Para la izquierda mexicana, la posibilidad cada vez más cercana de que Andrés Manuel López Obrador resulte vencedor en las próximas elecciones presidenciales, despierta un gran debate acerca de cuál debe ser nuestra posición al respecto. Esta situación nos obliga a responder a una serie de inquietudes tanto de trabajadores organizados en nuestro entorno así […]
Para la izquierda mexicana, la posibilidad cada vez más cercana de que Andrés Manuel López Obrador resulte vencedor en las próximas elecciones presidenciales, despierta un gran debate acerca de cuál debe ser nuestra posición al respecto. Esta situación nos obliga a responder a una serie de inquietudes tanto de trabajadores organizados en nuestro entorno así como de amigos y organizaciones fraternas a nivel internacional quienes han seguido con atención el proceso electoral a través de distintos medios de comunicación. En general las organizaciones de izquierda, tanto políticas (Organizaciones de tipo partidario con orientación marxista) como sociales (sindicatos, organizaciones campesinas y populares con historias enlazadas con las luchas históricas de los trabajadores y los oprimidos), coinciden en el hecho de señalar que en sí, ni Andrés Manuel López Obrador, AMLO, ni su partido el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, son propiamente de izquierda, y que en todo caso representan en el panorama electoral una suerte de izquierda relativa, es decir, más a la izquierda que el Partido Revolucionario Institucional, PRI, el Partido Acción Nacional, PAN, y el Partido de la Revolución Democrática, PRD.
La diferencia ha radicado principalmente en interpretar con más precisión el tema y responder qué debemos hacer al respecto, promover el voto a favor de MORENA o declarar abiertamente que los consideramos más de lo mismo, un enemigo de clase como cualquier otro partido burgués. A menudo el debate se torna ríspido y gira alrededor de términos absolutos, los cuales en el análisis científico de la política sólo sirven como abstracción analítica pero resultan poco o nada dialécticos a la hora de aterrizarlo en análisis concretos. Quienes están a favor de apoyar «tácticamente» o «coyunturalmente» la elección a favor de MORENA, suelen simplificar la discusión diciendo que es una oportunidad histórica para deshacerse del PRI y del PAN y que sin duda las condiciones serán mejores bajo un gobierno morenista; por el contrario quienes se oponen a brindar cualquier tipo de apoyo a la campaña de AMLO, suelen simplificar diciendo que no cambia «nada».
Por tal motivo hemos considerado necesario hacer un tanto más puntual la caracterización a fin de enriquecer el debate al respecto
De conceptos y teoría política, entre lo que sí y lo que no está en juego
De entrada es necesario señalar que a nuestro entender, el tratar de comprender la política partiendo del supuesto de que los partidos contendientes son los principales artífices y protagonistas de los procesos políticos es ya un error que deriva de compartir en esencia la concepción liberal burguesa de la política, quien supone que es la lucha de ideas y no de intereses lo que está de por medio, y por tanto que se puede interpretar a los actores políticos a partir de sus dichos y personajes públicos, está pensando desde la teoría liberal burguesa, por muy crítico que se considere; así pues, derivan el razonamiento de que si los partidos son quienes hablan de política, debe ser porque ellos la conducen, y suponen además que se puede interpretar su papel en la política a partir de lo que dicen.
No ha sido sólo la concepción materialista dialéctica e histórica de la política quien señala que el factor principal en ella es el interés, también algunos clásicos del pensamiento político como Aristóteles y Maquiavelo lo admiten[1]. La teoría marxista ha contribuido en ese pensamiento, entre otras cosas, señalando que en el orden jerárquico de los intereses, los más determinantes son los intereses de clase, y que los que más influyen son los que apuntan a las clases que en un momento histórico son las protagónicas de la vida económica de una sociedad determinada. Claramente se señala que en la sociedad capitalista esos intereses, por excelencia antagónicos, son entre la burguesía y el proletariado, aunque esto de ninguna forma excluye la posibilidad de que intervengan conflictos con otras clases sociales o fracciones de clase.
