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Una propuesta frente a la desestabilización

Fuentes: Rebelión

La última semana de agosto, vigesimocuarta de pandemia, puso claramente de manifiesto las vigentes relaciones de poder y las alternativas que enfrenta la Argentina: el moderado progreso económico/social que impulsa el gobierno o la restauración conservadora que pretende la oposición.

El Ejecutivo marcó agenda mediante tres decisiones que despertaron la ira de las corporaciones: 1) restableció mediante un decreto la condición de servicios esenciales y estratégicos de las tecnologías de la información y el conocimiento; 2) envió al Congreso un proyecto de ley que introduce reordenamientos parciales en la organización de la justicia; 3) hizo lo propio con el que impone un aporte “solidario”, y por única vez, a 12.000 propietarios de grandes fortunas de entre 200 y 3.000 millones de pesos, apenas el equivalente a la renta extraordinaria de la que se apropiaron durante la pandemia.

Si para estos días se anticipan nuevas medidas, la oposición económica, mediática y judicial se lanzó a bloquear las ya anunciadas, por lo que agudizó su ofensiva desestabilizadora, su presión para frenarlas y forzar retrocesos que aíslen al gobierno e, incluso, deteriore la base político y social que lo sostiene.

Así, aparecen nuevas líneas de maceración ideológica por parte de los sicarios mediáticos, que a la vez amplifican las irresponsables y destituyentes definiciones del arco opositor.

Agudización de la ofensiva desestabilizadora

Esta semana, la artillería pesada la han descargado los múltiples pronunciamientos de entidades empresariales, agroindustriales, de la corporación mediática y judicial contra los proyectos gubernamentales. Obvio, detrás de las palabras rimbombantes confirman que apelarán a cualquier medo para defender sus privilegios.

Como el 17 de agosto, pero ahora con la descarada convocatoria de Clarín anticipando que “Así será la marcha del 26A”), o de La Nación difundiendo con precisión “Los puntos de concentración para la marcha”, volvieron a salir a la calle los “antitodo”. Retornaron para pasear su odio y violar las medidas sanitarias, esta vez más que raquíticos en número, pero con redoblada violencia. Dejaron gravemente herido a un periodista, mientras en las redes se promovía una amenaza de muerte a la vicepresidenta y se divulgaban masivamente teléfonos, direcciones y domicilios de legisladores del Frente de Todos (FdT).

Conviene no demorarse en el carácter delirante de algunas consignas enarboladas en gritos y pancartas, ya que predomina claramente un núcleo que reinstala las que históricamente esgrimió la reacción, tanto en golpes militares como para forzar la capitulación de gobiernos surgidos de las urnas: Libertad, Democracia, República, la Corrupción.

Es el libreto con el que, malversando el sentido de las palabras, hundieron en la pobreza al pueblo y regaron con sangre las calles de la Patria.

Gritando Libertad, encarcelaron, secuestraron y asesinaron a miles de argentinos. Con la bandera de la Republica voltearon gobiernos electos, arrasaron con la Constitución y las leyes. Para “restaurar” la Democracia y “protegerla” de peronistas y comunistas proscribieron partidos políticos y disolvieron el Congreso.

El taparrabos de la corrupción fue uno de las excusas para derrocar a Yrigoyen en 1930, a Perón en 1955 y a Illia en 1966. Tambièn para acorralar a Raúl Alfonsín. En cambio, demolieron las instituciones, saquearon el bolsillo de los trabajadores, esquilmaron al Estado, y en sociedad con la “patria contratista” nos endeudaron en el exterior, a la vez que obligaron a todos los argentinos a pagar los créditos y autopréstamos de un puñado de grandes empresarios, que con el dinero público engrosaron sus fortunas personales.

Ahora, sus sucesores, acompañados por muchos de los que callaron ante tantos atropellos, “Llaman libertad a la opresión y dictadura al cuidado de la vida”, como sintetiza la filosa pluma de Horacio González. 

Nuevas líneas de maceración ideológica

En el pasado, luego de la decisión estratégica de Cristina de proponer a Fernández a la presidencia, y acompañarlo como su vice, intentaron impedir el triunfo de la fórmula del FdT con acusaciones que fueron desde una caricaturización de la consigna de marzo de 1973 (“Cámpora al gobierno, Perón al poder”) hasta delirios como el de Elisa Carrió, quien no vaciló en vaticinar un magnicidio impulsado por la dos veces presidenta.

Tampoco falto la vieja receta del “Chirolita”, donde Alberto Fernández sería un títere en manos de Cristina, como en 2011 aseguraron que Cristina lo sería de Néstor Kirchner y, en 2003, el propio Néstor de Duhalde. Poco imaginativos, como se ve, pero siempre dañinos: conjeturan que “el público se renueva” y que el sector de la sociedad al que se dirigen antepone prejuicios a la propia experiencia.

