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Epígrafe del capítulo Política del libro 'El uso perverso de la lengua'

Vaguedad

Fuentes: Rebelión

La verdad es concreta, no vaga. Sin embargo, la vaguedad es uno de los rasgos distintivos del lenguaje político. El lenguaje protocolario es su cristalización más evidente. Hay toda una serie de palabras que se utilizan como comodines aplicables a cualquier situación del discurso político. Las palabras democracia, justicia, socialista, libertad, fascismo, patriótico, pueblo, terrorismo, […]

La verdad es concreta, no vaga. Sin embargo, la vaguedad es uno de los rasgos distintivos del lenguaje político. El lenguaje protocolario es su cristalización más evidente. Hay toda una serie de palabras que se utilizan como comodines aplicables a cualquier situación del discurso político. Las palabras democracia, justicia, socialista, libertad, fascismo, patriótico, pueblo, terrorismo, etc., tienen cada una de ellas significados diferentes.

Así, cuando se dice de un país que es democrático se le está elogiando. Por eso todos se reclaman de serlo, incluidos los más sanguinarios. El régimen franquista se autodefinía como «democracia orgánica». No sólo no hay acuerdo sobre una definición de democracia sino que cualquier intento de establecerla encuentra resistencia en todas partes. Véase, si no, el acoso que los EE. UU han practicado a todos los ensayos de democracia en el mundo, desde el derrocamiento de Mossadeq en Persia, Lumumba en el Congo, Angola, hasta Nicaragua, Hamas en Palestina, Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia. El término «fascismo», otrora denostado y combatido, no tiene hoy más significado que el de «algo no deseable».

La realidad se camufla bajo eufemismos embellecedores. Eso es lo que ocurre cuando al bombardeo y destrucción de aldeas y campos de labor se denomina «pacificación»; al genocidio, «limpieza étnica»; a los millones de desplazados forzosos, transferencia de población o rectificación de fronteras; al apresamiento sin juicio ni cargos y a las cárceles secretas, eliminación de elementos no fiables; a los de Guantánamo, «combatientes enemigos».

Y así sucesivamente. Términos como daños colaterales pretenden ocultar la realidad brutal de la guerra. El de blowback (contragolpe, represalia) se ha convertido en parte de la jerga deshumanizada de las agresiones estadounidenses y sionistas. Lo mismo ocurre con el término fallout (polvo residual), utilizado para camuflar la realidad de la lluvia radioactiva.

Las palabras pueblo y popular en boca de los políticos o en los nombres de partidos connotan proximidad al pueblo y a sus problemas. Quienes más las emplearon fueron los nazis, que colocaron el prefijo «Volks-» a diestro y siniestro. Así, su órgano oficial de prensa era el Volksbeobachter (Observador popular). El miembro del partido nazi, un Volksgenosse. Hitler pedía ya a sus partidarios en Mein Kampf proximidad al pueblo (Volksnähe). El partido nazi se definía como Volksfreund (amigo del pueblo). Y los aparatos de radio producidos en masa para escuchar sus diatribas se llamaron Volksempfänger (receptores populares). Hasta el utilitario barato creado en tiempos del Tercer Reich se denominó Volkswagen (coche popular), denominación que durante decenios se mantuvo en el conocido «escarabajo» y aún se mantiene en sus sucesores.

La derecha española ha adoptado esta denominación tras el advenimiento de la democracia, cuando durante 40 años la obstaculizaron y reprimieron. Su primera organización política se llamó Alianza Popular, cambiado luego a Partido Popular. Aunque sabemos que no representa en absoluto los intereses del pueblo, sino los de sus depredadores.

Algo parecido ocurre con la inclusión del calificativo «socialista» en numerosos partidos. El Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, nazi en su abreviación alemana, embaucó con esta denominación a muchos obreros alemanes. El Partido Socialdemócrata portugués es un partido conservador de derecha. El Partido Socialista de ese mismo país es un partido socialdemócrata. El Partido Socialista Obrero Español se postula como la izquierda española. Con lo de socialista y obrero persigue nimbarse de progresista y captar así, cosa que consigue, los votos de las capas trabajadoras. Pero ninguno de ellos ha socializado ni socializa nada. El PSOE, por ejemplo, se dedicó a privatizar lo público una vez en el gobierno.

