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Los países miembros de la Confederación de Estados de Sahel (CES) (Mali, Burkina Faso y Níger), cuyos gobiernos los conforman las juntas militares que llegaron al poder entre 2020-2021 y 2023, están sobrellevando los momentos más difíciles desde su llegada al poder.
Quizás nunca se resuelva el verdadero entramado que hubo detrás del ataque a los turistas indios en el valle de Pahalgam, en el sector de la Cachemira administrada por India, el pasado 22 de abril que, además de dejar veintiséis muertos, puso una vez más a India y Pakistán al borde de una guerra que desde el 6 al 10 de mayo pareció incontenible.
El viernes 30 el ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán, Ishaq Dar, anunció el ascenso del encargado de negocios en Kabul al cargo de embajador, lo que regulariza las complejas relaciones que su país ha mantenido históricamente con Afganistán y particularmente desde que los talibanes tomaron el poder en agosto del 2021.

La larga inestabilidad de Somalia, que desde 1991 sufre recurrentes guerras civiles y violentos cambios de gobiernos que fracasan al intentar asentarse en un complejo mosaico de poderes clánicos y tribales, que en muchos casos tienen intereses opuestos, no pudo evitar a partir de 2006 la presencia del terrorismo wahabita, que, desde entonces, como un fantasma, persigue a los casi veinte millones de somalíes.
El miércoles 21 un atacante suicida lanzó su vehículo cargado de al menos treinta kilos de explosivos contra un bus de la escuela pública militar de la ciudad de Khuzdar, en el este de la provincia de Baluchistán, que transportaba a cuarenta y seis alumnos.

Reparar en los seis muertos que dejó el tiroteo de Trípoli el pasado martes, frente al contexto de violencia que se vive en amplias franjas del continente africano, parecería trivial. Más si se tiene en cuenta que en el Sahel, esa amplia franja que corre al sur del Magreb desde el Mar Rojo al océano Atlántico, los ataques terroristas golpean indiscriminadamente tanto a civiles como a militares, concentrando todo su poder de fuego en Burkina Faso, Mali y Níger, donde ya han generado miles de los muertos y millones de desplazados. Mientras que esta ola de terror, irremediablemente, se extiende hacia el golfo de Guinea.

Como ya ha sucedido en muchas oportunidades, repentinamente los tambores de guerra se apagaron el sábado día 10 por la tarde, tras casi veinte días de haber aturdido al mundo, que esperaba una inminente y nueva guerra entre India y Pakistán.

A medida que avanzan las maniobras sionistas para la solución final a la cuestión palestina, se hace más evidente que el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu al meno toleró la operación Tormenta de al-Aqsa del 7 de octubre de 2023, preparando lo que vendría de inmediato.