La Argentina está transitando el quinto año de crecimiento económico ininterrumpido. Los indicadores macroeconómicos reflejan este ciclo con cifras que, con picos históricos, muestran una marcada curva ascendente en la recaudación fiscal y en el superávit de las cuentas públicas a nivel nacional. Lo mismo puede decirse del sector privado. Los balances de las grandes […]
La Argentina está transitando el quinto año de crecimiento económico ininterrumpido. Los indicadores macroeconómicos reflejan este ciclo con cifras que, con picos históricos, muestran una marcada curva ascendente en la recaudación fiscal y en el superávit de las cuentas públicas a nivel nacional. Lo mismo puede decirse del sector privado.
Los balances de las grandes empresas y de los grandes grupos económicos vinculados a la exportación agrícola-ganadera, traducen claramente los dividendos de este ciclo ascendente, tanto en términos de ganancias netas como de incremento de la productividad. El crecimiento sostenido de la capacidad de consumo de los sectores medios-altos y altos brinda un claro indicio de cuál es el estrato en el que se acumularon los beneficios de la recuperación económica que sobrevino tras la implosión del sistema de convertibilidad.
Sin embargo, si miramos al sector de los asalariados, nos encontramos con que la aguja se movió muy poco de donde estuvo clavada en la década del 90. Es más, algunos estudios estadísticos dan cuenta de que los trabajadores del sector privado serían los únicos que recién ahora estarían equiparando los niveles salariales de antes del desmoronamiento del modelo de Cavallo-Menem. Esto nos pone frente a la paradoja de que quienes más perdieron con la devaluación, son los que menos recibieron a la hora de repartir los dividendos del crecimiento económico que esa devaluación disparó.
Esto explica el hecho de que pese a que los salarios y el campo social muestran signos parciales de recuperación respecto de lo que fue el cráter de la crisis, persisten alarmantes niveles de pobreza y se agranda la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen.
Es decir, persiste la vigencia de la matriz distributiva heredada de la secuencia histórica transcurrida entre el golpe militar y el golpe económico del neoliberalismo que completó un ciclo de despojo en los trabajadores en el reparto de la renta nacional. La Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) entiende que no admite más postergación la adopción de un nuevo modelo de distribución que inicie un proceso sostenido de recuperación del ingreso de las trabajadoras y de los trabajadores, para poner en la misma sintonía crecimiento económico y desarrollo social.
Para ello hacen falta políticas públicas que incidan en el reparto de la torta de las riquezas en beneficio de los que menos tienen. La experiencia nos ha demostrado con creces que la teoría del derrame es un espejismo funcional a los intereses de los sectores dominantes, puesto que nunca ha demostrado ser conducente para construir modelos de justicia social. Por el contrario, cuanto más crece la economía más se elevan las paredes de la copa. Sin introducir reformas estructurales que vayan dando forma a un esquema distributivo que impida la acumulación de las ganancias en los grupos concentrados, lo que se derrame será siendo reabsorbido por vía de traslado hacia los precios como ya está sucediendo o a través de la especulación financiera, como ocurrió en la década anterior.
La única manera de que la copa derrame de verdad, es inclinándola. Y para ello hacen falta políticas públicas que, a través de leyes y de otras instituciones del Estado, apuntalen un nuevo modelo de distribución que modifique sustancialmente la matriz aún vigente.
Pero será imposible avanzar hacia ello sin un proceso sostenido de participación y movilización social que permita a las trabajadoras y a los trabajadores y a los sectores del campo popular lograr que los gobiernos incorporen como parte de las prioridades de las políticas públicas una más justa distribución de las riquezas.
Creemos que resulta impostergable avanzar en esa dirección. Este es el sentido de la convocatoria que la CTA está difundiendo en todo el territorio nacional, para llamar a las organizaciones que desde el campo de lo social y de lo sindical conforman nuestra fuerza a desarrollar un plan de acción que nos permita ir dando pasos hacia la construcción de la paritaria social, entendida ésta como la instancia de discusión de las distintas propuestas que componen el cuerpo de iniciativas que promovemos desde la CTA para impulsar el proceso de recomposición del ingreso de los trabajadores, desempleados y jubilados, como primera etapa de una estrategia hacia ese modelo más justo y solidario de distribución por el que venimos luchando.
Parte de estas propuestas ya vienen siendo fogoneadas en distintos escenarios. Así lo hicimos en la marcha del Congreso al Ministerio de Trabajo realizada en el mes de abril. Ahí, por primera vez, expresamos la demanda de un ámbito en el que los trabajadores podamos discutir de manera integral las medidas que venimos reclamando para mejorar nuestra participación en el reparto de la renta nacional. De igual modo lo hemos estado planteando, sin resultados concretos, en cada instancia en que logró reunirse el Consejo del Salario.
Nuestra fundamentación se remite a nuestra experiencia de los últimos años. En la década del 90, se impuso a los trabajadores, en el contexto de la hegemonía neoliberal y del discurso único, una agenda signada por el despojo salarial y la exclusión social, con el telón de fondo de la subordinación absoluta a las imposiciones del FMI y las «relaciones carnales» con el gobierno de Washington. Fue la etapa de la resistencia que marcó a fuego los primeros años de nuestra Central.
Hoy, en otra etapa histórica que con todas sus contradicciones interpela desde lo discursivo al neoliberalismo de los 90 y marca avances concretos en el contexto de acciones convergentes de las naciones hermanas de la región en la búsqueda de construir márgenes de mayor autonomía nacional, se hace imprescindible avanzar en un rumbo que traslade al terreno de las políticas sociales este cambio de etapa. Dicho de otra forma: expresar en torno al eje de la distribución de la riqueza la agenda social del momento en curso.
No avanzar decididamente en ese sentido significará perder la oportunidad histórica de aprovechar la actual sincronía de procesos populares de Latinoamérica para tratar de entrarle al núcleo económico del neoliberalismo, aún intacto en nuestro país y en la región.
Y esto sólo será factible con la movilización y la lucha de los trabajadores, acompañados por los sectores vinculados a la pequeña producción de la industria y del agro, que necesitamos imperiosamente para construir un nuevo modelo distributivo que nos permita construir una Argentina más igualitaria, más democrática y que recupere a pleno su autonomía nacional.
* Hugo Yasky , Secretario General de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA)