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A propósito de las PASO nacionales del próximo domingo 9 de agosto en Argentina

Votar o no votar, esa es la cuestión (para el militante revolucionario)

Fuentes: Rebelión

Para cualquier militante de izquierda es inevitable al menos referirse a las elecciones en las épocas en que éstas se desarrollan. No hacerlo sería mirar para otro lado ante la realidad del país. Sobre todo, ante millones de trabajadores que, con sus penurias a cuestas, ponen su atención en las urnas, los votos y los […]

Para cualquier militante de izquierda es inevitable al menos referirse a las elecciones en las épocas en que éstas se desarrollan. No hacerlo sería mirar para otro lado ante la realidad del país. Sobre todo, ante millones de trabajadores que, con sus penurias a cuestas, ponen su atención en las urnas, los votos y los discursos políticos para captarlos.

Es decir, para todo aquél que entiende que la única manera de modelar o cambiar la realidad es a través de la política (los que se dicen «a-políticos» intervienen por omisión, siendo cómplices del statu-quo), fijar posición al respecto es una obligación.

Obviamente esto abarca a los militantes revolucionarios, esos que (me incluyo) queremos destruir el sistema burgués, o sea el Capitalismo, para sustituirlo por otro al que llamamos socialismo, donde no existan las lacras de la explotación, la miseria y la desigualdad.

Algunos, desde un supuesto leninismo, plantean que la participación en busca de los votos es una claudicación ante el sistema. Esos compañeros no leyeron a Lenin, que algo sabía de revolucionar y defendió la participación de los revolucionarios en los parlamentos del Estado burgués. Por supuesto, el que se tenga en claro que ser parte de los procesos eleccionarios organizados por la burguesía es darle batalla política en su propio terreno, no significa que el mero hecho de participar sea una correcta política de la izquierda, sin ver la coyuntura. La cuestión es la oportunidad y el cómo se hace. Con el pueblo en la calle, apegarse a las urnas sería un retroceso. Con las masas pensando en ellas (aunque sea resignadamente), no queda otra que participar de alguna manera.

Estoy convencido que se le debe dar batalla a la burguesía en su terreno. Si no… ¿dónde? El capitalismo es todo lo que existe… lo demás es pasado o es proyecto. Por eso considero un error garrafal la «no participación por principios» en los procesos electorales. Eso no quita la desazón que causa el saber que nuestro país será gobernado dentro de unos meses por expresiones de la «derecha explícita», a la que el kirchnerismo, como parte de la «disfrazada» le tendió la alfombra para su entronización: Scioli, Macri o con aparentes menos posibilidades Massa, son continuadores de las políticas de entrega y saqueo de nuestro patrimonio que se vienen dando desde los 90.

Pero para mí, la peor pesadumbre es causada por quienes representan el mismo espectro ideológico que integro. La izquierda está dividida no sólo entre quienes rechazan lo electoral y quienes van por la representación parlamentaria (pues de éstos, ninguno tiene aspiraciones ejecutivas serias): también va hecha pedacitos entre estos últimos. El PCA, herramienta política del Banco Credicoop y el PCCE, ambos apoyando al gobierno de las corporaciones, el saqueo y la entrega, no pueden considerarse de izquierda. El MAS solo por un lado, Zamora por el otro, los sojeros y apoyadores de protestas de los integrantes de las fuerzas de represión (y por eso «invotables») MST y PCR por otro… hasta llegar al FIT. Este último, después de las elecciones legislativas de hace dos años, se constituyó en la herramienta más importante debido a los votos conseguidos… pero a la hora de erigirse como dirección de todo el espectro revolucionario falló lapidariamente, por culpas ajenas… y propias.

Hace algunos años, cuando surgió el FIT, quienes integramos el humilde PCT lo vimos con entusiasmo, pero enseguida dijimos que nos parecía que un frente acotado a tres o cuatro «orgas» de la misma especificidad ideológica (troskismo) no representaba a toda la izquierda vernácula, por lo cual era imprescindible llamar al resto de las organizaciones para construir la herramienta necesaria en Unidad. No fuimos escuchados.

Hoy, si bien el FIT parece consolidado dentro del sistema político burgués, aparece más como un «legitimador» de éste que como una amenaza. Hasta ahora es evidente la merma de apoyo popular, pues el hartazgo que algunos sectores de la sociedad quieren marcar en elecciones legislativas, no se verifica en las presidenciales y demás ejecutivas por lo general. «La gente», los trabajadores mismos, terminan apoyando opciones presentadas por sus verdugos, por abrumadora mayoría ¿Qué amenaza entonces pueden constituir Altamira, Del Caño, Giordano o Bregman a los explotadores capitalistas?: Ninguna.

