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El Impenetrable: la agonía del nuevo Parque Nacional

Fuentes: Resumen Latinoamericano

La desidia de las autoridades nacionales y de la provincia del Chaco, así como las acciones cautelares interpuestas a través de la justicia, que impiden a la APN tomar posesión del Parque de La Fidelidad (instituido como tal a partir de la ley 26.996 del año pasado); han dejado a lo que poco que queda del Impenetrable chaqueño, a merced de los organizadores de safaris de caza furtiva, y de la tala y pesca indiscriminadas y clandestinas. Un entramado de negocios, complicidades y desidias que está poniendo en gravísimo peligro a uno de los 10 más hermosos patrimonios naturales del mundo declarados recientemente.

Las aguas mansas del Bermejo, el río que divide Chaco de Formosa, exhiben una paradoja incomprensible para una reserva dotada, nueve meses atrás, con la máxima protección ambiental. La vida de la fauna silvestre en ese reservorio boscoso de quebrachos, algarrobos y palosantos milenarios, saqueados ahora por la tala, tiene los días contados.

La depredación -impune, indiscriminada- acecha. Con la precisión de un GPS, el revoloteo de jotes y caranchos señala los despojos de animales muertos en ambas márgenes del río.

«Un monumento natural menos», se lamenta, el rostro lleno de impotencia, el guardaparques chaqueño Carlos Aguer, mientras Miguel Gheringuelli, su compañero, examina el cuerpo exangüe de un tapir. Es majestuoso, de unos 170 kilos de peso; identificable por la curvatura de su trompa. «Tal vez vino a morir al río», arriesga Aguer, a quien llaman «Chiquito» por sus casi dos metros de altura y 117 kilos de peso. Pero al inspeccionarlo ubica en el pecho tres perdigones de escopeta y un orificio de entrada de bala en su lomo.

«Acá hay otro», alerta Walter Ceschán. Un zorro colorado, también baleado, agoniza a unos 60 metros del tapir, en esa playa improntada por huellas de fauna amenazada, que los fines de semana muta en cementerio animal. Custodiado por cercos de alisos, por ese lecho arcilloso han peregrinado corzuelas, aguará guazúes, pecaríes, osos hormigueros y pumas sedientos. También una variedad de aves como los majestuosos jaribús y las espátulas rosadas. Su supervivencia ahora es una cuestión de azar (o de mala puntería).

Ceschán, el policía rural, el único que va armado, respalda a los guardaparques en este operativo reservado. No han alertado de su ingreso al administrador judicial de la reserva, que ocupa casi la mitad de la estancia La Fidelidad (LF). El enclave, que amalgama distintas fisonomías vírgenes como bañados, bosques, pajonales y lagunas, había sido adquirido en 1972 por la familia italiana Roseo a los Bunge y Born, que permutaron esas 250.000 hectáreas, entonces de uso agropecuario, por un departamento en Roma. Tras el cruento asesinato de su dueño, Manuel Roseo, en 2011, fue expropiada del lado chaqueño, cedida al Estado nacional y, por su riqueza en diversidad y buen estado de conservación, convertida por ley en el Parque Nacional El Impenetrable (PNEI).

Con sigilo, las autoridades fiscalizan la prohibición de caza, tala y pesca. «Ni siquiera se llevaron el trofeo», dice Gheringuelli y como un «forense» inspecciona al zorro con su cola intacta. «Le dispararon tres días atrás, cuando este lugar se llena de furtivos», observa. Y otea hacia la rivera opuesta, del lado formoseño, el campamento montado sin ocupantes, divisado media hora atrás. Es una cabaña ilegal de madera sobre un barranco que sirve de base de operaciones para el exterminio de fauna en peligro de extinción.

Allí mismo el escenario predatorio pareciera no tener fin: «Chiquito» se aleja unos 200 metros hacia el vado y halla la osamenta de un yacaré overo: las patas cercenadas, el cráneo intacto, jirones de piel.