Con la descripción eufemística se logra ocupar conceptos positivos. Así, por ejemplo, «Agenda 2010» no deja de ser un recurso retórico, un marco dorado para lo que se pretende hacer. La palabra «agenda» se ha puesto de moda desde la cumbre de Río en 1992. No significa otra cosa que el orden del día, programación de las cosas que hay que hacer. Pero se ha extendido tanto que cualquier chupatintas, ejecutivo o profesional tiene su agenda, su timing, como dicen los cocacolonizados.

Hasta el reclamo comercial de bancos y tabacaleras utilizan términos como el de «revolución» para atraerse clientes y consumidores. El Banco Santander Central Hispano publicita define así una de sus hipotecas: «Revolución es pagar una cuota mensual más baja. Hipoteca Revolución Santander.» Las tabacaleras claman por las radios que ha llegado la «revolución», esto es, la hora de asaltar los estancos para comprar su oferta de tabaco. Y lo hacen imitando el lenguaje de los rusos o de los mexicanos para recordar las revoluciones de Rusia o de México. Se banaliza el concepto de revolución, que consistiría precisamente en asaltar los bancos y socializarlos junto con las grandes empresas.

La izquierda, en cambio, apocada tras el desmoronamiento de la URSS y países afines, apenas se atreve a hablar de «socialismo». Se proclama el fin de los «ismos», cuando la realidad es que están bien presentes en nuestras vidas: neoliberalismo, militarismo, imperialismo, fascismo. Tan sólo parece haber caído en desuso el término de «socialismo». Ante el temor al vocabulario radical, es hora de llamar a las cosas por sus nombres, nos pide con razón Celia Hart. «Los que apelan al fin de los ismos e istas ….. no dicen si el socialismo o revolución socialista están incluidos en la censura… Basta ya de la fraseología anquilosada del enemigo» – nos dice esta autora- . «En nuestro discurso deben aparecer con nuevas fuerzas las palabras de revolución, socialismo… y lucha de clases. Para ser sincera, sueño con la palabra Internacional. Frente a la globalización imperial solamente una palabra con esta fuerza puede ayudarnos.»[1] Hablar del fin de los ismos no deja de contribuir a la confusión ya que se equiparan ismos antagónicos como capitalismo y socialismo. Capitalismo, un ismo, del que tampoco se habla.

Sigue siendo cierto el lema de Engels socialismo o barbarie.

Se invierten los conceptos y la realidad.

Así, la Iglesia sigue diciendo hoy que toda autoridad dimana de Dios. Cuando sería más correcto decir que todo Dios dimana de la autoridad.

O cuando el Partido Popular Europeo, representante de las empresas y no de los pueblos, presenta una resolución titulada «Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios» en enero de 2006. La Asamblea Europea la aprobó por 93 votos a favor y 42 en contra. El capitalismo europeo, temeroso tal vez de que resucite el fantasma del comunismo, invierte los conceptos y la realidad ocultando sus propios crímenes y proyectándolos sobre otros, en un intento por reescribir la historia. Pero los genocidios de la expansión y del expolio capitalistas europeos en África, Asia y América, los crímenes del fascismo europeo y los actuales del fascismo angloamericano y sionista en Iraq y Palestina, sin ir más lejos, son tan conocidos que no vale la pena recordar aquí sus cifras y sus horrores. La bibliografía al respecto es inmensa.[2]

He aquí, como contraste esta definición de comunista:

Comunista.- Dícese de aquél que defiende la libertad y la dignidad del ser humano por encima de cualquier interés, y en cada momento, es decir, aquí y ahora. Los comunistas luchan por el desarrollo completo del hombre y de la mujer en sí mismos. Los comunistas tratan de conseguir una sociedad en la que la esclavitud de las necesidades materiales y la explotación de unos hombres por otros sea sustituida por una libertad que potencie el desarrollo creador de la humanidad. (NB, marzo – abril 1997).

