Si algún logro se le puede adjudicar a los medios masivos de comunicación es el de haber impuesto una imagen: la imagen del piquetero. Personas «peligrosas», con sus rostros ocultos y palo en mano, que chantajean al gobierno cortando rutas, puentes y calles y obstaculizando el tránsito a la gente «trabajadora y decente», a «la […]
Si algún logro se le puede adjudicar a los medios masivos de comunicación es el de haber impuesto una imagen: la imagen del piquetero. Personas «peligrosas», con sus rostros ocultos y palo en mano, que chantajean al gobierno cortando rutas, puentes y calles y obstaculizando el tránsito a la gente «trabajadora y decente», a «la gente». El efecto alcanzado no es menor. La construcción del «piquetero vago y violento» se da en un contexto especial, esto es, durante los años 2001 y 2002, cuando desocupados y clases medias caminaban a la par exigiendo un cambio del rumbo político económico. La táctica utilizada consistió en otorgarle visibilidad solo al corte y en enfrentar, consecuentemente, a ambos sectores. De allí en más, piquete y cacerola dejaron de ser una lucha sola. Ya lo sabemos: el éxito de la estrategia mediática no se basa únicamente en lo que tendenciosamente se muestra sino también en lo que premeditadamente se calla y oculta. Nada dicen estos medios de la situación social de nuestro país, ni de las políticas de empobrecimiento que produjeron esta sociedad injusta y desigual. Nada dicen tampoco de lo que el movimiento de desocupados significa más allá del corte de ruta, ni de su trabajo cotidiano y sus propuestas por alcanzar un trabajo digno y así no verse obligados a percibir un mísero plan social. Frente a todo esto, los medios ofrecen un silencio de radio… y de TV y de diarios. Un silencio que es aún mayor cuando se trata de realidades «lejanas» como las que se viven en el interior de nuestro país.
El norte también existe
Ubicada a unos 300 kilómetros de la capital de la provincia de Salta, cercano a la frontera con Bolivia, en el Departamento de Gral. San Martín, se encuentra la ciudad de Gral. Mosconi. Esta localidad de 20.000 habitantes, junto a su vecina Tartagal, captó la atención de todo el país cuando en los años 1997 y 2000-2001 sucesivas puebladas resistieron y desbarataron la salida represiva (que dejó un trágico saldo de cinco personas asesinadas) montada por los distintos gobiernos para frenar el conflicto social. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos se volcaron masivamente a la ruta nacional 34 enfrentando heroicamente a la policía salteña y a la gendarmería nacional, quienes debieron retroceder frente a la bravura de aquellos que hartos ya de tanta hambre, miseria y opresión, no tenían nada que perder.
Gral. Mosconi es una representación fiel de lo ocurrido en nuestro país. Allí confluyen las consecuencias más perversas del modelo neoliberal con las diferentes formas de resistencia que se da el pueblo para combatirlas.
Si en el pasado esta localidad gozó del empuje de la empresa nacional YPF, hoy sufre el desamparo producido por su privatización y desguace. No es para menos. YPF había representado trabajo, bienestar, salud, educación para tres generaciones de mosconenses. Su privatización en 1991-1992 produjo una catástrofe social en esta región riquísima en yacimientos petrolíferos y gasíferos. En tan solo cinco años la mitad de su población activa ya se encontraba desocupada mientras que todas las redes de integración social sostenidas por YPF habían sido desarticuladas y desmanteladas. A partir del retiro del estado, los problemas en educación, salud y obras públicas así como la escasez de servicios vitales, como el agua y el gas, comenzaron a pintar el triste panorama de esta zona. Por si esto fuera poco, la ausencia de controles fomentó una progresiva contaminación ambiental producto de la salvaje explotación de los recursos naturales que lleva adelante el capital privado. Para 1997, el departamento de Gral. San Martín reflejaba un deterioro abrupto en la calidad de vida de su población a medida que las empresas transnacionales se llevaban inmensas ganancias mediante el saqueo de sus riquezas.
En este contexto se producen los cortes y las grandes puebladas de fines de la década pasada y de estas experiencias surge la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Gral. Mosconi convirtiéndose en el primer movimiento piquetero del país.
