Scioli, Cristina y el kirchnerismo garantizan la gobernabilidad a Macri y Cambiemos. Peleas a tropel en la gran casa peronista. Anuncios concretos de ajuste. Por estas horas no cesan los gestos del kirchnerismo para garantizar las gobernabilidad a Mauricio Macri, quien era definido hasta hace días nomás, como quien iba a aplicar un ajuste […]
Por estas horas no cesan los gestos del kirchnerismo para garantizar las gobernabilidad a Mauricio Macri, quien era definido hasta hace días nomás, como quien iba a aplicar un ajuste brutal.
Esto no implica que ese ajuste no vaya, efectivamente, a producirse. Por el contrario, a cada momento, son más claros sus contornos. Así, en el día de ayer el periodista Marcelo Bonelli dio a conocer lo que vendría a ser el plan que propone el macrismo para aplicar, de manera inmediata, al inicio de su mandato: llevar al dólar a 13 o 14 pesos, al tiempo que impulsar una modificación importante en el mínimo del Impuesto a las Ganancias.
Macri buscaría así lograr una base social más firme para su naciente gobierno en las franjas obreras de más altos ingresos, mientras lanza una medida que golpeará el salario del conjunto de la clase trabajadora.
Esa devaluación es el pedido «urgente» que lanzó el gran capital. Pedido que, como ilustra el periodista Alejandro Bercovich, ya se traduce en hechos, con sectores de las patronales aumentando los precios en función de la medición del dólar que Cambiemos anunció durante la campaña.
Son las razones del país burgués las que empujan en el camino del ajuste, no los deseos neoliberales del macrismo y el nuevo presidente. Si el peronismo en su conjunto se ve obligado a reiterar, a cada momento, su rol de «colaboración» y garante de la gobernabilidad, es porqué debe responder ante ese mismo país burgués, pero desde el llano y golpeado por la derrota.
Cada quien forja (o intenta) forjar su futuro
El kirchnerismo construyó su poder sobre la polarización discusiva con actores de un ciclo político y social previo y golpeado duramente por el 2001.
Durante la década pasada, el «pejotismo» se subordinó a esa fracción política, por el doble látigo del prestigio político y la caja centralizada desde el poder nacional, de la que dependía parte vital del funcionamiento de las provincias. Un sistema de «premios y castigos» que, dicho sea al pasar, tiene mucho que ver con la gigantesca votación anti-sciolista en Córdoba.
Luego de la derrota, la nueva escena política obliga a todos en el peronismo a buscarse un futuro. Eso se hace, como no podía ser de otra manera, en base a golpear a los rivales internos. Junto a la guerra de fracciones, conviven los objetivos personales de cada dirigente, obligados a pelear por su lugar.
Allí, en ese terreno de fango, Scioli juega por estos días la carta de «gran estadista», buscando mostrar un horizonte político que, paradójicamente, nunca desplegó en estos años. Este viernes afirmó que aceptó rápidamente la derrota «porque percibía una tensión, una expectativa muy grande» y «no iba a poner en vilo a la Argentina y generar situaciones que podían tener algunas características violentas». Así la derrota electoral intenta ser revestida de cierta «heroicidad». Una suerte de Relato personal, que difícilmente logre conmover a nadie. Su aviso de que «va a colaborar» con Macri y que entendió «el mensaje de cambio» van en el mismo sentido de ubicarse por encima de las «pequeñas reyertas».
Guerra de facciones
La pelea al interior del peronismo es también por la facción que tendrá protagonismo a la hora de «jugar» el juego parlamentario en el Congreso. Este viernes se asentó con fuerza el rumor que decía que José Luis Gioja sería el líder del bloque peronista en diputados. Carlos Kunkel, espada del kirchnerismo en esa cámara, salió a afirmarlo. Las versiones que se conocen dicen que el kirchnerismo sangra por la herida. Hubiera preferido la continuidad de Juliana Di Tulio.