Así pues, aunque desde la teoría marxista es acertado decir que mientras los intereses del proletariado no se sobrepongan a los de la burguesía no habrá transformación verdadera en términos históricos, es cuando menos una simplada afirmar que el análisis debe concluir ahí. El análisis político marxista como el que hiciera Marx sobre los conflictos en Francia[2], los que hiciera Lenin a lo largo de toda su trayectoria política, o bien los que hicieran otros revolucionarios comunistas como Mao y Gramsci, por ejemplo, enseñan la necesidad de captar las luchas de clases en una forma más íntima y profunda, por lo que la posibilidad de que no cambien «nada» en términos absolutos resulta simplemente tan imposible como que cambie todo.
Así pues, es necesario comprender que hay una contradicción y al mismo tiempo simbiosis entre la burocracia política y la clase en el poder. La burocracia tiene un interés propio y la clase en el poder también, ésta última sabe que necesita a alguien que haga el trabajo burocrático político, y la burocracia con mayor jerarquía comprende que si no se representan intereses reales, será imposible mantenerse en su puesto burocrático. De manera personal, los burócratas ajenos a la pertenencia de la burguesía, es decir aquellos que son burócratas pero no pertenecen a las familias burguesas, pueden llegar a sentir indiferencia y hasta algún recelo hacia la burguesía, pero eso no significa que puedan ignorarla en los hechos, los ven como un vehículo para sostener un estilo de vida parasitario que les permite al final de cuentas mantenerse en la parte privilegiada de la sociedad.
A su vez, la burguesía suele tener bastante indiferencia y hasta desprecio por los burócratas, sabe de su carácter parasitario y no los consideran iguales a ellos, sin embargo comprenden que su labor como administradores directos del Estado es necesaria y por ello los consienten[3].
Así pues, los partidos políticos, los cuales funcionan simplemente como coaliciones de burócratas que ofertan sus habilidades y servicios a la clase en el poder, tienen una competencia real entre ellos para ser los elegidos por ésta, y ocupar los puestos burocráticos que ofrezcan la mayor ventaja económica garanticen una carrera exitosa dentro de la propia burocracia. Esto sin embargo no es propiamente la lucha por el poder y resulta un grave error de interpretación suponerlo así; el poder está en la clase dominante y para modificar eso en efecto se requiere otro tipo de proceso, esencialmente revolucionario.
Pero la clase dominante no puede gobernar tampoco con burócratas imaginarios caracterizados por su perfección de acuerdo a sus propios intereses, y tiene que elegir a que grupo real de ellos le da, por decirlo así, las llaves de la administración pública. La democracia burguesa, le ha dado a la burguesía la posibilidad de tener tiempos y formas de renovar esa burocracia, reemplazar a los elementos deficientes y mantenerlos claramente subordinados. A este propósito, las continuas elecciones son bastante funcionales.
Es importante mencionar también que la clase dominante no es homogénea y que dadas las características generales de la economía capitalista y de la economía mexicana en particular, la mayor parte del capital está concentrado en un puñado de grupos empresariales que prácticamente subordinan no sólo al resto de la sociedad sino a su propia clase. Este grupo lo hemos dado en llamar el Bloque Hegemónico de la clase dominante, el cual en México está caracterizado principalmente por qué su principal fuente de ganancias está anclada en el sector financiero y el comercio exterior, principalmente con Estados Unidos[4].
Con niveles muy básicos de organización, ese bloque hegemónico tiene todas las de ganar, pero para comprender su carácter hegemónico así como su capacidad y poder para ejercer un verdadero dominio de Estado, nunca debemos olvidar que la dominación en lo concreto sólo se da en medio de un sinnúmero de contradicciones; el fuerte tiende a dominar, sin embargo hay factores que pueden debilitarlo y a su vez fortalecer a quienes están en posición de débiles y dominados. A su vez, las condiciones de dominación exigen cambios continuos de planteamientos tácticos, rupturas de alianzas sectoriales y su reemplazo con otras tantas, elección de métodos idóneos de dominación, etc.