Posteriormente al triunfo electoral hubo varios cambios de libreto para colonizar la subjetividad de esa porción de la población, que por otra parte ofrece cada vez menor resistencia. Para los sicarios mediáticos del privilegio, el “chirolita” /títere se convirtió en “un moderado que puede frenar a Cristina”, pero más adelante sembraron temor ante “el asedio de Cristina al presidente” y finalmente se irritan pues, en realidad, “los dos son lo mismo”.

El viernes 28 de agosto, ante las cámaras de América TV, Luis Novaresio mostró un impostado desencanto por las últimas decisiones del presidente.

Alberto Fernández ya no es el que dijo que era«, se lamentó en una suerte de reedición del clásico tango de Celedonio Flores, “Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”.

El mismo día, en La Nación e inquieto por la suerte patrimonial de sus patrones, Carlos Pagni finge preocupación por el destino de Fernández. “El ‘vamos por todo’ de Cristina Kirchner ahora es contra el presidente”, garantiza con envidiable certeza, aunque apenas 48 horas después lo contradice desde el mismo matutino su colega Joaquín Morales Solá: “El Presidente ha hecho suyas todas las posiciones de su vicepresidenta y, a veces, va más allá de donde ella llega”.

El domingo 30, en Perfil, Nelson Castro, en tono apocalíptico sentencia que “El curso que Alberto Fernández le imprime a su gestión no deja dudas: CFK se impone de manera paulatina e inexorable”. Le toca al el Editor General de Clarín, Ricardo Kirschbaum, completar la vuelta de argumentos que se diferencian, pero coinciden en dañar la imagen presidencial: “Fernández no es hoy el Fernández que sugirió ser. Cristina Kirchner le fija la agenda e impone el ritmo de cumplimiento. Nunca hubo en la historia un vicepresidente que tuviera ese poder, que exhibe sin pudicia”. “Lo aleja del centro, su atributo principal”, se lamenta, pero deja en claro a que le teme realmente.

No faltan quienes -como Marcelo Longobardi o Sergio Berensztein, en Radio Mitre– exponen su propia fórmula para neutralizar a la vicepresidenta, y con ella al sector más dinámico del FdT. A la vez, para preservar a Juntos por el Cambio como núcleo político que garantice la restauración conservadora, ponen distancia de su abierta prédica en favor de Mauricio Macri. Es “la hora de dar un paso al costado”, demandan, y no vacilan en “entregar” al ex presidente siempre y cuando logren apartar tambièn a Cristina.

Es un juego a dos bandas. Promueven y miden candidatos alternativos al deteriorado Macri, que ha perdido su confianza para liderar la derecha, pero de paso devuelven prudente aire -e ilusiones personales- a figuras que consideran “moderadas” dentro el FdT, las que no faltan, por cierto.

Peligrosas definiciones del arco opositor, amplificadas por los medios

Alguna vez advertimos que, una vez iniciada la actual gestión, los intentos de condicionar sus primeros pasos se convertirían en presión directa.

Después de las PASO, y hasta el 10 de diciembre de 2019 tuvimos operaciones diarias sobre “el avance de La Cámpora” y “el kirchnerismo duro”, a la vez que se demonizó una supuesta “Conadep de periodistas” (apenas una ironía militante de Dady Brieva), la “reforma agraria” de Juan Grabois (recreación de una reivindicación de la burguesía francesa del siglo 18) o una tímida referencia de Felipe Solá a la disuelta Junta Nacional de Granos (instaurada por los propios conservadores de la tercera década del siglo pasado, para regular mínimamente el sector).

En esos días, Eduardo Eurnekian, Paolo Rocca, Marcos Galperìn, la Sociedad Rural, entre otros, se apresuraron a pedir entrevistas y/o mandar “constructivos” mensajes al futuro presidente.

Hoy, sin disimulo, los mensajes son advertencias y amenazas. La oposición y los medios boicotean abiertamente el funcionamiento del parlamento, convocan a un dialogo que no practican y reclaman un consenso al que entienden como la renuncia gubernamental a cumplir con el contrato electoral con sus votantes, a reemplazar su agenda por la de ellos.

“A ocho meses de asumir le estamos soplando en la nuca al peronismo”, se autoexcita el ex senador Ernesto Sanz. Este radical alvearista no se priva de preguntar amenazante acerca de “¿Cuánto tiempo demora esto en explotar?”. Con los reflejos propios de su tan lejana como olvidada militancia peronista, Patricia Bullrich, actual presidenta del PRO, se apresura a completar la idea: “Ya estamos para gobernar”.

El “flash psicótico” de Eduardo Duhalde, quien alucinó con un golpe militar que impediría las elecciones de medio término, no fue otra cosa que un aporte más a este clima destituyente sembrado por la corporación política, mediática y judicial.

Se explica, entonces, la fuerte reacción democrática al dislate del ex presidente interino, aún con su casi nula gravitación política actual, pero resulta incomprensible la total falta de reacción ante las graves afirmaciones del senador radical Luis Naidenoff durante el debate por la denominada “Reforma Judicial”.

