Desde la reelección de Cristina Fernández, o quizás desde la crisis del campo, las opiniones y los actores políticos comenzaron a ser divididos en función de la grieta. Pero, ¿qué se esconde detrás de esta simplificación grandilocuente? esde la reelección de Cristina Fernández, quizás desde la crisis del campo, acostumbramos a ubicar las opiniones y […]
Desde la reelección de Cristina Fernández, o quizás desde la crisis del campo, las opiniones y los actores políticos comenzaron a ser divididos en función de la grieta. Pero, ¿qué se esconde detrás de esta simplificación grandilocuente?
esde la reelección de Cristina Fernández, quizás desde la crisis del campo, acostumbramos a ubicar las opiniones y los actores políticos alrededor de la grieta, esa simplificación grandilocuente. Pero cuando llegan las elecciones los votos se agrupan en por lo menos tres bloques, como si la grieta se hubiera evaporado. Luego el polvo electoral se asienta y volvemos a nuestra geología elemental: creímos que Cristina elegía «polarizar con Macri», creemos que Cambiemos prende velas para que Cristina sea candidata.
Quizás esta división única y fundamental no existe y nos la imaginamos porque nuestro análisis es pobre. Pero la persistencia de la simplificación me hace pensar que no puede ser del todo infundada. Es evidente que la grieta no agota todas las distinciones políticas importantes. Las elecciones muestran que no expresa claramente las cosas que tenemos en cuenta para votar. Sin embargo, sospecho que existe y que su significado excede a la distinción entre kirchnerismo y anti-kirchnerismo.
La grieta no es cultural. Podría pensarse que deja de un lado a quienes piensan que la política es el escudo de los pobres contra los poderes concentrados y, del otro, a quienes piensan que la política es el vehículo del autogobierno de la gente. Cada una de estas opiniones predomina a uno y otro lado, pero los modos de concebir la política son más consecuencia que causa de la ubicación. El fundamento de la división tampoco es la actitud frente al orden constitucional. Los opositores al kirchnerismo se curaron de republicanismo cuando llegaron al gobierno, igual que los opositores a Cambiemos desarrollaron un celo legalista que antes se les notó poco. Si la ley es una herramienta defensiva no es sorprendente que sea el recurso favorito en la oposición. Por el mismo motivo no podría ser fundamento de una división profunda.
La grieta, en mi opinión, remueve el lecho de dos oposiciones políticas hondas: la oposición entre peronismo y antiperonismo y la oposición entre los partidarios y los opositores a la dictadura. Como el primer peronismo, la grieta expresa actitudes fuertes respecto de la distribución del ingreso. Los argumentos acerca de los gobiernos kirchneristas y del gobierno actual dan la sensación de que se reavivó la irritación que entraña la integración política de los pobres. La dictadura es el tabú de la política posterior a 1982. Los motivos de quienes la aborrecemos son de dominio público. Los de quienes la apoyaron sobreviven en privado. Se expresan, indirectamente, en el rechazo al castigo de las violaciones a los derechos humanos.
El kirchnerismo difiere del peronismo clásico y Cambiemos no tiene nada que ver con la dictadura. Pero la grieta no es un invento de los gobiernos sino el quiebre que se produce cuando ellos golpean sobre una superficie histórica. No tiene tanto que ver con lo que los gobiernos dicen como con lo que la gente escucha. La grieta condensa las distinciones alrededor del peronismo y la dictadura, que son episodios muy distintos. Esa condensación expresa una lectura muy particular de la historia argentina reciente. No es la lectura más fiel a los hechos ni la más productiva pero, como se ve, es muy potente.
Marcelo Leiras. Profesor de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet.
Fuente: http://www.eldiplo.org/216-quien-apoya-al-gobierno/el-fondo-de-la-grieta