El bloque hegemónico de la clase dominante necesita liderar a otros sectores de su clase e incluso de la población en general. Necesitan encontrar elementos y sectores que estén dispuestos a apegarse a su estrategia aceptando la parte que les toque[5]. Ese bloque también tiene diferencias entre sí y requiere tomar decisiones concretas para resolver temas tales como, a quien buscará atraer como aliados, o a quién está dispuesto a enfrentar en franca enemistad.
Para ejercer con eficiencia el dominio social y económico, requiere por tanto ofrecer algo a cambio a ciertos sectores subordinados a él, incluso dominados por él; por ejemplo a la burguesía mediana le puede ofrecer una cierta participación como intermediaria en determinadas cadenas productivas y comerciales, a la pequeña burguesía le puede ofrecer seguridad, a los trabajadores trabajo y a los campesinos programas de apoyo económico; a esto se pueden sumar una serie de consignas de moda o que respondan a situaciones emergentes en el plano cultural por ejemplo, y ofrecer también programas públicos que atiendan superficialmente problemas tales como la equidad de género, la atención a cierta enfermedad, o a determinado sector de la población que siendo minoritario o poco representativo de la mayoría, genere simpatías generales, etc . En una sociedad donde ninguna clase o sub-clase esté pensando seriamente en desafiar el poder del bloque hegemónico de la burguesía o de la burguesía en sí, es decir en una sociedad en donde todos aceptan de facto, en lo general, su posición de clase como algo que no cambiará, las campañas pueden girar tranquilamente alrededor de ese tipo de propuestas.
Crisis prolongada y dilema político burgués en México
La sociedad mexicana atraviesa por un período crítico y eso obliga al bloque hegemónico a entrar en un dilema. Esa crisis consiste en que a pesar de que habría cierta conformidad con estabilizar los intereses básicos de cada clase y subclase, la situación económica no permite asegurarle algo a una parte sin que esto implique la imposibilidad de cumplir las aspiraciones mínimas de otros.
No sólo en México sino a nivel internacional, el bloque hegemónico se ha esforzado en mantener intactas sus aspiraciones y para ello ha sacrificado incluso los intereses mínimos de las clases subordinadas y explotadas. No hay garantía para los trabajadores ni siquiera de tener trabajo, la pequeña burguesía se siente insegura y a menudo pierde su patrimonio ya sea por la imposibilidad de competir en un mercado sumamente voraz, o bien porque es víctima de la delincuencia, e incluso la mediana burguesía empieza a desesperarse puesto que luego de tres décadas de promesas de crecimiento económico de arriba del 7% que había promovido el bloque hegemónico como supuesto resultado de las políticas neoliberales, esas cifras simplemente se ven como imposibles de alcanzar.
Lo que ningún burócrata contendiente en las campañas se atreve a decir es que no es posible hacer ganar a una clase o subclase social, más que restándole a otra. Si es consecuente la promesa de aumentar las ganancias de los empresarios, la perdida recaería en los trabajadores, si ofrece construir megaproyectos los campesinos pierden, si se otorga más dinero al gasto social, algún sector de la burocracia o de la administración tendría que enfrentar un recorte. Es una cuestión de aritmética simple. Los candidatos sin embargo juegan a descubrir el hilo negro haciendo creer que es posible que se gobierne para todos, que todos ganen y ninguno pierda.
Dicha situación es de por sí permanente en cualquier régimen capitalista, pero en México esta contradicción se ha elevado a un nivel crítico porque finalmente el Estado mexicano, con la privatización de Petróleos Mexicanos, PEMEX, se ha quedado sin la posibilidad de maniobrar con el presupuesto público y atender problemas emergentes valiéndose de la relativa solidez del mercado petrolero y la participación de PEMEX en el mismo.