Para la bióloga Sofía Heinonen, presidenta de CLT, una de las 18 ONG impulsoras del PNEI, las evidencias recogidas en otras fiscalizaciones anticipan un diagnóstico agorero: «Hace un año que el Parque ha quedado abandonado, sin ningún tipo de control y, en ese lapso, la caza, la pesca y la tala indiscriminadas hacen peligrar la riqueza de una biodiversidad única en un mismo enclave. La ecuación es simple: sin fauna para avistar, el PNEI, que podría ser como un gran parque Kruger argentino, se queda sin atractivos. No será viable el ecoturismo, como estrategia de desarrollo para las poblaciones postergadas de Chaco. En este ecosistema, además, se puede librar la batalla para frenar la crisis de extinción y guarecer a poblaciones de jaguares».

Es una fría mañana de cielos plomizos y LA NACION acompaña el operativo de la Dirección de Fauna provincial para relevar el estado de conservación del PNEI. La tarea se extiende a lo largo de cuatro días de navegación en lancha por 150 km del Bermejo, también llamado Teuco. Ésa es la única vía de ingreso factible, sin permiso previo. El curso de agua actúa de límite natural a las 128.000 hectáreas del Parque Nacional N° 33. La gran «conquista» de ambientalistas, donantes privados, ciudadanos y empresas, quienes recaudaron $10,5 millones (el valor fiscal) para la expropiación del terruño. Al depositarlos en un juzgado en bonos en dólares concretaron la creación de esa nueva reserva, en la mira de los conservacionistas por su rica biodiversidad. Rodeada por campos de soja, su ubicación ribereña es estratégica, ya que las selvas en galería de su interfluvio actúan como corredores verdes hacia las yungas en Salta y en Jujuy. En el gran Chaco -el tercer bosque más grande de América del Sur- la única esperanza local para el yaguareté es ésa, afirman. En La Fidelidad (LF) hallaron sus huellas esquivas, aunque las cámaras trampa de los investigadores no han logrado, todavía, documentarlo.

En octubre pasado, en un clima de euforia y ovaciones, los legisladores de ambas cámaras promulgaron la ley 26.996 que resguarda a LF, del lado chaqueño, como patrimonio natural. Parece una ironía, pues la postal real hoy se sitúa en las antípodas: sus montes y playas se han convertido en un gran coto de caza. El imán perfecto para el furtivismo y la rapiña a mansalva. Para la pesca indiscriminada y la tala de madera milenaria. Además de algarrobales imponentes, hay itines, chañares, viñalares y palos borrachos, que se venden, ilegalmente, a $300 la tonelada.

«Este lugar debería estar lleno de guardaparques y no de cazadores», se queja Emiliano Ezcurra, director del Banco de Bosques. «La demora en implementar controles es un insulto a todos los que nos movilizamos para que fuera PN y para darle a su gente una oportunidad de desarrollo sustentable real».

Según Ezcurra, «las otras 100.000 hectáreas de LF en Formosa sufrieron un vergonzoso proceso de tala, con el curioso beneplácito del administrador judicial, Eduardo Kniz, y de autoridades, anticipándose a la posibilidad de que la provincia proceda a su protección, como hizo Chaco».

En los hechos, las restricciones a los controles obedecen a un intrincado entramado legal, con 17 acciones judiciales asociadas a LF, que le impide a la Administración de Parques Naciones (APN) tomar posesión.

Entre otras cuestiones, la Justicia debe dirimir quiénes son los herederos del ex propietario Manuel Roseo, quien tuvo dos hijos no reconocidos, Lucía y Emanuel, que reclaman la herencia. Pruebas de ADN confirmaron el vínculo filial, pero las hermanas y sobrinos de Roseo en Italia y una presunta primera esposa también disputan una parte de la herencia. Aparecieron, además, boletos de venta por fracciones de la estancia que están siendo investigados, con lo cual no queda claro a quién debe resarcir el Estado por la expropiación.

