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Balance y perspectivas de la economía macrista

Fuentes: Rebelión

Doctrina, instrumentación y efectos del proyecto económico neoliberal. Confrontación con la realidad. Contradicciones. Reformulación de la estructura económica y de la conformación de la sociedad. Restricciones a la independencia económica y a la soberanía política. Elementos para el debate político. EL SUSTENTO DOCTRINARIO La rentabilidad como inductora de la inversión está en la base del […]

Doctrina, instrumentación y efectos del proyecto económico neoliberal. Confrontación con la realidad. Contradicciones. Reformulación de la estructura económica y de la conformación de la sociedad. Restricciones a la independencia económica y a la soberanía política. Elementos para el debate político.

EL SUSTENTO DOCTRINARIO

La rentabilidad como inductora de la inversión está en la base del soporte ideológico-doctrinario con la que el macrismo justifica la orientación económica de su política. Aferrado a este principio, y convertido en política económica, dicen, se multiplicará la producción y la creación de empleo genuino. Es el camino hacia un desarrollo sustentable, la tan mentada teoría del derrame: cuando se llene la copa de los capitalistas, derramará sobre la base social.

Es una rentabilidad que para aumentarla se la alimenta con una batería de medidas que comprimen el valor real del salario y la incidencia del costo laboral y disminuyen o anulan algunos impuestos, todo lo cual se traduce en una monumental transferencia del ingreso nacional en favor del capital más concentrado.

El desplome del mercado interno, el cierre de empresas, en particular pymes, el desmantelamiento del entramado industrial y la multiplicación de trabajadores despedidos y suspendidos es su consecuencia inevitable. Consecuencia que para el macrismo es el costo que ineludiblemente debe pagarse para edificar los cimientos de una economía sólida, con patrones de «funcionamiento normal». Es el precio del «sinceramiento»

Indagando sobre el contenido de lo que era o es «un funcionamiento anormal», qué es lo que hay que sincerar, la respuesta apunta contra toda política que promueva el consumo y la demanda asentada en la redistribución progresiva del ingreso (descalificada con el mote de «populismo»). Explícitamente son contrarios al crecimiento del valor real del salario. Es una orientación, razonan, que al elevar el costo laboral y la participación de los salarios en el ingreso nacional, afecta negativamente la rentabilidad y por tanto la inversión. Es parte de la «herencia recibida»

Para el neoliberalismo, el fomento por este medio a la demanda no es un incentivo genuino ni sustentable en el tiempo para generar inversión y desarrollo. Genera crecimiento sobre una base artificial. Esta orientación es para ellos vivir inmerso en la mentira, alejado de lo que debe ser: precios que cubran los costos y la utilidad, sin interferencias a lo que dicte el mercado Basta recordar toda la parafernalia mediática para explicar la necesidad de eliminar subsidios directos e indirectos al consumo, la justificación del tarifazo y las campañas mediáticas preocupadas por «la productividad» y «la competitividad» (devaluaciones, eliminación de retenciones a la exportación y a los llamados impuestos distorsivos, imponer techo en las paritarias, etc.)

Esta arquitectura conceptual y política se complementa con la exigencia de un mercado libre de interferencias estatales y por tanto la necesidad de un Estado cuya función, en lo económico, se limite a comandar una política fiscal y monetaria orientada únicamente a un propósito antiinflacionario.

Idolatran al mercado libre y transparente, ignorando deliberadamente la gravitación que en él tiene el capital concentrado, con predominio de las multinacionales. Con la misma intencionalidad reducen la problemática inflacionaria al gasto público y a un fenómeno monetario Con este argumento, convertido en sentido común, naturalizado, justifican el ajuste, la cesantía de trabajadores, la desvalorización de los salarios y de las prestaciones previsionales, el desmantelamiento de servicios sociales vitales, promueven la depresión de la demanda y el ataque al mercado interno

En esto, la responsabilidad de la estructura monopolizada ni por asomo se menciona Para ellos, al parecer, los monopolios no existen y, si existen, sólo se los computa por su aptitud inversora.

En este ámbito de crecimiento de la rentabilidad y de ampliación de los márgenes de libertad para el gran capital, también se han fijado nuevas reglas para la operatoria en el mercado cambiario y para el flujo internacional de capitales: Se derogó el llamado «cepo» y toda restricción a la libre circulación de las corrientes financieras hacia y desde el exterior, a lo que se sumó la apertura importadora. Son requisitos, se nos dice, para insertarnos en el mercado mundial y consolidar la necesaria base de confianza para ser merecedores a la «lluvia de inversiones». Con esto, el trabajo sucio, al decir del ministro de Hacienda y Finanzas, está concluido.

