El sector privado acumula 90 periódicos y 700 radioemisoras comerciales. Salvo dos diarios que guardan un cierto equilibrio, todos predican el derrocamiento violento del gobierno. Venezuela es el país donde hay más libertad de expresión en el mundo. En ella el sector privado acumula 90 periódicos, 700 radioemisoras comerciales, 78 por ciento de las televisoras […]
El sector privado acumula 90 periódicos y 700 radioemisoras comerciales. Salvo dos diarios que guardan un cierto equilibrio, todos predican el derrocamiento violento del gobierno.
Venezuela es el país donde hay más libertad de expresión en el mundo. En ella el sector privado acumula 90 periódicos, 700 radioemisoras comerciales, 78 por ciento de las televisoras VHF y 82 por ciento de las VHF. Salvo dos diarios que guardan un cierto equilibrio informativo, los medios privados predican el derrocamiento violento del gobierno democrático y divulgan falsedades y puntos de vista contrarios a él sin que éste haya respondido jamás con medidas de censura, cierre, suspensión ni confiscación de ediciones.
Venezuela es el país con menos libertad de expresión. Los medios privados suplantan a los partidos políticos, inventan partidos y dirigencias mediáticas, incitan a la discriminación étnica y social, a la guerra civil, al sabotaje de la industria petrolera y al golpe de Estado, colaboran activamente en éste al interferir las emisiones del gobierno democrático y difundir falsa información, pactan con la dictadura mediática, imponen un apagón comunicacional a favor de ella, vetan medio millar de comunicadores y mantienen un interdicto contra toda persona, noticia o institución que no se ajuste a su línea editorial. Decir que en Venezuela la telebasura equivale a libertad de expresión es ser cómplice de agresión contra ésta.
Para sostener que las limitadas concesiones del espectro radioeléctrico son propiedad absoluta y perpetua de particulares y no del pueblo, las agencias publicitarias que comandan la oposición presentan la imagen de un maquillado opositor que se arrodilla ante un policía que no le hace nada como si fuera «el estudiantado»; y a éste como «el país».
Pero en Venezuela no se han movilizado a favor de la telebasura ni trabajadores ni empresarios ni militares ni medios audiovisuales, salvo la frenética Globovisión. Mucho menos el estudiantado.
El gobierno bolivariano ha incrementado del 3 por ciento al 9 por ciento del PIB la inversión educativa. Para 1998, la matrícula en educación media, diversificada y profesional totalizaba 400.794 alumnos. Gracias al proyecto bolivariano, para 2005 alcanza a 618.898, de los cuales sólo 172.711 están en dependencias privadas.
De éstos, se han movilizado unos cuantos centenares de la Universidad Católica Andrés Bello y de la Universidad Metropolitana, y otros centenares de la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la de los Andes. Ni siquiera en ellas son mayoría los opositores que estudian: en todas los bolivarianos han realizado concentraciones contra la renovación de concesión; en la Central, perdieron la Federación de Centros porque concurrieron a las elecciones divididos.
Más que al síndrome de retiro de la telebasura, los niños bien obedecen a su origen de clase. En el Informe de la Defensoría del Pueblo para 2005, Luis Fuenmayor Toro explica que desde 1989 los universitarios «ingresan por vía de mecanismos como pruebas internas, cursos propedéuticos y lo que se conoce como acceso ‘discrecional’ es decir, por decisión del Decano». Según la Defensoría, «esta práctica ha traído como efecto la exclusión sistemática de la población de más bajos recursos de la educación superior». Los opositores que estudian protestan contra la posibilidad de que otros puedan seguir estudios.
Por la boca muere el pez, y por la lengua quien defiende el privilegio. El 7 de junio queda al desnudo la inopia ideológica instilada por la telebasura. Examinemos su Decálogo.
Diez opositores que estudian dicen no tener libertad de expresión, exigen un debate en la Asamblea Nacional, y se les otorga. (Primer Mandamiento: Concederás cuanto se nos antoje). Cuando otros estudiantes van a hablar, los opositores se marchan. (Segundo Mandamiento: Nuestra libertad de expresión es negársela a los demás). El documento que reclama la confrontación demanda: «Solicitamos que dicho debate sea difundido a través de todos los Medios de Comunicación públicos y privados» (Tercer Mandamiento: Sólo protestarás para las cámaras). Al teledifundido debate acuden diez oposicionistas y sólo habla uno (Cuarto Mandamiento: Mi pluralidad será unanimidad). En la telegénica decena no hay una sola mujer, un solo moreno, un solo indígena (Quinto Mandamiento: El Club de Toby no acepta chicas ni razas no arias). En lugar de debatir, el portavoz lee un papel (Sexto Mandamiento: No pensarás). La chuleta se le queda y resulta estar redactada en papel con membrete de la publicidad ARS (Séptimo mandamiento: Permítanos pensar por usted).
El único fundamento que se alega para las protestas es el interés de un cliente de publicidad ARS: «Nos encontramos en esta tribuna para manifestar nuestro repudio al cierre arbitrario de RCTV. En un principio nuestra movilización nace en respuesta a la medida tomada de manera injusta contra RCTV responde a la apropiación indebida de las antenas de transmisión de RCTV.La bandera de RCTV la mantendremos hasta que la señal del Canal 2 vuelva a su legítima frecuencia. No estamos luchando por los intereses de un grupo empresarial» (Octavo Mandamiento: El cliente tiene siempre la razón).
Tras protestas políticas ante instituciones políticas, informan que «no estamos luchando en nombre de intereses internacionales, no estamos luchando a favor de una tendencia política, estamos en la calle haciendo política sin los políticos tradicionales» (Noveno Mandamiento: Tirarás la piedra del golpe suave y esconderás la mano antipolítica).
