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Hacer visibles los arsenales de la inteligencia en plena batalla de las ideas

Una televisora sólo para los libros

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

La tele legible contra la alienación A estas horas los libros velan armas. Se los ha visto, por las noches, arremolinados en algunas esquinas -como conspiradores iridiscentes- empeñados en zarandearse las esperanzas para que sus gargantas canten tempestades insurrectas: bien pensadas. Se gesta una revolución de la lectura. ¿Puede ayudar la Tele? Los programas televisivos, […]

La tele legible contra la alienación

A estas horas los libros velan armas. Se los ha visto, por las noches, arremolinados en algunas esquinas -como conspiradores iridiscentes- empeñados en zarandearse las esperanzas para que sus gargantas canten tempestades insurrectas: bien pensadas. Se gesta una revolución de la lectura. ¿Puede ayudar la Tele? Los programas televisivos, paridos por la ética primero que por la estética, pueden ser un arma superior de la humanidad. Un arma finísima y una herramienta en simultáneo, afinadas para ganar, sin complacencias, toda lucha emancipadora de la conciencia. Esto es una urgencia que no admite eufemismos, dilaciones ni maquillajes. ¿Y si ponemos la tele al servicio de una Revolución Bibliográfica mundial?

Digámoslo de una vez: si el capitalismo ha hecho, con muchos libros, una industria farandulera de mercancías veleidosas sometidas a la dictadura del «rating», impregnadas con al cachondeo salivoso del bestsellerismo o intoxicadas con el estrellato de la miseria intelectual burguesa…. si eso boceta un diagnóstico, entonces es inexcusable impulsar una revolución honda y creativa capaz de llevar la producción libresca a un estadio más avanzado, salvar la producción de libros de las garras mercantiles y llevarlos a un estadio con mayor potencia productiva, un estadio con mayor y mejor solvencia tecnológica, económica y política. Un estadio de revolución permanente, es decir, la praxis del desarrollo humano sin trabas.

Digámoslo de una vez: si al capitalismo le gusta arrumbar -o derrumbar- nuestras mejores conquistas bibliográficas, si se permite secuestrar libros, degenerarlos (al vapor de las peores canalladas) e incluso si el capitalismo goza con quemarlos, tenemos la obligación inequívoca de impulsar una revolución cultural humanista que ponga a salvo nuestra historia toda. Revolución inteligente de la inteligencia que rescate y estudie todo lo que, para bien o para mal, con sus logros y retrocesos, es la base que nos permitirá cambiar la vida, transformar al mundo. Y para eso podemos contar, también, con la televisión. Expropiarla para la guerra simbólica que debemos ganar.

¿Será aburrida una televisora dedicada a los libros?

Eso que la mentalidad burguesa llama «aburrido» suele ser lo que no deja «ganancias». Y hay personas (alienadas) cuya idea hegemonizada de «lo divertido» radica, casi exclusivamente, en sentarse a contemplar cómo se enriquecen y «divierten» sus explotadores. Y encima lo agradecen.

No pocos revolucionarios (en todas las áreas de la producción intelectual) han sido acusados de «aburridos». Unas veces como crítica (incluso fraternal) a sus métodos expositivos y otras como descalificación reaccionaria. En general la burguesía tilda de «aburrido» todo lo que la incomoda. Cuando existe solidaridad verdadera los camaradas no ofenden con adjetivos simplistas, los verdaderos camaradas exponen, con método, su crítica honda, sin complacencias y siempre propositiva. El insulto, la calumnia, la procacidad y la vulgaridad son reductos donde pululan felices las ideas de los fascistas. Nadie le dice a sus hijos, si realmente los ama, que son «aburridas» sus expresiones, sus intereses o sus logros y, si algo sale mal, la primera respuesta fraternal es ayudar y tomar compromiso práctico. La mejor expresión de la humanidad. Una televisora revolucionaria dedicada a los libros no tiene por que ser «aburrida» aunque a las oligarquías les disguste que los pueblos se cultiven y aunque a las empresas libreras les moleste la democratización bibliográfica. Pero es obligación de una televisora de los libros ser participativa, interactiva, imaginativa, sabrosa, seductora, lúdica, creativa y brillante… O será nada.

¿Qué tareas ha de cumplir una televisora de los libros? 13 sueños (al menos) para realizar mañana mismo.

1. Producir diagnósticos permanentes sobre la crisis de los libros, de la lectura y de los autores. Ayer y ahora.

2. Producir una Historia Mundial de las canalladas perpetradas contra los libros y luchar para que se conozcan.

3. Estimular la producción bibliográfica juvenil.

4. Estimular la diversificación, la interdisciplina y la profundidad metodológica. Estimular la producción bibliográfica militante de la independencia semántica y estimular la rebeldía editorial.

5. Llamar a la Revolución Permanente de los Libros contra toda forma de alienación y bloqueo de las conciencias.

6. Impulsar la necesidad estratégica mundial de una biblioteca rica en cada casa.

7. Demostrar que la riqueza bibliográfica revolucionaria es parte insoslayable de las riquezas nacionales.

8. Liberar a las imprentas de burocratismos y sectarismos, vengan de donde vengan.

9. Impulsar una gran movilización revolucionaria que expropie a las mafias distribuidoras de libros.

10. Devolver a los libros su dignidad, su rigor y su responsabilidad histórica. Crítica y auto-crítica sistemáticas.

11. Emprender una movilización mundial para elevar la calidad léxica, la gramática y los vocabularios en los libros.

12. Impulsar, con todos los medios, el arte editorial, el diseño, la encuadernación, la experimentación hacia formas de libro nuevas, más ricas, más profundas, más nuestras.

