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Editorial de Ni un paso atrás

Víctimas de víctimas

Fuentes:

Con el tono indicado para la consternación, los medios de comunicación se preguntan cómo ocurrió el horror de Carmen de Patagones, léase ¿cómo a nosotros? Un adolescente, hijo de un miembro de las fuerzas de seguridad, mata en el aula a tres de sus compañeros y hiere a otros; la escena ocurre en un pequeño […]

Con el tono indicado para la consternación, los medios de comunicación se preguntan cómo ocurrió el horror de Carmen de Patagones, léase ¿cómo a nosotros? Un adolescente, hijo de un miembro de las fuerzas de seguridad, mata en el aula a tres de sus compañeros y hiere a otros; la escena ocurre en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires. Territorio de la policía brava, corrupta y asesina, emblemática del gatillo fácil, en un país de policía violenta y con una sólida trama de impunidad construida desde la dictadura a nuestros días, que le permite perpetrar sus crímenes sin recato.

Analicemos lo ocurrido en el pueblito provinciano, con el riesgo de la poca luz que hasta ahora cae sobre los actores del hecho, y sin buscar justificaciones, ni transitar el camino consecuente de gran parte de la sociedad culpabilizando a la juventud, o bien a la escuela pública o a los maestros; ni siquiera tomar el atajo del padre milico concluyentemente.

Aun situando lo ocurrido en Patagones como el resultado de la alteración mental súbita del joven ejecutor de la tragedia, no podríamos dejar de analizar el contexto para ubicar los hechos en toda su complejidad.

Cómo dejar de pensar entonces en los horrores perpetrados por la dictadura militar, mostrados hasta el cansancio por los medios de comunicación. Así como en el silencioso conocimiento de que los hacedores del genocidio gozan de libertad, por decisión del Congreso y la «justicia»; caminan entre nosotros a partir de las leyes de impunidad y algunos hasta se convirtieron en gobernadores, intendentes, legisladores, constituyentes etc.

Millones de jóvenes los han escuchado en la televisión contar impunemente sus horrores y regresar a sus casas, el cuerpo más leve luego de la catarsis.

Todos conocemos que cuentan sus historias (¿verdades?) siniestras ante los Jueces de la Nación y vuelven a la vida cotidiana, amparados en la justicia. Sabemos que muchos de los jueces que debieran hacer justicia son jueces de la dictadura, que «toleraron» estos horrores y fueron «confirmados» en sus cargos por la «democracia» en tiempos del doctor Alfonsín.

¿Cuál es el mensaje que estos hechos imponen sobre todo a los jóvenes? ¿Qué cultura se va gestando con estos hechos?

La escena muestra al torturador Patti filosofando frente a reconocidos periodistas como un honesto ciudadano, acríticamente. Otro cuadro de la pantalla chica o del aparato de radio ilustra a la población sobre las leyes que «dejan un espacio abierto» por el que banqueros, indulgentemente encuadrados como «pícaros» por el periodismo independiente, se llevaron los ahorros de miles de argentinos impunemente, e impunemente pueden, por otros «huecos», distraer narcodólares y dinero sucio que se blanquea en la pureza condineroconseguida de sus blancos guantes. Y ahí nomás, leña a los excluidos, a las víctimas del sistema, piqueteros, trabajadores que se niegan a la picadora de carne de la desocupación, vendedores ambulantes, prostitutas etc., etc.

¿Cuánto de responsabilidad en el horror de Carmen de Patagones tiene la imposición mediática de esta cultura donde la vida no vale nada, tanto para el tratamiento de las consecuencias del genocidio de la dictadura como para encuadrar su reflejo desolador: la desaparición social de miles de personas sin trabajo ni acceso a condiciones primarias de vida?

El trabajo de los medios para crear consenso al dominio de los monopolios que los sostienen es inagotable. Intentan fijar indirecta o expresamente a partir de sus imágenes y discurso, que «tener» es el objeto de la vida humana, adhiriendo a un pragmatismo que sugiere pasar sobre la cabeza de los otros. La ética impide poseer. Un momento de reflexión, de vacilación, de humanismo y sensatez resulta fatal, hay que dejar de lado todo romanticismo.

Rendirse al ajuste perpetuo del FMI implica la destrucción total de lo que queda de la economía.

La persistencia en el tiempo de una sociedad que ha sido puesta al servicio de la economía y no a la inversa, como debiera ser, tanto como la constancia de este discurso justificador de toda iniquidad en beneficio de la ganancia, mantenido sin el mínimo recato por los medios de información, van logrando borrar en la población toda capacidad de emoción, ese mecanismo humano activador de respuestas solidarias, que puede enfrentar al totalitarismo de mercado.

El capitalismo atropelladamente nos arrastra a un despeñadero inevitable. ¿No es acaso eso lo que el joven de la tragedia expresaba con sus frases «adolescentes» escritas en el pupitre? La mentira, la falta de sentido, el suicidio como todo móvil. Si la ética dominante no fuera fiel reflejo de este pensamiento antisocial, este joven tal vez hubiera saldado su melancolía con menos violencia y más visión de futuro.

programa del 30/09/04