Fernando Cangiano

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Escribo estas pocas líneas a ‘vuelo de pájaro’, unos minutos después de presenciar el acto oficial por el 42 aniversario del 2 de abril de 1982. Como Veterano de Guerra y como argentino me invade una extraña mezcla de indignación, bronca y tristeza.

Hay una fractura expuesta que carcome el tejido libertario. Nos referimos a la discordia apenas disimulada entre el ala de lumpenes financieros que encabeza Milei y el sector militar-procesista de la vicepresidenta Victoria Villarruel.

En medio del estupor que produce el plan antinacional y antipopular de Milei, su vicepresidenta Victoria Villarruel nombró a Nicolás Kasanzew como titular de una ignota repartición denominada ‘Dirección Gesta de Malvinas’ dependiente del Senado de la Nación.

El hombre que insultó al Papa Francisco, que elogió a la Thatcher y que se declaró seguidor incondicional del ‘mundo libre’ que ocupa Malvinas, ganó las elecciones por amplio margen y se dispone a gobernar el país en el próximo período.

Profunda indignación provocó los dichos de Diana Mondino, la elegida por Javier Milei para ocupar el cargo de Canciller si llegara a la presidencia. En ellas se pronunció explícitamente en favor de la tesis británica sobre ‘el respeto a los derechos de los isleños’ para justificar la soberanía inglesa sobre las islas.

Ante un nuevo aniversario del 2 de abril de 1982

Los desmalvinizadores vernáculos hicieron un uso abusivo de la historia contrafáctica. Afirmaron durante décadas que, de haber ganado la guerra nuestro país, el puño de hierro de la dictadura de Galtieri se extendería por 20 o 30 años más.

Días atrás el ex militar Aldo Rico realizó unas furibundas declaraciones a través de las redes que deben tomarse muy en serio, aunque él mismo carezca de influencia real en el seno de las FF.AA. desde hace un largo tiempo.

Un balance de la guerra y la posguerra

‘Para eso se falsifica la historia, no para que no sepamos lo de ayer, sino para que lo de ayer no nos enseñe lo de hoy y lo de mañana’ Arturo Jauretche

Una hipótesis

En escritos anteriores señalamos con insistencia el nexo existente entre la desmalvinización iniciada al culminar la guerra y la creciente subordinación del país al proyecto neoliberal en los ’80 y ’90 (privatizaciones, endeudamiento, precarización laboral, etc).

Una de las acusaciones más infames, torpes y malintencionadas que recibieron los defensores de la gesta de 1982 fue la que afirmaba que la reivindicación de la causa Malvinas convertía a quien la realizaba en enemigo de la democracia, cómplice de la dictadura y, por lógica consecuencia, en sospechoso de avalar el terrorismo de Estado.

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