En una situación de extrema debilidad política, los Kirchner intentan llegar con muletas al 2009. Mientras Cristina lidera el operativo maquillaje de la imagen de gobierno, y tratan de contener la inflación con algunas medidas de enfriamiento de la economía, el ex-presidente procura rearmar el plan electoral recomponiendo sus fuerzas en el PJ, incluso recibiendo […]
En una situación de extrema debilidad política, los Kirchner intentan llegar con muletas al 2009. Mientras Cristina lidera el operativo maquillaje de la imagen de gobierno, y tratan de contener la inflación con algunas medidas de enfriamiento de la economía, el ex-presidente procura rearmar el plan electoral recomponiendo sus fuerzas en el PJ, incluso recibiendo a Schiaretti y Reutemann quienes ayudaron a su derrota ante las patronales agrarias. Como explica uno de los intelectuales oficialistas de la Carta Abierta, Nicolás Casullo, ante la pregunta sobre el acercamiento de Kirchner con los «traidores»: «el Gobierno necesita mayorías. Aquellos que plantean la disyuntiva de si la salida es por derecha o por izquierda me parece que se equivocan. No hay salidas por uno u otro lado, sino salidas que van a implicar ambas cosas. Es decir, necesidades de acuerdos mayores y reafirmación de las ideas programáticas que definieron a este Gobierno. Ahí ubicarían los diálogos y las conversaciones que, de aquí en más, vendrán entre los Reutemann díscolos y los Kirchner» (revista Debate, 23/08).
Pero en este intento de retomar el centro de la escena política respondiendo tanto a sus críticos de derecha como de izquierda, no termina de conformar a nadie. Recibe al enviado de Bush, Tomas Shannon, y el Jefe de Gabinete Massa trata de seducir a los empresarios reunidos en el Consejo de las Américas, en el Hotel Alvear, prometiendo un futuro arreglo de la deuda con el Club de Paris pero no recupera el apoyo del establishment porque «no habrá un plan para los bonistas que no entraron en el canje». Para adecuarse a los reclamos de las clases medias, y porque está en debilidad política, recurre al Congreso para aprobar sus iniciativas pero no logra recuperar simpatía al verse obligado a defender a sus funcionarios más impopulares como Moreno y Jaime. Anuncia partidas de 1.000 millones de pesos en subsidios a productores agrarios para paliar los efectos de la sequía, pero recibe el rechazo de la Mesa de Enlace que vuelve a manifestar en asambleas y tractorazos como en Olavarría y Armstrong. Trata de responder a los reclamos de su aliado Hugo Moyano con concesiones menores, pero en función de los reclamos patronales y la restricción fiscal, le cierra el paso a la reapertura de las paritarias, lo que desgasta a la cúpula de la CGT frente al descontento por el atraso salarial.
Temblores en el bastión del PJ
En el intento de recuperación kirchnerista, la provincia de Buenos Aires juega un papel central. Kirchner adelantó la elección interna del PJ provincial para enfrentar el desafío de Duhalde en la disputa por el aparato del conurbano. Pero es justamente en «la Provincia» donde el gobernador Scioli, a la caída de su popularidad producto de su alineamiento con Kirchner en el conflicto con las patronales del campo y la pérdida de apoyo de intendentes del interior provincial, suma ahora el agravamiento en la situación financiera. Al abultado déficit fiscal que desde fines del 2007 trepó a los 5 mil millones de pesos, la crisis sumó, por lo menos hasta principios de junio, otros 400 millones producto del menor ingreso impositivo. A su vez se desaceleraron los envíos coparticipables y según distintas fuentes los mismos no irían a mejorar en lo que resta del año.
Ante esta crítica situación, Scioli amagó con extender el impuesto a los ingresos brutos a los sectores industriales y del campo (producción de pollos, cerdos, tambos, fruticultura). Pero ante la presión de la COPAL (Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios) y de otros sectores patronales, el gobernador cajoneó su proyecto que en el caso de la industria establecía un impuesto de sólo el 1% a las industrias que facturen más de 60 millones por mes. Lo mismo ocurrió con el supuesto aumento al inmobiliario rural. Todo terminó en la receta clásica: cede a la presión de las entidades patronales y hace pagar el déficit a los trabajadores provinciales. Suguiendo los pasos de Schiaretti, Scioli se apresta a imponer un proyecto de modificación del régimen de jubilaciones de los trabajadores del estado provincial para apoderarse del «superávit estructural» del Instituto de Previsión Social: transferir 1.000 millones de los aportes jubilatorios para cubrir vencimientos de la deuda provincial y mantener subsidios a los capitalistas.