El publicitario documento no aduce razón alguna para las protestas: «También quisiéramos aclarar que no venimos aquí a exponer nuestras tendencias políticas y nuestro proyecto de país, simplemente porque como colectivo aún estamos construyéndolo» (Décimo Mandamiento: No aclares, porque oscureces). Sentenció Oscar Wilde que los periodistas ingleses no tenían nada que decir, y lo decían. Los voceros de la telebasura exigen el monopolio total de medios e instituciones para expresar el cero. Llevan cuatro décadas haciéndolo.
En reciente artículo en Rebelión, Pascual Serrano manifestó su asombro ante estudiantes que se movilizan a favor de una marca de fábrica, hoy RCTV, quizá mañana Coca Cola o CNN.
Es la pesadilla de Melanie Klein en No Logo: las ideas sustituidas por marcas. Ni siquiera eso. En su programa «En confianza», de la televisión de servicio público, Ernesto Villegas pregunta a algunos defensores del canal cuya concesión caducó, qué programas de él les gustaban. No recuerdan ninguno. Apenas alguien contesta «en las tardes, Radio Rochela». Pero ésta no se transmitía «en las tardes», sino por la noche, una vez a la semana. El dolor por el ingreso a la educación de los menos favorecidos, más que la nostalgia de la telebasura, detona la rabieta de los niños bien.
El derecho a que los demás no tengan derechos es defendido por los procedimientos que cabe esperar. La tarde del 27 de mayo el país y el mundo vio por televisión que los manifestantes reunidos ante la Comisión Nacional de Telecomunicaciones embestían y desmantelaban la cerca de protección de la Policía Metropolitana; que impactos de bala dejaban huellas en paredes y postes inmediatos a ésta; que ese día fueron heridos once efectivos y ningún manifestante.
Posteriormente otro policía quedó parapléjico por un balazo en Mérida. En la Universidad Católica Andrés Bello el 11 de junio una multitud acosó al estudiante bolivariano Robert Serra arrojándole latas, peroles y monedas. Las autoridades confesionales de dicha casa de estudios juegan a la picaresca académica eliminando el examen final para promover automáticamente a quienes manifiestan.
En conversaciones telefónicas grabadas y teledifundidas, políticos tradicionales confiesan tener el control remoto de los manifestantes, y añaden que no los acompañan para no desacreditarlos. Abandonando la máscara, el oposicionista que estudia Yon Goicoechea aparece en las páginas sociales de El Nacional del 16 de junio partiendo un confite con Marcel Granier y las dirigencias golpistas del partido Primero Justicia.
En la concentración «apolítica» frente a la Defensoría del Pueblo, lucen pancartas del partido Acción Democrática. A una de las marchas a favor de RCTV se une Rowen Rosten, director de la CIA para América Latina. Los logos de quienes protestan lucen el mismo puño del movimiento OTPOR, promotor de un golpe dirigido por la CIA en Serbia.
Las protestas son pretextos de un golpismo suave que no se atreve a decir su nombre y juega su única carta a la intervención extranjera. De allí las pancartas redactadas en inglés, los viajes de delegaciones de opositores ante el Parlamento Europeo, ante la OEA, ante Guillermo Endara, potentado de la banca transnacional y ex presidente títere de un gobierno de ocupación estadounidense en Panamá.
A tales hechos, tal falsificación mediática. Una vez más, los medios retransmiten de manera continua una manifestación aislada, para fingir que sucede en todo el país y todo el tiempo, e ignoran las concentraciones populares de apoyo a la no renovación de la concesión.
Tras el debate ante la Asamblea Nacional, los opositores que estudian piden ser protegidos en vehículos de los cuerpos de seguridad: El Nacional y El Universal publican fotografías y titulares mintiendo que han sido detenidos. La página web de la oposición publica fotos, nombres, teléfonos y direcciones de los estudiantes bolivarianos que les respondieron, invitando al acoso de idéntica manera que se hizo con los directivos del Consejo Nacional Electoral.
You Tube censura el espacio que le había concedido a Luigino Brasci, y borra de él cerca de cuatrocientos videos que defienden el proceso bolivariano. Dos sicarios ultiman a una estudiante de la UCAB, y los medios proclaman que ha sido víctima de los chavistas, a pesar de que los asesinos confiesan que han actuado por órdenes de la heredera del grupo comunicacional De Armas.
El diario español El País corea la falsedad, y se niega a desmentirla a pesar de repetidos reclamos. Cuando se agota el cuarto de hora de celebridad de RCTV, los medios la sustituyen por el tema de la libertad de expresión, luego por el de la autonomía universitaria. Cuando resulta evidente que las universidades privadas en las cuales estudian los opositores son justamente las que carecen de autonomía, cambian el disco por el de la reconciliación. Por el prontuario anterior, es obvio que, una vez más, la telebasura requiere de una reconciliación urgente con la imparcialidad, con la veracidad y sobre todo con la ética.
Mientras los voceros de la telebasura exponen libremente estas perlas por todos los medios públicos y privados como legitimación del golpe suave y escenifican protestas que no se aventuran fuera de las zonas residenciales de lujo o las escalinatas eléctricas del Centro Comercial Sambil, y en las cuales sólo salen heridos los policías, un millón de venezolanos manifiesta en la avenida Bolívar a favor de la no renovación de las concesiones; el Tribunal Supremo de México anula por inconstitucional una ley que pretendía hacerlas perpetuas, y en Brasil se discute sobre la renovación o no de concesiones a 28 televisoras y 153 radios. Venezuela reabre el debate entre pueblos y medios, entre monopolio de la comunicación y libertad de expresión, y la manipulación mediática no hace más que avivarlo.
Luis Britto García es un destacado intelectual latinoamericano