El gobierno de Peña Nieto, comisionado especial del bloque hegemónico para concretar la cuasi liquidación de las fuentes propias de ingreso del Estado mexicano, ofreció la represión como forma de controlar dichas consecuencias. El incremento descomunal de los precios de la gasolina, la reforma educativa, la precarización del trabajo en el sector público y el recorte presupuestal a las Universidades públicas, están relacionadas a ello. El gobierno de Peña Nieto se amarró en su posición y evitó a través de la represión, ceder a las exigencias sociales provenientes de los sectores de la clase trabajadora afectados por dichos recortes.
Esta situación genera en los afectados una molestia que no es sólo moral, pues se refleja en condiciones materiales, esto provoca que personas otrora simpatizantes del PAN o del PRI, simplemente no puedan ignorar que finalmente las reformas neoliberales les han afectado de manera sensible; en esta situación están millones de consumidores de gasolina así como el magisterio y trabajadores de las universidades e instituciones públicas, sólo por citar algunos ejemplos.
Claro está que el Estado mexicano no va a rectificar medidas económicas tan lucrativas sólo porque la gente esté molesta, pero también es cierto que Peña Nieto, aunque en términos generales cumplió con el bloque hegemónico, no lo hizo de forma pulcra pues en algunos momentos la respuesta popular probablemente haya superado sus cálculos, lo cual genera nerviosismo dentro de la burguesía en general. Sobre todo en cuanto al caso Ayotzinapa, la movilización magisterial y el gasolinazo. Arriba podrán decir que nada se salió de control y que eso es más importante, pero algunos admiten que estuvo más cerca que otras veces.
Tanto Meade como Anaya están profundamente ligados a esas decisiones y por tanto a sus consecuencias, y a pesar de que la retórica propia de los tiempos electorales los hace tomar distancia de los gobiernos anteriores, lo cierto es que más allá de reiterar su lealtad hacia ella, no proponen nada que tranquilice a la burguesía en general, no le ofrecen soluciones creíbles, aun así una parte del bloque hegemónico de la clase dominante sigue apostando por ellos, o bien, comienzan a moverse de forma engañosa, apoyando con una mano a Anaya o a Meade, y con la otra trazando vías de interlocución hacia MORENA.
¿Un neo-desarrollismo dirigido por MORENA como posible salida a la crisis?
López Obrador desde nuestro punto de vista, está haciendo una maniobra política relativamente astuta, sin embargo, para muchos de los actores sociales y políticos genera confusión. Su maniobra consiste por una parte en trazar una campaña que discursivamente está dirigida sobre todo a la pequeña y mediana burguesía, planteando a esta última como el actor principal que dinamizará la economía mexicana a través de sus inversiones en el mercado interno, pero por otra parte, trata también de dirigir un discurso atractivo para las mayorías trabajadoras a quienes ofrece estabilidad en los precios de sus medios de vida y un relativo respeto a la vida sindical. En términos generales, AMLO ofrece una suerte de proyecto neo-desarrollista[6] en donde el mercado interno pueda rescatar a algunas empresas de la ruina y a algunos trabajadores de la miseria.
AMLO le ofrece al bloque hegemónico una nueva propuesta de alianza que no implica un sacrificio sobre su riqueza actual, explicándoles la necesidad política de abanderar las propuestas de sectores subordinados de la burguesía y en menor medida de las clases explotadas. La recompensa a todo esto será la estabilidad política y la certidumbre de sus inversiones. Para concretar esto, es necesario que él, no se presente públicamente como un candidato del bloque hegemónico, sino como un candidato del «pueblo» que sin embargo no tiene una enemistad profunda con el bloque hegemónico.
