Las masivas marchas y movilizaciones populares pusieron de relieve el ingreso a un nuevo momento político con recuperación de la iniciativa y la ocupación del espacio público. Marco que predice la continuidad de la conflictividad. Confrontación entre dos proyectos debajo de los cuales subyace la disputa por el poder. Camino para la construcción del proyecto […]
Las masivas marchas y movilizaciones populares pusieron de relieve el ingreso a un nuevo momento político con recuperación de la iniciativa y la ocupación del espacio público. Marco que predice la continuidad de la conflictividad. Confrontación entre dos proyectos debajo de los cuales subyace la disputa por el poder. Camino para la construcción del proyecto alternativo
1.- Experiencia de 15 meses
A ningún observador le pudieron pasar desapercibidas las sucesivas y multitudinarias movilizaciones en la Capital y en las principales ciudades del país que tuvieron lugar en marzo pasado. Fueron millones de ciudadanos y ciudadanas de toda edad, en particular jóvenes, con diversidad de pertenencias: sindicales, políticas, culturales, científicos e investigadores, estudiantes, organizaciones sociales y de derechos humanos, de respeto a la identidad de género, trabajadores de empresas recuperadas, personas sin pertenencia orgánica alguna y una asistencia más que destacable: se pronunciaron y marcharon trabajadores y pequeños y medianos empresarios. Algo inédito.
El desemboque a este nivel de efervescencia reconoce una acumulación de múltiples conflictos y medidas de fuerza – cortes de ruta, concentraciones, paros con y sin movilización, tomas de espacios públicos, ollas populares, asambleas, sin olvidar la de los productores de las economías regionales distribuyendo sus frutos en Plaza de Mayo – que se extendieron durante todo el 2016. De ellos sobresalen la concentración del 29 de abril, convocada por todas las centrales de trabajadores y la que culminó en agosto con la Marcha Federal convocada por las dos CTA, la Corriente Federal de Trabajadores y varias regionales y sindicatos integrantes de la CGT.
Estos precedentes y en particular la masividad, el contenido de los reclamos y el fervor que exhibieron las marchas y movilizaciones de marzo, evidencian que ahora estamos en presencia de un momento político cualitativamente diferente, signado por un más alto y extendido nivel de conciencia social, con avances en la convicción de la necesidad de unidad en la acción y de coordinación de las luchas.
Además, con la perspectiva de una lucha que se desplegará a lo largo de muchas batallas, lo destacable es que las fuerzas populares hayan retomado la iniciativa y ocupado el espacio público. Esto por sí sólo es un avance de significativa importancia.
2.- Movilizaciones: motivaciones múltiples
Las de marzo fueron movilizaciones que expresaron el hartazgo por el acelerado y brutal deterioro económico y de calidad de vida, una verdadera extensión planificada de la miseria, al decir de Rodolfo Walsh y la pérdida de derechos, más el repudio a un discurso oficial plagado de mentiras descaradas y de un inaudito cinismo que atenta contra todo sentimiento de dignidad y del respeto que exige todo aquel que pretende ser considerado ciudadano. Para esta política de marketing y de construcción de falsa conciencia, el gobierno ha contado con el sostenimiento y la cobertura del complejo mediático.
Es un estado de indignación que también es alimentado por acciones que apuntan a criminalizar y reprimir la protesta social y a meter miedo, el encarcelamiento como presos políticos de dirigentes sociales y las notorias y evidentes muestras de retroceso en el ámbito de los derechos humanos, tanto en su faz práctica, operativa, como en la difusión de un discurso que tergiversa los hechos, degrada el contenido de estas luchas y demoniza a las organizaciones de derechos humanos, propalando una prédica que pretende ignorar que merced a su perseverancia y el tributo de muchas vidas se edificaron valores muy caros al sentir del pueblo argentino.
Suma también irritación el desempeño arbitrario de una parte del Poder Judicial, funcional a las necesidades gubernamentales y el de cierta porción de la dirigencia sindical y política que con su actitud genuflexa, complaciente y solícita, terminan de configurar un sistema de gobierno que en conjunto reúne los atributos de un régimen autoritario, a pesar de provenir de un origen legitimado por el resultado electoral.