Ideal de emancipación y organización humana todavía vigente a pesar de las deformaciones sufridas por Stalin y otros en la URSS y los países de Europa Oriental tras la II Guerra Mundial.

Véase igualmente cómo lo concebía el poeta y dramaturgo alemán Bertold Brecht en esta

Loa al comunismo

Es razonable, cualquiera lo entiende. Es fácil.

Tú no eres ningún explotador, puedes comprenderlo.

Es bueno para ti, entérate.

Los necios lo llaman necio, y los sucios lo llaman sucio.

Pero está contra la suciedad y la tontería.

Los explotadores lo llaman un crimen.

Pero sabemos que:

Es el fin de los crímenes.

No es ninguna locura, sino

El fin de la locura.

No es el caos

Sino el orden.

Es lo sencillo

Tan difícil de hacer.

A la confusión conceptual se suele unir la redaccional.

He aquí la definición que dio la Iglesia Católica de la Inmaculada Concepción : «La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo salvador del género humano» (PíoIX, bula Ineffabilis Deus, 8 diciembre 1854).

Ejemplo de redacción confusa :

«Venezuela concretó desde la recuperación de su industria petrolera con la transición a empresas mixtas de instalaciones petroleras entregadas a empresas privadas en su mayoría extranjera, durante la llamada apertura petrolera.»[3]

La pregunta del referéndum sobre la entrada de España en la OTAN, cuya redacción se atribuye a un destacado sociólogo progresista español, es otro ejemplo típico de la política del engaño. Hela aquí, tal como aparecí a en la papeleta:

El gobierno considera conveniente para los intereses nacionales que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:

1º – La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.

2º – Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en el territorio español.

3º – Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.

¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?

A pesar de esta redacción progubernamental, las cifras del referéndum nunca se pudieron constatar por ninguna fuente neutral. El recuento corrió a cargo del Secretario R. Vera, actualmente en la cárcel por malversación de fondos. Y en cuanto a los demás términos, ¿quién se acuerda ya de ellos? Las tropas españolas están asta en Afganistán, y las norteamericanas mantienen sus vuelos con armas nucleares y sus bases, incluida Rota, en territorio español.

Política del engaño

El empleo de medias verdades y de la mentira fue uno de los rasgos distintivos del fascismo. Los nazis, con Goebbels a la cabeza, quisieron elevarla a la categoría de arte. Sus actuales epígonos, Aznar y Bush entre ellos, están muy por debajo. Estos fundamentalistas cristianos olvidan por completo el precepto de San Juan evangelista «La verdad os hará libres» (8,32). Sus burdas mentiras son cada vez menos creíbles, y cada vez más evidentes.[4]

El engaño y la desinformación han formado siempre parte esencial de la política yanqui, en particular en el campo de la guerra y de sus intervenciones militares. Baste recordar la campa mediática en preparación de la guerra hispano-estadounidense hasta la autovoladura del Maine. Sus guerras han ido, hasta la última intervención en Iraq, hábilmente empaquetadas. Pero cada vez engañan a menos gente.

Sí, el gran enemigo de la claridad es la mentira. Hoy no es posible escapar a la política . Y como decía G. Orwell en 1946, todas las cuestiones son políticas, y la política misma es una sarta de mentiras, evasivas, odio, medias verdades, esquizofrenia[5]. El argentino Hugo Alberto de Pedro califica al gobierno de su país de «mentitocracia», que define como: 1) doctrina política favorable a la intervención de los mentirosos en el gobierno, y 2) predominio de los políticos mentirosos en el gobierno del Estado.

Como es bien sabido, la mendacidad se ha convertido en el eslogan de la actual Administración usamericana, con Bush a la cabeza.[6]

La reducción de la ignorancia, la información, protege de la mentira. Por eso se mantiene a la población desinformada, con la bendición gratuita de la Iglesia, que propugna la «santa ignorancia». Y eso a pesar de que en el Evangelio de Juan se dice expresamente «La verdad os hará libres» (8, 32).