SU EXPRESIÓN EN LA REALIDAD

Transcurridos casi 10 meses de aplicación de este rumbo neoliberal y cualquiera fuere la fuente consultada, no se rescata índice alguno que respalde una valoración positiva del acontecer económico global y mucho menos en lo referido a las condiciones de vida y perspectivas a futuro de la abrumadora mayoría de la población.

Se estima para este año una variación negativa del PBI que oscilará entre -1.5 % y -2.5%.y el INDEC ya informó que ese guarismo interanual para el segundo trimestre de 2016 fue de -3.4%. La inflación anual al cabo del próximo diciembre se estima en 40-45%. Se considera que el poder de compra del salario ya perdió en promedio un 12%, pérdida que es superior aún en el caso de los sueldos más bajos y de las prestaciones previsionales.

La desocupación avanza ya en la franja de los 2 dígitos, con una ponderación todavía más alta en las ciudades de mayor peso industrial. Hay estimaciones cercanas a los 200.000 trabajadores formales e informales que ya perdieron su trabajo y oficialmente se reconoció la intención de poner en marcha una nueva ola de despidos de más de cien mil empleados públicos antes de fines de año,

A pesar de lo brutal del ajuste y la paralización de la obra pública, el déficit fiscal trepará este año como mínimo al 7,5% del PBI, según el economista neoliberal José Luis Espert. Es el resultado de la caída de la actividad y la eliminación de las retenciones al comercio exterior.

Ya se computa en miles los establecimientos productivos y locales comerciales que han cerrado, en particular pymes. Hay producciones regionales en situación de falencia. En el sector de la industria manufacturera, salvo ramas muy puntuales y circunstanciales, todas están en declive.

La balanza comercial externa (importaciones menos exportaciones) concluirá este año con un déficit de u$s 646 millones, suma que se triplicará en 2017y llegará a casi los u$s 5.000 millones en 2019, según proyecta el presupuesto del Ejecutivo remitido al Congreso.

Se comprimió el consumo y según INDEC la inversión en el segundo trimestre se retrajo en un 4.9%, medido en términos interanuales

Pero lo que sí aumentó es el endeudamiento y la fuga de capitales.

Una idea de la magnitud de este crecimiento lo refleja la relación de deuda externa respecto del PBI. Al cierre de 2015 esa proporción era del 24% y trepará al 32% al término de 2016. El nuevo endeudamiento no estuvo destinado a emprendimientos productivos sino a pagar a los fondos buitre, a cubrir los desequilibrios fiscales de la Nación y de provincias y a la fuga de capitales, el giro de dividendos y turismo

Párrafo aparte y destacado es la satisfacción que trasmite la actividad financiera, entre ellos la banca y quienes gestionan el negocio especulativo-financiero, entre ellos el capital concentrado local. Con un dólar estabilizado, usufructúan tasas de interés usurarias que por operaciones de corto plazo (LEBAC) paga en pesos el Banco Central, que al vencimiento convierten a dólares y los fugan. Es funcional para esto la eliminación del «cepo», la desregulación financiera y del movimiento de capitales. Por eso no extraña que al cabo del primer semestre de este año, esta fuga alcanzó a casi u$s 6.000 millones, duplicando la del año anterior.

El proyecto de ley de presupuesto prevé que sólo el Estado nacional incrementará su deuda en 2017 en u$s 16.380 millones, alimentando una bola de nieve que es resultante objetivo del rumbo económico que le imprime el neoliberalismo y que año tras año crecerá. Es una hipoteca que pesará sobre los hombros de quién sabe cuántas generaciones futuras.

LAS PERSPECTIVAS

Lo medular de este rumbo económico es la exclusión del mercado interno como motor del crecimiento y su sustitución por la operatoria con el exterior, asentada principalmente en la inversión extranjera y las finanzas internacionales y desde lo productivo y comercial interno, en los sectores con aptitud exportadora y el capital concentrado a ellos vinculado: agro, grandes terratenientes, minería, agroindustria, productores industriales de insumos difundidos (aluminio, acero, petroquímica, etc) y grandes exportadores. Entre estos, el predominio de las multinacionales es inocultable. Es el poder real que hoy está al mando del Estado.

La confirmación de la elección de esta orientación, que es producto de una decisión política, está tanto en las medidas ya adoptadas como en los discursos y gestos – algunos propios de una cultura de súbditos coloniales – de las principales autoridades, funcionarios y personeros de la alianza Cambiemos, desde el Presidente de la Nación para abajo. Nada tienen que ver los supuestos defectos o errores del gobierno pasado ni la calidad moral de sus funcionarios. Se trata de un proyecto distinto de país y de sociedad y de intereses que están en juego.