¿Pero cómo logrará AMLO representar puro beneficio sin ningún sacrificio? Para los grandes capitalistas, quienes no son nuevos ni ingenuos en temas económicos y políticos, quienes toman decisiones con la mano en la cartera y no en el corazón, está claro que mayor bienestar para el pueblo sólo puede representar para ellos, menor posibilidad de afianzar sus privilegios. Para resolver esto, AMLO propone en el discurso dos mecanismos de solución:
1.- El recorte del gasto público destinado a satisfacer caprichos y privilegios de la burocracia política, además de tapar el agujero financiero que para el gasto público representa la corrupción. De esta forma asegura que la rentabilidad del gran capital y de la mediana burguesía no se verá sacrificada, y ofrece ser el capitán de un pelotón que acepta inmolarse a sí mismo, para evitar el sacrificio de aquellos.
2.- Alcanzar la tan prometida tasa de crecimiento del 7% anual, asegurando que cualquier gasto extra que se haga para compensar la pobreza, la explotación o el rezago de la pequeña burguesía, saldrá del superávit económico y del ahorro en gastos burocráticos. Es decir, no se sacrificará la riqueza existente para repartirse, se creará nueva riqueza.
La primer propuesta puede ser aceptada y aplaudida tanto por el bloque hegemónico como por la burguesía en general, quienes de por sí sienten desprecio por la burocracia parasitaria y llevan años demandando un control de la corrupción, además de que por supuesto, están interesados en un producto que ofrece ser tan eficiente como barato.
La segunda propuesta encierra sin embargo otro problema, es posible que elementos de la mediana y pequeña burguesía, así como de las clases explotadas crean en esa promesa, y ante la situación tan desalentadora de la economía mexicana, decidan apostar por ella. El bloque hegemónico por su parte, sabe muy bien que eso no es posible, que las condiciones del desarrollismo de los años cincuenta del siglo XX no están vigentes y que eso ni resulta políticamente necesario ni económicamente viable. Los grandes imperios comerciales que dominan el mundo, algunos de ellos asentados en México, no llegaron a esa posición a través de corazonadas y supersticiones, sus inversiones y movimientos son calculados científicamente, tienen equipos de asesores financieros, comerciales y políticos que trabajan exclusivamente para analizar esas variables y la posible influencia en sus negocios; de sus aciertos y desatinos dependen billones de dólares y no suelen jugar con eso.
Para el bloque hegemónico, es evidente que esa segunda propuesta es simplemente un engaño, lo cual, aunque moralmente no les importa, sí les genera incertidumbre ¿Para quién es ese engaño? Si el engaño es para el pueblo de seguro no tienen ningún problema para aceptarlo, pero, ¿Será que AMLO pretende engañarlos a ellos? Esta segunda pregunta puede responderse de manera directa, y es por eso que los representantes del bloque hegemónico tienen interlocución directa con los candidatos, para hacer preguntas concretas y establecer compromisos concretos. AMLO lo sabe y por ello ha buscado acercarse y celebrar acuerdos privados con los representantes del bloque hegemónico, para asegurarles que no hay de qué preocuparse.
Aun así puede persistir la pregunta de si el bloque hegemónico ha de mantener reservas frente a MORENA y AMLO, lo cual pensamos que se responde afirmativamente por cuando menos dos razones claras.
1.- Porque aun sabiendo que no cumplirá las promesas a la mediana y pequeña burguesía, además de por supuesto a los trabajadores y demás explotados ¿Qué va a pasar cuando caduque la «esperanza de México»? Ese bloque histórico que pretende formar AMLO se desvanecerá y puede provocar reacciones diversas de las clases engañadas, y una vez perdido su principal capital político que es la posibilidad de poner orden a través de su propio carisma y legitimidad, ¿Cómo va a controlar las respuestas ante la desilusión? ¿Recurrirá a la represión tal como el PRI y el PAN? y, si es así ¿Qué ventaja tiene elegirlo a él y a su partido de reciente formación? Aparentemente la ventaja que ofrece se podrá desvanecer en poco tiempo y puede generar un escenario incierto.