Ninguna figura del oficialismo, tampoco medio de prensa alguno, comentó, y menos condenó, su cuasigolpista cierre en nombre del bloque de Juntos por el Cambio, cuando Naidenoff reclamó abiertamente la intervención de la Corte Suprema si avanza el proyecto ya aprobado en la Cámara alta.

El Ejecutivo, un poder electo en sufragio universal propone. Otro poder, tambièn surgido de la voluntad popular, discute, propone y legisla. Ambos deciden un reordenamiento parcial del poder más elitista y objetado por la sociedad, el único que no es elegido ni revalidado por el sufragio. Y Naidenoff, como en las paginas mas oscuras de la historia argentina y de su propio partido, lo convoca para que anule la voluntad mayoritaria de los representantes del pueblo.

A este amplio abanico, en sus distintas etapas, aplica a la austera definición de desestabilización: “Es la acción de debilitar las instituciones políticas de un Estado y de erosionar la autoridad de sus gobernantes, de modo que el sistema en su conjunto pierda seguridad y firmeza”.

¿Qué hacer?

Un reconocido psicoanalista argentino, quien suele incursionar con agudeza en la reflexión política, transcurre estos caldeados tiempos con la convicción de que el reclamo de medidas progresivas desde la izquierda del FdT puede complicar la estabilidad del gobierno

En un mundo achechado por el poder de las corporaciones -alerta con respetable, aunque muy reiterado temor- los llamados al protagonismo y la movilización popular, incluso algún reparo dentro de la propia alianza gobernante, pueden contribuir a “a un humor social reactivo”, y encubrir “un intento de calmar las conciencias, que además desconocen que en el mundo entero se prepara la repetición, ahora como farsa, de los totalitarismos del siglo XX”.

De tal manera, ante el poder del privilegio y su abierta presión sobre el gobierno, da a entender que al campo popular debe replegarse en lugar de enfrentarla construyendo una fuerza equivalente, y en lo posible superior.

Lejos de disminuir, los peligros crecen si nos adaptamos a las relaciones de fuerza dadas, festejamos la inmovilidad y pasivamente confiamos la suerte del proceso a la capacidad de resistencia de la dirigencia. Aún si esa aptitud fuera firme, quienes deben decidir carecerían del pivote necesario desde el cual fundamentar, difundir y dar sustento a la aplicación de un contrato electoral escasamente ambicioso, pero aun así duramente resistido.

Hemos dicho, repetimos y reiteraremos, que se impone institucionalizar el FdT ponerlo en funcionamiento, generarespacios de propuesta y decisión para los partidos que lo integran, sumando la participación activa de las organizaciones populares que acompañan.

A la vez, ir hacia lo profundo de nuestro pueblo, arraigarlo a nivel sectorial y territorial, convertir el frente en un orientador, coordinador y organizador programático colectivo a lo largo y ancho del país.

No se trata de convocatorias abstractas. Solo a modo de ejemplo, podemos ubicar la inminente discusión parlamentaria y luego la aplicación del aporte “solidario” de las grandes fortunas.

Será necesario explicarlo y organizar su difusión, para defenderlo frente a la brutal reacción del poder real, sin dejar de lado la opinión de quienes entendemos que es necesaria una reforma tributaria integral, que reamente recaude en forma permanente, entre los que más tienen, los recursos para enfrentar la emergencia, resolver las necesidades sociales y recuperar el trabajo y la producción.

La batalla de ideas debe ir acompañada con organización.

Si el proyecto de ley dispone que el 20% de lo recaudado se destinará a la “compra y/o elaboración de equipamiento e insumos críticos para la emergencia sanitaria”, hay que clarificar el alcance de esta decisión y garantizar su cumplimiento mediante la estructura del FdT entre médicos, enfermeros y personal de salud, así como de los trabajadores de las ramas que proveerán el material. Si otro 20% fortalecerá las fuentes de trabajo y la remuneración de los trabajadores de micro y pequeñas empresas, y un 20% se aplicará a becas Progresar para estudiantes, el FdT debe explicar el significado de esta conquista y afirmar la presencia en cada uno de los lugares de trabajo y de estudio. El mismo saldo en la conciencia y la organización debe lograr el FdT con la aplicación del 15% en “los barrios populares en proceso de integración urbana”, o entre los trabajadores que velarán por el 25% destinado a los programas de exploración y desarrollo de gas natural a través de ENARSA, con la coordinación de YPF.

Son formas concretas de entender de qué hablamos cuando proponemos y convocamos a la necesaria construcción de poder popular en cada uno de los lugares de trabajo, estudio y vivienda.

Un llamado a dejar de lado la expectativa o la pasividad temerosa ante las presiones internas y los intentos desestabilizadores. A contraponerles movilización y protagonismo.