He aquí la gran mentira : la ocultación de que en la sociedad libre de mercado, como se define el capitalismo, existen intereses contrapuestos, antagónicos, entre ricos y pobres, que el interés y la seguridad nacionales no se ven amenazados por los desarrapados campesinos de Afganistán o de Iraq, ni por los depauperados indígenas de América Latina. Si no que se trata más bien de los intereses y del afán de beneficios de las grandes compañías transnacionales, en aras de las cuales se sacrifican miles y miles de víctimas inocentes civiles (y también militares – muchachos que van engañados a la guerra). Los intereses de los niños ricos del primer mundo, de los hijos de los Aznar, Bush, Cheney, Rumsfeld, etc., no son los mismos que los de los niños iraquíes que mueren bajo los bombardeos o los de los jóvenes pobres que van a la guerra.

Ignorar estos hechos, desconocer que la historia de los EEUU, por ejemplo, igual que la de los imperios anteriores, es la historia del genocidio de las poblaciones indígenas, de la esclavitud de los negros por los terratenientes blancos, de la explotación de los pobres por los ricos, equivale a quedar desarmado ante las mentiras que propagan los detentadores del poder. Desconocer esto, dice Howard Zinn, «es dejarnos a nosotros mismos desarmados ante una serie de mentirosos a plena dedicación.»[7]

Mas, aparte de la vaguedad la imprecisión y la mentira, se aplican otros recursos para contaminar el lenguaje político, para ala confusión intoxicación de las mentes.

Uno de ellos es la combinación de términos contradictorios en frases hechas. Así, los propagandistas del Pentágono y sus voceros, los medios de producción masiva de comunicación, hablan de bombas inteligentes, guerras humanitarias, ataques defensivos, fuego amigo, daños colaterales, etc.

La inteligencia se desplaza de las personas a las cosas. Así parecen menos dañinas. Pero que se lo pregunten a los cientos de miles de víctimas civiles de Afganistán, Iraq, El Chorrillo en Panamá y tantos otros lugares.

Pero el colmo de la perversión lingüística se manifiesta en la frase de «guerra humanitaria». Recuerda los conceptos nazis de pueblos señores y pueblos débiles que hay que someter o liquidar. La destrucción, el asesinato, la caza de seres humanos y demás actos de crueldad resulta que son actos humanitarios. ¿Es que acaso quieren aplicar la eutanasia a sus genocidios? «Somos un pueblo de paz», proclamaban Bush y Blair mientras sus aviones y artillería descargaban abombas de racimo y de uranio empobrecido sobre poblaciones indefensas. Así que ahora resulta que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas.

¿Qué país ha invadido jamás los EEUU para que el fascismo gringo diga que la invasión de Iraq es una guerra defensiva? Cuando la realidad es que a lo largo de toda su historia no han cesado de atacar y conquistar otros territorios y países, desde los pueblos originarios de Norteamérica hasta los del Oriente Medio de hoy. Desde el punto de vista del Pentágono la guerra contra Iraq es una guerra preventiva contra uno de los miembros del «eje del mal». La frase «guerra preventiva» recuerda también las expresiones nazis de Erstschlag, primer golpe, y Blitzkrieg, guerra relámpago.

La frase «fuego amigo», utilizada en el argot militar anglosajón se aplica para expresar la inocuidad y el embellecimiento de actos militares criminales. La de «daños colaterales», surgida en la guerra contra Yugoslavia, fue declarada Unwort (la no palabra, la peor palabra) del año 1999 en Alemania. El principal daño colateral es la rabia y el encono de la población civil contra los invasores.[8]

G. W. Bush riza el rizo de esta perversión lingüística cuando proclama que «guerra es paz», expresión que, si no fuera por su estulticia, resultaría un sarcasmo cruel.

