El acto fue masivo, impresionante. Tal vez más grande que el del primero de mayo del año pasado. Un acto claramente opositor al gobierno, por lo menos en el ánimo de los manifestantes, sin importar colores partidarios. El dato más fuerte, donde no pusieron suficiente atención los tres dirigentes cegetistas, fue que la convocatoria era […]
El acto fue masivo, impresionante. Tal vez más grande que el del primero de mayo del año pasado. Un acto claramente opositor al gobierno, por lo menos en el ánimo de los manifestantes, sin importar colores partidarios. El dato más fuerte, donde no pusieron suficiente atención los tres dirigentes cegetistas, fue que la convocatoria era una válvula de escape del clima que había presionado para que se realizara. Y ese clima se sentía a medida que el acto crecía, crecía y crecía. En las diferentes columnas que confluían desde toda la ciudad se podía sentir el enojo, la calentura con el gobierno. Era así tanto en las columnas de los movimientos sociales, como en las de los sindicatos o en las barriales. Era un clima que superaba el ánimo de los dirigentes, siempre más tiempistas, más calculadores.
Había una contradicción en la convocatoria. El triunvirato de la CGT se esforzó para que el acto no apareciera como antigobierno, por eso no fue en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Se convocó en un lugar incómodo para semejante multitud, frente al Ministerio de la Producción porque la intención era que quedara claro que el acto criticaba aspectos puntuales de la política económica y social del gobierno. Pero también se convocaba con la idea de que se iba a anunciar un paro contra el gobierno.
Se creó una expectativa para confrontar la política económica del gobierno en el marco del fuerte impacto de esas políticas en los bolsillos de los trabajadores. La convocatoria apuntaba a convertir el malhumor y la bronca en una acción de protesta concreta. «¡¡¡Paro general, paro general!!!» fue la consigna común que entonaron las diferentes columnas de gremios y barrios, como si la consigna hubiera sido previamente acordada entre los organizadores.
O sea: si se convoca para lanzar un paro, es obvio que es contra el gobierno, las medias tintas del lugar y las explicaciones los hizo aparecer bajando el tono de lo que ellos habían convocado. Y si se convoca con el gancho de que se va a anunciar un paro, fue un error no anunciarlo. Se hizo una convocatoria sobre la base de un clima de enojo contra el gobierno en el universo del trabajo. No se puede ir contra ese clima. El trío que conduce la CGT, surgió de otra situación en la sociedad, cuando recién asumía el gobierno de Cambiemos, y le resulta muy difícil reflejar el cambio que se produjo. Las políticas que representa esa alianza gremial se enredan en sus propias contradicciones y no puede contener la presión cada vez más fuerte de las bases. Es una conducción que reflejó otro momento. La política del gobierno de Cambiemos genera una fuerte polarización y en ese contexto, el opoficialismo tiene poco margen, cada vez más superado por la bronca. Se están produciendo despidos, suspensiones y cierres en todas las ramas de la industria y en los servicios, la preocupación por la estabilidad en el trabajo, que antes no figuraba, se convirtió en un tema central de los trabajadores.
Un retroceso en el proceso de unificación de las centrales no sería positivo para el movimiento obrero. Héctor Daer, alineado con el massismo, responsabilizó a un grupo de Berazategui por los hechos, lo cual es poco serio. Fue una forma de acusar al kirchnerismo, que no está representado en esa conducción, y cuyas principales columnas quedaron muy lejos del palco. Suena muy limitado como explicación.
La multitud coreó hasta desgañitarse «¡Paro general!» «¡Paro general!» Pero, inexplicablemente, ninguno de los oradores lo convocaba realmente y evitaba ponerle fecha. Y al final el mismo Daer se confundió y dijo que el paro se haría «antes de fin de año». Y allí, la gente que estaba más adelante empezó a gritar «Ponéle fecha, la puta que te parió», y la consigna se extendió. El acto era inmenso, así que estos sucesos quedaron limitados a las miles de personas que estaban en las zonas menos alejadas del palco, pero fue algo espontáneo que surgió del choque entre el clima de la misma convocatoria y las vacilaciones en el terceto que encabeza la CGT para expresarlo.
Estos contrastes que se produjeron en el acto constituyen un tema de debate en el movimiento obrero. Pero desde el punto de vista del macrismo y sus aliados, el acto fue una impresionante y masiva demostración contra el gobierno, un anticipo del clima social que están creando sus medidas económicas. El hecho de que las posiciones más conciliadoras dentro de la CGT hayan sido desbordadas por el enojo de la muchedumbre, enfatiza esa percepción.