Uno ve apesadumbrado, además, cómo se sacan los ojos entre ellos.

El tema del FIT es digno de estudiarse. Quienes estuvimos cerca, conversando incluso para dar apoyo e integrarnos, sabemos de la realidad del Frente. Existe una tajante división entre sus integrantes formales y originarios. Proponen más o menos lo mismo «para el horizonte», pero visualizan diferentes caminos para llegar a él. El caso del PTS es el más claro. Al tiempo que expresan querer «renovar la izquierda», lo hacen desde un sectarismo a ultranza, que los lleva a forzar dirimir en las PASO quiénes deben dirigir el armado electoral según quiénes piensan como ellos o quiénes no. Se erigen como «dueños de la verdad» de una verdad que desde la caída del Muro nadie puede arrogarse. Entonces, rechazan a los que ellos acusan de «chavistas», «evistas», «podemistas» o «syristas», sin entender los procesos de masas que en determinadas partes del mundo ocurren y se enfrentan (los pueblos, más allá de las direcciones) contra el sistema. No quieren discutirlo, simplemente, reniegan de la izquierda que no piensa como ellos ¿Quién les dijo que son los dueños de la ideología? En el colmo del oportunismo, ellos, que se opusieron a la Mesa de Enlace durante la crisis de la patronal agraria en el 2009, no sólo no pusieron los reparos que sí opusieron a los según ellos «chavistas» para entrar al Frente, sino que hicieron alianza con Convergencia Socialista para intervenir en las PASO, una orga que llevó sus banderas rojas a las movilizaciones lideradas por la Sociedad Rural. Raro criterio el de estos muchachos. Su política sectaria sólo puede llevar a más división y, en consecuencia, a la derrota. Increíblemente, para definir su «pureza», se someten a la voluntad de un pueblo que muchas veces los vota para castigar a otros y no para apoyar sus ideas.

Las dos fuerzas restantes, el PO e IS, aparentan fogonear una apertura a la que el PTS se opone, pero que en los hechos, se parece mucho más a un «juntar algunas orgas» para derrotar a sus adversarios dentro del Frente, que a una convicción por la unidad tan necesaria. También ponen reparos a los que «no son de su gusto», como CS o la TPR. Ceden puestos en las listas, sin ninguna expectativa, a los «extra-frentistas» y ni piensan en poner en discusión políticas y programa. O te dicen que formes «comités de apoyo al FIT», una forma de sugerir el famoso «síganme que no los voy a defraudar». Ellos dirigen, se consideran «la izquierda» y los demás somos sus satélites. La experiencia del PCT, lo puedo contar en primera persona, fue el intento de acercamiento y como respuesta recibimos el «sígannos» y el ninguneo para la discusión política y para integrar listas. Y que quede claro que la iniciativa de acercarse fue del PCT, nunca de los integrantes del FIT. Para estos compañeros, «no ningunearte» es recibirte en un par de reuniones que vos le pediste, aunque después ni te llamen para ofrecerte el último puesto suplente en una lista, y se acuerden de vos para hacerles de «chica de los servicios» y fiscalizarles en la votación. De esta manera, no sólo no abrieron sus listas para nuestros compañeros, sino que perdieron la oportunidad de sumar brazos para la propaganda, pintar consignas en las paredes, afiches y volanteadas. Lo que habla de cierta tontera, además de falta de respeto y soberbia sectaria.

Lamento profundamente esta realidad. Lo lamento porque atenta contra nuestros sueños libertarios. Porque dentro de esas organizaciones hay gente a la que conozco desde hace muchos años y aprecio sinceramente en lo personal. Pero lo que demuestra el espectro revolucionario es que estamos atravesados innegablemente por la cultura burguesa a la que decimos combatir. Los personalismos, el creerse «dueños de la verdad», la autoproclamación y el sectarismo imperantes van en contra de nuestros objetivos, y son funcionales a los intereses de los explotadores del mundo.

Si el FIT no puede constituirse en un factor de UNIDAD de los revolucionarios, incluso más allá de lo meramente electoral, va a ser más de lo mismo. Si la izquierda no entiende que hay que dejar atrás los viejos vicios sectarios y autoproclamatorios, seguirá siendo testimonial y mirará el poder desde lejos. Es por eso que en las próximas elecciones, muy posiblemente ni vaya a votar, harto de tropezar siempre con la misma piedra.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.