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1.000 programas

Fuentes:

Mil sábados atrás iniciábamos este proyecto radiofónico, ético/político, grupal y solidario que se llama CONTRAPUNTOS. No recuerdo la fecha justa y precisa, pero con el devenir siempre mantuvimos una perspectiva crítica sobre lo que sucede/sucedía en la región, el país, el mundo. Una doble tarea: periodismo y docencia fueron abriendo más y mejores preguntas, entrevistas y reflexiones que certezas a modo de bajada de línea, propio de la “comunicación dominadora” (consciente o inconsciente) de los medios locales y nacionales.

Nuestra concepción de vida, al menos la de quien escribe fue y es que no hay nada más hermoso, sano e integrador que ser coherente con nuestro sentir, pensar y hacer. Como hijo de laburantes hicimos y realizamos periodismo radial partiendo de nuestra clase social: los y las trabajadores/as somos quienes creamos todo lo puesto y visto sobre la tierra, el agua y el aire. En efecto, noticias y entrevistas para Contrapuntos tienen intereses/deseos y formulaciones de clases, de grupos e instituciones que nos conformen e identifiquen contra la burguesía explotadora y sus gerentes.

En tiempos de “derechas”, de modelos y referentes identificatorios donde la riqueza, el lujo, el individualismo, las humillaciones, el exitismo, la represión genocida, la “guita” fácil y la perversión predominan: nuestra labor es mantenernos firmes, no aflojar en nuestras convicciones y continuar con ese viejo concepto de Mario Kaplun (que hoy la burguesía usa a su favor): la prealimentación. “LA PREALIMENTACIÓN. ¿Es posible designar, dar un nombre técnico a esa etapa inicial del proceso comunicativo? Creemos que sí. Podríamos decir que, en lugar de plantearse un hipotético feedback o retroalimentación, estos equipos citados han sabido incorporar y valorar otro componente de la comunicación del que nunca se habla: La prealimentación (o, si se quiere conservar el contraste en inglés, el feed-forward). Proponemos llamar prealimentación a esa búsqueda inicial que hacemos entre los destinatarios de nuestros medios de comunicación para que nuestros mensajes los representen y reflejen. Por ahí comienza y debe comenzar un proceso de comunicación educativa (…) Pero no sólo se trata de «reflejar» a la comunidad (o a la región, o a la organización) como un espejo que devuelve una imagen o como un grabador que repite y reproduce mecánicamente lo que la gente dice. El equipo comunicador debe procurar devolver esos hechos y experiencias que ha recogido, de tal manera que ahora la comunidad pueda verlos con otra perspectiva crítica, analizarlos, discutirlos, reflexionarlos, emitir un juicio, desentrañar las causas del problema que hasta ahora habían estado viviendo y sufriendo como una mera contingencia, sin percibir sus raíces. Nuestra manera de presentar los hechos debe ser problematizadora, suscitar la reflexión. Es a esto a lo que llamamos formulación pedagógica del mensaje”, subraya largamente Mario Kaplun en su libro “El comunicador popular (1)”.

El sueño de Mario Kaplun se conjuga con el de Bertolt Brecht: la radio/comunicación como arte. Así lo escribió el dramaturgo alemán: “…Arte y radio tienen que ponerse a la disposición de fines pedagógicos. La posibilidad de llevar a cabo una de estas formas pedagógicas directas de utilización del arte no parece hoy indicada, porque el Estado no tiene ningún interés en educar a su juventud para el colectivismo (…) Y para ser ahora positivos, es decir, para descubrir lo positivo de la radiodifusión, una propuesta para cambiar el funcionamiento de la radio: hay que transformar la radio, convertirla de aparato de distribución en aparato de comunicación. La radio sería el más fabuloso aparato de comunicación imaginable de la vida pública, un sistema de canalización fantástico, es decir, lo sería si supiera no solamente transmitir, sino también recibir, por tanto, no solamente oír al radioescucha, sino también hacerle hablar, y no aislarle, sino ponerse en comunicación con él. La radiodifusión debería en consecuencia apartarse de quienes la abastecen y constituir a los oyentes en abastecedores. Por ende, todos los esfuerzos de la radiodifusión en conferir realmente a los asuntos públicos el carácter de cosa pública, son absolutamente positivos (2)”. 1932… Casi 100 años atrás: impecable. ¿La radio para educar a los jóvenes en los valores del colectivismo en un mundo de pantallas y subjetividades Cyborgs? Vaya desafío: la radio, la palabra, el concepto, lo analógico: ¿vencido por lo digital-virtual y la big data?

Tal vez aquí vale acercar la coincidencia entre la poesía y la radio según inferimos de la obra de Luis Franco: quizás sean “es el más profundo sistema de comunicación de los cuerpos y las almas inventado hasta hoy (3)”. Por eso esa cierta nostalgia mansa de lo que evoca, convoca, resuena y transmite la palabra/poesía/sonidos/silencios de la radio… se nos viene al corazón mismo de los 1.000 CONTRAPUNTOS.

