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Inteligencia para desarmar

Brutalidad y barbarie 007

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

Una deuda histórica, entre muchas, de la democracia en Argentina (y en muchos lugares) se expresa descarnadamente en los «servicios de inteligencia» que viene acarreando el Estado con el repertorio más amplio de perversiones burguesas. Espionaje, infiltración, represión, siembra de pruebas falsas, tráfico de información e influencias… son moneda corriente de un organismo gubernamental cuyo […]

Una deuda histórica, entre muchas, de la democracia en Argentina (y en muchos lugares) se expresa descarnadamente en los «servicios de inteligencia» que viene acarreando el Estado con el repertorio más amplio de perversiones burguesas. Espionaje, infiltración, represión, siembra de pruebas falsas, tráfico de información e influencias… son moneda corriente de un organismo gubernamental cuyo formato de operación ha sido mercancía codiciada por los frentes burgueses en sus luchas intestinas. Y la crueldad con impunidad son sus logros más acariciados. El capitalismo todo es terrorismo contra los pueblos.

Las tareas de los organismos de «inteligencia» han sido legitimadas y legalizadas por los estados burgueses como herramientas indispensables para la «seguridad», como servicios en materia de defensa y como proveedores de conocimientos clave para adelantarse al crimen y a las amenazas. De este repertorio, citado aquí con frugalidad, el sentido común indica que esa «la inteligencia», en realidad, sólo ha servido para todo lo contrario y que se ha vuelto una empresa del espionaje al servicio del mejor postor. Mercenarios pagados por los pueblos para traicionar a esos pueblos.

En Argentina el desempeño de «la Inteligencia» no ha sido distinto. Ni con novelas, ni con series televisivas, ni con fantasías informativas en los noticieros oligarcas se puede tapar o maquillar la negra historia de los llamados localmente «servicios». Una cloaca expendedora de mercancías represivas múltiples. Una fuente inagotable de violaciones a los derechos sociales y un archivo del horror compuesto por miles de casos cooptados inclementemente por el ardid corrupto del «secreto» legalizado por los propios corruptos.

Hoy estalló desde sus entrañas el punto infeccioso (uno de ellos) más fétido de los «servicios» y quedó al descubierto todo el modelo de transacciones corruptas de la «Secretaría de Inteligencia» imputada seriamente en la muerte del fiscal Nisman. Y también apareció la decisión presidencial de disolver al organismo para producir un cambio sustancial que lo redefina y transforme con una legislación nueva y mecanismos distintos para nombrar directores y subdirectores de «Inteligencia». Habrá una iniciativa en las cámaras de diputados y senadores para resolver de inmediato la creación de una nueva Agencia de Inteligencia.

La Historia nos enseñó que las reformas no garantizan los cambios. Que no alcanza con modificar las fachadas y que será necesario desarrollar un gran debate sobre la necesidad, las tareas y la trasparencia de la «Inteligencia» en el escenario mundial que nos agobia con espionaje yanqui, dictadura de la industria bélica imperial, guerra de información inter-monopólica, agencias de guerra psicológica y guerras económicas golpistas… sólo por mencionar algunas de las canalladas con que convivimos cada día.

No estaría mal ordenar las tareas de «Inteligencia» de otra manera. Comenzando por desarrollar la inteligencia popular tal como la proponía Hugo Chávez, por ejemplo, en manos de los trabajadores en cada barrio donde se sabe quiénes y dónde operan para descarrilar luchas obreras, procesos de cambio y procesos revolucionarios. La «Inteligencia» en manos de los pueblos, democratizada, podría asumir el trabajo de señalar el mapa completo del crimen organizado, el mapa completo de los latifundios, el mapa integral del daño a los ecosistemas, los campos, los ríos, las montañas y las lagunas. La «Inteligencia» desde las bases podría resolver una cantidad inmensa de mecanismos de estudio y defensa contra las amenazas domésticas que diariamente desatan las oligarquías de cabotaje.

No estaría mal que la «Inteligencia» se enseñara en las escuelas para entender que, en el escenario de lucha de clases agudizada, la oligarquía desata agresiones psicológicas inclementes con sus armas de guerra ideológica disfrazadas como «medios de comunicación». Que es materia de «Inteligencia» y defensa nacional el protegernos del aumento demencial de los precios y de todo plan para esconder productos de necesidad básica. Que es agresión oligarca la falta de asistencia médica, de escuelas y de vivienda. Que todas las formas de agresión contra las luchas de los trabajadores y sus reivindicaciones legítimas, son asunto de seguridad que sólo a los pueblos compete dirimir y ejercer. Que el Estado «democrático» debe ser un Estado dirigido por los trabajadores y por el pueblo y que la «Inteligencia» debe estar en manos de los pueblos. Por cierto todos los especialistas en «Inteligencia» deberían ganar primero la confianza de los trabajadores antes de ganarse el nombramiento.

Jamás estuvo la humanidad más amenazada que en estos tiempos. El repertorio de técnicas y tecnologías para el espionaje, la represión y la siembra de pruebas falsas, desarrollados por el capitalismo, es de tal injusticia, prolijidad y crueldad que se necesita mucha organización social revolucionaria y un programa de lucha no sólo para la defensa sino para la transformación del mundo, y semejante desafío no puede excluir el aporte de métodos y herramientas de inteligencia mientras impere el sistema de la división de la humanidad en clases socales.

Hay que desmitificar todo asunto relacionado con la «Inteligencia», sus definiciones y sus usos. Quitarle los mantos de leyenda mediática o literaria tanto como los del manipuleo ideológico que los ha vuelto temas inasibles e ininteligibles para la clase trabajadora. Hay que combatir a las mafias de mercenarios burgueses que, desde las penumbras del capitalismo, reinan en las cloacas de la injusticia y la traición a los pueblos. Hay que «des-ratizar» (como dicen algunos) y hay que hacer pasar por los tribunales a cada uno de los agentes de «Inteligencia» para que rindan cuentas de su rol, sus complicidades y sus crímenes donde los haya. No basta con denunciar y con desconfiar. No basta con ser puristas y enemigos francotiradores contra de los «servicios de inteligencia» en abstracto. Hay que meter la mano organizadamente hombro con hombro con los trabajadores que han padecido las peores brutalidades de la «Inteligencia» burguesa. Lo demás es poco inteligente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.