3.- Esencia política de la protesta
Aunque visto superficialmente esta convulsión se expresa más notoriamente contra los efectos económico y sociales, su esencia es netamente política, porque las acciones y el rumbo de todo el proceso iniciado el 10 de diciembre de 2015 responde a los intereses – no ya de una genérica clase social – sino en favor de un bloque de poder conformado por el capital concentrado, con predominio de las multinacionales, integrado y con entrelazamientos entre grandes terratenientes, grandes productores agropecuarios, la gran minería y las energéticas, grandes exportadoras, monopolios industriales de insumos difundidos y en particular el sector financiero. Es un bloque en el que también tienen poltronas reservadas varios integrantes del propio gobierno, comenzando por el grupo familiar del Presidente.
La arrogancia y prepotencia con las que este poder impone sus designios, es la expresión acabada de la degradación de las bases y fundamentos de una democracia, aún la de formas y contenido liberal como la nuestra. Ni se inmutan cuando para lograr un objetivo ignoran o violan leyes preexistentes, principios constitucionales y hasta fallos derivados de acuerdos internacionales, que desde la reforma constitucional de 1994 tienen fuerza de ley y que casualmente un reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia acaba de avalar su incumplimiento.
También salen a la luz denuncias de fiscales, de jueces y funcionarios del poder judicial por el acoso y las presiones, hasta amenazas de juicio político, originadas en el poder político y los medios afines. Ante estos aprietes, algunos de los presionados, aferrados a principios éticos y morales y superados sus márgenes de tolerancia, renunciaron.
Son todos ingredientes del modus operandi de un poder real que pareciera apuntar a una política de tierra arrasada, a aplastar a como diera lugar todo lo que se le ponga enfrente. No faltaron amenazas contra la vida de un dirigente gremial y su familia, pinchaduras telefónicas contra políticos, dirigentes sindicales, empresarios y hasta un deportista, interferencias al audio y la imagen de programas televisivos y allanamientos arbitrarios Se está cebando una bomba de tiempo que de seguirse con este rumbo, tiene un final impredecible.
4.- Justificativos del oficialismo
Ante el clima de bronca e indignación que se palpa, el gobierno y sus voceros pretenden descalificarlas con el latiguillo que la oposición le «pone palos en la rueda», que los disconformes persiguen objetivos políticos, tener fines electorales y desestabilizadores, siendo que la falta de gobernabilidad es fruto de la política que se aplica y que nace de la misma derecha de dentro y fuera del gobierno, de los sostenedores y ejecutantes de la política neoliberal.
No existe en los reclamos y las movilizaciones el menor ánimo destituyente. Tal como lo explicitaron las organizaciones populares, es sabido que siempre que un gobierno fue destituido, los únicos perjudicados, los perseguidos y los muertos los aportó el campo popular, en virtud de lo cual ratificaron continuar con su lucha en pos de más trabajo, equidad y justicia social, requisitos todos para ampliar y profundizar la democracia.
5.- Lo que se viene
Con este panorama ingresamos a otro año pero con el aporte de un aditamento especial: las elecciones de medio término, evento que en el devenir de los acontecimientos esta vez tiene una importancia política significativa. Esto le impone al neoliberalismo macrista-radical definirse ahora frente a dos alternativas: o hace menos severo el ajuste de este año o lo mantiene persiguiendo los objetivos permanentes de su proyecto político, lo que quiere decir dar prioridad al acrecentamiento de la tasa de ganancia del capital concentrado y ampliar y consolidar más aún la estructura concentradora de ingresos, acentuar la depresión de los salarios y del mercado interno, lo que significa mayor destrucción de la matriz industrial, de las pymes y de las producciones regionales y obviamente el empleo, terminar de concretar un régimen de flexibilización laboral y continuar con la estrategia de quiebre de las organizaciones sindicales, sabiendo que en ellas radica la potencialidad de una fuerza vital del ejército que impida con sus luchas la concreción del sueño de eternizar el dominio neoliberal.