2.- El proyecto de AMLO es visto por el Bloque Hegemónico como experimental y algo riesgoso. Aunque la situación económica exige audacia, y por lo tanto el experimento se antoja necesario, de cualquier modo es un riesgo que muchas veces se prefiere evitar, apegándose a lo conocido; en ese sentido, es claro que los equipos de burócratas encabezados por Meade y Anaya, son más conocidos para el bloque hegemónico y aunque desconfían de su capacidad, confían ciegamente en su lealtad. Al final de cuentas, AMLO aparece en escena como un jugador externo, poco conocido por ellos y poco confiable, les provoca dudas que los otros dos candidatos no. AMLO ha tratado de reducir ese factor de incertidumbre acercando a colaboradores que sí son de la plena confianza del bloque hegemónico y de los organismos financieros internacionales, ejemplo de ello son Guillermo Ortíz Martínez, Graciela Márquez Colín, Víctor Villalobos, Javier Jiménez Espriú, y Esteban Moctezuma Barragán.
La posible conclusión del proceso electoral en curso
El bloque hegemónico en su conjunto difícilmente apostará todas sus cartas a AMLO, pero también es muy difícil que apueste por ahora, todas sus cartas a impedir su triunfo, como sí lo hizo en el 2006, al final de cuentas el mundo no acaba en julio y si acaso se confirmaran sus miedos, tienen muchos mecanismos para impedir que un presidente se salga de control. La historia reciente de América Latina es prueba de ello. Los únicos presidentes contra hegemónicos que permanecen en su puesto, Maduro y Evo[7], están respaldados por fuertes procesos de organización popular, mientras que AMLO carece de ese elemento.
Por ello es que entre otras cosas no deben dejar caer tan drásticamente la campaña de Meade y Anaya, además de esforzarse en respaldar el PRI y PAN en mantener espacios en el congreso y en gubernaturas y municipios, pues claramente será necesario que de ganar AMLO, tenga contrapesos que lo limiten e impidan que tome decisiones que vayan más allá de lo previsto.
En la política pueden pasar muchas cosas y ningún escenario es ciento por ciento descartable, dialécticamente es posible el error y pueden intervenir variables que alteren cuando menos el curso general de las cosas, pero normalmente no procede predecir locuras y errores sin mayor fundamento político; dentro de esas posibilidades está el fraude electoral, el golpe de Estado, el asesinato y todas las que la Historia nos hace ver como reales. Sin embargo desde nuestro punto de vista, el recurrir a alguna de esas opciones ahora por parte del bloque hegemónico de la clase dominante sería un error monumental, y si son sensatos no lo van a hacer, por ahora cuentan con mejores recursos, los cuales ya han venido usando y seguramente lo seguirán haciendo. Repetir el fraude del 2006 o intentar borrar a AMLO del mapa sería aventurado y más arriesgado que dejarlo gobernar. Si eso llegara a ocurrir, cambiaría significativamente el panorama, implicaría otro análisis y por tanto otras medidas a tomar, sin embargo en este momento resultaría alarmista y poco serio apostar al escenario más catastrófico para llamar la atención.
Otro de los resultados es que el PRD se está jugando todo en la candidatura para jefa de gobierno de la Ciudad de México, la cual, de ganar, sólo le dará un poco más de vida, pero a estas alturas está claro que el PRD va a pasar a sumarse a la larga lista de partidos de trayectoria corta y torpe en la historia electoral de México, atenido a aliarse coyunturalmente con alguno de los partidos principales y esperanzado a gobernar algún municipio y conservar alguna bancada en el congreso, se desdibujará aun en el imaginario político como «partido de izquierda» para ser sustituido, por MORENA.
