Llegue como pude al bar. Mantengo aún ese sopor de la madrugada y la resistencia a iniciar la jornada laboral. Pretendo casi con alguna ingenuidad, que el desayuno asuma efecto liberador Tengo esa esperanza porque lo comparto con uno de mis hijos. También comparece a la mesa la madre de ese hijo, distanciada en algún […]
Llegue como pude al bar. Mantengo aún ese sopor de la madrugada y la resistencia a iniciar la jornada laboral. Pretendo casi con alguna ingenuidad, que el desayuno asuma efecto liberador Tengo esa esperanza porque lo comparto con uno de mis hijos. También comparece a la mesa la madre de ese hijo, distanciada en algún momento en el camino de mi vida, pero cerca en el amor compartido por el vástago que supimos conseguir.
El chico, inicia la adolescencia. Pregunta, y escucha lo que puede. Le suceden cosas. Su mundo de infante comienza a ceder frente a la inmensidad de la vida. No dejo de tener un poco de envidia y el café amargo en cierto sentido acentúa su sabor en la rápida visión de mis actos desde aquel entonces a esta caótica actualidad.
En la anárquica charla se transita por las aristas de varios temas. De repente formulo la pregunta obligada ¿Qué haces este fin de semana? Y la respuesta de Peto: Estoy con vos esta tarde hasta la noche que voy con mamá a ver el casamiento del hijo de Marta. Nunca vi un casamiento por Iglesia y quiero saber como es.
Entonces mi película personal se detiene en 1979, Medalla Milagrosa dicen que se llama la Iglesia. La misma del casamiento del que habla Peto. Recuerdo la promesa de mi hermano Hugo desde su cautiverio de desparecido por la dictadura militar, en el subsuelo de la Jefatura de Rosario. Gestión paterna. Intermediación de algún siniestro personaje del entonces y resultado: Bautismo de mi sobrino Mario (según dice Hugo, en homenaje a Firmenich).Cura que sabe que el padre del bautizado es un desaparecido que se le aparece de cuerpo presente trasladado desde el campo de concentración «El Pozo».Cura que conoce que los tres tipos morochos y con trajes de alquiler no son parientes ni amigos, sino servicios de inteligencia vigilando los movimientos. Todo en mi cabeza. Entonces el vómito como nausea extemporánea por lo vivido aparece como única sensación descriptible.
Me dice mi interlocutora, que bueno, que en definitiva el cura le daba una mano, que mi hermano le contó que se había asustado y apelado a Dios en un momento de desesperación. Entonces me viene a la mente una idea que peregrina hace tiempo. ¿Hasta que punto la dimensión subjetiva del entonces directamente perjudicado es la única posibilidad de vivencia y análisis de la situación? ¿Por qué los restantes, los de entonces, los que presenciaban el suceso no pueden hacer su propio balance?
Hoy la distancia me permite darle cuerpo de ideas a esa entonces sensación vomitiva. La iglesia, el cura, no hacían ningún favor a nadie. Eran funcionales a esa lógica destructiva del Terrorismo de Estado. Cohabitaban con los victimarios y ponían una esponja húmeda sobre la boca del crucificado, como el soldado que con una lanza le acerco ese objeto a Cristo pidiendo agua.
Entonces le digo a mi hijo. En esa casa, donde hoy se celebran matrimonios, se hacían esos bautismos. Se recibía en el pueblo católico en marcha a los hijos de un desaparecido-aparecido y en cautiverio en un campo de concentración y esa lógica demencial se naturalizo en modo tal,que hoy podemos ir a ese lugar como si nada hubiera pasado. Pero es como si. En realidad paso y nos pega todos los días a todos. En cada sitio en cada lugar de la ciudad esta el recuerdo y la presencia viviente de los muertos y los que sobrevivimos de alguna manera .Están los muertos y los desaparecidos sociales de hoy, para los que también hay curas dispuestos a bautizarlos en connivencia con el poder.
Termino el bizcocho, último sorbo del café amargo. La duda de dar a los hijos la verdad casi sin anestesia o de mentirles por silencio omisivo. Esas realidades vividas nos constituyeron en lo que somos. Difícil no mostrarlas de alguna u otra manera. Es preferible exteriorizarlas. Me parece. Aún cuando los protagonistas directos del suceso piensen que en ese momento le ganaban un round a la vida. Su lectura respetable no puede ser la única. Pienso en que distinto hubiera sido todo si en aquel entonces los curas además de bautizar hubieran actuado denunciando. Cuanta nueva vida se podría haber generado.
Asumir el significado que en la lógica cristiana tiene el bautismo, y hacer una nueva apuesta por el renacer social a la vida de los excluidos de siempre, es de alguna manera, el desafió de hoy, aún con Bignione libre por connivencia judicial , para terminar con las superestructuras estatales de dominación y las relaciones sociales de explotación que devienen en escuelas destruidas, educación inexistente , salud pública carente y trabajo digno con salario justo, ausente sin aviso