Hay secretos que hoy no podría revelar Wikileaks, ya que al momento de acontecer los hechos no había comunicaciones vía web entre los embajadores norteamericanos y su casa matriz en Washington; secretos que tampoco podría revelar una «desclasificación» de archivos en la Unión Soviética (entre otras cosas, porque la federación de repúblicas socialistas así llamada […]
Hay secretos que hoy no podría revelar Wikileaks, ya que al momento de acontecer los hechos no había comunicaciones vía web entre los embajadores norteamericanos y su casa matriz en Washington; secretos que tampoco podría revelar una «desclasificación» de archivos en la Unión Soviética (entre otras cosas, porque la federación de repúblicas socialistas así llamada no existe más); finalmente, si los secretos de marras tienen que ver con operaciones de una organización política llamada Partido Comunista Argentino, que navegó buena parte del siglo XX en las aguas mixtas de la superficie y la clandestinidad, entonces, la posibilidad de acceder a la verdad histórica se vuelve aún más lejana…
Es allí cuando resultan imprescindibles los relatos vivenciales, como estos «Secretos en Rojo» que nos entrega Alberto Nadra.
Hijo de un dirigente histórico del PCA y militante y dirigente él mismo, hasta su renuncia al Comité Central del partido en 1989, Alberto Nadra vivió décadas intensas, esperanzadas y trágicas, de la vida política argentina, con una privilegiada cercanía y un contacto directo con los centros de decisión y los avatares de otros protagonistas de esa historia que fue nacional, fue regional y siempre, por supuesto, mundial.
En el nutrido índice del libro, que por momentos nos recuerda «Gente, años, vida», del gran Ilya Ehrenburg (aunque también la autobiografía «Banderas, pasiones, camaradas», de la más próxima Fanny Edelman), hallamos infaltables tópicos de la literatura comunista de América, como la Guerra Fría, la Revolución Cubana y la guerrilla del Che en Bolivia. Sin embargo, hay también en este libro temas y problemas inesperados, con revelaciones sorprendentes y que constituyen su verdadero atractivo.
Una de las sorpresas es «La otra orga. El desconocido aparato militar del PC», relato con el que comienza el capítulo 1 del libro. Allí nos enteramos que desde los años 20 -aunque fundamentalmente a partir de la experiencia de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española y, luego de ésta, en la Resistencia del «maquis» francés a los nazis- el PC argentino desarrolló un aparato militar de autodefensa con el que llegó, incluso (a partir de la saga de golpes militares inaugurada en los ’30) a plantearse la posibilidad de una insurrección popular en nuestro país, con milicias organizadas como para la toma del poder.
Así como la segunda guerra mundial llevó a todos los países del orbe las tácticas empleadas por el franquismo, el fascismo y el nazismo (un ejemplo preciso es el bombardeo criminal a la Plaza de Mayo y adyacencias, en 1955), así también extendió las guerrillas y formaciones militares antifascistas en todo el mundo y particularmente en América latina. Dos ejemplos claros de esto último fueron las precursoras experiencias de Luis Carlos Prestes en Brasil -a partir de los ’30 y hasta los ’70- y las de las FARC colombianas desde los años ’60 (aunque su origen debe rastrearse a partir del Bogotazo de 1948).
Hasta en la epopeya cubana de la Sierra Maestra fue decisiva la influencia de las tácticas militares antifascistas. Basta con saber que brigadistas de España actuaron como instructores del Ejército Rebelde, y que el armamento utilizado en la defensa de Bahía de los Cochinos, en 1961, era en gran parte armamento soviético ya utilizado en la segunda guerra mundial.
Pero lo bueno del relato de Alberto Nadra es que echa luz, justamente, sobre el capítulo argentino de esas experiencias guerrilleras comunistas en el territorio nacional, en escenarios impensados como el Chaco y la provincia de Córdoba.
Otra revelación de las muchas que nos trae el libro -y nos detendremos en ella porque es muy importante- tiene que ver con el trabajo secreto de un grupo de periodistas y militantes comunistas para denunciar los primeros hechos del Plan Cóndor, en las mismas barbas de las dictaduras instauradas en Chile, la Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil, desde principios de los ’70.
