Pocas veces quedó tan al desnudo el alineamiento pro-norteamericano de varios medios de comunicación como con los viajes de Cristina Fernández a Cuba y Venezuela. El imperio, astuto, no abrió la boca. El embajador estadounidense en Buenos Aires no mencionó el asunto durante la entrevista que le concedió el ministro del Interior, Florencio Randazzo. Este […]
Pocas veces quedó tan al desnudo el alineamiento pro-norteamericano de varios medios de comunicación como con los viajes de Cristina Fernández a Cuba y Venezuela.
El imperio, astuto, no abrió la boca. El embajador estadounidense en Buenos Aires no mencionó el asunto durante la entrevista que le concedió el ministro del Interior, Florencio Randazzo. Este le abrió su despacho a modo de válvula de escape, para que se descargara cualquier posible enojo de Washington con la jefa de Estado que en ese momento vivía el apogeo de su periplo habanero.
Pero Earl Wayne no dijo ni mu. Su opinión crítica la canalizó por medio de políticos y medios locales que hicieron blanco en la visita a La Habana y especialmente a Caracas. Elisa Carrió fue una de esas lenguaraces, sabiendo que para Estados Unidos es importante limar las relaciones de nuestro país con Venezuela, supuesta ventana por la que los iraníes se asoman a la región.
Sin embargo fue la visita presidencial a Cuba la que despertó las más agresivas posiciones de la derecha vernácula. Esto a pesar de que algunos de sus integrantes sostienen que la isla ya no interesa, ni para bien ni para mal, a las autoridades norteamericanas. ¿Si ya no molesta, por qué la atacan tanto y por qué sostienen el ilegal bloqueo con que la martirizan desde febrero de 1962?
Algunos periodistas que sintonizan la onda del imperio habían comenzado su tarea de denostar a Cuba antes del viaje de Cristina Fernández, como para ablandar el terreno. José Claudio Escribano, directivo de «La Nación», se tomó el trabajo de escribir una serie de 5 (cinco) notas consecutivas sobre los 50 años de la revolución. El título de la primera, publicada el 3/1, lo dice todo: «Un sueño de libertad que derivó en una pesadilla de opresión; La caída de Batista generó ilusión, pero tras su victoria Castro erigió un régimen despótico».
Con semejante anteojera ideológica, si la mandataria visitaba ese país y si lo hacía justo el día que en la Casa Blanca había cambio de guardia, era casi inevitable que el autor fuera preso de una crisis de nervios. Así, el 21/1, al día siguiente de que Cristina hubiera firmado once convenios con Raúl Castro, Escribano se despachó: «pocas veces como ayer la Argentina oficial ha estado, si es que de verdad ha estado en alguna parte, tan lejos de la civilización política y del mundo al que en otros tiempos aspiró. Pocas veces como ayer la Argentina oficial ha estado de manera tan patente en el destino menos indicado. Pocas veces ha sido más lamentable un hecho de nuestra política exterior que el de esa Argentina cortejando al dinosaurio de la revolución castrista».
Y eso que aún no sabía que la presidenta concretaría su pedida entrevista con el «dinosaurio» (léase el estadista Fidel Castro), el 21 de enero.
Al principio, «Gaceta Ganadera» y otras publicaciones alineadas con la Sociedad Interamericana de Prensa pusieron en tela de juicio la entrevista. Argumentaban la inexistencia de una foto, que se conoció el 23 de enero. Algunas expresiones marginales de la derecha argentina (Christian Sanz, periódico digital Tribuna) afirmaron entonces que las imágenes estaban trucadas. Escribano se llamó a silencio (quizás hizo sapo pensando eso en 2006, cuando se publicó la primera foto de Fidel convalesciente de la operación y también se dijo que era falsa).
La campaña fracasó
Aparte de un anticomunismo y antiperonismo visceral, la «tribuna de doctrina» sangraba por la herida porque el viaje de la presidenta había concluido bien, sin que se verificara la aspiración de máxima del diario: que recibiera durante su estadía a la médica contrarrevolucionaria Hilda Molina o bien que planteara públicamente su caso ante Raúl Castro. No ocurrió ni una cosa ni la otra.