Pero en el nuevo esquema del poder político que se delinea en el país, los gobernadores tiene un peso sustancialmente mayor al Congreso. O para decirlo más precisamente, ellos son quienes pueden digitar el funcionamiento del Congreso. El kirchnerismo se ve desplazado del centro de la escena parlamentaria por el peronismo más tradicional, el de los caciques territoriales que dirigen un 33% del territorio nacional y numerosos distritos. La enorme mayoría de los parlamentarios del bloque del FpV pertenecen a ese sector, el kirchnerismo tiene poco más de una veintena. Una simple comparación permite entender de donde sale el poder para imponer a Gioja.
No hay, como se imaginará el lector, ninguna contradicción de principio entre ambos sectores. Tanto Cristina Fernández como Scioli respaldaron a Gioja durante estos años. El gobernador de San Juan fue una de las mejores inversiones de la Barrick Gold y las grandes multinacionales mineras. Su gobierno -y sobre todo su policía-estuvieron puestos en pos de garantizar esas rentabilidades.
En la misma línea de tensiones se inscribe dos peleas más. La que defina las autoridades del PJ y la pelea por la Auditoría General de la Nación, que pasará a manos del peronismo dentro de días. Este viernes, ese amigo íntimo de las grandes patronales agrarias que se llama Julián Domínguez, afirmó que la derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires se debe a que el espacio «se aburguesó» y agregó que es necesaria «una renovación». Paradójica afirmación de quien reviste en las filas de esa fuerza desde hace décadas y pasó por el menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo.
Al mismo tiempo dio dos definiciones. La primera, esperable: «de ninguna manera» apoyará a Aníbal Fernández como titular de la Auditoría General de la Nación. La segunda contundente: el lugar de Cristina Fernández en el futuro del PJ «dependerá de lo que diga la gente». Un buen eufemismo para decir que ahora todos tendrán que remarla, incluida la (pronto) ex presidenta.
Facilitando la transición
Este viernes se produjo el encuentro esperado entre Aníbal Fernández y Marco Peña. No fue en un bar como había bromeado el actual jefe de Gabinete, sino en la misma Casa Rosada. «Hannibal» se justificó en el «pedido expreso» de la presidenta. No cabe duda. Ya hace varios días Cristina afirmó que «no pondrán palos en la rueda» a la transición.
Así, «asegurar la gobernabilidad» es la consigna de todas las alas del peronismo. Cada quien buscará luego canalizar el descontento hacia el macrismo hacia su propia quinta. Mientras tanto, ayudar al nuevo gobierno, «pedirle a Dios que lo ilumine» y entregarle un ministro, son parte de mostrar seriedad ante la clase dominante.
El kirchnerismo ayudó al salvataje del país burgués luego de la crisis del 2001, aportando a recomponer el prestigio de las dañadas instituciones; colaboró en la gobernabilidad del macrismo durante casi una década en la Ciudad de Buenos Aires, garantizando las normas a favor del gran capital que impulsaba el PRO; respetó a rajatabla la gran propiedad capitalista, más allá de su Relato contra las «Corporaciones».
Nada indica entonces que ahora jugará la carta de desestabilización. No está inscripto en sus genes. Por el contrario, la genética le dicta el más estricto apego a las normas capitalistas cuando lo que está en juego son las ganancias de sus jefes. Los dirigentes campeones de denunciar el «ajuste macrista» ya muestran de qué material están hechos.
La transición en curso muestra que el «cuco de los ajustadores salvajes» era solo demagogia. Scioli en el poder hubiera actuado de igual manera. Por eso ahora colaborará con Macri.
Solo la izquierda clasista, que en estos 12 años estuvo en las calles junto a la clase trabajadora, enfrentando a la burocracia sindical peronista-kirchnerista y a las grandes patronales, puede ser una alternativa que sea parte activa de enfrentar el ajuste que se viene.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Respaldando-el-ajuste-por-venir