Tras la asunción de Javier Milei como presidente de la Argentina seguimos reflexionando sobre qué hacer con la radio en medio del espectáculo del “león” y su discurso de “un ajuste ordenado y que caiga con toda su fuerza sobre el Estado y no sobre el sector privado”, evocando además los años de Julio A. Roca (apodado el “zorro”) como mandatario nacional.
¿Qué hacer con y desde la radio cuando la crueldad y la falsía se tornaron sentido común y la “ciudadanía” cree ver o fantasea un camino hacia la libertad liderado por Milei, aunque el túnel –en verdad- conduce a un abismo a modo de suicidio colectivo? Javier Milei presidente es eso: gritos desaforados de ¡viva la libertad!, pero detrás o al mismo tiempo traerá azotes y una represión despiadada sí es que no aceptamos el “ajuste”. Un “ajuste” de clases (capital contra trabajadores) vale aclarar, tal como venía amasando su contrincante electoral Sergio Massa.
Tras las huelgas ferroviarias de 1992, Juan Carlos Cena, malherido, dolido, con la rabia entre sus dientes, sabiendo que las batallas son largas…llega a su casa (me lo imagino porque me lo contó) y exclama: “hay que narrar estas historias”… ahí nace “El Guardapalabras. Memorias de un ferroviario”. Un libro contra el olvido y la pereza intelectual que las clases dominantes pretenden imponernos.
En esas páginas hay una clave compartida (entre los obreros del ferrocarril y los del sonido radiofónico): el ayer y el presente, las luchas dadas y por dar, las ideas arrojadas al aire por doquier, nuestros hijos que nos miran, el papel de las mujeres en los conflictos enfrentados, el oficio de guardarpalabras, porque sin ellas no seríamos más que carne viva conectadas a metales o a pantallas e internet.
¿Qué hacer con la radio frente a los “anarcofascistas”? Recurrir al archivo y entrecruzar información: hacer de los sonidos, las palabras, los silencios, las actitudes, la espera, las voces, el amor, las canciones…un arma poderosa.
Una radio poética y polifónica que venza al sentido común instalado por la cultura burguesa que nos encadena al “trono de un león” en nombre de una abstracta “libertad”. Ese es nuestro desafío.
Juan Carlos Cena en “El Guardapalabras” es categórico: “Rescatar del olvido las palabras pronunciadas por más de cien años hasta la fecha. Resistir con la palabra, si no fuera así, sobrevendría la inevitabilidad de la derrota definitiva. (…) El Guardapalabras debe organizar la resistencia de este lenguaje que ha decidido no rendirse, y con él, partir en busca del hablante aquel, el de los ayeres…para depositarlo en el hoy, y volver a empezar con la propiedad de la palabra”.
¡Sí! Resistir y contraatacar: memoria, conciencia y lucha de clases. La radio produciendo conocimiento para el proletariado, un para sí radiofónico. Un cúmulo de preguntas que interpelen por qué votamos a leones y zorros (ellos libres) y nosotros encerrados y alienados en el consumismo y las “jaulas” del libre mercado.
Nuestra apuesta son la radio reflexión y los grupos de reflexión: un encuentro fundamental en estos tiempos de la “internacional de derechas” y la enajenación sistematizada. En “Resignificación del rol materno y protagonismo social”, Lucila Edelman y Diana Kordon insisten: “La práctica social, el agrupamiento puesto en acto, se ha demostrado como vehículo necesario para poder cuestionar y desplazar las ideas y representaciones alienantes, y movilizar y producir nuevos enunciados sociales. La alienación, proceso por el cual un sujeto asume el discurso de la fuerza alienante y se convierte en su portavoz, es un fenómeno psicosocial por excelencia. Abarca a un conjunto, pasando al mismo tiempo inadvertida para los sujetos que la atraviesan. Del mismo modo, y en caminos inversos, el proceso desalienatorio es también colectivo, protagonizado por aquellos que despliegan una práctica social, práctica que incide también en el plano de la elaboración simbólica en otros que no participan de la misma, pero sobre los cuales aquella funciona como referente (1)”.
Nosotros también persistimos: radio para desalienarnos. Hay que elaborar, poner en palabras, unir puentes conceptuales y afectivos, pensar estos mecanismos psicosociales de dominación que internalizamos y nos atraviesan: somos portadores y reproductores de la ideología del patrón, del burgués y del explotador; ¿en este caso bajo la figura identificatoria del “león anarcofascista”?
No sabemos hasta dónde y si podremos pero es esencial “guardarpalabras”, hacerlas rodar, abrir dudas, despertar dormidos, derrotar miedos y empujar a la acción solidaria: desde la radio. Tal como sostiene Ricardo Horvath en “La voz, la palabra, la radio”: “Las palabras no son inocentes, inocuas. Las palabras nos dicen cosas: “la palabra es una parte de la reflexión”, escribe Silvia Licht en Afirmación de la palabra. El conocimiento lleva a la rebelión. La palabra se transforma en subversiva. No son esclavos quienes conocen el valor y el significado de las palabras. Es por eso que los enemigos del pueblo practican políticas que tienen a crear un ejército de analfabetos. Necesitan negar el conocimiento. Negar la palabra. Cambiar el significado de la palabra. Matar la palabra. Poder económico y poder de la palabra. Uno ha vencido a la otra (2)”.
