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10 Sugerencias para una Nueva Etapa Comunicacional en Argentina

Fuentes: Rebelión

1. Entender que la agenda de las luchas sociales es mejor que sólo la defensiva frente a los monopolios oligarcas. 2. Sólo la movilización social garantiza victorias para los pueblos… incluso (especialmente) para la «ley de medios». 3. Es necesario empoderar comunicacionalmente a los grupos más convencidos y más activos. 4. No habrá avances sin […]

1. Entender que la agenda de las luchas sociales es mejor que sólo la defensiva frente a los monopolios oligarcas.

2. Sólo la movilización social garantiza victorias para los pueblos… incluso (especialmente) para la «ley de medios».

3. Es necesario empoderar comunicacionalmente a los grupos más convencidos y más activos.

4. No habrá avances sin formación de cuadros especializados. No alcanza con «licenciados».

5. Es ineludible combatir al empirismo y al criticismo. Hay demasiados sabihondos de pacotilla.

6. Es imperativo romper con el «chauvinismo», el «nacionalismo» y el ombliguismo.

7. Urge un modelo democrático en política de comunicación, inclusiva y de vanguardia.

8. El discurso oficialista tiene sentido para los pueblos sólo si es de Estados Revolucionarios.

9. Aprender a narrar no sólo en primera persona. Independencia semántica en la independencia política.

10. Sin doctrina revolucionaria en comunicación no habrá praxis revolucionaria para la Libertad de Expresión.

 

Si los procesos electorales fijan, en verdad, bisagras estratégicas a la vida política, en Argentina surge una oportunidad de oro para dar un giro a los «medios» y a los modos con que las militancias comunican sus dichos y sus hechos. No son los «medios» los que hacen las Revoluciones pero cada día juegan un papel más importante en la batalla por el ascenso de la consciencia, por la fortaleza de las organizaciones y por la acción efectiva. Si, y sólo si, se los usa inteligente y creativamente. Así de difícil.

Lo mucho que tiene de defendible el modelo de gobierno actual no es, ni de lejos, lo que tiene de perfectible. Especialmente si se trata de «política de comunicación» donde, pruebas al canto, es mayor la deuda que los logros. Sin negarlos. Para ciertas etapas, por ejemplo, es útil modular los relatos en combate con ayuda de referentes de militancia probada y posiciones bien fijadas. Pero eso dura lo que se puede antes de que emerjan, a todo galope, necesidades nuevas en la refriega diaria contra las operaciones mediáticas oligarcas. Nada sustituye el empoderamiento comunicacional de las fuerzas de base que confrontan la lucha territorial también, milimétricamente, en el campo de las ideas y de los imaginarios colectivos. Pero ese empoderamiento comprende capacitación técnica, con las herramientas de producción, y, principalmente, entrenamiento metodológico sobre las herramientas conceptuales para el diseño de los temarios nuestros. Y es que se trata no sólo de operar equipos con destreza… también se trata de ganar la batalla de los símbolos, la victoria del estado de ánimo revolucionario y la lucha de los contenidos, para las agendas nuestras.

Ha fallado la comunicación del Gobierno (y no siempre por su culpa) en más de un sentido formal y en no pocos campos semánticos. No ha sabido mostrar suficientemente lo obligatorio y se le han superpuesto, con frecuencia, los formatos más esclerotizados donde se confunde los serio con lo solemne; lo cierto con lo certero y lo contundente con lo grandilocuente. Una buena parte de las experiencias comunicacionales ha sido derrotada por el empirismo más tóxico y por la incapacidad de planificar la investigación, la experimentación en el despliegue simbólico necesario en cada etapa del proceso. Cualquiera que organiza una fiesta de «quince años» en el barrio entiende perfectamente esas condiciones. Marketing no es lo mismo que Comunicación.

El peor error ha sido la soberbia de no escuchar lo que, una y otra vez, emerge desde las voces que más defienden el proyecto de gobierno que rescató una década hasta la fecha. Ha habido voces muy diversas, y enfáticas, que advierten sobre el riesgo de contar con sólo un puñado de recursos narrativos. Por ejemplo, ha habido un clamor que antes, durante y después de la batalla por la «Ley de Medios» ha insistido es acelerar la democratización de los espectros comunicacionales no sólo en el espacio «electromagnético» sino en los frentes de lucha más representativos del proyecto de gobierno actual. Y sin embargo no se mueve. Verbigracia, la lucha ejemplar en materia de «derechos humanos» cuya parte más incompleta es aún, incluso, la mediática.

Desde luego que es muy fácil decir, «con la mano en la cintura», que falta esto y aquello. Además de cómodo es antipático, casi siempre, enunciar juicios sin interponer compromisos. No será el caso de estas líneas. Pero sea como fuere, es necesario sugerir que se abra un espacio, en la refriega contra los monopolios mediáticos, para echar un vistazo a los avances y a los retrocesos. Una buena dosis de auto-crítica fraterna, y entre compañeros es, con frecuencia, lo más refrescante. El proyecto comunicacional de la «década ganada» debe dar un salto estratégico de inmediato si ha de enfrentar lo que ocurra en las lecciones legislativas próximas y ante la ofensiva que preparan los sectores más golpistas de la derecha argentina. Ellos sí están preparándose. El conjunto de los diputados que aprobó la «Ley de Medios» ha de tomar su lugar en esta lucha.

Un logro muy grande ha sido buena parte de lo hecho en las televisoras públicas, en las radio difusoras nacionales, en la prensa más avanzada… pero falta mucho. Lo que sigue debe sumarse a esos logros y, sin descartarlos, adaptarlos al momento que viene donde habrá, inexorablemente, acomodos y re-acomodos en todos los frentes. El peligro mayor es perder unidad y extraviarse en desvaríos de vanidades que eclipsan las mejores tesis de Gobierno. Es preciso un programa revolucionario en materia de comunicación no sólo con «pluralismo» democratista en las producciones sino con militancia socialista en las comunicaciones. Nada puede estar por encima de los intereses sociales.

Se Trata de «ir por más» en la defensa de la economía de los trabajadores, en defensa de su integridad emocional, y psíquica, y en defensa de la democracia que ha costado tanto. No puede ponerse en riesgo el interés de la inmensa mayoría frente a los caprichos de una oligarquía minoritaria y mediocre. Hay que saber decir lo que debe ser dicho con «sentido de la proporción y sentido del humor». Sentido de la oportunidad y sentido revolucionario… es decir con la voz del pueblo amplificada por sus medios, por sus modos y bajo control semántico de los trabajadores. La agenda nuestra. Y no hay «Clarín», que valga, capaz de silenciar a un pueblo. Hay pruebas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.