Que el 10 por ciento más rico de la población se lleve un ingreso treinta veces superior al del 10 por ciento más pobre, (des) califica al proyecto kirchnerista. Pero hay más: su limitada matriz agroexportadora.El editor de Clarín Rural, Héctor Huergo, parece haber perdido los últimos vestigios de objetividad. La soja a más de […]
Que el 10 por ciento más rico de la población se lleve un ingreso treinta veces superior al del 10 por ciento más pobre, (des) califica al proyecto kirchnerista. Pero hay más: su limitada matriz agroexportadora.
El editor de Clarín Rural, Héctor Huergo, parece haber perdido los últimos vestigios de objetividad. La soja a más de 900 pesos la tonelada lo puso como mero propagandista de este modelo agroexportador que no se pregunta sobre la validez del mismo, su sustentabilidad ni mucho menos sobre los perdedores de la sojización.
Aquél escribió en el gran diario que no se sabe si es argentino, que «nunca, en 35 años de periodismo agropecuario, me tocó vivir un momento como este». Añadió: «la soja es una fiesta», «esto es lo que soñábamos, 15 años atrás, cuando en estas mismas páginas comenzamos a instalar el tema. El valor de los biocombustibles es que constituirán una nueva demanda para los granos. Llegamos. Ahora, a surfear la ola».
El tono eufórico de ese discurso surge porque su autor tiene una opinión formada sobre el programa económico-social. Pero también influye la persuasión de las multinacionales, como Monsanto, que lo llevó invitado al Farm Progress Show de Illinois y a sus laboratorios de Missouri. Otro tanto hizo la alemana Claas, fabricante de maquinaria agrícola. Así se consolidan enfoques supuestamente técnicos que no son tales sino ante todo políticos e ideológicos.
Convertido en un fundamentalista sojero, Huergo se quejó de las críticas al modelo. «Un disparate que le hizo gran daño al sector, porque quedó instalado que la soja ´arruina los suelos´, además de otras calamidades como aquello de la pérdida de ´soberanía alimentaria´ (¿?), ´dependencia tecnológica´, y toda clase de sandeces», sostuvo.
Que la sojización genera dependencia tecnológica no es una estupidez. Los reportes de esas plumas que mojan en los laboratorios de las multis dan cuenta de nuevas generaciones de semillas, por ejemplo del maíz «Mavera», con alto contenido de aceite, «ideal para biodiesel». ¿Alguien duda que vaya a ser uno de los más requeridos por las plantas de biodiésel? Ya están funcionando Renova (Glencore y Vicentín), T6 (AGD-Bunge) y Unitec Bio, del grupo Eurnekian, que preferirán determinadas semillas y esa será una orden a los productores (amplificada con el Clarín de los editores).
Si el maíz tiene ese destino de biocombustible, sus altos precios se empinarán, tanto como el que vaya a la elaboración de alimentos. Y con eso habrán tenido razón las filípicas de Fidel Castro, aún cuando la Sociedad Rural asegure que eso es una sandez y no implica pérdida de soberanía alimentaria.
El complejo agro-alimentario-exportador expresa de manera cruda la ideología mezquina de la sojización. Valora sólo los altos precios de hoy, sin importar si conviene al futuro de las mayorías. Y sobre todo, no repara en que tal modelo hará a la Argentina más dependiente.
El Banco Mundial
Los defensores de aquel proyecto argumentan que aprovechar los altos precios de los granos es lo que más conviene a los productores, como si su posición fuera «productivista» y hasta «nacional».
Pero como se vio en el caso de los biocombustibles, no pueden disimular la filiación del modelo: es hijo de la administración Bush. De allí que la línea política pregonada por Clarín y «La Nación» se satura de epítetos contra Castro y Hugo Chávez. Una cosa los lleva a la otra.
Cada uno está en libertad de hacer negocios lícitos. Esos diarios vienen realizando una vez al año la mega exposición Expoagro, que en pequeña escala repiten en el extranjero con el lamentable apoyo de la cancillería argentina. Esta debería ocuparse de otras cuestiones y no de facilitar contratos a los monopolios (que como «Gaceta Ganadera», la hostigan a diario).