Mientras es cuestionado «por derecha» con la campaña sobre la inseguridad, las luchas de docentes, trabajadores de la salud pública y empleados estatales que protagonizan masivos paros, son los primeros temblores de una crisis social en el principal bastión del peronismo. Una crisis que no será «jaque mate» hasta que la principal fuerza social, los trabajadores concentrados en las grandes industrias, el transporte y los servicios logren romper el chaleco de fuerzas de la red de burócratas sindicales en que se apoyan los Kirchner.
La oposición partida y el «partido del campo»
Ante la ausencia de una oposición política unificada, el campo cerró filas en la Mesa de Enlace como un sindicato de las patronales agrarias. Un «partido» en el sentido que intenta imponer sus intereses corporativos en la política nacional, más allá de las fracciones en que estén divididos quienes apoyan su programa, llámese Coalición Cívica, UCR, PRO, el socialismo de Binner, o Duhalde y sectores del peronismo. Así han declarado que harán «lobby» para tener sus «agro-diputados», representantes en todas las listas que se armen de cara a las elecciones de 2009. En las ínfulas de un De Angeli se resumen las expectativas de la emergente burguesía agraria: «Voy a trabajar para que el campo tenga mayoría automática en el Congreso».
La aparicion de Cobos como figura alternativa al matrimimonio presidencial, no sólo «ha dividido más a la oposición que al gobierno» como señalan muchos analistas. En la apariencia de las cosas la rebelión campestre dio un empuje a todos los opositores patronales pero, bien visto, ha desenmascarado la crisis del viejo régimen de partidos que no pueden representar y canalizar a nuevos actores sociales en ascenso como las clases medias rurales y la mediana burguesía agraria. Esta crisis en el régimen de partidos favorece al que está en el poder, el kirchnerismo que se sostiene, e intenta recuperarse. desde el aparato del Estado.
Nuevas perspectivas
Mientras gobierno y oposición se encaminan a las elecciones parlamentarias de 2009 para agrupar sus fuerzas políticas, se empiezan a perfilar, desde ahora y con el telón de la crisis económica internacional, dos «programas» capitalistas presentados como salidas «de máxima» (ver Suplemento EconoCrítica con la edición de La Verdad Obrera).
Uno, el de una nueva devaluación que lleve el peso a una proporción cercana al 4 a 1 con el dólar, es la salida alentada tanto por la UIA como por la Federación Agraria. Otro, el de un ajuste en toda la línea, que preserve la actual revaluación del peso y avance en aumentos de tarifas y un mayor «enfriamiento» de la economía. Una posición que hoy plantean los «gurúes» del establishment financiero representando los intereses de los bancos y las privatizadas, pero que puede ganar más apoyo si hay una disparada inflacionaria en el futuro. Los ritmos dependerán en gran medida del desarrollo de la crisis internacional, y el desenlace de la situación abierta no está definido, Porque dependerá de las respuestas de la clase trabajadora, si se abre una relación de fuerzas claramente favorable a los explotados o la clase dominante halla, luego de la crisis, un nuevo reequilibrio como después de la hiperinflación del ’89 o el default del 2001.
Un síntoma de los momentos que se vienen es que, al calor de la crisis política nacional y aun sin que acciones de masas ocupen la escena, se vive un proceso de desencanto con el kirchnerismo y politización en franjas de la clase trabajadora y la juventud. El PTS insiste en el llamado a la izquierda obrera y socialista a unir filas en un bloque para difundir ampliamente un programa de independencia política y dar pasos en la formación de un partido revolucionario común. En esa perspectiva, el PTS promueve el movimiento de los estudiantes que toman colegios en la Capital y se organizan contra las imposiciones de Macri. Alienta la organización del movimiento militante de las mujeres por los derechos de las trabajadoras que protagonizaron su Encuentro Nacional en Neuquén. Impulsa el agrupamiento de las organizaciones obreras combativas para defenderse unificadamente ante los ataques de las patronales y el matonaje sindical, y presentar un alternativa de clase ante los trabajadores.