Durante meses los principales medios de comunicación (televisión, prensa y radio) han proporcionado todo tipo de informaciones, noticias y debates sobre la situación en Venezuela. La rebelión insurgente de la oposición y el proceso constituyente venezolano ha ocupado kilómetros de papel en la prensa escrita y miles de kilobytes en la prensa digital. Todos sabemos […]
Durante meses los principales medios de comunicación (televisión, prensa y radio) han proporcionado todo tipo de informaciones, noticias y debates sobre la situación en Venezuela. La rebelión insurgente de la oposición y el proceso constituyente venezolano ha ocupado kilómetros de papel en la prensa escrita y miles de kilobytes en la prensa digital. Todos sabemos de la Asamblea nacional constituyente venezolana. Una Asamblea, que casi toda la opinión publicitada en la prensa y medios españoles, ha considerado no legitima, tramposa y que hacía equivaler a Venezuela con una dictadura. Y así los españoles y españolas hemos hablado durante meses sobre la Constitución bolivariana, hemos discutido su articulado y nos volvimos juristas avezados en el sistema político venezolano. El asunto de Venezuela consumió más espacio que cualquier otro asunto nacional y era objeto de debates en el propio Congreso y en el Senado. Venezuela se había convertido, el terreno simbólico informativo, en una especie de Comunidad Autónoma española al otro lado del charco. De ahí que Maduro declarara en una ocasión, con bastante buen humor, que estaba dudando de presentarte para presidente en España. Ahora Cataluña ha sustituido a Venezuela. Y Puigdemont ha sustituido a Maduro.
Que en Venezuela existe una profunda crisis política eso es indudable como lo demuestran las 123 muertes que ha habido en protestas de calle entre abril y junio pero también es indudable que toda la información y noticias sobre Venezuela están cocinadas y manipuladas de acuerdo a la ideología preconcebida de tal periódico o de tal televisión. Es una información unidireccional. En verdad no es información: es propaganda que, al final, tiene el efecto de censurar la información.
Este domingo más de 18 millones de venezolanos estaban llamados a las elecciones para designar, por cuatro años, a los gobernadores de los 23 estados. La presidenta el Consejo Nacional Electoral (órgano independiente que controla las elecciones) anunció el lunes día 16 que la participación fue del 61,14% y que el Partido Socialista de Venezuela, el partido gubernamental, habría ganado en 17 de los 23 Estados. Ha sido toda una sorpresa ya que se esperaba que la oposición hubiera obtenido mejores resultados electorales (los candidatos y candidatas gubernamentales han sacado, en votos, el 55% mientras que todo el resto de candidatos y candidatas han sacado el 45%). Además ha habido menos abstención que en las últimas elecciones a gobernadores del año 2012. La oposición de derechas (¡por cierto también hay una oposición de izquierdas!) ha insinuado que ha habido fraude pero tampoco se ha atrevido a decirlo en voz alta ya que sería muy difícil demostrar tal cosa y por eso la prensa internacional apenas se ha hecho eco de esas denuncias. Tampoco Trump ni Luis Almagro, de la OEA, han hecho ninguna declaración pública. En verdad nadie, en un proceso electoral tan observado y con tantas garantías, se atreve a denunciar fraude.
¿Y cómo han cubierto la prensa española y los medios de comunicación españoles?: pues ha pasado de puntillas sobre estas elecciones y solamente se ha hecho eco, en espacios secundarios, de esas denuncias balbuceantes de fraude electoral. Pero no hay columnas de opinión, ni debates ni informaciones especiales. Es muy difícil explicar cómo el partido gubernamental ha salido reforzado y con bastante apoyo social.
En verdad, lo que se hace es que unos resultados de éxito para el gobierno venezolano, son arrinconados en la información, precisamente para censurarlos porque esa información no está acorde con las toneladas de propaganda que, durante meses, se ha volcado sobre la paciente opinión pública española.
En mi opinión, Venezuela vive una crisis política de fondo y sospecho que en un futuro próximo el sistema político sufrirá transformaciones si es que quiere avanzar hacia otro modelo productivo que vaya más allá del modelo rentista petrolero tradicional -algo que la denominada revolución bolivariana no ha podido transformar-; también soy de la opinión que el sistema político venezolano (y no solo en el gobierno central) ha adquirido muchos vicios tradicionales y ha fomentado las castas burocráticas parasitarias pero el debate hoy es otro, el debate de hoy apunta a nosotros mismos, a nuestros medios de comunicación social que en vez de informar hacen propaganda o censuran informaciones.
La lucha contra la censura y por una información veraz es esencial para una sociedad democrática. En el mundo contemporáneo la censura es algo sofisticado y es mucho más poderosa que lo ha sido nunca, pese a los miles de afirmaciones en favor de la libertad de expresión contenidas en las declaraciones de derechos humanos y en las Constituciones. La censura de hoy no es la censura decimonónica del funcionario en manguitos que tachaba en negro las galeradas de los periódicos. Esa censura, que todavía persiste en algunos países, ha desaparecido en la mayor parte del mundo desarrollado. En la actualidad la censura se ejerce de mil maneras, es una censura que tiene su origen en el control de los medios de comunicación de masas por unas pocas empresas, en el abuso de los derechos de autor, en la uniformidad y eliminación de la reflexión personal y el pensamiento crítico y también en el silencio. La mejor censura es no informar de lo que puede desestabilizar el statu quo. Hoy la censura tiene un ámbito internacional y en tiempo de guerras se convierte, la información, en un campo de batalla. La información que se da sobre Venezuela en España es un ejemplo de esta censura contemporánea. De lo que se trata es hacer triunfar la propaganda sobre la información.
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