Un Plan: Trabajar
Aquellas movilizaciones, que incluyeron cortes de ruta, toma de instituciones y hasta el incendio del edificio municipal, captaron las miradas de todo el país. Los medios de comunicación se trasladaron hasta allí para mostrar a un pueblo enfurecido luchando por sus derechos. La solución brindada por el gobierno nacional fue, entre otras medidas, crear el Plan Trabajar, antecedente inmediato de los Planes Jefes y Jefas de Hogar, logrando apaciguar los ánimos de una parte de los manifestantes. Una vez abandonada la ruta, para los medios el conflicto había terminado. Las cámaras se apagaron y las fotos de las tapas de los diarios volvieron a ser del fútbol. Sin embargo, aún hoy, aunque no los muestren los medios, los problemas persisten y son cada vez más profundos. Las grandes compañías siguen exprimiendo al máximo las riquezas del subsuelo al menor costo posible, no generan empleo duradero ni invierten en la región, envenenan a los habitantes de la zona, desplazan comunidades indígenas y desmontan a mansalva ante la pasividad o complicidad de los gobiernos nacional, provincial y municipal. Frente a esta situación, un grupo de trabajadores decidió hacerse cargo y ocuparse de transformar la realidad y construir un futuro distinto.
La UTD funciona actualmente en las instalaciones del Club Transporte; un predio cercano a la plaza principal de la ciudad anteriormente en desuso. Por allí todos los días circulan decenas de personas. Para algunas ese es su lugar de trabajo, ya sea en la oficina de administración, en la oficina técnica donde se elaboran los distintos proyectos, o en el costurero; otras parten desde allí, bien temprano, hacia los diferentes emprendimientos productivos de la UTD; y muchas otras llegan buscando un empleo. Además, al Club Transporte también se acercan muchos vecinos ya no para pedir trabajo sino para solicitarle a la UTD que resuelva algún problema comunitario. Así, los desocupados se han ido encargando de desmalezar zanjas y caminos públicos, limpiar basurales y terrenos baldíos, etc. Este pedido, si bien puede parecer curioso, tiene su razón de ser. Ya desde los primeros planes recibidos tras las luchas de 1999, la UTD definió su filosofía: trabajar para su comunidad. De esta forma, con los primeros 150 planes arrancados al gobierno decidieron dedicar el tiempo de la contraprestación a refaccionar las escuelas de Gral. Mosconi durante todo el verano del 2000. Para mediados de marzo, al regresar a clases, los chicos se encontraron con su escuela totalmente remodelada. Sin embargo, a la gente de la UTD la satisfacción de haber cumplido con semejante tarea no los detuvo. A partir de allí comenzaron a encargarse de todo lo que el municipio tenía abandonado: construyeron salas de primeros auxilios y salones de uso múltiple en los barrios más marginados, refaccionaron y ampliaron el hospital de la ciudad, agregaron juegos infantiles a las plazas y siguieron desmalezando zanjas, calles y caminos. Es por ello que día a día en la oficina administrativa se van recibiendo distintos pedidos hechos tanto por escuelas, sociedades de fomento como por simples vecinos para que uno a uno la UTD les vaya dando una respuesta.
Sin embargo, en la UTD saben bien que estos son meros paliativos y por eso el horizonte de su lucha es revertir las verdaderas causas de este abandono. La tarea no es fácil ya que, como señalamos más arriba, Gral. Mosconi muestra los peores efectos del neoliberalismo. Frente a esto, un grupo de desocupados, que en una primera instancia solo buscaba escapar al desamparo hoy se dedica a pensar y construir otro mundo. De ser un grupo de personas que, como reflexiona Chiqui Peralta, uno de sus referentes, «para no volverse locos decidieron juntarse por lo menos para conversar», la UTD se ha convertido en una usina de proyectos para mejorar la calidad de vida de la población. En este sentido, la UTD ha elaborado distintos planes para proveer de agua potable a todo el pueblo, para recuperar los pozos petroleros marginales abandonados por las multinacionales en beneficio de la comunidad y para recomponer el desastre ecológico provocado por el desmonte que realizan lo grupos concentrados de la industria agrícola.
Mientras tanto, la lucha por un trabajo digno para toda la población continúa. Convencidos de la legitimidad de sus reclamos, la UTD se ha convertido en un sindicato paralelo con la firme convicción de hacer cumplir a las petroleras aquello a lo que se comprometieron cuando el Estado les «regaló» YPF: multiplicar las fuentes de trabajo y privilegiar el empleo de los trabajadores de la zona. Por otro lado, la UTD defiende los salarios de los trabajadores logrando que estos dupliquen a los pactados por la UOCRA. Finalmente, se encarga de denunciar y exigirle a las petroleras que cumplan con sus promesas de brindar capacitación a la población y, sin abandonar este reclamo, la UTD también ha decidido hacerse cargo de esta tarea montando un taller metalúrgico (que lleva el nombre de uno de los asesinados por la represión: Orlando Justiniano) donde se llevan capacitados a más de 200 jóvenes en los oficios de soldador, amolador, cepillero y oxigenista y donde además se realizan trabajos para la comunidad como juegos de plaza y perimetrales para escuelas.