Frente a este dilema, hay hechos que son indicios de lo que se viene. –
Uno anecdótico: Mauricio Macri, presidente de la Nación, exhibe en un programa televisivo no tener la más remota idea de a cuánto asciende el haber mínimo de un jubilado, tratándose de un problema que atañe a millones de argentinos para quienes este haber no alcanza a superar el nivel de indigencia. Además de este papelón mayúsculo, Macri puso en evidencia que no conoce ese importe porque ni a él ni a sus ministros, este tema y sus implicancias económico-sociales les preocupa ni les interesa. ¿Nunca es tema, nunca lo analizan en sus reuniones, tratándose de un problemón que afecta a millones de seres humanos? ¿No es problema de un Estado? Por eso no extraña que desde enero el PAMI suprimiera el derecho a la gratuidad de los medicamentos y se dispusiera su desabastecimiento en los hospitales.
Otros indicios son la pretensión de imponer topes de hasta el 18 % en las paritarias y fraccionarlo para ser distribuido en cómodas cuotas a lo largo del año. Otra, el rechazo al reconocimiento de la pérdida de poder adquisitivo durante 2016, la sucesión de tarifazos a los servicios públicos, a los combustibles y los peajes, hechos que explican que las consultoras privadas proyecten una inflación anual no menor al 25%.
La continuidad de la política de apertura indiscriminada de importaciones y el consejo al empresariado industrial de reconvertirse y a los trabajadores de capacitarse en nuevos oficios como salida de supervivencia, demuestra por su vacuidad lo endeble de los pronósticos oficiales de recuperación.
Como la única inversión, considerando magnitudes significativas, es la financiera de tipo especulativo, prometen dar impulso a la obra pública, la que si se concreta y veremos en qué medida, será a costa de mayor endeudamiento, fundamentalmente de origen externo, pero que nunca será lo suficiente, por sí sola, para revertir la magnitud de la crisis, en particular la del empleo, que el país está viviendo
Compútese además que si se convalidan las previsiones presupuestarias, al cabo del 2017 la deuda externa trepará a un nivel equivalente al 60% del PBI, proporción que casi duplica la existente al finalizar el 2015 y que en lo esencial sólo sirve para cubrir los baches fiscales de un país cuya economía no crece ni invierte y comprime las prestaciones sociales, ajusta, pero que financia una fuga de divisas que bate records, más el giro de utilidades. Esta toma de deuda, que ahora funciona al modo de un respirador artificial, genera intereses los que al cabo del primer bimestre de 2017 crecieron un 81,4 % respecto a igual período de hace un año, erogación que es la que más se incrementó debido a la fuerte emisión de deuda del año pasado.
Este es un rumbo no sustentable en el tiempo y en algún momento el chorro proveniente del exterior se va a cortar. Ante el riesgo de incobrabilidad, los acreedores van a cerrar la canilla. Ya pasó en 2001.
Es un escenario que con todo lo experimentado hasta marzo, permite avizorar la continuidad del clima de conflictos sociales y políticos, con una intensidad y un rumbo que, habida cuenta además las pujas y contradicciones al interior del bloque de poder – que también suma – hasta puede concluir en una crisis político-institucional.
El interrogante es pues cuál es el camino que las fuerzas populares deberían seguir para subsistir y crear condiciones para construir un futuro en una patria que socialmente los incluya. ¿Cómo se sale de todo esto?
6.- Dos proyectos
Argentina es parte del sistema capitalista mundial, sistema hoy globalizado y subordinado a la hegemonía del capital financiero y a una política que le es afín: el neoliberalismo.
Su aplicación en el escenario mundial tomó impulso en los ´80, coincidente con la implosión de la Unión Soviética y el ascenso de Thatcher y Reagan, pero atraviesa actualmente una profunda crisis, acentuada desde 2008, evidenciando su agotamiento como ciclo histórico.
Es la conclusión que emerge cuando se revelan las restricciones que desde hace años tiene este capitalismo para incrementar la riqueza real, su producto, pero que aceleradamente potencia la concentración de ingresos, la desigualdad y expande – como ocurre también en los países centrales – la magnitud de los socialmente excluidos. Para una visión del sustento doctrinario, su lógica de funcionamiento y sus efectos sobre la economía argentina, véase «Balance y perspectivas de la economía macrista», revista TESIS 11, Nº 119, Setiembre 2016.
En oportunidad del Foro Económico Mundial de Davos, en 2016, OXFAM denunció que 85 individuos, número que se vino reduciendo velozmente en los últimos años, concentraban una riqueza equivalente a la del 50% más pobre de la población mundial.
