Óscar García González

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Este año será recordado no sólo por los rebrotes de la pandemia y sus nuevas variantes, por el acaparamiento, despilfarro y escepticismo hacia las vacunas en el primer mundo, en contraste con la carencia y su falta de distribución en poblaciones empobrecidas que las anhelan.

La “invasión” zapatista avizora Europa

Invisibilizados por los medios de comunicación. Lapidados en las redes sociodigitales, en ocasiones con ayuda de bots y algoritmos. Denostados por el chantaje progresista del “menor de los males” y una concepción pesimista de la política entendida exclusivamente como “optar entre inconvenientes”, cuya narrativa ha terminado por imponer la 4T gracias a su exitosa estrategia de polarizar a la sociedad mexicana.

En vísperas de su próxima travesía internacional el neozapatismo, fiel a sí mismo y a contracorriente de los tiempos actuales de confinamiento, celebra un año más de sembrar la lucha. Demasiados acontecimientos desde aquella lejana madrugada, oscura y luminosa al mismo tiempo, en ese año en el que debimos entrar al primer mundo de acuerdo con la narrativa oficial.

A decir del presidente en lo que se refiere a salud somos ya como Dinamarca o Canadá, mientras que para la derecha nos parecemos más a Venezuela. Con certeza no somos ni lo unos ni lo otro pero en un ambiente polarizado, a río revuelto ganancia de pescadores, reza el adagio.

En agradecimiento a AMLO por no haber reconocido a Biden, el aún presidente Trump negoció para que un juez de Nueva York desestimara los cargos en contra del ex Secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos, quien fuera detenido en la ciudad de los Ángeles hace poco más de un mes acusado de cuatro cargos de narcotráfico y lavado de dinero en EEUU.

La 4T inició con un performance en el zócalo de la CDMX que continuó en Palenque con una sui géneris petición a la madre tierra para iniciar la construcción de su megaproyecto emblema. En ambas escenificaciones se puede apreciar a indígenas postrados ante la figura presidencial.

El “encuentro de dos mundos” fue el eufemismo con el que se pretendió aligerar el peso histórico del inicio de la invasión a nuestro continente en el que los actuales estados-nación proyectaron recordar el centenario de dicho acontecimiento en detrimento de los actuales pueblos y culturas indígenas que subsisten (no sin cambios), y sobreviven hasta nuestros días.

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