En este afán por recomponer la cultura de trabajo la UTD lleva adelante innumerables proyectos productivos: una fábrica de ropa, un centro de reciclado ecológico de plástico, tres viveros, decenas de huertas y ladrilleras, un costurero…
Actualmente, entre los emprendimientos se destaca la construcción de 160 viviendas a cargo de 320 trabajadores organizados en 20 cooperativas. A partir del Programa Federal de Emergencia Habitacional a cargo del Ministerio de Planificación, la UTD ejecuta las obras que beneficiarán a pobladores de Gral. Mosconi que no cuentan con una vivienda digna. Cabe destacar que la indumentaria que estos trabajadores utilizan es confeccionada en la Fábrica de Ropa del propio movimiento.
Por otro lado, un grupo de miembros de la UTD se dedica a recuperar madera muerta. Grupos empresarios, como en el resto del país, no sólo están realizando un desmonte indiscriminado de selvas y bosques sino que, en una clara violación a la ley vigente, queman los árboles talados. A partir de una denuncia hecha por la misma UTD, han conseguido autorización para ingresar a los terrenos y retirar la madera para su posterior acopio y comercialización. De esta forma, 15 trabajadores desocupados obtienen un ingreso genuino por dicho trabajo. Este emprendimiento está directamente relacionado con el de los viveros, consistente en la plantación de semillas de diversos árboles con el objetivo de reforestar en un futuro cercano lo que las empresas desmontan.
Una de las últimas obras de este grupo de trabajadores consiste en la construcción y puesta en funcionamiento de una escuela rural en el paraje de Trementinal, limítrofe con Bolivia. Este recóndito lugar, ubicado a orillas del río Gran Tarija, se encuentra prácticamente incomunicado a pesar de estar a 45 km. en línea recta de Gral. Mosconi ya que no existe un camino que los una directamente. Tal es así que para acceder al Trementinal se deben recorrer más de 300 km., incluyendo salir de Argentina, transitar varias horas por territorio boliviano y cruzar a bote el río. Este paraje se encuentra totalmente olvidado por el Estado y desde hace años que su población, en su mayoría indígena, no contaba con un establecimiento educativo obligando a más de 65 niños a recorrer 30 km. a pie hasta el paraje de Madrejones para poder estudiar. Frente a esta situación la UTD, cansada de las insensibles instancias burocráticas, decidió resolver el problema por su propia cuenta. Con la ayuda de los pobladores de la zona, también desocupados, construyeron una escuelita que poco a poco se fue transformando en un centro comunitario para todo el paraje. También, gracias a donaciones y aportes solidarios, consiguieron guardapolvos, libros y útiles para todos los chicos. Sin embargo, faltaba lo más importante: una maestra. Ante la ya negligente falta de respuestas por parte del Estado Provincial, la UTD prosiguió en su cruzada y así buscó y llevó a una docente haciéndose cargo de su sueldo a la espera de un reconocimiento oficial. Mientras tanto, los niños aprenden a leer y a escribir cerca de sus casas. El día de la inauguración, mientras se izaba la bandera argentina, uno de los hombres más ancianos de la comunidad no podía evitar las lágrimas: «es la primera vez que en Trementinal veo a un changuito con guardapolvo», repetía emocionado.
Cuando el trabajo sí es noticia
El accionar de la UTD parte de la convicción de que ni los políticos ni los empresarios darán solución a las problemáticas de la comunidad. Por el contrario, políticos y empresarios son parte del problema. En definitiva, no les queda más alternativa que tomar los asuntos en sus propias manos convencidos de que los beneficios serán aún mayores para las generaciones futuras.
Asimismo, su práctica cotidiana se encuentra bien apartada de los dogmatismos y no desecha ninguna instancia de lucha: exige el cumplimiento de las responsabilidades del Estado, pero a su vez suple buena parte de sus funciones; reclama trabajo genuino a las empresas pero simultáneamente autogestiona sus propias fuentes laborales; tramita cientos de planes sociales, pero también demanda la entrega de tierras, herramientas y maquinaria.
Lejos de la imagen impuesta por los medios, la UTD sí tiene una propuesta: recomponer los lazos comunitarios y la cultura del trabajo, recuperar los recursos naturales, la salud y la educación echados por tierra durante años y años de modelo neoliberal. Esta propuesta se hace carne en cada uno de los emprendimientos presentes y en cada uno de los proyectos a futuro. Como afirma Mari Acosta, una de las referentes, la meta pasa por «generar trabajo y tener un sueldo digno» ya que «los piqueteros no solo cortamos rutas». Palabras contundentes que desarman el discurso del poder.
Esta parece ser la paradoja de la ocupación en la Argentina: mientras unos desocupados están muy ocupados en transformar la realidad, los grandes medios de comunicación prefieren ocuparse de otras cosas ¿O será que simplemente están preocupados?