«Mientras se dirime la sucesión, el abogado de los hijos de Roseo, Gustavo del Corro, ha interpuesto acciones dilatorias -chicanas procesales- para impedir la toma de la posesión de APN, que incluyen la recusación del juez de la causa, la objeción de constitucionalidad a la ley de expropiación y el pedido -insólito en tiempos inflacionarios- de que el valor fiscal de las tierras sea cambiado de bonos en dólares a pesos», puntualiza Teresa Iturralde, la abogada de las ONG, que exige urgente la custodia ambiental.

«Hay otro tipo de desidia», denuncia Iturralde. «APN debería anteponer su propio amparo ambiental en el ámbito de la Justicia Federal por su bien, pero no lo hace». Ni el presidente de APN, Carlos Corvalán, ni su vicepresidente, Daniel Ramos, respondieron a la requisitoria de LA NACION sobre este punto.

Luego de ser expulsados por el abogado Del Corro del interior de la reserva, donde también funcionaba una estación biológica cuyos investigadores, incluidos los del Conicet, llegaron a relevar 62 especies de mamíferos, 310 especies de aves y 70 tipos arbóreos de gran porte, entre otras tipologías que restan documentar, los guardaparques, apostados fuera de la reserva, narran un hecho en particular, que los llena de impotencia: «De los 50 procedimientos que hacíamos hasta el año pasado, en los que confiscamos cientos de armas y presas, hubo uno que nos mantuvo tres días sin dormir», relata Aguer. «En agosto pasado, detuvimos varias camionetas con cazadores, rifles, escopetas y con dos guazuchos y dos pecaríes en el freezer. En uno de los vehículos iban dos comisarios, acompañados por el abogado Gustavo del Corro, que se negó a ser requisado».

La noticia fue un escándalo en Chaco, pero «el abogado escondió sus presas por la noche en la casa de un vecino y el allanamiento, que debió realizarse por la mañana, según dicta la ley, permitió en ese lapso que se deshicieran de toda la evidencia», dicen los guardaparques. Ezcurra ratifica esos hechos. «El abogado de los herederos, en vez de custodiar los activos de sus clientes, invita a sus amigos a cazar en LF», denunció a LA NACION.

Más allá de esos desmanejos, penados con multas como infracciones, lo cierto es que durante el operativo del que participó este diario se divisaron cinco campamentos de furtivos y se recogieron decenas de cartuchos diseminados dentro del Parque Nacional. Al empleado judicial Luis Enrique Figueredo, de la localidad formoseña de Las Lomitas, la policía rural le incautó una escopeta Beretta semiautomática cargada y lista para usar, mientras pescaba junto con un maestro y dos baqueanos. LA NACION ya había antes visitado su tienda, entrevistado a sus hijos y divisado un gran freezer conectado a un generador en la parte trasera de una F100.

«Los freezers son la evidencia de acopio», explicó Gheringuelli.

Pero el asombro mayor para los guardaparques fue la incautación, a pocos metros de donde Figueredo había sido demorado, de dos mallones (redes) de 100 metros de largo cada una, estratégicamente colocadas en la desembocadura del arroyo Breal que alimenta a una de las siete lagunas. Decenas de surubíes, dorados y bogas yacían atrapadas en ellas. En un costado, inmersa en el agua, las autoridades también encontraron una bichera de acopio, con 160 kilos de pesca.

Otra vez, había surubíes de 1,5 m de largo, dorados de 5 kg y decenas de bogas y sábalos que fueron reanimados y reintroducidos en su hábitat. «Esto no es pesca de subsistencia: es depredación con fines comerciales dentro de un Parque Nacional», dice «Chiquito», en el último tramo del operativo. «Lo peor de todo -añade- es que al terminar esta ronda, el próximo fin de semana, todo esto se seguirá depredando igual o más».

Las cartas están jugadas para El Impenetrable. Y suma otra paradoja para un nombre que, en los hechos, designa al enclave de fronteras más porosas y permisivas, en el más desamparado de los Parques Nacionales del país.

 

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2015/07/27/argentina-el-impenetrable-la-agonia-del-nuevo-parque-nacional/