13. Impulsar la organización y movilización revolucionaria de los trabajadores de la producción editorial y suprimir toda división entre el trabajo manual y el intelectual.

Andan en Latinoamérica algunos «locos» con la idea de una «TVlecturas: libros a toda hora»

¿Por qué no sorprende?

Si alguien nos manda callar… producimos proyectos. Ya hay muchas cabezas desvencijadas por el pesimismo diciendo que «eso es imposible», que eso «no es negocio», que con sueños no se hace la revolución… que de nada sirve tener proyectos porque nadie apoyará… y sin embargo la pura posibilidad de intentarlo ya tiene méritos inmensos en un mundo donde el mejor negocio es la destrucción, el crimen, el saqueo y la miseria. Por cierto hay muchos libros que estudian, denuncian y combaten al capitalismo y nos urge que se hagan visibles y legibles.

Hace falta una Televisora de los Libros militante de la libertad e investigadora fantástica de la inteligencia. Rebelde y práctica, que habrá de valerse de cuantos medios tenga al alcance para movilizar todas las voluntades hacia el triunfo final de la humanidad en contra de todas las opresiones de su conciencia. Seguramente lo que no avance con la revolución terminará disecado en alguna vitrina de la historia, acaso como testimonio de lo que hubo de morir para que naciera lo nuevo. Soñemos una Televisora transformadora que expanda e inaugure visiones y conciencia sobre los libros sin propiedad privada.

Soñemos una Televisora de los Libros armada también con poesía para liberar a la humanidad de todo aquello que la aprisiona en los límites de sus necesidades más elementales. Televisora contraria a la estupidez y la gratuidad. Televisora con las imágenes más bellas de la Revolución (no las de una secta, no las de una imposición dogmática, no las de una burocracia) Televisión de los libros y para los libros contra el culto de la vanidad, contra toda prostitución o cursilería negociables. Televisora de los libros contra la palabrería y los retruécanos de caballeros o niñas snobs, burócratas o sectarios, se llamen como se llamen, publiquen lo que publiquen, se premien como se premien.

Hace falta una televisora de los libros que no se agote en los libros, que los inserte en la lucha y les inserte la lucha, Televisora para abrir no para cerrar. Televisora para salir a movilizarse no para encerrare a «ilustrarse»… Televisora de los libros para la revolución y viceversa… necesaria, arma-herramienta de lucha capaz de iluminar con sus fulgores formas nuevas con luz de pantallas y turbulencia que agite ideas, corazones y espasmos. Televisión organizadora y movilizadora, belleza convulsiva, magnética, sobre el terreno de los hechos.

Es necesario sembrar la Televisión revolucionaria por todas partes, impulsar programaciones nuevas hasta que el espíritu alcance la certeza absoluta de la necesidad de apropiarnos las herramientas de comunicación a toda cosa. Eso incluye a los libros y a las televisoras y eso pondrá en marcha la unidad, no uniforme, de todas las categorías comunicacionales para cambiar al mundo. Televisora de los libros conciente de que no serán los libros quienes hagan la revolución, serán los obreros y los campesinos organizados bajo un programa en el que no estará ausente un buen arsenal de libros llamados a sumarse a la lucha, bajo crítica y autocrítica permanente. Televisora acompañante y protagonista a su vez. Contra la censura nuestras armas no son distintas a las armas comunes en función revolucionaria. Es decir, el arma no es una representación simbólica de lo que la lucha y el mundo son, sino herramienta de destrucción-construcción bajo la brújula de un programa revolucionario. Tatuado en las armas y en los libros.

A los libros que son una de las conquistas de la humanidad, ha ocurrido el saqueo, la malversación, el robo y la censura. Muchos de los mejores logros humanos viven secuestrados bajo el imperio de comerciantes que hacen pasar por triunfo moral su habilidad impune para beneficiarse con lo que es propiedad colectiva: los libros por ejemplo. Pero no soñemos con libros plenos y libres en una sociedad enferma. Una Televisora de los libros debe pensar el trabajo de expresarse libremente, dialéctica y colectivamente, armada para defenderse.

Una televisora de los libros tiene desafíos enormes que sin un programa político socialista y acceso irrestricto a las herramientas de producción y la construcción de espacios, (medios y modos para la exhibición libre de la producción bibliográfica), será nada. Cada uno es libre de decir y escribir lo que le agrade, afirmaba Lenin en 1905, la libertad de prensa y de palabra debe ser completa. Tomemos el derecho de llevar adelante, tanto en literatura como en arte, en ciencia, en educación, en agricultura y en carpintería… la investigación de nuevos medios de expresión, como derecho de la humanidad de continuar profundizando el problema de la libertad. Opongámonos a cualquier tentativa de limitación del campo de observación y de acción que la humanidad aspire a crear para atender sus necesidades cambiantes. Una Televisora de los libros es no sólo posible, ¡es necesaria! . Hay miles de voluntades en marcha que lo probarán en la práctica. ¿Te sumas?

Y si hubiera dudas, cosa de escribir a Marialcira Matute [email protected]