Debajo del Brexit y del triunfo de Donald Trump, junto con sus proclamas racistas y xenófobas, como las que también adornan a la ultraderecha europea, se encuentran las repercusiones de esta crisis del neoliberalismo.
Argentina y los países de esta América, cada una con sus particularidades, también la padece, hecho que repercute en la conflictividad política. Por eso los golpes de Estado (Honduras, Paraguay, Brasil) o lo intentos afortunadamente frustrados (Ecuador, Bolivia). Ahora es Venezuela a la que quieren poner knock out, con el concurso de las restantes «democracias» del continente.
En su esencia es una conflictividad entre dos proyectos opuestos de sociedad y de país, que involucra al ámbito de la economía, pero que lo trasciende porque lo que necesariamente está en juego es el poder que hace viable uno u otro modelo económico, de distribución del ingreso, de distinta concepción de organización y funcionamiento de la sociedad, de país.
La envergadura, la fuerza del poder real en Argentina, la del bloque de poder al que el país está sometido, excede su vasto dominio en lo económico. Tiene ramificaciones en todas las instituciones del Estado, incluida su burocracia, en los servicios de inteligencia, en las fuerzas de seguridad, en las organizaciones de la sociedad civil. Tiene entrelazamientos de todo tipo con poderes del exterior y cuenta a su favor con el control sobre el aparato de desinformación y de formación de falsa conciencia como lo es el complejo mediático.
De todos los factores que le sirven de soporte a su dominio, el más importante, su hándicap, es la asimilación naturalizada, acrítica, que amplios sectores de la sociedad tienen de los preceptos ideológicos del poder que los somete
7.- Camino para un proyecto alternativo
Lo hasta aquí expuesto da idea de la amplitud y fortaleza que las fuerzas populares deberán reunir, no sólo para ganar una elección, por muy importante que sea, sino para introducir y sostener los cambios necesarios que permitan ir transformado las bases estructurales del actual modo de producir y distribuir ingresos y riqueza, lo que también obligará a ir transformando el rol del Estado y la de la calidad y alcance de la democracia.
Al referirnos a esta transformación pensamos en una democracia participativa, ya que es a través de ella como el poder de decisión quedará radicado en un pueblo consciente, que así podrá gestionar acorde a sus intereses. Esta es la esencia de la transformación del Estado.
Sin embargo, dada la envergadura del poder a vencer, sólo con una correlación favorable de fuerzas es posible emprender con relativa certeza de optimismo el camino para construir un proyecto alternativo. Una correlación favorable de fuerzas implica necesariamente la construcción de un sujeto político.
En esta línea de pensamiento creemos que a pesar de los avances que testimonian las recientes movilizaciones, subsisten – merced al hándicap del que hablábamos – retrasos en el nivel de conciencia de amplios sectores del arco popular respecto de las causas profundas de los padecimientos. El fervor y la bronca que muchas veces se exteriorizan, no implica necesariamente conciencia de cuáles son los cambios que la hora impone, qué es lo que hay que cambiar. Y el otro tema de gravitación es el nivel de dispersión de fuerzas que hoy existe en el seno del movimiento popular.
Son restricciones de relevancia que sólo en el marco de las luchas desde las reivindicaciones inmediatas y más sentidas, pero con el involucramiento de las masas y el acompañamiento del debate ideológico, como se pueden ir puliendo, profundizando – gracias a la participación – la conciencia y la democracia en el seno de las organizaciones y en el movimiento popular en su conjunto, lo que también servirá de escuela para lo que será la sociedad y el Estado futuros. Para una visión de la relación dialéctica entre participación y democracia en el seno de las organizaciones y su gravitación en el desarrollo de las transformaciones, véase «Subjetividad y Política» publicada el 13 de febrero de 2017 en el portal de Tesis 11, www.tesis11.org.ar .
En cuanto al debate ideológico debe ser aquel que además de poner de relieve el poder de un bloque como responsable esencial de los padecimientos, eduque en la necesidad de doblegarlo para garantizar la construcción de un proyecto que garantice el acceso del pueblo a los bienes materiales, junto al desarrollo de la cultura de la solidaridad, de una espiritualidad alejada del consumismo.
La calle y la unidad en la acción, acompañado del debate ideológico, es el camino para concretar el proyecto alternativo.
Isaac Grober. Contador Público y Magister en Economía. Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.