamás, que niega haber diseminado sus escondites de armas entre la población civil (!)» (Lysianne Gagnon, «Au-delà des belles paroles», Cyberpresse, 1 de enero de 2010, http://www.cyberpresse.ca/
Dar un giro de 180 grados
Daniel Saykaly considera que se debe denunciar la desinformación en los medios y la «complicidad ciega» del gobierno canadiense con Israel. El gobierno de Stephen Harper ha avalado la ofensiva israelí «Plomo Fundido» y priva de subvenciones a organismos que se dedican a la defensa de los palestinos [15], como la Agencia de la ONU de ayuda a los refugiados palestinos, la UNRWA (http://www.unrwa.org/).
«Ningún pueblo puede permitir estar sometido a la injusticia», se indigna Saykaly, que también invita a los ciudadanos a luchar contra esta opresión por medio del boicot. «Boicoteen los productos israelíes. Es a lo que más miedo tiene Israel. Basta con teclear «boicot Israel» en internet para encontrar multitud de páginas donde se nombran los productos que hay que boicotear. Hay que hacer una guerra de presión».
Sin embargo, no es sorprendente que el boicot, lo mismo que la crítica al Estado hebreo, sea considerado por algunas personas antisemitismo. En efecto, en el informe del Parlamento británico de septiembre de 2006 titulado «Report of the All-Party Parliamentary Inquiry Into Antisemitism», se «considera antisemita, para los sindicatos de estudiantes, preconizar un boicot a los productos israelíes porque esto tendría por efecto «limitar la disponibilidad de alimentos kosher en los campus«» [16].
Sin embargo, a semejanza del cuento del joven que repetía inútilmente que venía el lobo, la utilización a ultranza de esta táctica de intimidación que consiste en calificar de antisemita a cualquiera que ose criticar a Israel la hace cada vez menos eficaz. Y si existe una nueva forma de racismo, de las mas insidiosas, su objetivo es más las comunidades árabes y musulmanas que los judíos, como demuestra la instalación del perfil racial en los aeropuertos desde el atentado fallido de la pasada Navidad, una medida que se inspira en Israel. Medida que se ha conseguido que se acepte sin demasiadas reprobaciones y ello gracias al dogma lleno de odio transmitido con frecuencia con medias palabras y a veces en términos claros en los medios: «No todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes».
No hay que subestimar el poder de la palabra. Para los defensores de los derechos de los palestinos aunque la lucha se lleva a cabo en varios frentes, empieza por la lucha contra los prejuicios y las ideas preconcebidas, contra esta imagen deshumanizada de los palestinos, de las personas de origen árabe y de confesión musulmana.
Notas:
[1] http://www.cjpmo.org/
[2] http://www.cjpme.org/home.aspx
[3] http://www.pajumontreal.org/
[4] http://www.monde-diplomatique.
[5] http://www.985fm.ca/
[6]
[7] http://paris1.mfa.gov.il/mfm/
[8] Traducido del inglés por Germán Leyens, http://www.rebelion.org/
[9] http://www.youtube.com/watch?
[10] http://www.monde-diplomatique.
[11] http://www.nccar.ca/media_
[12] http://www2.ohchr.org/english/
[13] http://www.google.com/
[14] http://www.un.org/apps/newsFr/
[15] http://www.mondialisation.ca/
[16] http://www.info-palestine.net/
Julie Lévesque es periodista e investigadora del Centro de Investigación sobre la Globalización
Fuente: http://www.mondialisation.ca/
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