El PAN, aunque debe recuperarse de sus divisiones internas y demás asuntos, no tendrá problema con mantenerse como el partido referente de la derecha, la iglesia católica y algunos grupos empresariales y conservadores, sobre todo de la zona del Bajío y norte del país, en tanto no surja otra fuerza similar que la reemplace, el lugar que ocupará tras la elección de julio, bien puede ser el acostumbrado, lo cual lo deja en una posición adecuada para mantenerse en la baraja burocrática. Lo más probable es que el PAN y sus círculos políticos cercanos sean quienes más se van a involucrar a partir del 2 de julio, a organizar toda la campaña anti López Obrador, serán quienes dirijan desplegados, pronunciamientos y manifestaciones en contra del gobierno siguiente, estarán a la espera de cualquier error, escándalo y detalle, tal como lo hacen los partidos demócrata-cristianos en el mundo y en América Latina.
El PRI, se mantendrá un tiempo más como el partido de referencia en cuanto a formación de la burocracia política, demostrará una vez más que es capaz de seguir órdenes de arriba aún a costa de su propio sacrificio y será recompensado con su sobrevivencia plena, lo cual le permitirá seguir en posición muy favorable para campañas sucesivas. No debemos perder de vista ni por un minuto, que el gobierno de Peña Nieto ha dejado complacido al bloque hegemónico de la clase dominante, pues se portó como todo un soldado del régimen, aceptó el sacrificio propio ante la historia para poder cumplir con los designios del bloque, tal como lo hiciera Gustavo Díaz Ordaz en su momento; Peña Nieto y el PRI, cumplieron pasando la reforma energética, colaboraron con Estados Unidos en materia internacional, reprimieron maestros, echaron a andar la construcción del aeropuerto y lograron reprimir a cientos de manifestaciones de trabajadores y campesinos por todo el país; claro está que habrán dejado asuntos sin resolver, algunos de los cuales exigen el cambio de partido, pero de ningún modo el bloque los da por reprobados, permitir que cambie el partido político en el principal cargo de gobierno es en estos momentos para el bloque hegemónico, un ajuste táctico necesario.
Por ahora, algunos de los cuadros y simpatizantes del PRI migrarán a MORENA como ya lo han venido haciendo, y otros tantos, los que alcancen «hueso», estarán maniobrando en sus espacios de poder en los gobiernos de algunos estados, en su bancada en el Senado y en la cámara de diputados así como cientos de municipios en donde tienen el pleno control. En otras palabras, el PRI no se va a ir, por lo que su final no está en juego en la presente elección, eso sólo podría ocurrir como resultado de otros procesos.
Los resultados para la clase trabajadora y el pueblo trabajador en general
De algún modo ya hemos establecido líneas atrás que la condición objetiva de las mayorías trabajadoras de México, no cambiará sustancialmente, esto sólo podrá ocurrir de manera marginal a algún subsector de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía que por alguna razón salga favorecida de la promoción de algún experimento simbólico del nuevo gobierno; algún programa social, algún producto o alguna obra. En todo caso, reconocemos que hay un proceso subjetivo que debemos atender con cuidado.
Como marxistas comprendemos la fe como un resultado subjetivo de la parcialidad con que las personas experimentan la realidad material combinado con la actividad ideológica de la clase dominante y del Estado, no nos extraña su existencia y sabemos que para superar la superstición enraizada en la sociedad se necesita a su vez, superar una serie de factores enajenantes y que ello sólo podrá hacerse en el tránsito del socialismo al comunismo. Así pues, entendemos la devoción popular por AMLO como un acto de fe, y como en otros casos, no nos opondremos a su manifestación; si el pueblo quiere manifestar su fe por AMLO el primero de julio, nosotros no se lo impediremos, entendemos muy bien que el pueblo mismo tiene que experimentar en sus propias creencias y someterlas tarde o temprano al juicio infranqueable de la realidad material. Pero también consideramos que nuestro papel no es promover la fe y que el hecho de que esta sea generalizada no nos autoriza a sumarnos, como no lo hemos hecho a la fe católica o religiosa en general.