En “Qué hacer con la radio” Ricardo Horvath fundamenta: “La radio es el medio perfecto para transmitir ideas a través de la palabra. Según encuestas la radio es el medio con mayor credibilidad en materia informativa y triunfó sobre el resto cuando el transistor facilitó su cómodo traslado y ubicación. La radio acerca palabras, pensamientos y sugiere con los silencios. Porque la radio es sonido, pero también silencio. “La radio es una perpetua creación; cada emisión es nueva, es reciente”, dice el profesor colombino Fernando Vázquez. La radio es capaz de crear climas diversos (de intimidad, diversión, sensualidad, placer, entretenimiento, tensión, suspenso, intriga, misterio, relax, gozo). La radio logra producir cierto grado de connivencia entre el locutor y el escucha. La radio ha sido definida como “el teatro de la mente (3)”. Pese al optimismo de Horvath-sin embargo- el poder alienante de las “pantallas” nos va sumergiendo en su contrario: una oscura y vulgar cultura del espectáculo de la degradación, la toxicidad y el narcisismo.

Volvamos al comienzo -asimismo- cuando afirmábamos que CONTRAPUNTOS tiene un punto de vista clasista: un intento de multiplicar voces y pareceres de las luchas y experiencias de la clase obrera y trabajadora contra la opresión capitalista; pues nuestro enfoque apunta a una adaptación activa a la realidad -diría Enrique Pichon Riviere-: un programa de radio con entrevistas que se interrogue sobre la salud mental y física de los laburantes; en palabras del psicólogo y psicólogo social Horacio Tabares: “cómo el modo de producción capitalista afecta la salud del trabajador”. Tan es así, que el reconocido investigador y psicólogo en su libro “Vulnerabilidades, orden social y consumos (4)” cita a Karl Marx: “…el obrero a lo largo de su vida no es otra cosa que fuerza de trabajo, y que en consecuencia todo su tiempo disponible es, según la naturaleza y el derecho, tiempo de trabajo, perteneciente por tanto a la autovalorización del capital…Pero en su desmesurado y ciego impulso, en su hambruna canina de plustrabajo, el capital no solo transgrede los límites morales, sino también las barreras máximas puramente físicas de la jornada laboral (…) Usurpa el tiempo necesario para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de la salud corporal. Roba el tiempo que se requiere para el consumo de aire fresco y luz de sol. Escamotea el tiempo de las comidas y, cuando puede, las incorpora al proceso de producción mismo, de tal manera que al obrero se le echa comida como si él fuera un medio de producción más, como a la caldera carbón y a la maquinaria grasa o aceite (4)”. Años mediante…poco ha cambiado en las relaciones sociales que Marx y Tabares describen.

En definitiva, en estos primeros 1.000 programas pretendimos y apostamos a hacer honor al concepto comunicación: communis, acción en común, el compartir: y no al sometimiento del monólogo de la runfla noticiosa burguesa. Y en ese cruce de intervención/práctica social, radio, salud mental y disputas contra el orden del capital queremos terminar con una definición de Marie Langer: “Es cierto, teníamos esa meta. Concordamos con Pichon Riviere en que todo proceso de curación implica un aprendizaje. Pero para que este se logre y para que la persona que necesite en un momento ayuda terapéutica pueda después seguir adelante sin terapia, deberá haber adquirido no solamente insight de los problemas psicológicos que lo llevaron a la enfermedad, sino también los instrumentos necesarios para entender cómo la sociedad y el lugar que ocupa en ella condicionó su propia vida. Y tampoco esta toma de conciencia será operativa si no logra simultáneamente salirse de su aislamiento y adquirir vínculos solidarios, más allá de su pequeño mundo privado. Este proceso fue especialmente importante para las amas de casa de clase obrera que formaban más o menos un tercio de nuestros pacientes y que suelen vivir en un aislamiento total. Pudimos observar cómo el proceso terapéutico de los grupos evolucionaba en la medida en que surgía y se consolidaba la solidaridad entre los integrantes del grupo no obstante las rivalidades, tensiones y ambivalencias existentes. En los grupos contrapusimos la solidaridad a la competencia del sistema (5)”.

Radio, solidaridad, trabajadores, lucha de clases… MIL PROGRAMAS de Contrapuntos: cerrar de este modo -es nuestro deseo- para edificar puentes y transmisiones entre lo que pasó y lo que vendrá: ahí se juega a fondo lo que hay que transformar, cueste lo que cueste, desde un programa de radio hasta la revolución socialista que anhelamos.

Notas:

  1. Lumen Humanistas. 1996.
  2. Teorías de la radio. La radio: ¿un descubrimiento antediluviano?
  3. Citado en ¿Qué hacer con la radio? Ricardo Horvath. Ediciones Letra Buena. 1994
  4. DelREves ediciones. Mayo 2021.
  5. Memoria, historia y diálogo psicoanalítico. Marie Langer. Jaime del Palacio. Enrique Guinsberg. Folios ediciones. 1981.