En el mundo actual hegemonizado por las pantallas, las realidades virtuales, el narcisismo patológico, la big data y el culto a la trivialidad: la ideología del mercado organiza la vida cotidiana y pasa desapercibida.
Respiramos “libre mercado” y en cada expiración además de aire se nos van (expiramos) nuestros pibes y jóvenes empobrecidos, narcotizados, anémicos conceptualmente, desubjetivados, “rotos” y canalizando sus energías vitales en procesos identificatorios con líderes de rugido artificiales y/o jefes de bandas narcos… En gran parte, son las “nuevas ignorancias”, diría Eduardo Rosenzvaig en “Vidrios Espejados. Cultura de la posmodernidad colonial (3)”. “Cuanto más pobre el interior de un país latinoamericano, mayor surtido de canales de tevé por cable. Un pobre de la región del noroeste argentino recibe cincuenta canales por un precio accesible. Veinte a treinta filmes diarios y otros tantos noticieros. No necesita leer un periódico. Está seguro de que no es necesario. Tampoco leer un libro, porque jamás lo leyó. La educación lo sigue preparando para la ciencia del siglo XIX. Sabe sumar, multiplicar y leer anuncios publicitarios (3)”, escribió el historiador y ensayista tucumano.
Y en el mismo libro citado, a modo de recuerdo y archivo, texto de los años 90 del menemato, Rosenzvaig detalla y precisa: “Letras de pibes con escuelas destruidas. Maestros vendiendo ropa interior por las casas. Chicos que antes de partir a las escuelas secundarias entran en sueños profundos y se hamacan. Dos figuras antagónicas de la adolescencia: el conformismo y la delincuencia. La sociedad de mercado hace descender la edad de los adolescentes a la niñez, para ampliar el círculo de las ventas, imponer la energía consumista cuasi adulta al cuasi lactante. Al niño se le convierte en un adolescente abstracto, por sus ropas, sus gestos, y sus gustos. Pero no puede leer un libro para adolescentes. Sigue mirando filmes de dibujos animados en consecuencia. En los casos extremos de la pobreza, donde el proceso va acompañado de explotación sexual, tampoco puede leer ya –aunque quisieran- libros para niños. Ese infante aprendió en un tiempo inusitadamente corto todas las largas deformaciones de la vida adulta, y ninguna virtud. ¿Para cuál joven escribirá el escritor? (3)”.
Vaya pregunta la de Rosenzvaig: ¿para cuál joven hay que hacer radio? ¿lograremos primero escucharlos y mirarlos para después acompañarlos y ayudarlos?
Si hoy nos gobierna un “león anarcofascista” es porque el zoológico político argentino sigue en propiedad de la clase burguesa: leones, zorros, yeguas, víboras, gorilas, burros, cerdos…
En fin, en radio suele usarse la técnica de la redundancia. Es decir, repetir, repetir…para que la idea/sonido sea escuchada e interpretada. Pero no cualquier idea (al menos para nosotros) sino aquella que se abrace a la verdad y ponga en cuestión las representaciones sociales dominantes.
En agosto de 1971 desde la cárcel de Devoto, Agustín Tosco le envía a Susana Funes una carta –que tal vez- nos permita esclarecer nuestra tarea de no rendirnos frente a la crueldad transburguesa. Y quizás –estas palabras de Agustín- también contribuyan a la respuesta (desde la intencionalidad y la estética/ética) de qué hacer con la radio: “De cualquier manera nuestra lucha va mucho más allá (…) Luchamos por el socialismo. El sindicato es una herramienta que nos puede ayudar, por eso luchamos para recuperarlo. El socialismo se construye no con arsenales ideológicos solamente. Para que la locomotora marche hay que arremangarse, agarrar la pala y echar carbón a la caldera. Uno se ensucia, transpira, sufre calor, pero la locomotora se mueve. Con grandes teorías y discursos solamente, la locomotora se queda donde está. Y nosotros, además de estudiar, por sobre todas las cosas, trabajamos y echamos carbón a la caldera (4)”.
La radio como una bella fusión de sonidos, emociones y conceptos que parecieran soplar para que el “carbón arda y se encienda otro porvenir”…En eso estamos. Con la radio no se logrará ni la revolución ni el socialismo (y menos en época de fascistas de mercado) pero sí alimentaremos los sueños refulgentes de esa estrella roja del amor entre humanos venciendo a los perros asesinos del gran capital. Déjennos soñar con una radio como una locomotora sonorizando la urgente y necesaria transformación social. Pues –en definitiva- la buena radio es poesía susurrando ternura en quien quiere escuchar…
Notas:
1) Sur, dictadura y después… Elaboración psicosocial y clínica de los traumas colectivos. EATIP. Psicolibro ediciones. 2010.
2) Qué hacer con la radio. Ediciones Letra Buena. 1994.
3) Ediciones Letra Buena. 1998.
4) Agustín Tosco y Susana Funes, historia de una pasión militante. Acciones y resistencia del movimiento obrero (1955-1975). Silvia Licht. Ediciones Biblos. 2004.
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