La Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos interceptó las comunicaciones de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y de funcionarios del más alto escalón de su gobierno, según publicó hoy el grupo Wikileaks en su sitio web. La revelación ocurre cinco días después de que la mandataria se reuniera en Washington con Barack Obama, con […]
La Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos interceptó las comunicaciones de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y de funcionarios del más alto escalón de su gobierno, según publicó hoy el grupo Wikileaks en su sitio web.
La revelación ocurre cinco días después de que la mandataria se reuniera en Washington con Barack Obama, con quien reanudó las relaciones bilaterales. Estas se encontraban congeladas desde 2013 debido, precisamente, a denuncias de práctica de espionaje por parte de los servicios secretos estadounidenses.
Según la información dada a conocer hoy, un total de 29 teléfonos pertenecientes a ministros y asesores de Rousseff fueron blanco de escuchas clandestinas, incluso las mantenidas en el interior del avión presidencial, durante viajes oficiales.
Wikileaks no informa del período en que fueron realizadas las escuchas. Detalla, en cambio, que además de las comunicaciones de Rousseff, fueron interceptadas las de «su asistente, su secretaria, su jefe de Gabinete, su oficina en el Palacio del Planalto (Presidencia) y hasta su teléfono en el avión presidencial».
«Hasta en sus viajes oficiales la presidenta Dilma no estaba protegida de interceptaciones, ya que la lista de blancos incluía el teléfono satelital Inmarsat en el avión de la presidenta», precisa el comunicado.
Wikileaks entiende que Washington no solo buscaba con la práctica saber lo que hacía o decía la presidenta sudamericana, sino que quiso promover una «campaña de espionaje económico contra Brasil».
La deducción, según el fundador del grupo, Julian Assange, surge del hecho de que en la lista de teléfonos interceptados estaban los de los principales responsables por administrar la economía brasileña, entre ellos el presidente del Banco Central y el de los ministros de Planificación y de Hacienda.
Además de los funcionarios de gobierno vinculados al sector económico, fueron objeto de espionaje representantes diplomáticos y militares, agrega el comunicado, que menciona, entre otros, al ex canciller brasileño Luiz Alberto Figueiredo Machado y al general Jose Elito Carvalho Siqueira, ex director del Gabinete de Seguridad Institucional.
También fueron interceptadas las comunicaciones de embajadas brasileñás en el exterior, como las de París, Bruselas, Washington, Berlín y Ginebra.
«La publicación de hoy muestra que a Estados Unidos le queda mucho camino por delante para probar que su sistema de monitoreo de gobiernos aliados acabó», expresó Assange.
Y agrega, en tono irónico: «Aún cuando pudiéramos confiar en las garantías de que Estados Unidos ya no pone a Dilma como blanco de escuchas, lo que no se puede hacer, es difícil imaginar que la presidenta pueda administrar Brasil hablando solamente consigo misma».
En una referencia a la búsqueda de inversiones estadounidenses en Brasil, que fue uno de los objetivos de la visita de Rousseff a Estados Unidos, Assange sostiene que las revelaciones de escuchas clandestinas a sus asesores y ministros atenta contra la capacidad del país sudamericano de dar garantías a eventuales inversores y a sus propios empresarios.
«Si la presidenta Dilma quiere más inversiones de Estados Unidos en Brasil después de su viaje, como ella alega, no puede garantizar a las empresas brasileñas que sus colegas en Estados Unidos no tienen ventajas otorgadas por ese monitoreo hasta que no tenga garantías de que el espionaje acabó, no solo hacia ella, sino hacia todos los temas brasileños», afirmó.