Describamos el escenario, en toda su complejidad. Si bien el terrorismo de Estado argentino, lo mismo que el de Chile y Paraguay, nació bajo el signo del anticomunismo, como una expresión regional y local de la Guerra Fría, tuvo en 1978 un giro importante en relación con la política del PC argentino. Ocurrió que la entonces Unión Soviética decidió invadir el Afganistán de los talibanes, dominado por saudíes como Bin Laden y que contaba con respaldo de la CIA.
No tardó Washington en decretar un embargo cerealero a la URSS, que fue acatado por la mayoría de los países de la «alianza atlántica». Sin embargo, la Argentina de Videla y Martínez de Hoz, que dependía como nunca de la exportación de las cosechas cerealeras, resolvió no respetar el embargo y seguir exportando granos a la URSS. A partir de ese momento (como suele pasar en tiempos de realpolitik) la URSS comenzó a ser «amiga» de la junta militar argentina y, consecuentemente, la dirección del Partido Comunista Argentino (algo parecido a lo que pasó con la jerarquía de la Iglesia Católica argentina) profundizó la línea de la «convergencia cívico-militar» y comenzó a distinguir entre «halcones» y «palomas» en el seno de las FFAA. Desde Moscú también salieron «instrucciones» para la diplomacia cubana y otras diplomacias comunistas del hemisferio. Fue el peor momento para los organismos de DDHH de nuestro país y el exterior, que intentaban llevar las denuncias de los crímenes de la dictadura a la ONU y a la comunidad internacional.
Sin embargo, en ese contexto tan adverso y utilizando la relativa inmunidad que tenían las agencias de noticias soviéticas, un grupo de militantes entre los que se contaba el autor de este libro acometió la peligrosa empresa de «filtrar» hacia los medios del mundo, sistemáticamente, las denuncias sobre el Plan Cóndor (investigado por primera vez por el comunista Valentín Mashkin) y sobre los crímenes de la dictadura. Notables documentos de resistencia, como la conocida «Carta de un escritor a la junta militar», de Rodolfo Walsh, salieron del país gracias al arriesgado trabajo de un grupo secreto que utilizaba como lugar de trabajo y reunión la oficina de Córdoba 652 11E, en la ciudad de Buenos Aires.
Razones para tener miedo no faltaban. En agosto de 1976 fueron secuestrados por un grupo de tareas los funcionarios de la Embajada de Cuba Crescencio Nicomedes Galañena Hernández y Jesús Cejas Arias. Mientras estaban siendo torurados en el CCD «Automotores Orletti», un anónimo enviado a la agencia Associated Press contenía la supuesta carta de «deserción al comunismo» de esos diplomáticos, cuyos cadáveres se recuperarían e identificarían muchos años después.
Otra militante comunista, que trabajaba como empleada de limpieza en la Embajada de Cuba -la argentina María Rosa Cancere-, fue secuestrada en aquel duro agosto de 1976. El autor del libro nos refirió personalmente la pesadilla de que lo llamaran a altas horas de la noche, poco después de emitir algún despacho de la agencia criticando a la Junta, para decirle que «María Rosa te agradece el artículo. Cada cosa nueva que publicás, nosotros le subimos el voltaje a la picana».
Esta pequeña historia, que todavía hoy estremece, esta contenida en este imprescindible libro autobiográfico que escribió Alberto Nadra, con la colaboración de su hermano Rodolfo y de otros familiares, amigos y camaradas.
Si la licencia retórica de la sinécdoque -ya estudiada por los griegos- nos permite hablar de la parte por el todo; o si expresado en una nomenclatura más actual cada parte de este libro contiene el ADN que permite establecer la filiación y reconstruir la totalidad, entonces cada pequeña historia de estos «Secretos en Rojo» nos permite acercarnos a la gran historia, para hacer el necesario aprendizaje vivencial y político.
A principios de este mes de diciembre, la Legislatura porteña declaró esta obra, por unanimidad, «de interés cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y para la promoción y defensa de los derechos humanos». Merecida distinción.
Y no vamos a contar más. Entreabrimos las hojas de este libro sólo para insinuar la riqueza que contiene. Completarán esa tarea cada lectora y cada lector.
Fuente: http://memoria.telam.com.ar/noticia/alberto-nadra–historias-desconocidas-del-pc-argentino_n5861