Excluir al mercado interno como motor del crecimiento se traduce ineludiblemente en el abatimiento de las bases de sustentabilidad de toda actividad que se nutre de este mercado, tal el caso de prácticamente la casi totalidad de la industria y de las economías regionales. Ni que hablar del comercio y los servicios.

Hasta las empresas industriales que exportan, salvo algunos casos, son inviables sin el respaldo del mercado interno.

Si este análisis lo hacemos por dimensión de empresas, las pymes constituyen el 90% del total, proveen el 80 % del empleo y representan el 45 % del PBI. Prácticamente todas tienen una producción cuyo destino es el mercado interno.

Si el proyecto neoliberal persiste y avanza, se desmantelará el tejido industrial, se reprimarizará la producción y las exportaciones y se terminará de confirmar aquello de un país para pocos. Millones socialmente excluidos, más concentración y desigualdad, más pobreza y miseria. Habrá otra estructura económica, otra conformación de la sociedad. Otro país.

Mientras tanto, todos los boletos del gobierno y de la alianza Cambiemos están puestos en la inversión extranjera directa. Sin embargo después de casi 10 meses de gobierno no ha asomado la esperada «lluvia». Ni siquiera una garúa. Y la expectativa de que finalmente tales inversiones arriben, están por el momento muy en duda. En ello juegan razones económicas y políticas.

Desde lo económico, salvo casos muy puntuales, es muy aventurado arriesgar una inversión con un mercado interno que se desploma y un mercado mundial que está sobreofertado, con precios subsidiados por políticas de dumping, en el marco de una crisis del capitalismo mundial en el que nadie avizora su fin. Además, países como China, de tanto peso en el mercado mundial, han declinado su crecimiento y reducido sus compras externas. Por otro lado, ¿cuál es el incentivo para invertir productivamente cuando la inversión especulativo-financiera es tan lucrativa?

Desde lo político, son interesantes los comentarios vertidos por ciertos asistentes al reciente Foro de Negocios e Inversiones celebrado en el Centro Cultural Néstor Kirchner Si bien aplaudieron las reformas neoliberales del Macrismo, expusieron su aprensión respecto a la viabilidad política del proyecto y su estabilidad y extensión en el tiempo. Saben que estas son variables condicionadas por el consenso social, en primer lugar la conformidad de los trabajadores, que son justamente los más castigados por la política oficial. Para esta crema empresarial un indicio sugestivo serán las elecciones de 2017 y la conformación del futuro Congreso. Pero no dispuestos a arriesgar, exigen del gobierno garantías legales y económicas de rentabilidad y repago de lo invertido. Es un condimento que se traducirá en una ley que ya cuenta con media sanción del Senado y por la que se establece un esquema de amplios beneficios y escasas obligaciones para que las empresas privadas puedan participar en obras de infraestructura y servicios en sociedad con el Estado.

Lo financiero es, finalmente, el área que completa, en lo económico, el modelo. El acuerdo con los fondos buitre fue la puerta de apertura al nuevo ciclo de endeudamiento y las desregulaciones del mercado cambiario y del financiero, su complemento necesario.

Ya sabemos que la deuda generada este año se originó para cubrir el rojo fiscal de la Nación y de varias provincias y hacer posible la fuga. Para 2017, los valores que se atribuyeron a las variables con las que se confeccionó el proyecto de presupuesto, ratifican los objetivos del programa que se aplicó en 2016: subsistirá la depresión salarial y la necesidad de mayor endeudamiento, porque además de querer cubrir una fuga más abultada y un déficit fiscal equivalente al 4.2 % del PBI, será necesario cancelar los servicios de la deuda externa anteriormente tomada, con el agravante de un saldo comercial externo negativo, pero triplicado Esta es la foto de lo permanente: ajuste más endeudamiento, corriendo también con la posibilidad que alcanzado determinado nivel, el acreedor del exterior resuelva, evaluando el riesgo y cualquiera sea la tasa, cortar la operatoria.

Este es el camino, ahora con la asistencia del FMI, por el que Argentina, de persistir la aplicación de este proyecto, se insertará plenamente en la lógica del sistema financiero mundial como apéndice subordinado de ese poder, sometida a sus condicionamientos y transformada en una plaza en la que va ir adquiriendo mayor gravitación el patrón de acumulación y valorización del capital financiero y parasitario para el cual el pueblo será un convidado de piedra.

Isaac Grober, Contador Público, Magister en Economía Política, miembro de Consejo Editorial de Tesis 11.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.