Los lingüistas y escritores que viven del Pentágono se esfuerzan por embellecer el lenguaje militar y, viceversa, por militarizar el lenguaje común. Más abajo hablaremos de esto.

Conocidos los comportamientos mendaces de la mayoría de los partidos políticos y sus dirigentes, en particular Blair, Aznar y Bush y su camarilla (término, por cierto, aportado por la lengua española al léxico universal, junto con los de guerrilla, liberal, pronunciamiento y junta), suena a burla que hablen a cada instante de inteligencia militar, honradez, dignidad, etc.

En suma, se logra ocupar conceptos positivos cuando se encuentra una descripción eufemística para una cuestión indiscutible, como ocurre con la divisa o lema «Hambre cero».

En el fondo, no hacen sino aplicar las técnicas de la propaganda nazi y del reclamo comercial, que, como se sabe, seduce con lo contradictorio y absurdo. Ejemplos: Wake up to your dreams( Despierta a tus sueños, anuncio de venta de apartamentos en la Costa del Sol), MULTAS, NO LAS PAGUES, RECÚRRELAS (anuncio colocado en la TV pública).

Sí, el lenguaje es el principal instrumento de manipulación. En boca de los fundamentalistas y demagogos se convierte en un verdadero instrumento de terror. Los propagandistas de Washington lo utilizan para justificar su nueva guerra mundial, para destruir el sueño de los derechos humanos en cualquier parte del mundo, desde El Salvador a Yugoslavia, desde Palestina a Iraq, desde Afganistán a Panamá o la pequeña isla de Granada.

Libertad, justicia, civilización, seguridad, democracia. El empleo de términos vagos para crear el asentimiento de la población a sus acciones criminales y genocidas forma parte esencial de su estrategia.

¿Qué persona de buena voluntad no va a desear vivir en paz y libertad? ¿Quién no desea la justicia y se opone al terrorismo? De esta forma, los políticos que emplean este tipo de lenguaje pueden justificar sus acciones inhumanas con impunidad. Pueden hacer afirmaciones como ésta: «A fin de proteger nuestra libertad tenemos que derrocar el gobierno maligno de X «. Criticar este tipo de afirmaciones es difícil porque está en consonancia con el sentimiento de la mayoría de la gente que quiere la paz, mientras que son muy pocos los que apoyan la guerra.



[1] Cf. Hart, Celia: «Ese único mundo mejor», discurso pronunciado en Caracas (2004) y publicado el12.12.2004 en Rebelión.

[2] Basta recordar los artículos recientes de Joan Tafalla «El temor de la derecha europea», www.rebelion.org, 30-01-06, y el de Guennadi Ziuganov «Los crímenes del capitalismo», ibidem, 20-02’o6.

[3] Noticia de Prensa Latina, publicada en Rebelión 3-1-2006.

[4] Véase el libro de Alberto Manzano Ruiz: Iraq y las armas de manipulación masiva. Censura, mentiras y muertes para mantener el Imperio, colgado en Rebelión.org

[5] Orwell, G.: loc. cit. .

[6] . Para mayor información sobre las mentiras de los gobiernos usamericanos pueden consultarse el libro de Michael Parenti Dirty Truths, entre otros. O bien los artículos siguientes: Pascual Serrano, «Para entender cómo se engaña al pueblo norteamericano», en www.rebelion.org, 24-02-2005; Sharon Smith, «Los hombres de Bush, maestros del engaño», ibidem, 16-06-2005; Atilio Borón, «La mentira como principio de política exterior de Estados Unidos cabía América Latina», ibidem, 20-01-2006. Para el empleo de la mentira en torno a la guerra de Iraq véase el excelente libro de Alberto Manzano Ruiz: Iraq y las armas de manipulación masiva. Censura, mentiras y muertos para mantener la supremacía del Imperio, en pdf en www.rebelion.org.

[7] Cf. Zinn, Howard: «Las anteojeras del pueblo estadounidense», Rebelión, 24-3-2006. Es autor del libro A People’s History of the United States.

[8] Véase ZfKÖ, 2/2005, p. 22