Si bien el título del artículo parece un poco exagaredo, no lo es. Nadie imaginó hace dos años atrás que el vicepresidente argentino, Amado Boudou, puediera ser acusado por un fiscal, procesado e indagado por un juez federal. Nadie hubiera afirmado hace algunas semanas atrás que otro fiscal acusaría nada más y nada menos que […]
Si bien el título del artículo parece un poco exagaredo, no lo es. Nadie imaginó hace dos años atrás que el vicepresidente argentino, Amado Boudou, puediera ser acusado por un fiscal, procesado e indagado por un juez federal.
Nadie hubiera afirmado hace algunas semanas atrás que otro fiscal acusaría nada más y nada menos que a la presidenta en ejercicio, Cristina Fernández, de encubrir el mayor atentado terrorista de los últimos años como fue la voladura de la mutual israelita argentina: sin embargo todo esto ocurrió.
El poder económico que controla sectores financieros, empresarios, judiciales, parlamentarios, de inteligencia, policiales, de las fuerzas armadas, eclesiásticos, mediáticos y políticos han dado un nuevo zarpazo contra el Poder Ejecutivo y habiendo neutralizado a Boudou, ahora pretenden hacerlo con la presidenta argentina para evitar que el proyecto político iniciado en 2003 no continúe más alla de 2015.
Para ello, este poder oscuro mediante la CIA y MOSSAD llevo adelante un asesinato selectivo del fiscal Nisman, quien investigaba desde hace varios años la causa AMIA, pero que en el curso de su investigación y mediante escuchas telefónicas de dudosa legalidad resolvió acusar a la presidenta. El fiscal fue ejecutado para generar un hecho de conmoción social y desestabilizar al gobierno.
La presidenta nuevamente mal asesorada y con colaboradores que no se encuentran a la altura de las circunstancias, (salvo contadas excepciones), se encuentra a la defensiva intentando con relativa eficacia desarmar la operación que se ha montado para destruir su imagen, su gobierno y el proyecto que lidera, tras la muerte de su esposo y presidente, Néstor Kirchner, quien también falleciera a una edad relativamente temprana (60), supuestamente por una sincope cardíaco, aunque se encontraba bajo control médico permanente.
Cristina, embestida además por los medios de comunicación que controlan las corporaciones estadounidenses, está siendo sometida a una guerra psicológica de demolición de su imagen intentando atacar sus cualidades para ejercer la presidencia con la investigación judicial en marcha, ahora continuada por otro fiscal y acusarla de ser la responsable de encubrir la supuesta pista «iraní» que el fiscal Nisman tenía como única hipótesis de culpabilidad sobre 4 funcionarios del gobierno de Irán.
La presidenta deberá ajustar su estrategia para salvar esta situación que enfrenta en sus últimos meses de gobierno constitucional y que mantiene en vilo a buena parte de la población argentina, que comienza a preocuparse por el destino del país, y el suyo propio, en los próximos meses y años en los que, de perder la opción oficialista, serán gobernados por políticos de poca credibilidad y dudoso conocimiento acumulado para desarrollar un proyecto de país viable para la mayor parte del pueblo argentino.