Que esos grupos mediáticos hagan sus negocios pero que no nos vendan el buzón agroexportador. Ellos lo consideran la mejor manera de capitalizarse, igual que Monsanto, Cargill, Dow, Nidera, Bunge, Profértil, Bayer, Syngenta, Agco, Claas, Fiat y demás multis de la venta de semillas, fertilizantes, plaguicidas, maquinaria agrícola, etc, más los bancos que financian estas operaciones, los dueños de los ramales de carga y puertos, etc, los exportadores de la cuota Hilton y sojeros como Los Grobo y Cresud-Soros.
Durante la asunción de Cristina Fernández hubo banqueros como el titular del FMI Dominique Strauss-Khan y la vicepresidenta del Banco Mundial Pamela Cox. La mujer fue preguntada si no creía que nuestro país depende demasiado de la soja («La Nación» 11/12/2007). Respondió: «no hay nada malo en exportar commodities si eso permite que el país crezca». Se le repreguntó cómo se podría agregar valor a estas exportaciones. Contestó: «no siempre hace falta agregarles valor a estos productos si al mismo tiempo se está creando empleos en otro sector como en la industria de la carne o el maravilloso sector de los vinos (sic)».
Cox se entrevistó con el ministro Lino Barañao, confirmando dos vaticinios de esta columna. Uno, que la cartera de Ciencia y Tecnología no rompería la dependencia con el Banco Mundial. Dos, que Barañao es un científico ligado a los negocios del agro.
El BM prestará 150 millones de dólares en los próximos cuatro años para proyectos de Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC), energía, alimentos, agua dulce, cambio climático, etc. El 19 de diciembre último se firmó un convenio de biotecnología con la Unión Europea. Con 10,4 millones de dólares serán subvencionados estudios sobre el ganado bovino, aviar, forestal y oleaginosos, primordialmente. Cualquier parecido con el modelo agroexportador no es pura coincidencia…
Acento industrial
El mandamás de la Fundación ExportAr, cofinanciada por el Palacio San Martín, Marcelo Elizondo, es otro panegirista del modelo. En Clarín Rural (20/11/2007) enumeró los podios mundiales que pisó Argentina: «primer exportador mundial de aceite de girasol, aceite de soja, peras frescas, miel y jugo concentrado de limón». Luego detalló otras medallas en aceite de maní, limones, porotos y jugo concentrado de manzanas.
No es que estas producciones sean despreciables. Lo lamentable es que el beneficio mayúsculo lo llevan los pulpos, entre otros las grandes del comercio de granos. Sin despreciar las peras ni el limón, es imprescindible un modelo industrial de avanzada porque de lo contrario los altos precios de materias primas pueden durar un par de años más y luego caer, provocando crisis. ¿O los adalides de la Argentina del Centenario no recuerdan el crac del 29-30? Está bien sembrar cereales -no tanto soja, que el año pasado significó 47 millones de toneladas sobre un total de 75 millones de toneladas de granos- pero eso no da como resultado una nación integrada y menos aún independiente.
Argentina supo crear la primera empresa estatal de petróleos del continente; fabricó aviones y barcos, y aún hoy se arman satétiles y reactores nucleares de última generación. A propósito de adormecidos, la película de Pino Solanas, «Argentina latente», es un buen despertador de las cosas que hizo y puede hacer nuestro país. Y, mal que les pese a los «soja dependientes», no es lo mismo que el Invap venda un reactor avanzado a Australia que se embarque soja a Europa y encima Monsanto haga juicio para cobrar regalías de semillas RR.
Se puede poner el acento en los granos más cotizados en Chicago, o bien invertir en la industria con un fuerte sector estatal y público.
Es una discusión ideológica pero también práctica. En la película citada Angel Cadelli, de Astilleros Río Santiago, propone un transporte multimodal (ferroviario, naval, caminero y aéreo). Esto desarrollaría plantas estratégicas como ese astillero de Ensenada, la ex Fábrica Militar de Aviones, talleres ferroviarios, etc, con la consiguiente generación de empleos, desarrollo del interior, integración del territorio y acumulación de recursos en manos del Estado.
También serviría para ahorrar muchas vidas porque la utilización preponderante de las rutas, entre otras razones, está en el trasfondo de los accidentes viales. En 2007 hubo 512 muertos sólo en Córdoba y fueron 8.108 en todo el país. Con un transporte multimodal habrían sido muchos menos pero eso no cuenta en la atrasada mentalidad de cabañeros como Enrique Crotto, que en 2000, por entonces presidente de la Sociedad Rural, se quejaba de que la industria «le sacaba» al campo 5.000 millones de dólares anuales y pedía «mano dura» para con los piqueteros.