Desde 2004 la derecha argentina tomó el asunto Molina como si en ello le fuera la vida. Lamentablemente en 2004 y 2006 el entonces presidente Néstor Kirchner y la entonces senadora Cristina Fernández, también asumieron esa causa al extremo de tener injerencia en los asuntos internos de la isla. Ni resolvieron el expediente Molina ni mejoraron la relación bilateral con La Habana. Cuba estaba deseosa de cultivar ese vínculo pero no al precio de admitir que otro país le dijera qué debía hacer con una ex directiva del Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) que quiso privatizar y apropiarse de la entidad, para luego irse a vivir a Buenos Aires con su hijo, un médico que violó las leyes cubanas y se habría quedado con algún vuelto del Estado destinado a adquirir material hospitalario. Para el diario de los Mitre-Saguier, Molina es tan buena como la abuelita de Heidi. Su blog está colocado en la web de la organización «argentina» CADAL, donde se dan la mano el Departamento de Estado, la gusanería de Miami, el Dalai Lama, la fundación ultraliberal Atlas y lo más reaccionario del país y el mundo.
Lo positivo es que el gobierno argentino, con Cristina en Balcarce 50, parece haber aprendido del error. Si siguió planteando la situación de Molina, lo habrá hecho en el mano a mano con Raúl Castro, en el salón Lenin del Palacio de la Revolución.
Lo cierto es que en la embajada argentina, a full entre el 19 y el 21 de enero, no hubo ninguna reunión con Molina ni otros mal llamados «disidentes» que perciben sus salarios en la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA), a cargo de míster Michael Parmly.
Era un secreto a voces que esta vez la presidenta no daría ni la hora a esa gente, interesada como estaba en afianzar el vínculo con Cuba y eventualmente reunirse con el comandante en jefe de la revolución. Sabiendo eso, Carlos Pagni, cuyas columnas reemplazaron en enero al vecino de Punta del Este, Mariano Grondona, chicaneó: «hasta anoche no se preveían contactos con disidentes. En Cuba y Venezuela los Kirchner son derechos y humanos». Pagni no debería agitar la soga en casa del ahorcado. El diario para el que escribe, junto con otros representados en SIP y Adepa, alabó a la dictadura videlista con la campaña de «derechos y humanos» en 1979, ante la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Diego Guelar, directivo del PRO de Mauricio Macri, también fue un adalid de las exigencias «humanitarias» del caso Molina. Ya se sabe que Macri y su emporio familiar siempre defendieron los derechos humanos y que no tienen ningún ex funcionario de la dictadura entre sus filas.
«Lamebotas yanquis»
Así definió Fidel Castro a Fernando de la Rúa, que en abril de 2000 ordenó votar junto a EE UU una moción de condena al país socialista, en el seno de la Comisión de Derechos Humanos, por violar supuestamente esos derechos.
El cronista se siente tentado de emplear otra vez ese epíteto contra algunos opinólogos que descalificaron el viaje de Cristina, caso de Carlos Pérez Llana. Clarín le brindó el 20/1 una página, presentándolo como «diplomático» (era el especialista en política internacional del presidenciable Eduardo Angeloz). El artículo de Pérez se tituló: «El viaje de la presidenta a Cuba: ¿dónde está el interés nacional?». Luego de volver sobre el lugar común de la derecha en esta materia (el contraste entre dos imágenes, la presidenta con Raúl Castro versus Barak Obama asumiendo en Washington), el político radical concluye: «la visita a Cuba no es oportuna, no le agrega nada a los intereses del país, se asumen riesgos inapropiados, sólo se explica en virtud de compromisos políticos internos y poco ayuda a definir una política exterior apoyadas en alianzas que verdaderamente amplíen nuestros espacios diplomáticos».
Toda la cadena mediática conservadora se movió intensamente para cañonear la visita oficial a la isla y Caracas. Amén de los nombrados, hubo notas similares en Perfil (8/1), Ambito Financiero (9/1), CNN (16/1), Infobae y Radio 10 (24/1), editorial de La Voz del Interior («Los silencios de la presidenta», 24/1), etc.
Están en todo su derecho de fijar una opinión contraria. Pero en vez de machacar tanto con descalificaciones ideológicas («dictadura», «régimen totalitario», «dinastía familiar a perpetuidad», etc), deberían argumentar con cosas concretas. ¿Acaso están en contra del convenio para formar un centro de investigación en biotecnología con la isla para investigar, fabricar y exportar vacunas y medicamentos? ¿Les parece mal que se hayan recibido 330 médicos argentinos en la ELAM, becados por Cuba? ¿Piensan que Cristina estuvo mal en reclamar el fin del bloqueo estadounidense como lo hicieron 184 países de la ONU en octubre pasado? Los lamebotas, ¿son tan nostálgicos del ALCA norteamericano que rechazan los beneficiosos acuerdos con el Mercosur, ALBA, Unasur y Grupo de Río?