Lo importante es considerar que habrá mucha gente ilusionada con la posibilidad de un cambio y que gran parte de esa gente saldrá desilusionada más tarde o más temprano, por otra parte sabemos que las fuerzas políticas más reaccionarias tratarán de capitalizar esa desilusión para generalizar más un rechazo a todo lo que se diga de izquierda y abonar en la nostalgia y la confianza en instituciones profundamente reaccionarias como la iglesia católica, el ejército mexicano, los medios de comunicación con mayor poder, los empresarios, etc.
Ante dicha situación, la izquierda revolucionaria y comunista tiene que pasar a un siguiente nivel en cuanto a su capacidad y habilidad política, nada ganaremos si aparentamos que estamos ansiosos de ver a MORENA y a AMLO fracasar, eso nos haría parecernos al panismo y facilitaría que el partido que entre al gobierno nos ataque diciendo que le hacemos el juego a la derecha. Tenemos que ser tan meticulosos y precisos como lo fue Lenin, fortalecer más nuestra parte científica y depender menos de nuestra capacidad discursiva. Nuestros argumentos y métodos tienen que ser claramente distintos tanto de quienes ahora ocuparán el gobierno como de sus detractores dentro del espectro de Estado. Será necesario seguir construyendo poder popular donde sea posible y fortalecer cualquier espacio de resistencia proletaria, indígena, campesina o popular. Tenemos que tener muy claro que ante cualquier disputa entre la clase trabajadora o distintos sectores de los explotados y el gobierno de AMLO, tenemos que estar resuelta y claramente con los primeros, pero entender con la misma claridad que no podemos sumarnos a nada de lo que hagan los sectores conservadores y profundamente reaccionarios.
Tenemos que tener muy presente que no es nuestro papel decir que nosotros seríamos mejores gobernantes que el partido gobernante, sino mostrar al pueblo trabajador que es él quien tiene mayor capacidad constructora que cualquier equipo de burócratas, nuestra función es coadyuvar a que eleven su nivel político, acompañarlos en el aprendizaje y la experimentación, mientras consolidamos nuestra capacidad de dirigir efectivamente un proceso revolucionario cuando la historia genere las condiciones idóneas para ello.
Estas elecciones, por todo lo descrito aquí, nos han colocado en una posición difícil frente a los trabajadores, ante la izquierda internacional, incluso la revolucionaria, quienes tal vez ven desde lejos el proceso electoral en México y quieran compartir el entusiasmo por la factibilidad del «cambio». Esta situación, como dijimos al principio del presente artículo, nos ha obligado a dar muchas explicaciones, y en adelante, la exigencia será aun mayor, será necesario resistir a los intentos que haga el bloque hegemónico para utilizarnos, y que haga MORENA para cooptar cuadros, desarticular nuestras organizaciones e interponerse entre nosotros y los trabajadores; es por ello que la tarea se hace tan indispensable como difícil, pero lo más importante es que será irrenunciable.
[1] Tanto en «La política» de Aristóteles como en «el Príncipe» de Maquiavelo queda patente esta interpretación.
[2] Vease: «El dieciocho brumario de Luis Bonaparte», «Las luchas de clases en Francia, de 1848 a 1850» y «La guerra civil en Francia».
[3] Esto lo explica claramente Engels en «El origen de la familia la propiedad privada y el Estado» y Lenin en «El Estado y la Revolución»
[4] Estamos hablando de los principales bancos como CITIBANK, BBVA, los monopolios de las telecomunicaciones como América Móvil, aseguradoras, y las grandes empresas automotrices.
[5] Gramsci trabaja este tema en sus Notas sobre Maquiavelo y el príncipe moderno
[6] El término neo-desarrollismo, por la alusión a la política económica que promovió la CEPAL en los años 50s del siglo pasado en América Latina, nos ha parecido más acertado que el de populismo, utilizado de manera confusa por los medios de comunicación ligados al bloque hegemónico.
[7] El caso de Cuba claramente es aparte puesto que es la clase trabajadora quien tiene el poder.
Andrés Avila Armella. Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (www.partidocomunistademexico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.